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César Miguel Rondón, autor de la 'Biblia' de la salsa: "La música es el único espacio de la creación donde uno no envejece"

César Miguel Rondón, del despertar de todos los venezolanos a hacer la Biblia de la salsa

César Miguel Rondón, autor de la ‘Biblia’ de la salsa: «La música es el único espacio de la creación donde uno no envejece»

Cuando mi padre me llevaba a la escuela escuchábamos las noticias narradas por César Miguel Rondón. Cuando tuve coche para ir a la universidad, era yo quien ponía el dial 99.9 del Circuito Éxitos. Mantuve ese ritual informativo hasta que me fui de Venezuela.

Desde hace 30 años, todos los días a las seis de la mañana, la voz inconfundible del principal referente radiofónico de Venezuela, acompaña a millones de venezolanos. La decisión de qué titular coger primero depende del “azar del señor portero”, frase que repite cada día en el programa de radio de mayor audiencia de ese país.

Pero César Miguel Rondón no es solo conocido por su labor periodística sino que también es autor de telenovelas míticas como Ligia Elena y libros como País de estreno, faceta que nos ha traído a mantener una conversación en Madrid con este intelectual en la redacción de The Objective. El libro de la salsa, con prólogo de Leonardo Padura, 36 páginas de fotografías originales y más de 100 letras de canciones es considerado la «Biblia» de este género musical del Caribe. Lo escribió cuando vivió en Nueva York y compartió con los principales exponentes de este estilo. Ahora, la editorial Turner presenta una nueva edición en España a casi 40 años de su primera publicación.

En el prefacio de esta nueva edición dice que poco ha cambiado en el género de la salsa. ¿Considera que la salsa se va a reinventar o será por siempre un ejercicio nostálgico?

Nunca lo ha sido. No fue originalmente un ejercicio nostálgico. La música es el único espacio de la creación humana donde uno no envejece. Tu eres muy jóven pero si te pongo la música que marcó tus primeras aventuras de adolescente, esa música te va a llevar directamente a ese momento. La ventaja que tiene la música, a diferencia de un poema o de un libro, es que te va a llevar en tiempo presente. De manera que la música, como tal, no acepta la nostalgia como concepto. La música popular, que es de la que estoy hablando.

Cuando este libro se escribe, como me acabas de decir, hace 40 años, yo tenía 23 ó 24 años. Escribía en tiempo presente, y qué cosa que ahora que estoy en Madrid, dando entrevistas y hablando del libro, sigo hablando en tiempo presente. La música popular no te da espacio para la nostalgia porque los retos que le dieron origen, las urgencias y necesidades, son en presente. Son cosas que no pasan: el desamor no pasa, el desamor es una tragedia de hoy, no de ayer, ni de mañana. La vida del barrio (favelas) o de arrabal es una presencia.

¿De modo que el Caribe urbano de hoy canta lo mismo que en el ayer?

En su intimidad sí. Quiero explicar eso. Obviamente hoy en día lo que se oye es el reggaetón, pero a la hora de las chiquitas, la manera de cantar las necesidades íntimas son las mismas. Hoy me preguntaban que qué futuro le veía yo al reggaetón, y yo no le veo ningún futuro pero sí un largo presente de mucho éxito y dinero, pero no un futuro, porque tus cuestiones íntimas, personales, como individuo o colectividad, siempre se cantan de la misma manera. Hay una familia de músicas y manifestaciones legítima y hay una ilegítima. En la primera está la salsa, en la segunda el reggaetón.

¿Sigue considerando que la ‘salsa erótica’ es floja? ¿O su percepción al respecto ha cambiado?

No es salsa. Fue un alarde hecho, fíjate… Hablemos, musicalmente. Mucho del vigor de la salsa, de su razón de ser, en la medida que surge mucho de su aliento en Nueva York, es que nace muy vinculado y marcado por el jazz. Es una música que tiene muchos solos: solos de piano, de timbales, de trompeta. Hay alarde en el cantante. Hay alardes jazzísticos. Por su parte, lo primero que hace la salsa erótica es hacer que la música sea chata. Se eliminan solos, alardes, los arreglos se hacen tontos. Se hacen sencillos.

César Miguel Rondón:
Foto: Cecilia de la Serna | The Objective

¿Y la improvisación?

