Fernando Haddad: el delfín de Lula que sueña con sacudirse el estigma de la corrupción
Brasil, acosado por los escándalos de corrupción, el aumento de la violencia y una situación económica en retroceso, celebra unas elecciones presidenciales clave para el país más grande de Latinoamérica, con un candidato de la izquierda, Fernando Haddad, empeñado en evitar la llegada de la ultraderecha al poder representada por el capitán en la reserva Jair Bolsonaro
Brasil, acosado por los escándalos de corrupción, el aumento de la violencia y una situación económica en retroceso, celebra unas elecciones presidenciales clave, con un candidato de la izquierda, Fernando Haddad, empeñado en evitar la llegada de la ultraderecha al poder representada por el capitán en la reserva Jair Bolsonaro, y recuperar la confianza de los electores por el Partido de los Trabajadores (PT), al que representa.
No lo tiene fácil Haddad, no tanto por su trayectoria política, sino por la de otros como su mentor, el expresidente y líder del PT, Luiz Inácio Lula da Silva, actualmente en prisión por corrupción, y cuya candidatura a la Presidencia de Brasil fue rechazada el 1 de septiembre por el Tribunal Superior Electoral. Haddad, conocido por ser el delfín del Lula y que se presentaba como candidato a la Vicepresidencia, fue designado por el partido para sustituirlo. Todo un reto.
De sobra conocido en Sao Paulo, ciudad en la que nació el 25 de enero de 1963 y de la que fue alcalde entre 2013 y 2017, Fernando Haddad se ha propuesto deshacerse del estigma de la corrupción, pasando de puntillas sobre ella en la campaña, pero su presencia en el Gobierno de Lula como ministro de Educación desde 2005 al 2012, dificulta su tarea para convencer a los votantes escépticos y hartos de políticos corruptos, aunque él no sea uno de ellos, de que es el candidato perfecto para presidir Brasil. El propio Lula no ayuda mucho en esta tarea pues escribió desde prisión una carta en la que, entre otras cosas, afirmaba que “mi voz es la de Fernando Haddad”.
Ante el avance de Bolsonaro, que está sacando rédito de esta circunstancia – el hecho de que Lula esté en prisión es el peor lastre para Haddad – como quedó reflejado en las urnas en la primera vuelta de las elecciones presidenciales cuando el político de la ultraderecha se quedó a las puertas de la Presidencia de Brasil, el candidato del Partido de los Trabajadores se ha marcado un objetivo claro: evitar que el “fascismo” se instale en el Gobierno de Brasil.
Su plan es lograr que le voten, además de los ciudadanos de izquierdas, los del centro y la derecha moderada que no acaban de aceptar a Bolsonaro y sus exabruptos racistas, machistas y homófobos, además de sus mensajes belicistas. “Estoy preocupado”, ha dicho Haddad en campaña. “Puede haber una escalada armamentista en la región”.
Economista y filósofo, el candidato de la izquierda, que además de ministro en el Gobierno de Lula lo fue con Dilma Rousseff – destituida por el Senado en 2016 en el marco de un proceso impulsado por el entonces vicepresidente Michel Temer y que ahora preside el país – sabe que su única baza el 28 de octubre es que una mayoría del electorado lo vote a él aunque sólo sea porque considere que es el mal menor para preservar la democracia.
Hijo y nieto de inmigrantes libaneses, este respetado profesor universitario ha sido ministro de Educación y alcalde Sao Paulo
Defensor de la igualdad entre hombres y mujeres, de la juventud, la población negra, y la clase obrera, Haddad busca también en estos grupos, que Bolsonaro desprecia sin rubor, el apoyo que necesita. En sus intervenciones, Haddad procura no hablar de Lula y cuando lo hace mantiene que fue condenado «de forma arbitraria», tampoco menciona mucho la corrupción, y ha optado, en su lugar, por el discurso del miedo al que se aferra como a un clavo ardiendo. Lo tiene fácil este profesor de la Universidad de Sao Paulo, experto en marxismo, porque su oponente es la representación de la intolerancia y de la nostalgia de la dictadura militar. Pero no está claro que sea efectivo.
