Anastasia, la duquesa luchadora y valiente que llegó hasta Gran Vía
Anastasia. El musical ha llegado a España directo desde Broadway. De la mano de Stage Entertainment, responsable de obras como El rey león, se estrena el 3 de octubre en el teatro Coliseum de la Gran Vía de Madrid.
Madrid, octubre de 2018.
El caos de la Gran Vía madrileña es la antesala al mármol pulido, las moquetas cepilladas y la decoración rojiza del teatro Coliseum. Un brillo exterior que se olvida pronto. El público se remueve en las butacas sangre y enmudece antes de abrirse el telón. Con el primer acorde de Una vez en diciembre, todo retrocede.
San Petersburgo, 1917.
La corte del zar Nicolás II es una caja de música en la que todo brilla: las bandas, las tiaras, los cristales. La familia Romanov gira y gira en el palacio de Catalina al son de unos compases de los que todos sabemos el final. Hipnótico e invasivo, hay un baile, y después, el horror, los estallidos y el silencio.
El teatro Coliseum está patas arribas. Hay que construir tres escenarios giratorios, colocar nueve pantallas de led y renovar 1.400 butacas. Stage Entertainment, responsable de obras como El rey león, El fantasma de la ópera y La bella y la bestia, ha traído la leyenda de Anastasia de vuelta a Europa. Después de un año de éxitos en Broadway, se estrena este miércoles 3 de octubre en Madrid. «Esta obra queda tan bien en España que incluso es mejor y más profunda aquí que en Broadway. Todo el mundo siente y entiende la historia de Anastasia. Es como si todo encajara. En España, vosotros sabéis lo que es una revolución y también una liberación y ser libres», nos cuenta Carline Brouwer, la directora asociada del musical, una semana antes del estreno. «Quiero que el público haga todo este viaje, este tránsito de Anastasia, con nosotros».
San Petersburgo, 1927.
La miseria asuela la Rusia comunista. Según los locales, incluso más que en época de los zares. Sin nada que echarse a la boca, el pueblo se alimenta con rumores. El más truculento: la búsqueda de la Gran Duquesa Anastasia Nikoláyevna Románova, la hija del zar que pudo sobrevivir a la matanza de los bolcheviques. La recompensa de encontrarla está en París, donde la emperatriz ofrece más dinero de lo que un ruso podría soñar jamás. Esa es la empresa que quiere emprender Dimitri, huérfano, criado en la calle, buscavidas: llevar a una muchacha cualquiera y hacerla pasar por Anastasia. Después de un casting infructuoso aparece ella, Anya, una barrendera que sigue soñando con una promesa lejana. Cuando se abre la caja de música todo vuelve a girar.
Gran Vía, 2018.
Las voces que transportan desde toda esa penuria al cegador brillo de palacio son las de Jana Gómez (Barcelona, 1996) e Íñigo Etayo (Pamplona, 1991). Hablamos con ellos entre las butacas desde las que les aplaudirán un millar de personas horas más tarde. «Me siento como en una tormenta. Abrumado, asustado y con una ilusión que puede con todo», confiesa Etayo, que todavía lleva el esmoquin del ensayo puesto. El estreno de esta obra de gran formato en Gran Vía—en un teatro inmenso, con una orquesta en el foso, 150 cambios de vestuario, una partitura increíble y la escenografía cuidada al milímetro— es nueva para ellos. «Esto es como una gran ópera«, asegura el actor.
«Claro que da miedo. Nunca había tenido un personaje con tanta responsabilidad y tanto peso. Es un antes y un después en mi carrera», explica Gómez, ataviada con el soñado vestido azul de Anastasia. «Está la presión de que todo el mundo tiene en su cabeza una imagen de cómo tiene que ser Anastasia. Pero yo soy una persona distinta. Voy a tratar de aportar algo distinto al personaje».
¿Qué hay de esta joven catalana en una duquesa rusa del siglo XX? «Hay cosas que he tenido que imaginar, claro, pero ha sido fácil meterme en el papel porque Anastasia no es la típica princesa al uso, es una chica que está muy a la orden del día de cómo son las mujeres hoy. Es una chica valiente, fuerte, que toma sus propias decisiones. También es frágil». «Esta no es una obra dura porque es un cuento de hadas. Pero es un cuento de hadas de una mujer muy fuerte que no se rinde, que tiene un objetivo, que no tiene miedo a luchar, ni miedo a la confrontación, que toma decisiones muy difíciles a lo largo de su vida», apunta la directora de la obra.
¿Qué le piden al público? Contesta Etayo: «Va a sonar horterilla, pero esta historia es una leyenda que por alguna razón a todos nos encanta: la revolución, los zares, las princesas, el brillo y, de pronto, la oscuridad. Me gustaría que la gente se trasladase porque el musical tiene muchas etapas, algunas que fueron un horror y las tenemos idealizadas. Me gustaría que viajasen, que se sintiesen parte del París de los años 20, que soñasen un poco, que se dejen engañar por la historia«.
París, 1927.
Y, por fin, París. Anastasia sube por una colina y desde allí, se abre la torre Eiffel, la ciudad de la luz, la promesa de un reencuentro, la idea de una vida acompañada…
Madrid, 2018.
Los escenarios que se multiplican, los trajes imposibles y las voces interpretando al unísono una partitura tan exigente —con especial mención a Jana Gómez que emociona sin excepción con Viaje al pasado— es casi como si nos hubiéramos metido en Disney o colado en Broadway. Pero, como señala el actor Íñigo Etayo, con una historia que nos toca más de cerca, con una interpretación con esencia europea, con todos los matices que Carline Brower ha conseguido sacar de los actores.
«Como directora siempre me considero una ladrona. Trato de crear una atmósfera donde todos se sientan cómodos, libres y confíen en nosotros. Eso es súper importante porque ellos tienen que cometer errores, si no lo hacen nunca serán excelentes. Tienen que cometer errores, porque la perfección es aburrida. Quieres verlos luchar, esforzarse, y después, yo, la ladrona, digo: sí, esa es la emoción que quiero. A partir de ahí, construyes y construyes. Quieres, lloras, ríes». Lo mismo para el público.
Aquí se puede escuchar toda la banda sonora del musical de Broadway:
La historia real de la duquesa Anastasia
La gran duquesa Anastasia real fue asesinada junto al resto de su familia la noche del 16 al 17 de julio de 1918 por las fuerzas bolcheviques en la casa Ipátiev de Ekaterimburgo. Jamás escapó ni huyó ni sobrevivió. Sí son ciertas las decenas de impostoras que trataron de hacerse pasar por la duquesa para cobrar la recompensa que ofrecía su abuela.
La ejecución de todos los miembros de la familia Romanov no se confirmó totalmente hasta 2009, cuando se publicaron en la revista Public Library of Science los resultados de un nuevo estudio de ADN. Los rumores de que algún miembro de la familia del zar hubiera sobrevivido y escapado de Rusia habían sido alimentado porque en la fosa común en la que se encontraron los restos de la familia Romanov, en 1990, faltaban los cadáveres de dos de los hijos del zar.
En 2007, se hallaron restos en una fosa común adyacente a la principal. Un estudio de ADN reveló que los restos pertenecían al heredero Alexei y a una de sus hermanas mayores, probablemente Anastasia. Se confirmó la coincidencia en el ADN al compararlo con el de algunos parientes vivos de la dinastía, entre ellos el duque de Edimburgo.
La casa en la que fueron ejecutados se destruyó y en su lugar, tras el fin de la Unión Soviética, se edificó la iglesia sobre la Sangre, un lugar de peregrinaje para honrar al último zar y a su familia.