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Las razones de la caída de Ábalos (III). El ministro se encaró con Sánchez el día de su cese: «Todo lo que te han contado es mentira»

Así fue la tensa conversación de despedida entre el ministro de Transportes y el presidente del Gobierno en la mañana del 10 de julio

Las razones de la caída de Ábalos (III). El ministro se encaró con Sánchez el día de su cese: «Todo lo que te han contado es mentira»

Lo de José Luis Ábalos no fue un cese, sino una muerte civil. Una ejecución al amanecer del sábado 10 de julio de este año. Cuando Pedro Sánchez lo llamó a su despacho a las 9 de la mañana, nadie dio crédito a la incipiente noticia. Y mucho menos él mismo. Según confirman fuentes de primer nivel de La Moncloa, el Gobierno y el PSOE a THE OBJECTIVE, Pedro Sánchez «engañó a Ábalos». Aunque «no se hablaban desde hacía meses», le hizo creer por vía interpuesta que sería ministro de Defensa y, para que no sospechara, le encargó ser personalmente él quien telefoneara a los barones del partido el miércoles anterior a la crisis de Gobierno para pactar las cuotas territoriales que entrarían en el nuevo Consejo de Ministros. Algo que sorprendió en los territorios tras varios meses de ausencia de Ábalos al frente de la Organización del PSOE. Fue una forma de que «no sospechara» y que se produjo sin que el propio Ábalos supiera que el mismo miércoles el ministro de Presidencia, Félix Bolaños, ya estaba llamando a las nuevas ministras, Isabel Rodríguez, Pilar Alegría y Diana Morant, para alertarles de su disponibilidad y decirles que se estaba «considerando su currículum». En paralelo, la sucesora de Ábalos, Raquel Sánchez, alcaldesa de Gavá, fue propuesta por Salvador Illa, también conocedor de la operación.

En el despacho de Sánchez en Moncloa ese 10 de julio, el presidente no explicitó el motivo y mucho menos entró en detalles, ya que «el presidente no puede mancharse con esas cosas». Por eso simplemente le dijo: «Te tienes que ir. Y sabes por qué». Según informan las fuentes consultadas por THE OBJECTIVE, el ministro respondió: «Todo lo que te han contado es mentira». Y el presidente se revolvió: «¿Y qué es lo que me han contado?». Ábalos no contestó.

De esa forma, le enseñaba la puerta de salida de La Moncloa, pero también de Ferraz. No es verdad que, en un arrebato de furia, el cesado decidiera dejarlo todo para evidenciar la humillación a la que lo sometía el secretario general, sino que fue el propio Sánchez quien incluyó también su puesto de número tres del PSOE, a tres meses de la celebración del 40 Congreso Federal de Valencia. 

Un acto ‘pantalla’

El engaño también contemplaba la organización de un acto que Ábalos iba a protagonizar ese mismo sábado por la mañana en Ferraz para presentar la campaña de afiliación al partido. Un evento ficticio que se planificó para evitar recelos del afectado, toda vez que el presidente había pospuesto un acto sobre la ponencia política del 40 Congreso y que se suspendió a mitad de semana al activarse el plan de la crisis de Gobierno. Ferraz anuló el acto a las 9 horas y a las 9.30 saltaba la noticia de la crisis de Gobierno mientras Ábalos salía del despacho de Pedro Sánchez en estado de shock. Se canceló sin explicaciones, se le cesó de la misma forma y, desde entonces, el partido calló con la disciplina marcial de una organización centenaria. 

Pocos minutos después, Ábalos filtraría a algunos periodistas que él mismo había solicitado su salida de Moncloa y Ferraz, pero tardaría pocos días en admitir a compañeros cercanos que estaba «devastado» y meses en conceder entrevistas en las que califica de «inexplicable» su declive. Una evolución similar a la de la otra sorpresa, Iván Redondo, cuya salida estaba supuestamente pactada -solo según su versión-, y que había confirmado asistencia a un acto del PSOE en Extremadura el sábado por la tarde que tuvo que cancelar repentinamente esa mañana.

Los herederos: Santos y Lastra

Al día siguiente, Sánchez convocó a los ungidos herederos del partido a La Moncloa para reorganizar la estructura y preparar el Congreso Federal. «Y sobre Jose…», comenzó a decir el presidente. «No queremos saberlo… Tú tendrás tus motivos y configuras tus equipos», cortaron estos. En palabras de un alto cargo de Moncloa: «Somos como en la antigua Roma. Nos decimos República cuando en realidad somos un imperio. Y en el Imperio, da igual lo que diga el Senado, cuando el jefe te corta la cabeza, nadie se atreve a mirarte». Roma locuta, causa finita.  

