Diarios de duelo y otras formas de encontrar la verdad en la muerte
Tres autores reconstruyen sus propias historias de duelo para llevarlas a la ficción
El duelo, ese sentimiento que va intrínsecamente ligado a la pérdida del cuerpo físico o de una situación emocional, ha sido estudiado por la literatura desde el inicio de los tiempos. Ya es un lugar común, así como la frase anterior; sin embargo, cada autor aporta un nuevo vértice de justificación a sí mismo y a todos los que se reflejan en sus lecturas.
La literatura es un cobijo para entender y reflejarse durante la etapa de duelo. En la España contemporánea escritores como Manuel Vilas con Ordesa, Milena Busquets con Todo esto pasará, Sergio del Molino con La hora violeta o Luna Miguel con su trilogía de poemarios han indagado sobre sus propios duelos. En Latinoamérica lo ha hecho Piedad Bonett con Lo que no tiene nombre y Julián Herbert con Canción de tumba. Libros que se suman a los clásicos o superventas de Joan Didion, Roland Barthes, Annie Ernaux o Karl Ove Knausgard.
Antes que el duelo social nos tocara con la pandemia del COVID-19[contexto id=»460724″], tres novedades y sus escritores reflexionaban sobre la pérdida en primera persona, específicamente sobre el duelo de los padres.
Ada Castell publicó Madre; Galder Reguera, Libro de familia y Paula Vázquez, Las estrellas. Los tres libros son un tributo y un encuentro, una forma de contarse a sí mismos a través del otro, de la madre autoritaria o del padre ausente. Una forma de hacer catarsis con los flash forwards como recursos narrativos.
El duelo para la comprensión
En Madre (Navona, 2020), Ada Castell crea, con el más fino e irónico tono, la vida de su madre, entre recuerdos y ficción. El capítulo 0 comienza diciendo: “Mamá dice que le he salido boba”, y termina con un abreboca que genera expectativa: “Mamá, ahora sé cómo llenar el vacío de aquellos lo siento, hija que nunca te dignaste a pronunciar y así es como empieza tu historia, con un final”.
Castell recrea, desde una voz honesta y sin sentimentalismos, a una madre divertida y egoísta, que encantaba a otros pero que no se sacrificaba por sus hijas ni tenía la intención de empatizar con ellas, porque más que tres hijas eran un estorbo.
La novela comienza con un giro interesante cuando la hija narradora consigue las memorias que su madre comenzó a escribir cuando la ingresaron en una residencia. En sus memorias, Raquel se describe gentil, princesa, todo un encanto; sin embargo, la narradora apunta cómo hasta a la madre de su madre, la abuela, tras la manipulaciones del bebé, se sintió culpable por destetarla desde muy temprano.
La escritora relata a su madre con anécdotas tan duras como graciosas. Desde una la egolatría que la llevaba a destrozar los álbumes familiares, para recortar su cara y ponerlas en el cuerpo de Lady Di camino al altar con el príncipe, hasta que se burlara de su propia hija siendo pequeña por cómo se vestía.
El carácter de la madre con sus hijas se endurece con la edad. Se queja de las enfermeras que la cuidan en la residencia y las manipula diciéndole que le dejará sus joyas de valor. Habla mal de las hermanas que después de tantos años la van a visitar a la residencia pero casi no hablan con ella y la tratan como si fuese “un mueble”. La madre relatada por Castell en el interior es cruel y egoísta.
En Madre, los mecanismos entre recuerdo y ficción se funden, no solo para evidenciar cómo la vejez es la etapa más dura de la vida si el carácter no es apacible, sino también cómo los maltratos de una madre que erosiona tu autoestima te dan poder para liberarte del trauma, del odio y del resentimiento si eres violada en la adolescencia.
“Solo soy yo quien busca la verdad de una manera desesperada, como si el repaso metódico de una vida nos permitiera entenderla”, sentencia Castell en una de las páginas del libro, reflejando el propósito de muchos en el duelo: la justificación del relato para entender la figura del que se va y que en su caso solo le dio treguas emocionales los últimos días de vida.
El duelo, la enfermedad y el viaje
Las estrellas (Tránsito Editorial, 2020), de la autora argentina Paula Vásquez, es un libro híbrido que viaja entre el memoir, la crónica viajera y la poesía, mientras se van relatando los momentos previos a la muerte de su madre, así como las reflexiones posteriores al duelo.
En Las estrellas, Vázquez va llevando su propio duelo como un viaje heroico entre ciudades y cielos estrellados: Buenos Aires, Barcelona, México, Cuba, Sicilia, donde no solo se encuentra a sí misma, sino donde restablece los vínculos con una madre con un carácter particularmente duro.
“Donde está el peligro/crece también lo que salva” es un verso de Hölderin que la autora cita en los últimos capítulos de la novela reafirmando que es a partir del peligro que pudo recobrar su vínculo materno; en consecuencia, redescubrir esa forma de amor.
Las estrellas es una novela corta que suma una buena cantidad de datos astrológicos; un guiño, quizás, de lo enraizada que está la simbología en la vida de la escritora para explicar las relaciones. Las estrellas y los planetas viajan junto a la escritora y su madre, no hay referencias a otros escritores, es la no ficción fragmentada entre la enfermedad, el viaje, la muerte y el vínculo amoroso.
La familia, el duelo y el tributo
Galder Reguera publicó, unos días antes de nuestro confinamiento, Libro de familia, una dura y larga narración que consiste en la reconstrucción del padre que nunca llegó a conocer, al mismo tiempo que revisita la familia y la figura del nuevo padre, el que cría.
A diferencia de Las estrellas o Madre, el testimonio novelado de Reguera es exactamente acorde al título del ejemplar: no es solo es una historia sobre el duelo, es el álbum familiar del escritor y, en especial de la madre, de la perseverancia de su madre ante un hecho que gira la historia de cualquier vida, así como otros eventos trágicos a lo largo del crecimiento del autor en la historia.
La historia de Reguera es dura por las circunstancia de la pérdida del padre biológico en plena Nochevieja y también por ser un narración que desvela la vida en general como un thriller. Libro de familia podría compararse fácilmente con un guion de Guillermo Arriaga. Esta forma de relatar de los personajes de Reguera, su familia, nos da cercanía; podría ser cualquier familia. El autor revela cómo la violencia, los malos entendidos y los duelos después de una muerte trágica pueden volcarse en momentos muy duros, que solo reconoceríamos si suceden en una película, desde la lejanía, pero que pueden ocurrir en cualquier historia de vida.
El autor comienza la narración con la muerte de su padre el mismo día que su madre iba a decirle que estaba embarazada. Este pistoletazo de salida no para en toda la narración. Reguera confronta al padre biológico, a la madre, así como a la familia del padre muerto. Confronta su resentimiento, los juicios de la familia y las decisiones de su madre al separarse de la familia de su padre biológico.
Sin embargo, Libro de familia también es el reencuentro con los primos luego de 42 años, en plena investigación para este libro, así como la sorpresa ante los recuerdos de su padre que guardaba su familia paterna.
Libro de familia es un diario sobre el duelo paterno que también existe para entender la propia paternidad del autor, así como un testimonio sobre el tiempo que “avanza como una gran ola a la que le sucede otra y otra más” hasta poner todo en su sitio.
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Madre, Las estrellas y Libro de familia no solo reflejan una forma de diario para contar una historia, también son el reflejo de que el duelo es esa sensación humana de nos lleva a realizar preguntas para cerrar ciclos, buscando respuestas a los hechos dolorosos a través de la introspección y del tiempo.