Hijo y nieto de inmigrantes libaneses, Haddad es un respetado profesor en los ambientes académicos que, como ministro, trabajó por una educación universal y fue el impulsor de proyectos innovadores como el Programa Universidad para Todos, concediendo becas a miles de estudiantes de rentas bajas. Como alcalde de Sao Paulo, en su haber destacan las mejoras de movilidad con más carriles para bicicletas y autobuses, pero sus críticos le acusan de no haber dedicado ni tiempo ni dinero en mejorar los servicios sanitarios de la gran urbe. En 2016 fue derrotado en las urnas cuando buscaba la reelección al frente del Consistorio, quizá porque los ciudadanos no habían olvidado las cargas policiales y las detenciones durante las manifestaciones que estallaron en Sao Paulo en 2013 contra la subida de los precios del transporte público.
Tras esta derrota Haddad volvió a la aulas. «Tengo ética, tengo una historia”, decía sobre sí mismo a primeros de octubre durante el último debate de candidatos antes de la primera vuelta de los comicios. Casado con Anna Estela, profesora universitaria como él, desde hace 30 años, el matrimonio tiene dos hijos.
Democracia vs dictadura
Ahora, tras quedar segundo en la primera vuelta de las presidenciales, Haddad se enfrenta a una prueba de fuego sin precedentes para él y para el Partido de los Trabajadores. En la recta final de la campaña todos sus esfuerzos los dedica a dejar en evidencia a su contrincante, a criticarlo, a denunciarlo, y poco a poco, va rebañando votos, según las encuestas, aunque lejos de la victoria. Constantes son sus apelaciones a la defensa de la democracia.
«Vamos a trabajar hasta el sábado para evitar lo peor. Bolsonaro es arrogante, ya está preparando la transición con Temer, pero quien decide es el pueblo el domingo (…) Lo que da miedo es lo que viene detrás de él, los sótanos de la dictadura«, decía en uno de los últimos tuits.
En otro criticaba a Bolsonoro por no haber aceptado participar en un debate político. «Es incapaz de afrontar un debate. Lleva 28 años en el Congreso vomitando odio», y añadía con ironía: «le deseo mucha salud porque ya que no aprendió nada en los últimos 30 años, que viva 30 más para que aprenda. Un día aprenderá».
Bolsonaro não é capaz de enfrentar um debate. Está há 28 anos no Congresso só vomitando ódio. Desejo muita saúde a ele, porque já que não aprendeu nada nos últimos 30 anos, que viva mais 30 porque um dia ele vai aprender. Um dia ele vai aprender.
— Fernando Haddad 13 (@Haddad_Fernando) 24 de octubre de 2018
Otro tema recurrente de Haddad en campaña es el problema de la violencia. Ha prometido que, si llega al Gobierno, será una prioridad actuar para reducir los insoportables niveles de criminalidad. «Hemos perdido a 63.000 brasileños asesinados en los últimos doce meses. Este índice debería avergonzarnos a todos nosotros y deberíamos estar remando en la dirección contraria, de más tolerancia». «Mi compromiso es luchar por la libertad y la igualdad, cultivar la paz, sobre todo en un país tan violento como Brasil», ha dicho el candidato de la izquierda.
Cuando Haddad sustituyó a Lula como candidato asumió el mayor reto de su carrera política. Si gana, el siguiente reto será aún más importante: sacar a Brasil y a sus más de 209 millones de habitantes de la situación de crisis política, económica y social que arrastra desde hace años. El político del PT, el delfín de Lula, tendrá la oportunidad de demostrar también que el partido ha desterrado la corrupción de sus filas y que vuelve a sus orígenes de lucha contra las desigualdades y en defensa de los trabajadores.
Para él, el 28 de octubre los ciudadanos con derecho a voto deciden entre avanzar con él o retroceder con Bolsonaro.