Y ello se vio con claridad días después. Hubo orden de Moncloa y Ferraz de aislarlo, como evidenció la soledad con la que entregó la cartera a su sucesora, Raquel Sánchez. Ni siquiera le arropó su hasta entonces número dos, Santos Cerdán, quien le sucedería automáticamente en el cargo y quien, junto a Adriana Lastra, se excusó por su asistencia a la toma de posesión de Félix Bolaños en Moncloa. En el Ministerio de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana, un solitario Ábalos buscaba entre el público algún rostro conocido. El único fue José Blanco, su predecesor en el ministerio y en el partido, que se acercó a él para decirle: «Supongo que estás como yo estaba cuando me dejó fuera del Parlamento Europeo», decisión que respaldó Ábalos en 2019 para buscarle acomodo a otro predecesor, el primer secretario de Organización de Sánchez, César Luena. Días más tarde, Blanco confesaría en privado: «Jamás había visto la ejecución pública de todo un secretario de Organización del PSOE».

Cuentan en el PSOE que la orden del presidente fue contundente en relación a su obligada salida del partido, pero Sánchez era consciente de que «un secretario de Organización no puede ser cesado», por lo que las 48 horas que pasaron en Ferraz desde que se confirmó su salida del Gobierno el sábado hasta que dimitió como número tres del partido el lunes a las 20 horas a través de un comunicado «fueron horas de enorme tensión». Y explican la soledad en la que entregó Ábalos su cartera de ministro. Le dejaron solo para forzarle a abandonar Ferraz: «No sabíamos si dimitiría o se atrincheraría».

La luna de Valencia

Una soledad descarnada que se escenificó en el 40 Congreso Federal de Valencia, donde Sánchez no le saludó ninguno de los tres días del cónclave valenciano. Según ha podido saber THE OBJECTIVE, «hubo conversaciones previas de un ministro y también una comida» para evitar su asistencia, pero Ábalos no quería asumir el destierro, aunque sí aceptó tener una presencia discreta. En el Congreso Federal se le vio «despistado», incómodo en su nuevo papel alejado del núcleo de poder. Pero hizo su aparición con toda una declaración de intenciones, acompañado por su gente del partido en Valencia (PSPV): Mercedes Cabrera, Aaron Cano, Elisa Valía y David Calvo. «Una imagen que hablaba sola. De esa forma nos estaba diciendo que cuidemos de los suyos para que no sean defenestrados en el congreso regional, un gesto que le honra». 

Ábalos llegó al Congreso Federal el último y se marchó el primero, no participó en ninguna mesa redonda ni ágora programática y, por no ser, no fue ni delegado por vez primera en 27 años. Se limitó a engrosar la lista de invitados y se consoló con «dos gestos» de la organización: la entrevista de la directora de Comunicación del PSOE, Maritcha Ruiz Mateos, sobre «memoria democrática» -paradojas del olvido-, y un plano de cinco segundos de la señal realizada del PSOE a su llegada a la clausura el domingo. «Le sentaron en tercera fila, al lado de César Luena y Óscar López, con quien compartió bromas triviales para romper el hielo». Un perfil discreto para no llamar la atención y cumplir con su palabra. No hubo conato de rebelión o escenificación por parte de los suyos, aunque sí molestó en la cúpula del PSOE el acto de Burjassot, una cena-homenaje con militantes en la localidad valenciana que se aireó en los medios, vídeo incluido, para mostrar que el ex secretario general sigue teniendo el cariño de un equipo de fieles.

«Yo también sé cosas de otros»

Ese ‘homenaje’ fue la confirmación del ‘ex’, de quien tiene más pasado que futuro, e incluso, que presente. A Sánchez y Ábalos ya solo les unía el recuerdo de una etapa épica en la que les ligó el desgarro del derrocamiento de Ferraz y les fundió el fuego de la batalla interna. Algo que trasciende a la normal relación entre el secretario general de un partido y su número dos. Y es ese recuerdo, el rastro de esa relación personal, lo que movió inicialmente al presidente Sánchez a buscarle una «salida». Primero, le concedió la presidencia de la Comisión de Interior en el Congreso de los Diputados por una cuestión fundamentalmente económica, dado que los presidentes de comisión cobran un plus de 1.551,58 euros, que elevaba sus emolumentos a 6.561,82 euros al mes. «Se hizo por el dinero. Siempre se quejaba de que no le llegaba, de que cobraba poco». Pero había otra razón: «Los exministros siempre han sido presidentes de comisión, no podíamos negárselo o habría cantado». Se rechazó la opción de ponerle al frente de una empresa pública por temor a que acabaran publicándose algún día los verdaderos motivos de su salida. «¿Y qué pasa si sale algo?», se cuestionaban en Moncloa en relación a las advertencias realizadas por, entre otros, Carmen Calvo.

Tanto en Moncloa como en Ferraz admiten a día de hoy que el diputado y presidente de la comisión de Interior del Congreso «es un problema». Lo es cuando habla con periodistas, cuando se pasea por el pasillo y se encuentra con el nuevo portavoz parlamentario, Héctor Gómez, a quien antes daba órdenes y ahora solo puede deslizar amenazas veladas. «Yo también sé cosas de otros…», le dijo este jueves en el patio del Congreso, donde antes gozaba de protagonismo indiscutible ante la prensa. Hay quien se queja de que «no se le hayan explicado a Ábalos los motivos». Pero la política funciona así. Se espera de quien ha integrado el puesto de mando que lea entra líneas, que no se resista a las señales, y asuma el destino que le espera… fuera de la política.  

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