Propósito personal y corporativo: la alianza para transformar el mundo
La visión compartida, la suma de esfuerzos coordinados o la solidaridad han sido y serán las palancas de mejora

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En un mundo marcado por la polarización y la falta de entendimiento entre colectivos y países, comparto mi deseo para que el año 2026 venga cargado de una ración extra de colaboración. No solo para estas fiestas navideñas, sino para que podamos fomentar el resto del año, dentro y fuera de nuestra actividad profesional, valores como el trabajo en equipo y la cooperación. Es una cualidad que el ser humano ya ha comprobado que funciona desde hace 200.000 años: la puesta en común de energías para alcanzar un mismo objetivo ha sido la clave de nuestro progreso como civilización.
La visión compartida, la suma de esfuerzos coordinados o la solidaridad han sido y serán las palancas de mejora. No solo entre personas, sino también entre empresas y empresas y gobiernos. Y en ese camino, la fusión del propósito personal y el corporativo, supone la clave para acelerar las transformaciones y fomentar avances significativos.
Del «para qué» individual al «para qué» colectivo
El propósito personal es la brújula que orienta nuestras decisiones. Cuando se conecta con el propósito corporativo, se genera una fuerza multiplicadora que trasciende la lógica del beneficio económico. Según el informe Approaching the Future 2025, el 51,4% de las compañías ya invierte en su propósito corporativo, un aumento de más de 15 puntos en cinco años. No es una moda: es una respuesta estratégica para alinear cultura, valores y acción en un mercado exigente.
Esta conexión no solo beneficia a la empresa. Estudios como el de ISS Facility Services demuestran que cuando los empleados encuentran significado en su trabajo y lo conectan con sus aspiraciones personales, su motivación y creatividad se multiplican, lo que impacta directamente en su nivel de satisfacción y a su vez en la innovación que despliegan para sus empresas. En otras palabras: el propósito es el mejor antídoto contra la desafección laboral.
Cuando las personas sienten que su labor contribuye a algo más grande, la productividad aumenta, la rotación disminuye y la cultura organizacional se fortalece. El informe de PwC sobre la fuerza laboral en transformación revela que tres de cada cinco empleados se sienten optimistas sobre el futuro de su empresa cuando perciben coherencia entre discurso y acción.
Colaboración: la clave para un mundo sostenible
Pero la ecuación no termina en la relación individuo-empresa. El crecimiento sostenible exige alianzas más amplias: empresas con otras empresas, y con administraciones públicas. Casos recientes muestran cómo la cooperación público-privada es la clave para impulsar ciudades sostenibles o el desarrollo de nuevos proyectos de energías renovables. La transición energética es un deporte en equipo y por ello, necesita de un esfuerzo colectivo y coordinado.
Ejemplos como las alianzas en la industria tecnológica para reducir residuos electrónicos o los proyectos conjuntos de gobiernos y compañías para desplegar infraestructuras de energía limpia demuestran que la colaboración no es una opción, sino una condición para avanzar. El reciente proyecto ‘Connecting drops’ de Noaway en el que se ha embarcado Moeve resumen esta voluntad de sumar propósitos entre empresas y entidades, que colaboran para aumentar el impacto social. Para que el propósito sea palanca de cambio, necesitamos tres pasos:
- Escucha activa: comprender qué mueve a las personas y cómo se alinea con la estrategia.
- Propósitos claros y medibles: no basta con declaraciones inspiradoras; se requieren objetivos verificables.
- Cultura colaborativa: fomentar espacios donde individuos, empresas y administraciones trabajen juntos por metas comunes.
Si cada profesional encuentra sentido en su trabajo, cada empresa actúa con responsabilidad y cada administración facilita el marco adecuado, estaremos más cerca de ese mundo sostenible que todos buscamos: un mundo donde la colaboración sustituya a la confrontación y donde el progreso se mida no solo en PIB, sino en bienestar y generación de valor compartido.
