Carlos Marqués-Marcet: "¿Por qué los hombres necesitamos ser los protagonistas de todo?"
El director acaba de estrenar ‘Los días que vendrán’, una película que arrasó en el Festival de Málaga y que pudo llamarse de otro modo: «El título original de la película era ‘La gent es mor’. Los productores decidieron que no era un buen título. Es una lástima, me hacía gracia y conectaba con la vida»
Hay un esfuerzo de equilibrista en Los días que vendrán, producida por Avalon. Carlos Marqués-Marcet (Barcelona, 1983), uno de los mayores talentos de nuestro cine, juega con los planos cerrados y las emociones a flor de piel de dos jóvenes que se quieren mucho y se conocen poco y que de pronto se encuentran con un embarazo no deseado y el peso de una decisión fundamental. Los jóvenes se llaman Lluís y Virginia, él es abogado y ella es periodista, él es David Verdaguer y ella es Maria Rodríguez Soto. Los dos son pareja fuera del cine y el embarazo que vemos en la pantalla es el suyo. Marqués-Marcet se las ingenió para que accedieran a rodar una historia de ficción paralela a la historia verdadera que estaban viviendo, quién sabe si abusando de su amistad, y el resultado es una película que se ha llevado todo en el Festival de Málaga: Biznaga de Oro a mejor película, mejor dirección (Marqués-Marcet) y mejor actriz (Rodriguez Soto).
La nostalgia que causa el paso del tiempo está en cada rincón de la película. Las imágenes de Maria cuando era una niña, con las grabaciones caseras que se incluyen en el metraje por la amabilidad de sus padres, son conmovedoras y encienden cierta señal de alerta.
El tiempo nos va atropellando, ¿verdad?
¡No lo había pensado así! El tiempo que nos atropella, no es mal título. Vitalmente sientes que el tiempo no se te escurre, sino que te lo encuentras encima. Desde luego que la película se ve desde esa sensación que teníamos al hacerla de que no había tiempo que esperar. Hay cosas que ya no rodamos al momento, sino que pensamos que se podía rodar con el bebé parido, centrándonos en todos los momentos en los que se tenga que ver la barriga. Sabíamos que después del parto seguiríamos rodando. Al final fue un año y medio.
Un año y medio de rodaje da para cambiar muchas veces de opinión.
Pero también te permite reflexionar y montar… y nosotros tuvimos que rodar el inicio de nuevo. No funcionaba. Esta es la película donde me he cubierto un poco más. No es que haya hecho 30.000 ángulos, pero sí más de lo normal. Sobre todo por si tenía que cortar diálogos.
En ese guion hay muchas manos, ¿fue difícil de gestionar?
Fue bastante orgánico, en realidad. Al principio estaba con los actores e iba transcribiendo las escenas que improvisábamos. Algunas las guardábamos, otras las rodábamos. Fue al séptimo mes de embarazo que nos juntamos con Coral (Cruz) y con Clara (Roquet) y escribimos el guion muy rápido. Lo reescribíamos constantemente. Tampoco es que nos quedara mucho tiempo para acabarlo. Fue un guion que nos permitía entender lo que habíamos hecho y dirigir los dos meses que quedaban para luego conseguir financiación para la película.
¿Te costó mucho seducir a David y Maria?
[Ríe] A David un poquito más. También porque tenía mucho trabajo. Con Maria fue más fácil. Ella decía que no podía trabajar porque estaba embarazada y así podía estar seis meses haciendo una película desde un lugar muy placentero. Además, nunca había tenido un papel de protagonista en el cine, era una oportunidad doble. Yo creo que las ganas de Maria fueron las que convencieron a David.
Hay que decir que Maria perdió un trabajo por el embarazo.
Sí, tenía un trabajo en el teatro y lo perdió al quedar embarazada. El director le dijo que no había problema, pero la productora le dijo que no. De ahí vino la idea de introducir esa parte en el guion, cuando su personaje está a punto de renovar su contrato y no se lo renuevan porque se queda embarazada.
Me gusta cómo introduces la idea de que el personaje de David, en cuanto el de Maria queda embarazada, se apresura a buscar un trabajo mejor pagado y no se lo consulta, antepone el dinero sobre el tiempo con ella.
Eso entra dentro del conflicto dramático. Está esa idea de que estamos rodeados de unas estructuras socioeconómicas que nos llevan a hacer determinadas cosas. Me interesaba mostrar cómo, de alguna manera, nos volvemos más conservadores conforme vamos envejeciendo. No creo que sea por eso, sino que tiene que ver con una estructura. Me interesaba mostrar cómo las prioridades te acaban llevando a unos roles de los que estás intentando escapar. La vida tiene que ver con ese ir tirando, con hacer lo que se puede en cada momento. Esa lucha entre querer y poder.
Me hizo gracia el título que escogiste, Los días que vendrán, porque lo interpreté como una amenaza.
