Déborah García: «La historia de España que enseñamos es parcial y racista y hay que decirlo»
En ‘España es esto y todo lo contrario’, la historiadora revisa el relato hegemónico a través de 11 fechas clave
Que la historia universal ha sido creada por un hombre blanco, heterosexual y cisgénero, de clase alta y con el privilegio de escribir el relato es una obviedad para la historiadora Déborah García. Pero, ¿qué pasa cuando todas las personas ignoradas por los discursos oficiales quieren encontrarse en ese pasado? ¿Cómo pueden esas identidades en los márgenes comprender el presente sin entender todo lo que fuimos, sin reconocerse ni sentirse parte de esa historia común? Tratando de dar respuesta a estas preguntas y de encontrarse ella misma como sujeto histórico, García ha escrito España es esto y todo lo contrario (Temas de hoy), una revisión del relato hegemónico donde recorre 11 fechas clave para sacar a la luz las voces que a lo largo de los siglos no encontraron su espacio. La pregunta es, ¿cómo hacerlo?
Cuenta García que ciertas fechas definen qué es España, cómo la entendemos o, mejor dicho, cómo nos la han contado. En su opinión, estas fechas funcionan como aquellos números que, al unirlos con un lápiz, formaban el dibujo de una figura concreta. En este caso, de una España concreta. Desde 1492 con la Conquista de América durante el reinado de los Reyes Católicos y el inicio del imperio, a 1808 y la Guerra de Independencia. Esas fechas, explica la historiadora en el libro, fueron elegidas por unos grupos, unos intereses políticos o una ideología muy específica para determinar cuál sería la columna vertebral de España. Pero si nos desviamos un poco, por ejemplo, a 1504 y la expulsión de los moriscos, o a 1809, cuando Goya empezó a plasmar en sus grabados los desastres de la guerra y las múltiples violaciones a mujeres, puede que la imagen de España resultante sea diferente. Y quizá, espera la autora, pueda incluirnos a todas. Empezando por la Prehistoria.
«Era mi manera de desactivar desde el principio lo que nos han enseñado y mostrar que esa historia no es la única», dice García sobre el comienzo de España es esto y todo lo contrario, donde recuerda que la primera evidencia de restos humanos en la Península Ibérica, un diente de leche con 1,4 millones de años, pasó a ser conocido como El niño de Orce, y una mandíbula de 400.000 años aparecida en Atapuerca fue bautizada como Miguelón. Por cierto, en honor al ciclista Miguel Indurain. «Un diente que nos encontramos en un yacimiento, ¿sabemos si es de un niño, una niña o simplemente de un ser antropomorfo? Realmente los lenguajes inclusivos serían interesantes incluso para la Prehistoria porque nos harían mucho más libres. Pero cabe la posibilidad de que fuera una mujer ese diente, esa mandíbula y todo lo demás», señala la autora. «No obstante, lo importante no es solo recordar eso: es poner en el centro de nuestros discursos otras cuestiones que eran motor de esas sociedades y que eran realizadas por las mujeres, como cuidar la vida, cuidar la tierra, amamantar o proteger el fuego. Tenemos que recuperar esos otros motores porque nos han contado solo una parte, que lo importante era cazar, cuando ahora sabemos que las mujeres también cazaban, mientras que las tareas que ellas realizaban estaban denostadas», añade.
Siendo complicado bucear en las fuentes oficiales buscando todas esas historias que quedaron sepultadas, un ejemplo paradigmático de construcción del relato es el de Juana I de Castilla, reina maltratada, humillada y encerrada durante casi cinco décadas por su marido, Felipe el Hermoso, su padre, Fernando el Católico, y su hijo, Carlos I, a quien bautizaron como La Loca. «No nos cuesta comprender a Juana y comprender que Juana encerrada en aquel castillo de Tordesillas es el cuerpo que más se parece a las mujeres a lo largo de la historia: ninguneadas, desoídas, mujeres que no han podido hacer con sus vidas lo que han querido, mujeres que han sufrido, mujeres de carne y hueso. Porque a Juana le sobraban epítetos y le faltaba la carne y el hueso», cuenta la historiadora, que continuamente tiende puentes entre ese pasado, aparentemente lejano, y nuestro presente. Del centralismo de Felipe V al procés. O la mencionada Guerra de Independencia y el caso de La Manada.
