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Lo malo (y lo bueno) de la séptima temporada de Juego de tronos

Ya se acabó la séptima temporada de Juego de tronos y toca hacer revisión. Esta entrega ha sido ampliamente criticada, pero también ha tenido cosas buenas. ¿Cuál es el balance?

Lo malo (y lo bueno) de la séptima temporada de Juego de tronos

Ya se acabó y toca hacer revisión. Esta entrega ha sido ampliamente criticada, pero también ha tenido cosas buenas. ¿Cuál es el balance?

 

(SPOILER ALERT, OBVIAMENTE)

Bueno, la penúltima temporada de Juego de tronos llegó a su fin y además de regalar momentos que serán recordados -por sorpresivos, por descabellados, por predecibles, por directamente imposibles en cualquier plano físico que existe en los Siete reinos– fue una de las temporadas más discutidas de una serie que se ganó su lugar en la historia de la televisión hace años.

Primero lo primero. El último episodio logró apagar muchas de las quejas de los anteriores. Se tomó su tiempo, resolvió lógicamente tramas que estaban en el aire y básicamente hizo lo que era obvio que iba a hacer: tiro El Muro y dejó entrar a los zombies y su ejército. Pero no sin antes juntar a una Daenerys y un Jon que ya logró hacer parecer hasta destinados (aunque igualmente perturbadores… son tía y sobrino); no sin antes aclarar a todos los fans angustiados (aquí una de ellas) que la rivalidad de las Stark era sólo un plan para eliminar al insoportable Littlefinger; y no sin antes dejar claro que Cersei no tiene límites (¿quién pensó que los tenía?) y liberar a Jaime de su agarre (ya era hora de que viera en quién se ha convertido su amor).

Pero hablemos de los siete episodios de la séptima entrega de esta serie. Hablemos de qué ha pasado y cómo. Y hablémoslo en términos abarcables: qué ha sido lo mejor y qué ha sido lo peor.

Lo malo (y lo bueno) de la séptima temporada de Juego de tronos 2

Lo malo de la temporada

Las inconsistencias

Ya no sólo se trata de la discutida travesía al otro lado de El Muro (con sus hazañas imposibles de manipulación de tiempo y espacio, que incluyen un Gendry que podría ser el Usain Bolt dopado con mejor sentido de la dirección del mundo y un cuervo de otro mundo capaz de teletransportarse); sino de incongruencias -con la misma serie y su insistencia en ser sorpresiva y realista dentro de sus límites mágicos- como que Bronn y Jamie Lannister sobrevivan, sin ponerse a cubierto, el ataque de un dragón (más cuando el último cae con una armadura de hierro y una mano de oro a un lago profundo y logra salir) o que Jon Snow no se ahogue cuando cae a un agua helada, sujetado por decenas de zombies y envuelto en kilos de pieles o que El perro pierda la capacidad de pensar (y todos sus acompañantes con él, por no detenerlo) cuando opta por tirar piedras a un agua que rezan que el ejército de muertos no se de cuenta que está sólida o el hecho de que un ejército de miles ataque a siete de par en par o que Euron Greyjoy haya construido la flota más grande del mundo en tiempo récord (tal vez tenía ayuda de Gendry) utilizando los recursos del lugar con menos recursos en el mundo (a no ser que sean rocas y agua de mar): las Islas de Hierro.

Hay más y no se trata de ser quisquilloso, se trata de exigirle a una serie que siempre se ha preocupado por ser verosímil y centrada (en lo que no es mágico) y que este año optó por el espectáculo como distracción y por aflojar sus exigencias y dejar pasar errores básicos que ningún guionista, o espectador, dejaría pasar si no se tratara de Juego de tronos.

Lo malo (y lo bueno) de la séptima temporada de Juego de tronos
Dragón y lobo. | Imagen vía HBO.

La esencia

Juego de tronos comenzó como una serie de intrigas de palacio, como una serie sobre honor, familias, lealtades y destinos sellados que no resultan ser lo que se pensaba. Era pensativa y habladora, sorprendente e imprevisible, emotiva y violenta y nunca, nunca, quiso ser un cuento fantástico a la usanza. La última temporada, y puede que un poco la anterior, han dejado mucha de la esencia básica de la serie atrás para centrarse en batallas y acción, en discursos y épica, en buenos y malos. Y sí, se acerca el final, pero G.R.R. Martin siempre dijo que a él le interesaba más qué pasaba luego de que Aragorn era rey en El señor de los anillos: “¿Ordena matar a todos los orcos, incluso a los bebés y a las mujeres? ¿Organiza un genocidio?”. La preocupación del autor, y de la serie hasta hace poco, eran las consecuencias y las acciones, las decisiones… y la versión televisiva ha olvidado eso a cambio de lo más llamativo: fuego, amores imposibles y brujas de cuento.