De hecho viene del trozo de una canción. El título original de la película era La gent es mor. Los productores decidieron que no era un buen título. Es una lástima, me hacía gracia y conectaba con la vida y con la idea medio cómica y medio absurda de que la gente se muere. De alguna manera, con Los días que vendrán todo son días, no tenemos más que el tiempo en que estamos. Supongo que los que vendrán es una cosa que me interesa: esa dificultad de no estar siempre proyectando hacia delante, de estar en presente. Ahí sí que tiene algo de amenaza, ¿ves? Porque si estás en los días que vendrán, no estás en los días que estás.
Lo que conlleva los días que no vendrán.
Sí, esa imagen de Lluís jugando a fútbol con sus amigos, que también es pensar en los hombres como niños y en la capacidad de las mujeres para madurar mucho antes. En el personaje está muy presente la autoimposición a cambiar.
Y el autocontrol.
Porque necesita saber dónde está y cómo está. El cambio le produce una ansiedad que dispara la necesidad de establecer otros muchos controles que no sabe cómo gestionar. Hay ahí una crítica a la masculinidad, ¿por qué los hombres necesitamos ser los protagonistas de todo? Algunos me dicen que el personaje de David es oscuro, a mí me parece fascinante. Y la mejor interpretación que ha hecho.
Fíjate que yo veía al chico como un santo, pero seguro que a muchas mujeres las sacará de quicio y les parecerá insoportable.
Es flipante cómo cada uno se monta su propia película. Igual te llega uno y te dice que es un machista. Me han llegado a decir que un maltratador, otros que es un santo. Ese debate me encanta y en realidad me ha pasado con las tres películas (10.000 KM, Tierra firme).
Introduces con naturalidad la diversidad lingüística… ¡sin confrontaciones!
Piensa que el contexto en que comenzamos a hacer la película es distinto al de ahora. Había un escenario sobre el que quería reflexionar, un momento post-15M y pre-1O, por así decirlo. El periodo intermedio de los ayuntamientos del cambio. Se ve en determinados detalles del piso que Lluís y Virginia son personas que han trabajado en una cierta militancia política… y ahora comienzan a entrar en un sistema. Veía cierto paralelismo con la entrada en la estructura que es la familia. Pero abordar ese tema era tan complejo que se comía la película.
Pero, en cuanto a las lenguas, nunca es neutro en qué idioma hablas, con quién y cómo. No pasa porque sí y dice mucho de las personas y los personajes. Yo reivindico mucho la importancia de defender el catalán y hablar dos lenguas y conservar el bilingüismo. Mira lo que pasa en Valencia [ciudad], donde es casi una lengua muerta. Y yo hablo en castellano en casa, por eso agradezco haber tenido una educación inmersiva en catalán y ser bilingüe. Más allá de la fantasía, todo el mundo habla español y no todo el mundo habla en catalán. Me molesta ese discurso de los antinacionalistas, que en realidad son nacionalistas, de criticar la lengua. Si las lenguas sólo sirven para comunicarse, ¿por qué no nos pasamos todos al inglés?
Creo que las lenguas están entre las cosas más íntimas que tenemos. En la película quería que se viera esa Barcelona que no se ve normalmente y hacer la película en catalán y con un catalán que no es el normativo. A nivel lingüístico, a alguno le dará un ataque al corazón.
Lo de no seguir el catalán normativo nos lo recriminan mucho, medio en broma medio en serio, los catalanes a los valencianos.
Mira, me da rabia que en TV3 no se plantee una versión más abierta del estándar. La versión de la variante occidental está aceptada por la Pompeu Fabra. ¿Por qué TV3 se empeña en sólo recoger la oriental? Yo creo que habría que construir el catalán o el valenciano desde un núcleo en común y no olvidar que toda la literatura clásica se escribió en Valencia.
Por cierto, ¿qué tal fue en la dirección de En el corredor de la muerte?
Pues ha sido divertido, es otro rollo. En septiembre lo veremos. Es curioso que en televisión sólo he hecho cosas de pena de muerte. Tengo unas cuantas TV movies de juicios y muertes y tal, hay algo que me persigue. Esta fue una propuesta de locura. Nacho (Carretero) sacó el libro en octubre y en enero ya estábamos grabando. Es la serie de Bambú [misma productora de la serie-documental El caso Alcàsser, por ejemplo], yo voy ahí a dar mi forma de pensar con imágenes y sonidos. Me enganchó la idea de atrapar una historia sobre todo desde la imagen, cómo a Pablo Ibar –siendo culpable o no– lo condenan por el poder de una imagen en cámaras de seguridad en un momento donde no era habitual: fue en los 90 cuando se empezó a extender el uso de las cámaras de seguridad en el ámbito privado. En la película usamos el vídeo real, tomamos la decisión después de un debate moral importante. Me fascina la historia que cuentan dos policías. Dicen que fue la primera vez que vieron un crimen en directo.