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Edipo y el doloroso camino hacia el autoconocimiento en el Teatro Español

La enseñanza de este mito atávico representa el autoconocimiento de nuestras dos caras, los buenos y los malos actos que definen y redondean la complejidad humana

Edipo y el doloroso camino hacia el autoconocimiento en el Teatro Español

Jesús Ugalde | Teatro Español

Hay historias, leyendas y mitos cuya riqueza es tal que han trascendido desde sus orígenes para ramificarse en diversas enseñanzas o aprendizajes para la cultura colectiva. Uno de los más famosos es el mito de Edipo, al que inevitablemente relacionamos de forma casi inmediata con el origen de las famosas teorías de psicoanálisis de Freud. Sin embargo, la de Edipo es una historia que va mucho más allá del trágico deseo incestuoso sobre el que se basa el pensamiento freudiano.

El mito de Edipo, inmortalizado en la obra de Sófocles habla sobre la lucha contra las propias contradicciones, la dolorosa búsqueda de la identidad, la inexorabilidad del destino, la peligrosa comodidad de la ignorancia y la angustiosa elección entre el bien y el mal. Una nueva versión del mito escrita por Paco Bezerra, dirigida por Luis Luque y protagonizada por Alejo Sauras puede verse representada estos días en el Teatro Español.

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Edipo (Alejo Sauras) y Yocasta (Mina El Hammani) en la representación de ‘Edipo (Através de las llamas)’. Foto: Jesús Ugalde

En palabras de Luis Luque, el mito de Edipo es el lugar común que los antiguos griegos construyeron para poder entender el enigma de la existencia y las preguntas primitivas de la vida que arrancan con el «¿Quién soy yo?» y «¿Para qué estamos aquí». En 2021 la luz ha empezado a asomar al final del túnel, pero venimos de 2020, un año de encerramiento, de encontrarse y enfrentarse con la soledad, un proceso que no tiene porqué ser necesariamente agradable o revelador (en el buen sentido de la palabra).

El montaje, que se estrenó en el Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida, contiene una puesta en escena que genera la sensación sinestésica de estar dentro de un sueño. La realidad se confunde gracias a las sugerentes coreografías del coro, la presencia constante de la música y el juego lumínico. De esta forma, el espectador comparte el sueño de Edipo, villano y salvador de su propia historia, interpretado por un Alejo Sauras capaz de generar esa empatía que necesita el héroe griego para comprender mejor su dilema.

«He querido hacer un viaje visual a través de la plástica escénica y devolver el mito a una generación que no han escuchado los grandes clásicos y a los que, a priori, puede provocar rechazo por la forma en la que se cuenta. Lo que más me obsesionaba era llevar a las nuevas generaciones este personaje y estas preguntas a través del thriller, que ya está en la obra de Sófocles», explica Luque.

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Elenco de ‘Edipo (A través de las llamas). Foto: Jesús Ugalde

Algunas decisiones pueden resultar controvertidas, como la elección de un Tiresias femenino y oriental (Jiaying Li), pero todo ello tiene un sentido simbólico. Según el director de la obra, esta decisión está anclada en la tradición en el sentido de que es un personaje que nace mujer y luego los dioses lo convirtieron en hombre. «Quería que Tiresias fuera un oráculo misterioso, un adivino lleno de enigma, por eso hice un casting para actrices africanas y al no encontrar, acabé buscando en Oriente, porque Oriente se percibe como un enigma y una amenaza en nuestras cabezas».

Igual que en la obra, tal y como cuenta su director, el componente onírico también fue parte de la producción: «Un día soñé que el reparto era un coro joven, pero también me inspiré en la edad original de los personajes, hace 2.000 y pico años un treintañero ya era un señor mayor. Por eso, me pareció interesante que Edipo soñara con volver a un lugar donde ya estuvo. A partir de ahí, convoqué audiciones y se configuró un reparto con mucha hondura a nivel personal, gente que también ha sido golpeada por la herida de la pandemia, con padres, madres que se han ido, preparadísimos a nivel filosófico y formativo para poder encarar personajes tan hondos».

La obra admite también elementos audiovisuales y los actores van microfonados, una resolución personal de Luque, a quien el teatro declamado que llega hasta el último rincón de la sala le molesta. El director defiende esta decisión por las posibilidades que ofrece poder trabajar los susurros y las intensidades modulares más bajas.


La enseñanza de este mito atávico representa el autoconocimiento de nuestras dos caras, los buenos y los malos actos que definen y redondean la complejidad humana, pero también nos advierte del peligro de huir a nuestra propia naturaleza, generando una dolorosa condena que acaba contagiando a los que nos rodean. Además, la capacidad del héroe edípico por aceptar su error y actuar en consecuencia lo convierte en el ejemplo del gobernante que tanto echamos en falta estos días. Una lección olvidada por los grandes dominadores de la política internacional, quienes se empeñan en seguir culpando de sus fallos al otro, al extranjero, en lugar de responsabilizarse de sus propios actos.

Las posibilidades catárticas y didácticas de este clásico atemporal son casi infinitas. Por eso, recordar la historia de Edipo nunca estará de más y por eso, seguir preguntándonos por nuestra identidad siempre valdrá la pena.

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