'Los últimos pianos de Siberia': un registro musical en los confines de Euroasia
«Siberia significa mucho más que un lugar en el mapa, es un sentimiento que perdura, una temperatura, el sonido de copos somnolientos que caen sobre almohadas nevadas y el crujido de pasos desiguales que vienen desde atrás […] Es melancolía, un romance de película bañado en la límpida luz de la luna, viajes en tren sin prisa, pipas envueltas en tela de costal y un columpio roto que cuelga de una cadena chirriante»
La resiliencia humana tiene tantas formas como sonidos, probablemente también olores y otros sentidos imprecisos. Los extremos climáticos, históricos, geográficos e incluso psicológicos se atraviesan con la ayuda de objetos e instantes que a menudo se quedan cortos en la memoria colectiva. Lo que permanece con frecuencia resuena en discordia. Estruendos de revoluciones, violencia e injusticias que recordamos con mayor facilidad por su impacto inmediato. No obstante, detrás del aturdimiento suelen haber otros ritmos tan inesperados como alentadores.
La periodista Sophy Roberts se encarga de recordarnos este hilo, de desempolvar la resiliencia de la música durante esos momentos históricos que transgredieron al presente.
Su debut literario Los últimos pianos de Siberia se lee como una crónica histórica, de viaje, de música en donde Roberts recorre la inmensidad de la región euroasiática y persigue el eco de los pianos que alguna vez sonaron en sus confines. Publicado por Seix Barral en español este 2021, en estas páginas Roberts describe su paso por los parajes de la región rusa.
Khabarovsk en el extremo este, la República de Altái, la península de Yamal, Kiajta (en la frontera con Mongolia), Novosibírsk, Tobolks y decenas de escenarios intermedios hacen de cada capítulo una guía única en donde Roberts sigue las huellas de pianos escuchados en algún periodo lejano de la cronología de estas ciudades. En contraste con sus temperaturas extremas y sus montañas eternas, Roberts hace de esta travesía una celebración de la vida y la música a pesar de un pasado particularmente sangriento.
Al mismo tiempo, la periodista recapitula la historia de Siberia y su geografía, así como su rol en la Rusia imperial y el período soviético tomando como punto de partida el reinado de Catalina II de Rusia, también conocida como Catalina la Grande. La influencia de la emperatriz con hábitos de coleccionista fue definitiva para lo que Roberts describe como una «pianomanía» en la cultura rusa.
Siberia: Tierra de Grandes y Terribles
Siberia es un escenario remoto y para muchos inverosímil, incluso ajeno, en donde la inmersión del piano como símbolo cultural, musical y social fue un pasaje de supervivencia. Una región en donde se encuentra el lago de agua dulce más profundo del mundo (el Baikal), marcada por una historia recurrente de exilio y campos de trabajo forzado.
Zares terribles y grandiosos la utilizaron como un destino masivo para castigar a sus disidentes. El Zar Nicolás II, cabeza de la dinastía de los Románovs, la transformó en una de las más mortales comunas penales de la historia. Un precedente para lo que vendría en el futuro con los gulag soviéticos en Siberia.
Antón Chéjov, Fiódor Dostoyevski, Iván el Terrible, los Románovs, León Trotsky, Vladimir Lenin y Joseph Stalin son algunos de los nombres que cumplieron sentencia, algunas sin retorno, en Siberia cuando esta era no tanto una locación geográfica sino «una prisión sin techo», escribe Roberts.
Los pianos
En este libro Roberts narra como Catalina la Grande encargó su primer piano en Londres en 1774. El celo con el que la emperatriz rusa María Aleksándrovna cuidaba su exclusivo Steinway. Las huellas de otro Steinway perteneciente a la Ópera de Ulán Bator de Mongolia, y los precedentes de los grandes manufacturadores de pianos Steinway & Sons en Nueva York, Blüthner en Leipzig y Bechstein en Berlín, entre otros.
Instrumentos extintos, perdidos, reencontrados e inexistentes recorren las páginas del libro. Un piano resguardado por el estado de Rusia como tesoro nacional. Pianos originalmente intercambiados por una bolsa de patatas. Pianos tocados por la Filarmónica de Leningrado (la más antigua de Rusia). Pianos preservados en el exilio por los líderes del Levantamiento Decembrista en el siglo XIX, e incluso el piano custodiado por las hijas de los Románov justo antes del asesinato de la familia en Ekaterimburgo, Siberia.
El registro
Siberia es considerada con frecuencia una tierra demasiado remota para llegar por coincidencia. Así, los pianos que Roberts persigue en su libro se desplazaron durante meses: por mar, tierra, y nieve para llegar a este extremo del mundo descrito en Los últimos pianos de Siberia como «un país dentro de otro país».
Sophy Roberts hizo una réplica moderna de estas travesías perduradas por instrumentos centenarios. La periodista viajó durante tres años por Siberia, principalmente durante invierno cuando las temperaturas pueden descender a los -45°C, en avión, tren, bote, helicóptero, máquinas de nieve y renos, entre otros. Roberts también se enfrentó al escrutinio del Servicio Federal de Seguridad de Rusia, directo descendiente de la temida KGB.
El resultado es una crónica de más de 200 años de historia de instrumentos que a menudo son identificados por un solo número serial escondido dentro de sus cubiertas.
Roberts conecta los extremos de una región que vio los primeros rieles del Transiberiano (el ferrocarril más largo del mundo) y que alberga la ciudad habitada más fría de la Tierra, y demuestra que Siberia vibra con ritmos necesarios e inexplorados.
Siberia puede ser conocida como el destino de millones de exiliados por el sistema penal zarista en los siglos XVII y XVIII. Las cifras dadas por Roberts describen los casi 3 millones de trabajadores forzados que perecieron en el gulag soviético (en registro). Sin embargo, en la misma región hay una resiliencia admirable ante su pasado y presente. En Los Últimos Pianos de Siberia esa resiliencia está en el piano y su memorabilia humanizada. Una ventana de resistencia ante la normalidad de los estruendos, y de cultura en medio de los periodos más oscuros de la historia.
El registro audiovisual de este viaje fue capturado por el fotógrafo americano Michael Turek. Sus fotografías, videos y grabaciones están disponibles en una página especial.
«Sin embargo, también hay pianos que han logrado resistir el eterno frío furtivo tratando de colarse en sus cuerdas. La creencia en el consuelo de la música sobrevive en las notas extintas de los martillos rotos, en hermosas armonías que describen cosas indescriptibles que las palabras no pueden tocar. Sobrevive en los pianos que la gente común ha hecho de todo por proteger».
La foto de portada forma parte del libro de Michael Turek Siberia (Damiani, 2020), y será parte de la próxima exposición de Siberia en la Galería Benrubi de Nueva York.