 

Lo mejor de la temporada

Lo malo (y lo bueno) de la séptima temporada de Juego de tronos 4
Un esperado reencuentro. | Imagen vía HBO.

Las reuniones

Estamos tan cerca del final que podemos saborearlo, así que ya era hora de cerrar círculos y atar cabos. Puede que no todos de la mejor manera y puede que no todos, pero ver conocerse a personajes como Jon y Daenerys; Cersei y Daenerys; Jon, Jorah, El perro, Beric Dondarrion y Tormund; Sam y Jorah; o los reencuentros de Jon y Tyrion; los Clegane; Jaime y Brianne; Bronn y Tyrion; Jamie y Tyrion; Arya y Hot Pie; Tyrion y Cersei; Daenerys y Jorah; los hermanos Stark… fue enternecedor, esclarecedor, movió la trama a lugares interesantes (o no tanto) y demostró que conocemos tanto a estos personajes que hace falta poco contexto. Quienes no se conocen tienen lazos que ya conocemos y quienes se conocen tienen historias comunes que recordamos. Las conversaciones están cargadas de sentido y emoción y eso las hace importantes, más en una temporada con pocos momentos para personajes y muchos para la acción.

 

Lo malo (y lo bueno) de la séptima temporada de Juego de tronos 5

Los dragones

Esta ha sido la ocasión en que los dragones han tenido más trascendencia en toda la historia. Desde antes de que nacieran estaba claro su poder y su importancia para la historia. Y finalmente vimos por qué. El ataque de Daenerys al ejército Lannister con Drogon dejó claro por qué los Targaryen fueron indestrucitibles. G.R.R. Martin ha dicho que los dragones son la opción nuclear y la devastación de esa batalla (masacre, realmente) dio una prueba visual de por qué. En cuanto pasó quedó claro que los dragones, aunque susceptibles, ganarían cualquier guerra… por lo que había que mover un poco las cosas. Darle a los caminantes blancos un dragón, aunque doloroso para todos los que vieron a Viserys caer y luego revivir, es una forma de poner patas arriba una historia que amenazaba con ser predecible. Con un dragón zombie El Muro ya no es un problema, con un dragón zombie… todo está jodido.

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Hasta el último episodio se mantuvo la tensión entre las hermanas. | Imagen vía HBO.

Las Stark

Ambas en sus historias propias y luego unidas, las hermanas Stark han sido parte fundamental de la historia y era hora. Y no por estar involucradas con la trama mayor, la de los caminantes blancos, sino por su propio desarrollo como personajes. Las hemos visto crecer, desde una niña malcriada y otra inconforme, hasta mujeres complejas y profundas.

“La chica no es una nadie, es Arya Stark”. Y sí, esta temporada lo fue. Primero retomó su venganza -esa famosa lista- y abrió la temporada con una escena de esas que se recuerdan para siempre: el asesinato de todo el clan Frey. Pero cuando su cara perdió el gesto frío al enterarse de que Jon Snow estaba vivo todo cambió. Arya volvió a casa y tuvo una reunión emotiva pero adulta con su hermana mayor, Sansa.

Luego la historia dio un giro que parecía desesperado y sin bases. Arya comenzó a desconfiar de Sansa hasta amenazarla con la muerte, todo gracias a las maquinaciones de Littlefinger. Por su parte, Sansa comenzó la temporada como señora de Invernalia y voz cantante en su destino y el de su gente. Su hermano, coronado rey del Norte pero más preocupado por los caminantes blancos que por nada más, la dejó a cargo de sus tierras y fue aquí cuando Sansa demostró su valía. Tras una terrible historia de abuso, tortura y sufrimiento, Sansa se ha convertido en una líder sabia y certera. Puede que no siempre esté en lo correcto, pero es capaz de escuchar y entender.

Cuando, tras decir que Littlefinger no era de confiar, recurrió a él tras la amenaza de Arya, era visible, para quien hubiese estado atento a su crecimiento, que algo se escondía ahí. Su manipulación de Littlefinger, su juicio y subsecuente condena de este traidor nato fueron de las cosas más satisfactorias que hemos visto suceder en años. Y sí, puede que fuese “fan service” pero también tuvo sentido en el desarrollo de la historia y cerró un episodio importante, el responsable de toda la historia previa a la Gran Guerra, el que empezó con el intento de asesinato de Bran a manos de Littlefinger, el que empezó con su manipulación de Lisa Arryn y su traición a Ned Stark. “Cuando la nieve cae y llega el viento blanco el lobo solitario muere, la manada sobrevive”. Las(os) Stark lo saben hace tiempo, el problema ahora es si los demás son capaces de verlo antes de que sea tarde.

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