Improvisación no hay ninguna. Los arreglos, las armonías son elementales. Eso ya es una diferencia muy dramática. A eso agrégale que cuando vas a las letras, lo de la eroticidad es un contrasentido. Una de las salsas (eróticas) más famosas decía: “Desnúdate mujer”. En el coro eso se repetía muchas veces. Si en todo ese rato la mujer no se había desnudado, es porque ella no tenía ningunas ganas de desnudarse. En la salsa, qué se entiende por: “Llévala pal rincón y apriétala”. ¿Cuál es la insinuación? O cuando Tito Rodríguez dice: “Mama como Mama Guela”, o Pete El Conde: “Y en meneos cachondos se cuaja, Catalina la O con su danzón”. No solo hay allí eroticidad, sino eroticidad de un muy subido tono. Frente a eso, el “desnúdate mujer» es una tontería.

En el mismo prefacio habla sobre la «rumba andaluza que llega hasta Cataluña para ir más allá». Señala que la “salsa también les pertenece”. ¿Qué conexión encuentra entre el flamenco y la salsa?

Es todo lo mismo. La clave (de 2-3 o 3-2) de la salsa, de hecho, es andaluza. Pero es mentira, eso no es andaluz, eso es moro. Tú no puedes pretender que haya una manifestación artística aislada, autónoma o nueva. Las auténticas manifestaciones son muy arraigadas en los pueblos, porque obedecen a esos pueblos. El lamento moro, el canto tempranero que llama a la oración, se parece muchísimo a lo que se hace en España con el cante andaluz o con el cante jondo. ¿Sabes quién te lo hace evidente? Miles Davis. Él hizo, a finales de los 50, un disco con un gran arreglista canadiense llamado Gil Evans llamado Sketches of Spain (Bosquejos de España – 1960). Ese es un disco fundamental. Él tiene un tema allí que se llama La Saeta con una trompeta jazzística con la que logra el lamento de la saeta andaluza que no es más que un lamento moro. Eso te da pie después a que luego Chick Corea haga Mi corazón español (My Spanish heart), donde temas fundamentales de ese disco son un mambo. Cuando le digo en los textos de acoplamiento a los andaluces que esto, la salsa, les pertenece es porque estamos hablando del mismo caldo, de la misma raíz y la misma comida.

Cuando leo lo que Willie Colón escribió sobre Héctor Lavoe: “Graduado de la Universidad del Refraneo (…) miembro del Gran Círculo de los Soneros de los Soneros”… podría casi imaginar el rostro de Camarón de la Isla siendo descrito con esas palabras.

Es que en donde estén, están en la misma taberna…

¿La salsa, así como el flamenco, es una academia en sí? Hoy en día se estudia de forma más profesional, ¿por ello está perdiendo pureza?

No, no, no. En esto no hay pureza. Incluso hablar sobre la pureza del flamenco es una conversación interesante pero estéril. Los pueblos cambian, mutan, crecen. Yo supongo que a Lola Flores no le hubiese gustado La Barbería del Sur, pero ellos suponen la Sevilla de hoy, la Andalucía de hoy: irreverente, moderna, con inmigrantes. Las músicas populares obedecen a la colectividad y a los pueblos que le dan su origen. Y los pueblos no son puros.

Crecí en una casa de familia de inmigrantes. Mi madre salió de Cuba en 1980 en tiempos de la crisis del Mariel -uno de los grandes movimientos migratorios del siglo XX-. Su padre César Rondón Lovera, era embajador de Venezuela en Cuba, y junto a Nelson Barreto, quien era el cónsul, ayudaron a salir a muchos cubanos que querían dejar la isla en busca de una mejor vida, entre estos estaban mi madre y abuelos. ¿Qué influencia ha tenido Cuba en su vida? ¿Y, sobre todo, en este libro?

El hecho de mi padre en Cuba no tuvo nada que ver porque ya yo era un adulto cuando él era embajador. Yo estaba en Nueva York. Eran tiempos en los que más o menos escribí el libro. Cuba influye muchísimo en esta música porque esta viene del son cubano. El son cubano es su nutriente natural. Cuando te hice la referencia a la rumba flamenca, por ejemplo, olvidé decirte que ese canto que va del muecín a la saeta cristiana, es el mismo que suena como la Diana del guaguancó cubano. El canto que hace el cantor del guaguancó para hacer un canto yoruba, un canto de santería, es el mismo que la saeta, con la misma función. Este es un libro que le debe mucho a Cuba.

En lo personal le debo a Cuba mucha música, muchos compositores, muchos autores. El prólogo del libro es de Leonardo Padura, gran amigo mío, a quien no conozco. Nos queremos mucho y nos escribimos, pero nunca nos hemos visto personalmente. Y como venezolano, he estado desgraciadamente marcado por Cuba durante los últimos 20 años, pero no sé si quieres que hablemos de política…

Claro que sí. Usted no solo es el principal referente radiofónico de Venezuela, sino la voz que todas las mañanas da las noticias. ¿Qué le ha dejado el periodismo de estos últimos años en un país donde las noticias llegan a ser surrealistas?

