"Esta vez sí, sí o sí", dijo Sánchez, sin saber con quién
El PSOE vence nuevamente en las elecciones, pero pierde en el camino tres escaños, la mayoría absoluta en el Senado y sus socios preferentes: Unidas Podemos y Ciudadanos
Hace seis meses la sede del PSOE era todo alegría, una fiesta consumada entre besos y abrazos y tequieros, un Woodstock urbanita sin cuño de entrada para Rivera. Porque “con Rivera, no”, pedía el pueblo a las puertas de Ferraz, con la brisa agradable de los 123 escaños. Y Sánchez correspondió como mejor sabe, con una sonrisa: “¡Ha quedado claro!”. Claro que el pueblo no sabía que no sería con Rivera y que en realidad no sería con nadie, y pasaron la primavera y el verano y se presentó el otoño, sin gobierno y sin presupuestos. Pero con unas nuevas elecciones… ¡que vuelve a ganar Sánchez!
“¡Las terceras en lo que va de año!”, celebró esta noche el ganador, respaldado por su esposa y José Luis Ábalos y Carmen Calvo, nada efusivos. “Esta vez sí, sí o sí habrá un gobierno progresista”, prometió Sánchez, tal vez a sí mismo.
Contarán las televisiones que el Partido Socialista ha perdido en estas elecciones tres escaños en el Congreso y la mayoría absoluta en el Senado, que la calle Ferraz se llenó de pancartas y consignas: “¡Ista, ista, España es socialista!”. Pero ni España es socialista —en España hay muchas Españas—, ni el PSOE estaba con cuerpo para bailes, ni las televisiones contarán que una hora antes del discurso, con los resultados en la mano, las puertas de la sede estaban absolutamente vacías, con más periodistas que militantes, ¿incluso más policías que militantes?
—¿Van a cortar la calle? —pregunté a un agente.
—Todo depende de la gente que venga —respondió—. Pero no tiene pinta.
Minutos después la organización invitó a los afiliados a refugiarse del frío en la planta baja: allí se presentaron todos los ministros, algunos alcaldes, la ejecutiva en pleno. La sala es amplia y comenzaron a repartirse las banderas, apareció el Cayetano de los Carolina Durante, la fiesta se iba a celebrar en el sótano. ¿Desde cuándo se celebran así las victorias electorales?
Sólo se celebran así las victorias tristes.
Y ésta no lo era, claro. Los organizadores rectificaron a tiempo y vaciaron la sala; un coche policía cortó la circulación, unos pocos operarios levantaron el escenario y Sánchez formalizó su aparición en esta fría noche de noviembre. Algunos jóvenes arrancaron sus plegarias. “¡Con Casado, no!”. “¡Con Iglesias, sí!”. Pedro Sánchez pidió calma porque tampoco las peticiones llegaban a una y aquí y allá los gritos se entremezclaban. Una mueca delató sus nervios; el político vencedor tenía menos paciencia que en mayo. “Dejadme hablar, por favor”, rogó. “Os veo muy participativos”, bromeó.
¿Qué resultado esperaba?
Lo hemos comprobado: España es el mismo país que en mayo, solo que un punto más agotado. Casado sale reforzado y el Partido Popular sube de 66 a 88 escaños. Vox, que hace un año era políticamente insignificante, salta hasta los 52 con sus militantes entregados a la convivencia. “¡A por ellos!”, gritaban. Unidas Podemos pierde otros siete sillones y se queda con la mitad de los que consiguió en sus primeras generales —de 71 a 35—, muy lejos de su vocación fundacional: liderar la izquierda. La opción de Ciudadanos se desvanece porque, con sus diez diputados, Rivera no formaría ni una alineación de fútbol. Una tercera parte del Congreso se reparte entre siglas regionalistas o independentistas, cada una con su guerra, y el terreno está donde Gabriel Rufián —13 diputados para ERC— deseó: “Necesitamos un PSOE débil”.
“Esta vez sí, sí o sí”, dijo Sánchez, sin saber con quién.