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Voces del pluriempleo entre los actores

Por una vez, la reivindicación principal de la gala de los Goya no fue la piratería. Las protestas por las descargas ilegales fueron sustituidas, en este caso, por las condiciones laborales de los actores

Voces del pluriempleo entre los actores

Reuters

Por una vez, la reivindicación principal de la gala de los Goya no fue la piratería. Las protestas por las descargas ilegales fueron sustituidas, en este caso, por las condiciones laborales de los actores. El principal lamento es que solo el 8% de los intérpretes puede vivir de su profesión. El dato sale de un informe elaborado por la Fundación de Artistas e Intérpretes Sociedad de Gestión (AISGE), que también concluye que la tasa de ocupación en este colectivo es del 43%. “Los niveles han caído un 20% en los últimos años”, explica Iván Arpa, coordinador del Área Asistencial de la fundación, “en 2011 eran de un 63%”. ¿Y qué hacen los actores cuya vocación no les da para pagar las facturas? Se pluriemplean: la hostelería, la docencia y el comercio son tres de los sectores que más se compaginan con el arte dramático, según Arpa. Lo sabe bien María Gregorio, actriz de la localidad alicantina de Sant Vicent del Raspeig. Tiene 26 años y estudia en el Laboratorio de Teatro William Layton, en Madrid (de donde han salido talentos como Ana Belén, ganadora, por cierto, del Goya de Honor de esta edición). En los últimos 12 meses, explica, ha hecho cuatro trabajos remunerados: tres campañas publicitarias para televisión y una online. Ahora prepara “una obra para estrenar en junio”, cuyo título no puede desvelar todavía, en el Teatro Nueve Norte de Madrid. Pero es una obra de teatro a taquilla (también llamado teatro off). Esto consiste, explica, en que “la sala se queda un 50% de los ingresos”. Algo así como el monólogo que hacía el personaje de Emma Stone en La La Land para darse a conocer. O como lo define María: “En off solo cobramos por actuación, no nos pagan los ensayos, y lo que ganemos depende de la taquilla que hagamos; vamos, que trabajamos por amor al arte”.

La actriz, por tanto, ha ido encadenando sus clases y su trabajo con otras profesiones: “Estuve trabajando en un Ale-Hop y, desde septiembre, estoy en un Natura”, resume. “Estaré allí hasta que acabe mis estudios, pero probablemente seguiré después, porque no contamos con salir con trabajo”. Quien sí lo logró fue David Matarín, actor cartaginés de 28 años que, tras terminar en la Escuela del Actor de Valencia, fue contratado por la compañía Oscura Teatre. “Y todo iba generando trabajos nuevos: un proyecto llevaba a otro”, cuenta. “De repente”, explica, le hicieron una oferta en Canal Nou (la antigua televisión autonómica valenciana), pero la cadena cerró. A esto se sumó la separación de su compañía. “Y, como la única opción que hay ahora es el teatro a taquilla y allí no había nada, me vine a Madrid”, recuerda. En la capital lleva dos años y medio y, desde entonces, ha hecho tres obras teatrales: Pequeños dramas sobre arena azul, Yernos que aman y Pulveriza. “Han ido muy bien”, celebra, “pero no ha habido manera de renovarlas”. En el último año solo ha podido vivir de las tablas “dos meses”, así que ha estado trabajando en una discoteca y, desde hace tres meses, en el bar de los Teatros Luchana.

 

¿Qué está fallando?

Matarín, cuya última actuación fue “entre septiembre y octubre”, hace autocrítica de la situación: “Si los actores no nos podemos pagar el alquiler también es porque hemos estado tirando piedras a nuestro propio tejado aceptando malas condiciones por parte de los teatros”. María Gregorio opina, por su parte, que el sistema educativo debe potenciar el sector: “Hace falta concienciación desde los colegios, para enseñar el amor por la cultura a los niños desde pequeños”. Ambos coinciden en que la política también podría ser más amable con el sector y admiten que la situación mejoraría si bajara el IVA cultural. Pero “el principal problema”, señala Iván Arpa, de AISGE, “es la temporalidad, que siempre ha sido complicada y esa vulneración no ha estado protegida ni regulada por ningún Gobierno”. Es decir, “se mezcla un trabajo cambiante y esporádico con la poca capacidad del Estado para mejorar las condiciones”. Por eso tiene sus esperanzas puestas en el Estatuto del Artista, cuya aprobación formaba parte de los programas de PP, PSOE, Ciudadanos, UPyD, Izquierda Unida y Podemos para las elecciones generales y cuyo objetivo es mejorar los derechos laborales de artistas e intérpretes. “Esto ayudaría”, detalla Arpa, “porque que un artista no tenga acceso a paro, a prestaciones por maternidad ni a una jubilación que refleje el trabajo realizado es una situación que tiene que actualizarse”.

Con la mirada puesta en el Congreso, Arpa mira al futuro con esperanza: “Este es un sector optimista porque es un sector de raza, vocacional”. Pero matiza: “Los dos años próximos pueden ser cruciales”.

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