¿Qué es un periodista? Un periodista es un cronista de la cotidianidad. El otro día a raíz del Día del periodista en Venezuela, yo recordé a Heródoto porque uno de los libros que yo más he regalado es Viajes con Heródoto de Ryszard Kapuściński. En ese libro Kapuściński cuenta su primer viaje fuera de la Europa soviética y comunista, para hacer trabajos periodísticos. Él establece un paralelo con las crónicas que hacía Heródoto. Cuando yo estudio Heródoto en bachillerato me lo presentan como el padre de la historia, porque él fue el primero que levantó testimonios que habían ocurrido, como él lo definía, “de las guerras entre los griegos y los bárbaros”. Eso lo llevó a viajar por el mundo de su tiempo. Cuando yo adulto, ya con muchos años en el oficio, leo Los viajes con Heródoto, entiendo que Heródoto no era el padre de la historia sino el padre del periodismo. Solo que visto con los ojos de Heródoto, en la actualidad, un historiador es un periodista sin apuro. Lamentablemente, el periodista no es un historiador apurado, porque no trabajamos pensando que estamos haciendo historia. Pero desgraciadamente, para bien o para mal, lo que nosotros hacemos termina siendo alimento de la historia.

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Foto: Cecilia de la Serna | The Objective

Su programa de radio va a cumplir casi 30 años…

Mi programa de radio va a cumplir el 31 de julio 29 años.

¿Qué pasa cuando despierta a un país 29 años consecutivos?

Tú le vas llevando su relación, su bitácora de viaje, su diario íntimo y personal. Yo también escribí telenovelas, y las telenovelas ¿en qué se basan?. En un detalle mínimo que va creciendo, desfigurándose o construyéndose a lo largo de los días, como las noticias y como los acontecimientos. Le vas siguiendo la pista a un hecho que sucedió aquí y vas tratando de hilvanarlo, y en la medida en la que medianamente puedas manejar bien la memoria y la secuencia de acontecimientos, puedes establecer relaciones con lo que pasó y con lo que va a pasar.

Te pongo un ejemplo, (el escritor venezolano) Alberto Barrera Tyszka escribió un maravilloso artículo hace un par de años atrás donde el título lo decía todo. Yo no maté a Jorge Rodríguez. Yo no soy responsable del encono de lo que hoy en día llaman ‘los Hermanos Rodríguez’ (dirigentes de la nomenklatura chavista). Pero resulta que la hermana Rodríguez, Delcy Rodríguez (actual vicepresidenta de Venezuela) confesó hace dos semanas que para ella la ‘Revolución’ era una venganza personal, con lo cual, entiendo que Alberto había metido el dedo en la llaga. Lo que yo había sospechado era cierto: nosotros los venezolanos somos víctimas de una venganza personal y eso es una inmensa injusticia. Es imperdonable porque, además, durante 20 años han engañado a los venezolanos, haciéndonos creer que esto (la Revolución) es una gesta de amor. Si reconoces que estás allí por venganza, sabes que las venganzas solo se alimentan de odio.

¿A qué voy? Tú vas llevando la crónica del día a día y si logras tener la fortuna de ir hilvanando, entonces vas a hilvanar el por qué del odio y la venganza en Venezuela, para luego entender hasta dónde se ha llegado. Me preguntas ¿qué es para mí ser periodista hoy por hoy? Es un inmenso sentimiento de derrota. Yo como periodista no debería ser más que el cronista de tu cotidianidad, lamentablemente me he convertido en el historiador apurado de tu cotidianidad. Eso es un fracaso. Yo como venezolano, que tengo que trabajar como periodista porque es mi oficio, me siento muy derrotado, porque lo que he podido ver y contar a lo largo de 20 años ha sido una larga sucesión de fracasos. Y para gente de este siglo, constatar que, en efecto, el odio traducido en venganza se ha impuesto, es algo muy lamentable.

¿Cómo se siente presentar un libro en un país distinto al suyo rodeado de rostros conocidos y amigos de toda la vida, muchos de los cuales se han tenido que ir por ser perseguidos políticos?

