Raphael: «Nunca he hecho el ridículo, tengo una voz especial que me respalda»
Repasamos la carrera musical junto al artista que celebra 60 años sobre los escenarios: «Si no me hubiera dedicado a esto, ¿quién sería yo hoy día?»
Hace 60 años, un Rafael todavía sin nombre artístico ni pedigrí, tuvo que enfrentarse a un jurado compuesto por gente del gremio del arte, como músicos, escritores y bailarines, para obtener el carné de artista. Era un documento que otorgaba durante el franquismo el Sindicato Vertical de Espectáculos para aquellos que quisieran desempeñar una labor en el mundo de las artes escénicas.
Un jovencísimo Rafael, de apenas 16 años, se examinó en el ya inexistente Teatro Fuencarral de Madrid –en 2005 fue demolido para construir un edificio de viviendas–; desde entonces, 60 años de carrera, 335 discos de oro, 50 discos de platino, disco de uranio y más de 50 millones de discos vendidos en todo el mundo. Grandes éxitos que acumulan ventas y streamings millonarios que lo han convertido en Raphael, la leyenda viva de la canción pop melódica.
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Llegamos al WiZink Center de Madrid, es finales de noviembre y hace frío, aunque los focos y el calor humano de los personas que nos concentramos en el espacio reservado para la cita aminora la sensación. Son las 18.00 de la tarde y Raphael ya ha dado más de 20 entrevistas a los periodistas que durante todo el día vamos pasando por el antiguo Palacio de los Deportes de Madrid para charlar con el artista, que celebra 60 años sobre los escenarios. Es el primer día de promoción hasta la salida de su nuevo disco, Raphael 6.0, quedan dos días más, pero en el rastro del hombre de Yo soy aquel o Mi gran noche, ni atisbo de cansancio o fatiga. «60 años dando entrevistas. Qué aburrido debe ser» –pienso–, aunque él parece estar disfrutando del momento. «Eso es ser artista» –sigo yo cavilando mientras observo cómo mis compañeros hablan con él y espero mi turno–.
Raphael es de manías, sí. La cámara debe enfocarle por su lado izquierdo, sobre donde cae su flequillo –todos tenemos un lado bueno o menos malo, oye–. Su asistente le acerca el espejo, bebe agua y nos saluda con un choque de codos.
–Raphael, ¿no te cansas de dar entrevistas con los aburridos y poco originales que somos los periodistas? –le pregunto mientras nos sentamos y colocamos–.
–No, para nada, porque cada uno empleáis un tono diferente y, mis respuestas, aunque sean las mismas preguntas, a veces puede también ser diferentes.
Raphael está de celebración. No hay lugar para el cansancio, no todo el mundo cumple 60 años sobre los escenarios ni consigue ser el «cantante de la familia», como se define él en esta charla. «Desde el abuelo, el hijo, el nieto, todos son clientes míos», se muestra orgulloso. Y es que de una cosa no cabe duda, Raphael es un artista que ha renovado constantemente su audiencia. «Te voy a contar una cosa», –comienza nostálgico, aunque confiesa que no le gusta echar la vista atrás– «un día muy específico me di cuenta que mi público era también gente joven. Fue en la plaza de toros de Huelva, en un concierto sinfónico que di. Era 2015, e hice algo que nunca suelo hacer, mirar al público antes de salir al escenario. Vi gente muy elegante, con esmoquin, con vestidos largos y, además, a muchos muchos jóvenes. En ese momento me sentí muy orgulloso de haber conseguido eso».
–¿Y cómo se consigue eso? ¿Ser el cantante de todas las generaciones?