«En 1808 una guerra que hemos estudiado como de independencia donde lo español vence a lo francés y la nación española cobra forma, de repente, tenemos un relato que nos dice que da igual quién ganara: los cuerpos de mujeres sufrieron violaciones por parte de todos los ejércitos: español, polaco, francés e inglés, y de los bandoleros», explica García. «Hay unas pinturas de Goya que nos enseñan cómo las mujeres están siendo acosadas y no le hemos dedicado ningún tipo de atención a esto. No hay testimonio de esos pueblos enteros que se llevaban a sus mujeres y a las niñas al monte para protegerlas. Entonces te das cuenta de que en 200 años apenas ha cambiado nada para las mujeres o para esos cuerpos que no son hombres privilegiados», asegura la historiadora. «Eran violadas y seguimos siendo violadas y tenemos que salir a la calle a decir que no nos violen. Pero nadie pone el énfasis en decir que los niños tienen que ser educados de otra manera. Nosotras siempre tenemos que tener cuidado, en las guerras del pasado y las guerras del presente. Y todo lo que hemos ganado a lo largo de estos siglos es porque hemos puesto el cuerpo en la calle», como también recuerda en el apartado dedicado a la Guerra Civil, donde habla del acoso y la violencia que las mujeres sufrieron en el bando franquista, pero también en el republicano, y la situación de las milicianas.
Qué es España
En su libro García explica cómo a lo largo de su historia España se ha definido por oposición, de ahí el título. «Las dos cuestiones que mejor han delimitado España son la monarquía, porque está seminalmente unida a lo español, y la religión. Cuando planteamos otras posibilidades de España la gente más ultra empieza a cabrearse y a decir que España es esto y no todo lo demás», señala.
«Cuando en 1492 España conquista América lo que hace es catolizar el Mundo Nuevo e Isabel dice que los indígenas no pueden ser esclavizados, cuando ella tenía esclavas moriscas o musulmanas. Es la religión lo que marca qué es una persona. Y la religión, hasta bien finalizado el Franquismo, era lo que definía ser español», explica. «Luego las mujeres han sido lo que se salía de la norma, el otro. Por supuesto, las minorías, los gitanos, los homosexuales y todas las personas migrantes», continúa diciendo. «Y dentro de España, todas esas regiones, autonomías o naciones, según lo quiera llamar cada uno, pujando contra el nacionalismo español», señala sobre el problema territorial, otra constante en nuestra historia.
«Hay que buscar una manera de entender que España, el propio escudo de los Reyes Católicos, era un conglomerado de diferentes espacios y territorios. Eso pone de manifiesto que somos una amalgama, una hibridación, una ensalada mixta como yo digo», apunta García. «No pasa nada por preguntarnos qué queremos que sea España y ese es el culmen de una democracia. Lo importante es preguntarnos qué queremos ser y cómo queremos relacionarnos. Que sean las gentes las que decidan, algo poco común en la pistoria de España», remata.
Para García, «la historia de España que enseñamos es parcial y es racista, y hay que decirlo». Afirmación que justifica con varios episodios históricos. «¿Por qué no enseñamos que España ha estado legislando durante más de 300 años contra los gitanos?», pregunta en referencia al capítulo dedicado a la Gran Redada de 1719, una disposición autorizada por el rey Fernando VI y organizada por el marqués de la Ensenada, a la que también llamaron solución final o definitiva, cuyo objetivo era exterminar a la totalidad del pueblo gitano.