Cuando digo derrota, no es rendición. Derrota es, para decírtelo muy en criollo, es: “coger el coñazo” (el golpe). Pero “coger el coñazo” no es, también en criollo, “boto tierrita y no juego más”. Lamentablemente uno no puede rendirse. No porque sea valiente o porque tenga pasta de alguna heroicidad. No. Es que no tengo opción, sino seguir adelante. Yo nací en el exilio. Yo nací porque mi papá y mi mamá eran políticos, fundadores del partido Acción Democrática y a los dos los exiliaron (en tiempos del dictador Marcos Pérez Jiménez). Ellos se casaron en la cárcel antes de que les diesen el exilio. ¿Cómo me puedo sentir cuando a los 64 años estoy viviendo el exilio? Mi mamá está viva y tiene 96. Está en Caracas y está viviendo en su hijo exactamente lo que ella vivió 70 años atrás. La historia se hace para avanzar. Es ley de vida que todo sea mejor siempre o, al menos, es la aspiración de los pueblos. ¿Por qué, entonces, el lugar de avanzar yo he retrocedido como pueblo? Por una venganza personal. Que no se nos debe olvidar, sobre todo, para no caer nosotros en venganza. Delcy Rodríguez no se ha dado cuenta de lo importante que fue esa confesión que hizo. En tres frases desmontó por completo todo el inciso teórico que trató de levantar el chavismo durante 20 años. Evidenció que el odio es su nutriente. Ergo si el nutriente del odio acabó con un país, ergo solo podemos levantarlo en base al amor.

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Foto: Cecilia de la Serna | The Objective

Menciona en su libro al Sistema de Orquestas Infantiles y Juveniles Simón Bolívar (impulsor de jóvenes músicos para sacarlos de la pobreza, fundado por José Antonio Abreu y dado a conocer internacionalmente por el director Gustavo Dudamel). Cuando murió Abreu y le hicieron un homenaje, fue difundida la carta de una madre de los músicos que contaba cómo estos ese día solo recibieron un pequeño bocadillo que tuvieron que compartir con sus padres, que ya no es lo mismo, que tenían hambre. ¿Ahí se refleja el declive del país? ¿Cuál cree que será el futuro del Sistema de Orquestas?

El futuro del Sistema se parece mucho al del país bajo el gobierno de Nicolás Maduro. Todos nosotros tenemos una vida precaria, es decir, tenemos una muerte muy vigorosa a la vuelta de la esquina. A José Antonio Abreu no se le ha valorado como se le debe valorar y estoy seguro de que la historia, le va a rendir tributo. Lo que él ha hecho por el país y por Latinoamérica, por la música latinoamericana es algo inconmensurable. Pero ojo el Sistema de Orquesta es una creación de 1975 durante el primer Gobierno de Carlos Andrés Pérez (Acción Democrática). Y no es una obra de Pérez, solo que Pérez y los gobiernos democráticos que siguieron, entendieron el valor que suponía esta iniciativa y la apoyaron. El chavismo se caracterizó por destruir lo que había y Nicolás Maduro le ha metido el acelerador a esa destrucción. Entonces si hablamos del Sistema, tiene una muerte vigorosa a la muerte de la esquina, pero la tenemos todos los venezolanos, el país y la República como la hemos entendido. Uno de los principales daños es que la Venezuela de hoy tiene una polifractura institucional terrible. No hay institución en pie en Venezuela, ni la justicia, ni el respeto al semáforo.

¿La Venezuela de hoy en un titular?

La poca Venezuela que va quedando. Vendrá otra y hay que hacerla.

En el último capítulo de El libro de la salsa hace un homenaje a muchos de los salseros que se han ido. ¿Qué echa de menos de aquella época en la que usted vivió en Nueva York, tenía barba larga y era casi un hippy?

La juventud. Yo tuve que volver sobre el libro en 2004 cuando se hizo una nueva edición. Este es un libro que ha tenido vida propia y no ha dependido de mí para crecer. Cuando volví sobre el libro, respeté mucho a ese muchacho de 23 años que lo hizo. Y ya no puedo, sino verlo a la distancia. El que te está hablando aquí no es el que escribió el libro. 40 años después he vivido muchas cosas y he perdido mucha curiosidad, quizá eso es lo que más eche de menos.

¿Intentó alguna vez cantar? porque aunque narra Maestra vida –la ópera salsa de Rubén Blades– no conozco si tiene talento musical.

En realidad, la verdad sea dicha, yo todavía intento cantar. Y la verdad sea dicha, yo hice todo esto porque no puedo tocar música. Todos los que nos dedicamos al mundo de la música, y no somos músicos, es porque somos músicos frustrados. Pero 40 años después descubrí una fórmula para responder ese tipo de preguntas tan impertinentes y crueles (se ríe). Cuando me preguntan si soy músico respondo: soy músico oyente.

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Foto: Cecilia de la Serna | The Objective

Si tuviese que definir su vida en un tema de salsa, ¿cuál sería?

Varía con los días.

¿Y hoy?

Hoy estoy muy contento (hace una larga pausa)… Hoy ha sido un buen día. Hoy…(toca la mesa con las palmas de las manos)… Hoy cantaría: “Mañana es un día de fiesta… No me lo discuta usted porque yo tengo el almanaque en español y en inglés” (Mañana es domingo de Ismael Rivera).

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