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'La familia Berlín', una fábula surrealista sobre la España de hoy

Una Andalucía desdibujada, pero fácilmente reconocible, donde cristianos, musulmanes y judíos conviven pacíficamente sirve de marco a ‘La familia Berlín’, la última novela de Fede Durán.

‘La familia Berlín’, una fábula surrealista sobre la España de hoy

Cuenta Fede Durán que si alguna virtud tiene como escritor es su poderosa imaginación, capaz en su última novela, La familia Berlín (Reservoir Books, 2019), de idear una Andalucía desdibujada, pero fácilmente reconocible, donde cristianos, musulmanes y judíos conviven pacíficamente. Una España reciente que, a pesar del diferente devenir histórico, parece haber llegado al mismo sitio: desde la corrupción política al desarrollo urbanístico desaforado.

“Efectivamente es la conclusión que yo saco”, dice a The Objective el autor sobre su tercera obra después del libro de relatos Guantes negros (2009) y la novela La mirada de Monica Vitti (2012). “Al final los vínculos más poderosos son la amistad, la vecindad, la familia y las religiones no dejan de ser etiquetas que no intervienen tanto como parece. De todos modos, España es un país muy curioso porque parece que vivimos en la diferencia, en subrayar la diferencia entre nosotros cuando, realmente, si analizásemos nuestro ADN, saldría que estamos completísimamente mezclados todos. España se ha reconstruido miles de millones de veces mezclando a todos sus habitantes y a todos los que venían de fuera. Y al final La familia Berlín pretende jugar con esa fantasía realista de que en realidad las cosas habrían sido muy parecidas a como son ahora si no se hubiesen producido esas expulsiones en el siglo XV”, cuenta Durán.

Partiendo de esta premisa, Durán narra el viaje de Sansón Berlín, su particular Ulises nacido en 1977 en una familia judía afincada en Luna Creciente, un pequeño pueblo costero de casas blancas a orillas del Atlántico. Un niño que muy pronto anuncia sus intenciones de triunfar, empezando por convertirse en el líder de su pandilla –Joselito Caimán, Juanito Mohamed, Valentín Bidasoa y Casimiro Wolfe– para triunfar, quizá demasiado pronto, primero en el periodismo y después en la política.

Durán huye del héroe trágico navegando entre el humor y el surrealismo mágico, como él mismo lo denomina. “Más que realismo mágico sería surrealismo mágico por ese punto de humor absurdo, de situaciones inspiradas en la realidad que te acaban llevando a la risa”, cuenta el escritor sobre su prosa, al tiempo que revela su artesanal proceso creativo. “Cojo post-its, apunto el número de capítulos que voy a escribir, todo abierto a cambios obviamente, pero cada capítulo lo asocio a una idea, un concepto, una palabra. Y a partir de ahí empiezo a trabajar y dejo que la historia se vaya retroalimentando. Cuando das forma a la trama, los propios personajes te van dando tirones de la manga cuando caes en incongruencias”, asegura.

La familia Berlín, una fábula surrealista sobre la España de hoy
Portada vía Reservoir Books.

Una fábula muy realista

Entre la realidad y la ficción el Durán periodista se las arregla para realizar un preciso retrato de la España de los últimos 40 años. En sus palabras: “Se opera un cambio en esa península ficticia que tiene muchos elementos realistas, por ejemplo, la devastación de nuestro entorno natural, el apego al ladrillo como fórmula mágica para generar empleo y dinero, la política como instrumento al servicio de los egos y los bandos más que del bien común, el periodismo como la voz de sus respectivos amos. Todo eso, que se ve en la novela, es lo que está ocurriendo en nuestro país y supongo que en general en Occidente”. Y aclara: “Yo quería reflejarlo con un matiz: para mí La familia Berlín es una novela con muchas partes luminosas y mucho humor que brinda por el optimismo y la magia”. Elementos que, por cierto, entran y salen sin estridencias, casi de puntillas o, al menos, sin avisar al lector. Cuestión que abre otro debate actual.

“Creo que nos estamos haciendo un poco tontos en general por el abuso de las pantallas. Nos están entrenando o convirtiendo en personas con una capacidad de concentración muy cortita y, además, estamos perdiendo memoria porque todo lo consultamos en internet”, afirma Durán. “Una de las cosas bonitas de escribir es poder ser sutil, con las tramas, con los argumentos. No hay que explicarle todo al lector. Creo que es bonito que vaya descubriendo por sí mismo los intríngulis de la historia que se cuenta”, añade.

