El harakiri
Todo parece indicar que, contra muchos pronósticos, el Partido Republicano ha rendido el control del Senado tras perder los dos escaños de Georgia. Los cronistas conservadores culpan a Trump
Lo ocurrido esta madrugada en Georgia lo resumía muy bien Erick Erickson en el correo electrónico que ha enviado a sus suscriptores a las 3.07 (hora española):
«Los votantes del Partido Republicano no están acudiendo a las urnas».
Tres horas más tarde (6.41) llegaba a la bandeja de entrada de los interesados un e-mail de Emilio Doménech, un comentarista español afincado en Nueva York que ha saltado a la fama por su forma de narrar la política norteamericana, diciendo lo siguiente:
«Lo importante: los demócratas Jon Ossoff y Raphael Warnock ganaron las dos carreras senatoriales de segunda vuelta en Georgia este martes, permitiendo que el partido de Joe Biden recupere el control del Senado por primera vez desde 2014».
Y hace un rato la revista Politico enviaba su newsletter, titulada para la ocasión «The GOP implodes in Georgia», donde explicaba que:
«Poco después de las dos de la madrugada el reverendo Raphael Warnock era declarado vencedor frente a la senadora Kelly Loeffler, del Partido Republicano. A esa misma hora su compañero de filas en el Partido Demócrata, Jon Ossoff, comenzó su remontada frente al senador David Perdue. Se espera que la ventaja del Partido Demócrata crezca a lo largo del día porque quedan decenas de miles de votos por contar y la mayoría procede de los bastiones que el Partido Demócrata tiene en el estado».
Pues eso: contra la mayoría de pronósticos parece que el Partido Republicano ha perdido el control del Senado. Ha perdido, en otras palabras, el poder de atar en corto a –vetar las decisiones de– el próximo presidente de los Estados Unidos: Joe Biden. Un desastre.
Frente republicano
¿Cómo ha podido suceder? La mayoría de las críticas sitúan a Donald Trump[contexto id=»381723″] en el punto de mira. Erickson, un locutor de radio conservador particularmente influyente que votó por el Donald en noviembre (y donó dinero a su campaña), sostiene que el todavía presidente ha embarrado las elecciones senatoriales de Georgia con sus acusaciones de fraude electoral, unas acusaciones que buena parte de los votantes del Partido Republicano habrían comprado. Según Erickson, muchos de los residentes de Georgia que votaron a Trump en noviembre no han votado a sus senadores en esta ocasión, ni a nadie, porque han asumido que el sistema electoral no funciona y entonces para qué molestarse. Antes de que les tomen por idiotas, se quedan en casa.
«El equipo del presidente dedicó la semana pasada a meter anuncios televisivos repitiendo que en noviembre le robaron las elecciones y en la víspera de los comicios viajó hasta aquí a dar un discurso durante el cual atacó al Partido Republicano georgiano en varias ocasiones», argumenta Erickson. Según la lógica trumpiana, Georgia es uno de los estados donde hubo fraude en noviembre y el Partido Republicano local no habría hecho nada al respecto. De ahí el cabreo del Donald y, visto lo visto, la apatía de su base electoral.
No Republicans, the Democrats did not steal the races in Georgia. You talked yourselves out of voting. That’s not theft. Turns out many of you are as stupid as they said.
— Erick Erickson (@EWErickson) January 6, 2021
El columnista Michael Brendan Dougherty, pluma frecuente en la revista National Review, apuntó en la misma dirección. En una columna titulada «Culpa a todo el mundo, pero sobre todo a Trump», Dougherty explicaba a sus lectores que el Donald ha vuelto a convertir unas elecciones ajenas a su persona en un referéndum personal. Un referéndum que ha desembocado en un fracaso fácilmente evitable. Solo tenía que cerrar el pico o, de abrirlo, centrarse en apoyar a Loeffler y Perdue enfatizando lo mucho que estaba en juego. ¡Nada menos que el Senado! Pero no.
Tampoco ha ayudado la llamada que el Donald realizó el pasado fin de semana al secretario de Estado de Georgia, Brad Raffensperger, también del Partido Republicano, diciendo que tenía que “encontrar” 11.780 votos para poder revertir el resultado obtenido en ese estado durante las elecciones presidenciales. Raffensperger grabó la conversación temiendo que a Trump le diese luego por poner en su boca cosas que no había dicho et voilà: la grabación aterrizó poco después en la redacción del Washington Post. Y de ahí a los hogares de medio país, claro.
Frente demócrata
Mientras el Partido Republicano se disuelve cual azucarillo –hay quien espera asistir a una guerra civil de proporciones épicas dentro del conservadurismo gringo– en el Partido Demócrata han despertado pellizcándose. ¿Qué? ¿Cómo? ¿Qué tenemos el Senado? Técnicamente los resultados todavía no son oficiales. Por eso impera la prudencia. Pero si se confirma lo que a estas horas parece evidente, sus victorias senatoriales en Georgia, el Senado quedará partido por la mitad: 50 versus 50. Es decir: los desempates en la Cámara Alta dependerán de… Kamala Harris. La vicepresidenta de Biden. Así que, ajá, buenísimas noticias para la nueva administración.
En otro orden de cosas, hoy 6 de noviembre tiene previsto celebrarse la sesión conjunta del Congreso para ratificar el resultado certificado, hace unas semanas, por el Colegio Electoral (conté aquel proceso aquí), cuya certificación ratificó, a su vez, el voto popular. Para entendernos: hoy debería sellarse el último trámite formal antes de que Biden pise la moqueta de la Casa Blanca en un par de semanas.
He dicho «debería» porque hay un número indeterminado de políticos conservadores que no va a ratificar nada ya que, en su opinión, ha existido fraude. No obstante, todos los comentaristas políticos solventes coinciden al señalar que no hay que fijarse demasiado en los congresistas rebeldes porque, independientemente de cuántos logren ser, no serán suficientes para bloquear el trámite. Que lo que vamos a presenciar es el enésimo paripé poselectoral, vaya, y que no hay que darle más importancia de la que tiene. Ya veremos.
Y también veremos qué ocurre en las calles, porque hoy se va a manifestar en Washington un buen número de trumpistas que todavía no han interiorizado la derrota del Donald. Se espera la presencia de varias milicias. También la presencia de los Proud Boys. En otras palabras: se espera violencia.