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Let’s Agree to Disagree: el acuerdo in extremis del Congreso

Las ayudas económicas acordadas este fin de semana por los dos grandes partidos no han dejado satisfecho a nadie, pero menos da una piedra

Let’s Agree to Disagree: el acuerdo in extremis del Congreso

Ken Cedeno | Reuters

Parece que los Estados Unidos van a cerrar el 2020 con 3,2 millones de muertos; medio millón más que en 2019. Si se cumple el pronóstico, y todo parece indicar que se va a cumplir, este pasará a ser el año más mortífero en la historia del país.

Es verdad que un titular semejante pierde efectismo si entramos en matices y nos ponemos a hablar de porcentajes y de proporcionalidad. «Ha muerto tantísima gente, entre otras cosas, porque la población nunca ha sido tan numerosa», etcétera. Pero, con todo, no deja de ser una tragedia nacional para una sociedad que en los últimos tiempos observaba con esperanza la tendencia, a la baja, de la tasa de mortalidad.

Además, todavía queda por contabilizar el sufrimiento derivado de una economía que está hecha unos zorros. Un sufrimiento que no obstante, y gracias al acuerdo alcanzado in extremis (o sea: este fin de semana) por los dos grandes partidos, será menor de lo que se preveía. Porque lo que muchos temían hace unos días era que los gerifaltes del Partido Republicano y sus homólogos del Partido Demócrata decidiesen marcharse de vacaciones sin haber sellado un nuevo paquete de estímulo económico con el que evitar la ruina de millones de personas.

El acuerdo desbloqueará 900.000 millones de dólares. Una cantidad bastante inferior a los dos billones de dólares que perseguía el Partido Demócrata (empezó exigiendo tres) pero, en fin, menos da una piedra. La medida estrella, como ya sucedió en el primer paquete de ayudas aprobado en marzo, será el cheque que recibirán muchos estadounidenses en su buzón. Sin embargo, éste otorgará la mitad de lo que otorgaba aquél: 600 dólares (para quienes en 2019 ingresaron no más de 75.000 dólares). Contempla, eso sí, la posibilidad de sumar cantidades adicionales si hay niños de por medio.

(Quien esté interesado en los detalles del acuerdo puede consultar este artículo de la CNN donde se desgranan las diferentes partidas y sus condicionantes.)

Nancy Pelosi, en pleno anuncio. | Foto: Ken Cedeno | Reuters

Frente demócrata

Dicen los periodistas desplegados en el Congreso que Nancy Pelosi, la presidenta de la Cámara Baja, es una de las grandes perdedoras del acuerdo. Era ella quien no quería bajar de los dos billones de dólares y quien, además, exigía a los conservadores incluir ayudas directas tanto a los gobiernos estatales como a los municipales. Algo que tampoco se ha cumplido. 

Aunque es importante tener el «menos da una piedra» en mente a la hora de valorar lo conseguido, no es menos cierto que las concesiones hechas a regañadientes por Pelosi aportan munición a quienes, desde la trinchera progresista, sostienen que con 80 años, que son los que tiene, uno ya no está para tirarse el día colgado del teléfono, conectándose a Zoom cada dos por tres, comiendo pizzas recalentadas y durmiendo cuatro horas.

Esta no es una crítica anecdótica porque Pelosi solo es la punta del iceberg. Chuck Schumer, líder del Partido Demócrata en el Senado, tiene 70 años. Y si nos fijamos en el próximo gabinete presidencial, ya son cinco las personas elegidas por Joe Biden que rondan, o superan, esa edad (el presidente electo, sin ir más lejos, acaba de cumplir los 78).

Es cierto que la voz de la experiencia se nutrirá de savia joven: Pete Buttigieg, Jake Sullivan, Katherine Tai o Michael Regan estarán ahí para lo que se les pida (y para quedarse haciendo guardia las noches que haga falta). No obstante, hay quien piensa que no es suficiente. Que el espíritu renovador tiene que ser mucho más ambicioso porque los retos del futuro tienen poco que ver con el pasado. 

Donald Trump y el abismo. | Foto: Jonathan Ernst | Reuters

Frente republicano 

A Donald Trump tampoco le ha parecido del todo bien el paquete de estímulo. Entre sus quejas se encuentra una dirigida a los cheques. Dice que 600 dólares es muy poco dinero y que si le hubiesen preguntado a él hubiese dicho que de 2.000 dólares para arriba. En los mentideros washingtonianos, donde ya están hartos del tipo, se comenta que ha salido con esas por pura estrategia. Como mantiene su cruzada contra el sistema electoral (sigue sin reconocer su derrota en las urnas), necesita seguir presentándose como el outsider que quiere lo mejor para la gente a pesar de los politicastros del Congreso.

Sin embargo, a Nancy Pelosi, que como acabo de decir quería repartir mucho más dinero, le ha faltado tiempo para recoger el guante y exclamar: «¡Hagámoslo!» De modo que ahora la pelota se encuentra en el tejado de los congresistas conservadores. Lo más probable, empero, es que tumben el órdago.

(Fun fact: Bernie Sanders se encuentra en línea con Trump. Cree que 600 dólares son migajas y aboga por aprobar un segundo cheque por valor de 1.200 dólares.)

En cualquier caso, conviene seguir al presidente saliente de cerca. A fin de cuentas, es él quien debe certificar, con su firma, el acuerdo. Tiene cinco días para hacerlo. ¿Y si no lo hace? Pues si no lo hace el documento regresará al Congreso donde el Donald sería, probablemente, puenteado. La otra alternativa es que el acuerdo quede congelado hasta enero, cuando Biden se plante en la Casa Blanca, de luz verde y se lleve todo el reconocimiento. Quedan 28 días para que le entreguen las llaves, por cierto.

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