En plena campaña electoral, es inevitable hablar de la clase política, muy presente también en La familia Berlín. Aunque en el libro todos bastante mal parados, Durán dice quedarse corto y al menos les confiere una cualidad: hacen reír al lector. “Ahora mirando, mirando la realidad, risa poca”, asegura. “En el libro Fernando Kovacs”, una especie de figura histórica de Luna Creciente que vivió en el siglo XIV, “pronostica que va a acabar habiendo un presidente perro, es decir, que no habrá discurso, solo ladridos. Eso es lo que estamos viendo ahora: ladridos de una parte y otra y muchos complejos para proponer propuestas para mejorar”, explica. “Fe en la política no tengo, pero tenemos que apretarles para que mejoren, como periodistas y como ciudadanos”, señala el autor. Y remata: “Sugeriría que hagamos como en Suiza con los llamados políticos milicianos, que se dediquen a la actividad política ocho años y después vuelvan a sus empleos. Claro, esto significa que tienes que tener un empleo previo”.

Una de sus mayores preocupaciones en este sentido y un eje fundamental de La familia Berlín, es la destrucción del medio natural. “Luna Creciente vive esa degeneración. Pasa de una era dorada donde los niños iban a la playa y veían estrellas de mar, camarones, cangrejos, coquinas, a ser un entorno estéril, una playa más o menos limpia, pero donde no hay nada. Esto tiene un paralelismo claro con la realidad”, cuenta Durán. “Por ejemplo, cómo es posible que en Chiclana de la Frontera el alcalde decida que uno de los dos pinares del pueblo se tale para construir una macrourbanización. Cómo es posible que esto, a día de hoy, siga pasando”, añade mientras exige un plan de choque medioambiental.

La trilogía

La familia Berlín será el primer capítulo de una trilogía ambientada en los tres ejes que conforman la imaginada Provincia que Duerme: la mencionada Luna Creciente, San Rufián y Chillida. “La segunda parte la tengo muy avanzada, se titulará Capullo de Seda, se desarrolla parcialmente en San Rufián y estará protagonizada por la Familia Fornido. Es una historia que mezcla el género del antihéroe y del superhéroe. Tiene importancia el cómic, la parte costumbrista y esos pueblos del pasado, pero el tono es diferente. Es un poco la historia del patito feo reinterpretada”, revela Durán. “La tercera parte estará ambientada en Chillida, pero no tengo ni idea de cuándo llegará. Entre medias quiero escribir una historia que ya tengo pensada y así rompo un poco el ritmo”, señala.

De momento, la literatura es “cero lucrativa” para Durán y tilda el mundo editorial de “incierto”. Pero no se desanima. “Hay que seguir escribiendo, pero desde luego no por la gente, sino por el placer del proceso, por no saber nunca lo que vas a contar al final. Yo tengo una semillita, pero la propia historia se desarrolla y eso es lo que a mí me sirve de aliciente para sentarme otra vez y pensar cosas nuevas”, explica.

Respecto a su otra profesión, recomienda: “Si nos dedicamos al periodismo tenemos que tener en cuenta dos cosas ahora más que nunca. Por un lado, hay un factor fundamental que es la firma. La marca no es el medio, tiene que haber una ética asociada a cada uno de nosotros. Si nosotros no establecemos unas líneas rojas estamos empeorando la profesión. Y la firma es el último recurso que tenemos. Por otro, hay que entender que los medios son empresas, pero son empresas que tuvieron prestigio por mirar debajo de la alfombra, no por ser altavoces de los partidos o las empresas que ponen dinero ahí. Es un equilibrio difícil, pero posible”.

Para terminar, este pesimista no pierde la esperanza, y con un poso de optimismo concluye: “Todos tenemos demasiados prejuicios. Nos centramos mucho los seres humanos en lo que nos diferencia y no en lo que nos une, que es prácticamente todo. Creo que son los propios entornos los que determinan cómo funciona una comunidad: los individuos suman esa comunidad y comparten muchas más cosas de las que piensan. Siempre podemos mejorar, lo importante es que tengamos ganas de hacerlo”.

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