«¿Por qué para que el pueblo sefardita pueda tener la nacionalidad se utiliza ese pasado común de verbo y de piedra, pero con el pueblo árabe no?», continúa cuestionando García. «Nos vanagloriamos de tener un gran pasado islámico en este país, una riqueza inmensa de la que España se sigue beneficiando empezando por el turismo, donde lo más visitado es La Alhambra de Granada y La mezquita de Córdoba. Pero la gente heredera de ese pasado no queremos que conviva con nosotros o les ponemos muchas trabas», explica la historiadora. «¿Cómo es posible que los saharauis hayan sido moneda de cambio? ¿Cómo hemos permitido que Marruecos bombardeara e hiciera un genocidio? ¿Cómo hemos abandonado a esas personas que hasta 1976 tenían DNI español? ¿Qué pasa con ese pueblo? A mí se me cae el alma a los pies», lamenta.
«No seamos hipócritas y digamos que preferimos que vengan personas de Latinoamérica porque son más asimilables por su religión, volvemos a la Marca España, que personas del Norte de África. Digamos que seguimos siendo xenófobos y racistas y que nuestras leyes lo son. Porque la historia sirve para darnos cuenta de que podemos ser mejores hoy. No sirve de nada pedir perdón a nadie en el pasado si hoy nuestras políticas no sirven para eliminar el sufrimiento de entonces, que sigue siendo el sufrimiento de hoy», remata García.
Para qué sirve la historia
Decía Eric Hobsbawm que «cada historiador tiene su nido, desde el que observa el mundo». Y García hace suya esta frase para defender su manera de hacer historia. «Si historiadores como Hobsbawm dicen que escriben historia desde su posición, en su caso como un hombre blanco y europeo, ¿por qué no puedo decir que yo estoy escribiendo desde mi lugar en el mundo, que es ser una mujer, no heterosexual, con una problemática concreta por la clase en la que he nacido?», explica la autora.
«Es hora de decir que estamos intentando escribir una historia lo más caleidoscópica posible. La historia debe servir para que tengamos un presente mucho más justo. Y esto se tiene que traducir en derechos, en realidades y en políticas donde los cuidados estén en el centro, donde quien viola o agrede tiene que cumplir unas penas y hay que educar», señala García. «Es importante educar en estas cuestiones, decir en los colegios que toda la ciencia que hemos aprendido y en lo que basamos nuestro mundo de progreso y capitalismo ha sido una cuestión controlada por hombres. Y decir que ese ha sido el relato oficial, pero que es solo uno de los relatos posibles», añade.
En este sentido, los últimos capítulos de España es esto y todo lo contrario abordan no solo el pasado más reciente, sino el mismo 2020 e incluso el futuro. Porque García insiste, la historia es un motor capaz de cambiar el mundo en el que vivimos hoy incorporando cada vez más voces y, con ellas, nuevas aristas a los posibles relatos. «Yo creo que todo es historia, incluso lo que va a pasar dentro de cinco minutos. Porque la historia está viva y seguimos sufriéndola. Por eso, dentro de la reflexión sobre la historia presente, en particular con el Franquismo y la Transición, es importante ver qué cuestiones se han liquidado y cuáles no. Desde las instituciones franquistas que de un día para otro eran democráticas, o las fuerzas del orden y seguridad, donde ocurrió algo parecido, al modelo económico», señala.
«Como persona precaria me interesa el acceso a la vivienda, cómo una economía volcada en el turismo tiene que buscar otras fuentes, cómo accedemos al trabajo, la cuestión de la monarquía y la república, algo muy presente no solo por la malversación, sino por esa manera de vivir privilegiada en un momento en que la gente lo está pasando tan mal», señala la historiadora. «Se está viendo que este progreso nos ha abocado a una crisis ecológica sin precedentes, donde hay una crisis económica y social brutal y las diferencias son cada vez mayores mientras que la sociedad, a nivel pequeño, de barrio o de ciudad, está demostrando que funciona de manera solidaria. Pero eso no se ve en las grandes esferas. Eso se tiene que traducir en políticas que hagan que la gente que vive en España, porque España son sus gentes, vivan mejor», concluye García.