Quo Vadis, Aida?, las heridas abiertas de la Guerra de Yugoslavia
La directora bosnia Jasmila Žbanić estrena su drama bélico ‘Quo vadis, Aida?’, sobre el genocidio en Srebrenica
«La guerra es una mujer tiroteada por la espalda mientras cocinaba la comida. Ese es el heroísmo de los hombres». Si la directora Jasmila Žbanić utiliza una imagen tan gráfica para definir un conflicto bélico es porque sabe de qué habla. Cuando estalló la contienda en Yugoslavia, tenía 17 años y vivía en Sarajevo. De ahí que su relato del todavía traumático episodio histórico no muestre gestas épicas ni soldados apuestos, sino la banalidad del mal. Entre la rabia y la impotencia, su película, Quo vadis, Aida? detalla la lucha a contrarreloj de una traductora de la ONU por salvar a su familia, que se halla entre las miles de personas que buscan refugio de los serbios en los campos custodiados por los cascos azules europeos.
Esta recreación estremecedora del asesinato en 1995 de 8.000 civiles bosnios en Srebrenica apostilla una advertencia: «Esta película trata de una mujer atrapada en un juego de guerra masculino. Trata de la valentía, el amor y la resistencia, y también de lo que ocurre si no reaccionamos a tiempo a las señales de alarma. Sobreviví a la guerra de Bosnia. Un día lo tienes todo, y al otro día la mayoría de las cosas que conoces ya no existen. El hecho de que consideremos ciertas cosas inimaginables, no significa que no puedan ocurrir».
El drama fue reconocido como mejor película extranjera en los Independent Spirit Awards y se alzó con el Premio del Público en el Festival de Rotterdam, además de optar al Óscar y a dos BAFTA.
¿Tiene algo que ver la elección del título de la película con la protagonista de la ópera de Verdi?
No, lo escogí porque es un nombre muy común aquí entre la población musulmana y en árabe quiere decir regreso. El retorno es algo que me obsesiona. A menudo me pregunto cómo han sido capaces de regresar al lugar donde murieron sus seres queridos muchas de las mujeres que hoy conforman las organizaciones de memoria histórica. Pero la vuelta al hogar es un paso muy importante que todos los bosnios hemos de hacer para poder seguir delante.
¿Qué pasos han dado las asociaciones que mencionas para poder, precisamente, afrontar un futuro todavía ensombrecido por los recuerdos de la guerra?
Las integrantes de asociaciones como Mujeres de Srebrenica y Madres de Srebrenica son absolutas heroínas, porque no piden venganza ni realizan reproches, sólo buscan justicia. El Monumento del Genocidio de Srebrenica se construyó gracias a ellas. Los políticos estuvieron de acuerdo en dedicar un complejo memorial a las 8.000 víctimas, pero querían erigirlo lejos de Srebrenica para evitar conflictos con otros grupos políticos. Ellas se negaron y, con energía y sabiduría, consiguieron que se levantara en el lugar donde sucedieron las muertes. Ahora reposan allí los restos de las personas que han sido encontradas. A veces, sólo uno de sus huesos, porque tras matarlos en centros culturales y escuelas, los serbios amontonaros los cuerpos en fosas comunes.
¿Por qué está siendo tan difícil dar con esos restos?
Cada vez que la fiscalía ha estado tras la pista de una fosa común, los serbios han acudido de noche, la víspera de las acciones de excavación, y la han cambiado de localización. Así que muy a menudo solo se localizan huesos dispersos que, gracias a las técnicas de ADN, brindan una coincidencia. Los familiares, muchas veces, no quiere esperar 25 años más de búsqueda y entierran ese pequeño rastro. Hay muchas, demasiadas historias personales en torno a los cuerpos desaparecidos de los asesinados que siguen sin resolverse ni aclararse, pero creo que en España sabéis mucho de esto.
En la película también muestras cómo ciertas personas que participaron en los asesinatos fingen hoy no haber tenido nada que ver. ¿Es posible el perdón, o más aún, el olvido, con este recuerdo constante?
Es muy doloroso. La vida en Bosnia no es fácil. La guerra no finalizó en un proceso que impartiera justicia, los criminales no pisaron la cárcel. Muchos perpetradores que ocultan la verdad de su papel en el genocidio viven entre la población, cruzándose diariamente. 1.700 cuerpos todavía no han sido localizados, así que hay muchas madres que todavía no han sido capaces de enterrar a sus hijos. Para muchas de ellas es la única razón para seguir vivas. Sólo aspiran a enterrarlos y morir en paz. Hace poco falleció una señora que no logró localizar a sus seis hijos, todos desaparecidos, así que nadie podrá ya enterrarlos. Es muy muy triste.
Muestras poquísima violencia explícita. ¿A qué responde esa decisión?
El hecho de no mostrar violencia tiene que ver con mi aproximación personal al conflicto. Cuando la guerra estalló en Sarajevo, reparé en que todos los asesinatos que sucedían en batalla diferían de los de las películas. Con 17 años viví mi primera destrucción de edificios, los primeros muertos en la calle. No tenía nada de espectacular, nada invitaba a mirar. Pensé que no era como en el cine, sino muy banal.
Quo Vadis, Aida? denuncia la inacción de los soldados azules mientras Serbia cometía asesinatos en masa de civiles. ¿En qué medida conecta ese pasado con la situación de los inmigrantes en las fronteras europeas?
La película es muy crítica con el rol de la ONU porque no sólo traicionó a Srebrenica y a Bosnia, sino a sí misma. La organización que se supone debía dar seguridad a la población se autoproclamó como inservible. Y yo, los quiero fuertes, realmente unidos en la protección de los derechos humanos. La pregunta es ¿cómo lo logramos? La respuesta es con menos intereses políticos de países poderosos, porque Srebrenica no sucedió porque el coronel de los Cascos Azules Thomas Karremans. fuera un cobarde, sino porque EE.UU. y la Unión Europea antepusieron sus propios intereses.