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Sociedad

Joan Pons: «Esta no es la primera vez que Oxford ha tenido que parar los ensayos de la vacuna»

Tras las idas y venidas recientes de la vacuna de Oxford-AstraZeneca, hablamos con Joan Pons, el voluntario español, para aclarar algunas dudas

Han pasado ya tres meses desde que Joan Pons recibió el pinchazo. Después de otros tres meses viviendo el día a día del virus en la UCI, donde trabaja como enfermero, un miércoles cualquiera de principios de junio decidió que se presentaría como voluntario para los ensayos de la vacuna. Pasó el verano contando las semanas por PCRs y otro miércoles cualquiera, esta vez de septiembre, abrió el periódico con el desayuno y ahí estaba: la Universidad de Oxford se veía obligada a parar el ensayo clínico de la vacuna de AstraZeneca por la «reacción adversa grave» de un voluntario. «Yo me enteré por la prensa. Desde que me enteré hasta que me explicaron lo que estaba pasando transcurrieron unas 12 horas. No dormí demasiado bien esa noche», me cuenta.

Tres días después los ensayos se reanudaron. Falsa alarma: la enfermedad contraída por la voluntaria en cuestión –mielitis transversal– no guardaba relación alguna con la vacuna. Esta vez, Pons se enteró antes que los periódicos. «De los errores se aprende», me dice. «La prioridad no es la prensa ni los accionistas de AstraZeneca, somos los voluntarios».

Entramos en la llamada de Zoom y le pregunto qué tal. «Aquí estamos», me dice, «intentando aclarar titulares que a veces son un poco sensacionalistas»

–¿Qué has visto por ahí que haya que desmentir?

–Leyendo algunos titulares parecía que la vacuna se había parado, que la voluntaria se había muerto, que esto quiere decir que la vacuna no será segura. Esto forma parte del proceso. Los voluntarios nos enfermamos. Esta vacuna no me hace un superhéroe, sólo me protege contra la COVID-19[contexto id=»460724″]. Que uno de los voluntarios se ponga enfermo no tiene por qué alarmar a nadie. Entre 30.000 personas, que alguien se ponga enfermo es ley de vida. Es más, que el ensayo se haya parado tiene que dar confianza. La seguridad es la prioridad, no sacar la vacuna a cualquier precio porque alguien en su despacho ha decidido que le viene bien para su carrera política.

De hecho, según cuenta Pons, esta no ha sido la primera vez que Oxford ha tenido que parar los ensayos. Ya pasó en junio, cuando un voluntario ingresó en el hospital por una esclerosis múltiple que, según se descubrió luego, tampoco tenía nada que ver con la vacuna. «No es normal que los laboratorios notifiquen los paros, pero, bueno, no estamos en una situación normal. Es la primera vez en la historia que toda la población mundial sigue el desarrollo de la vacuna en directo, con lupa», explica,  y añade que no sólo es cosa de Oxford. La de Moderna, cuando estaba en fase 2, tuvo que parar y modificar la dosis porque algunos voluntarios acabaron en urgencias con dolor de cabeza. La de Pfizer ha anunciado que no aumentará el número de voluntarios, y de momento no han especificado el porqué. «Es lo normal, pasa en cualquier estudio. El día que una farmacéutica saque un fármaco al mercado sin ninguna pausa, diré que están escondiendo algo», afirma.

Un día antes de que saltasen los titulares con el parón de los ensayos, Sánchez anunciaba, satisfecho, que España comenzaría a vacunar en diciembre a los «colectivos prioritarios» –sanitarios y personas en grupos de riesgo– gracias a los tres millones de dosis de la vacuna de Oxford-AstraZeneca que esperamos recibir. El mismo día del ‘parón’, la OMS anticipó que esta misma vacuna no estaría disponible masivamente antes de 2022. De uno y otro lado, afirmaciones que parecen contradictorias. Para Joan Pons, no lo son. Como bien dicen desde Oxford y reitera la OMS, la fase 3 no concluirá totalmente hasta 2022. Sin embargo, a finales de este año tendrán ya la respuesta a las tres preguntas mágicas, los tres requisitos con los que la OMS puede dar luz verde para sacarla al mercado: si es segura, si produce una respuesta inmunitaria y si esa respuesta es eficaz contra la COVID-19. «Desde el momento en que se cumplan estos tres requisitos, la vacuna se puede sacar al mercado con una licencia provisional».

Desde ese momento, la fase 3 continúa con una nueva meta: su comercialización en masa. Esto es lo que no llegará hasta finales de 2021, previsiblemente. «En el momento en el que salga con licencia provisional, habrá preguntas para las que no tendremos todavía respuesta», explica Pons. La frecuencia, por ejemplo. «No se sabe cuánto tiempo duran los anticuerpos, por eso me seguirán haciendo pruebas periódicamente para ver si sólo es necesaria una dosis al año, si son dos, si es cada diez años, como la del tétanos, si es una vez en la vida como la de la polio…». Tener respuestas a este tipo de preguntas suponen la conclusión de la fase 3. «En tiempos normales, se esperaría a este momento para sacar la vacuna al mercado, pero no estamos en tiempos normales, estamos en un momento de alta emergencia, el tiempo cuesta vidas», concluye. Tampoco sabemos si tendrá efectos secundarios a largo plazo, «porque nadie tiene una bola de cristal». Por eso los laboratorios están firmando acuerdos con todos los países –y eso incluye a España– para que, si hay algún efecto secundario a tres, cuatro años, los que sean, los países se harán cargo de cualquier indemnización, no el laboratorio. «Pero quiero tranquilizar, si no está habiendo efectos a corto plazo, la posibilidad de que los haya a largo plazo es prácticamente nula», afirma el voluntario.

Joan Pons: «Esta no es la primera vez que Oxford ha tenido que parar los ensayos de la vacuna» 1
Joan Pons con su hija, en el avión con destino a España, donde pasaron una semana de vacaciones. | Foto: Cedida

– ¿Y qué hay de la doble dosis? Hace un tiempo me comentaste que te la pondrían para probar si tiene una mayor eficacia.

– Ah, sí. Aquí quiero aclarar que no se llegaron a suspender del todo los ensayos. Sólo el dar la segunda dosis o la primera, en el caso de los nuevos voluntarios. Yo tengo cita el día 25 de este mes para ponerme ese segundo pinchazo, y nunca me han suspendido mis citas regulares para sacarme sangre ni las PCR de cada viernes. Llevo 12 PCR. 12 negativas.

Para esto tengo dos explicaciones: la primera es que el virus no me haya intentado atacar nunca, cosa que veo bastante difícil por el entorno en el que trabajo y porque mi hija, con la que estuve conviviendo, dio positivo. La otra explicación es, pues eso, que la vacuna me ha protegido.

– Qué buena noticia. ¿Tu hija está bien?

– Sí. Nos vinimos de vacaciones a España y le hicimos una PCR por precaución. El positivo fue duro, porque mi prioridad cada vez que llego a casa del hospital es no contagiar a mi familia. Me quito la ropa, me voy a la ducha, no les doy abrazos, duermo en habitaciones separadas con mi mujer. Creo que lo cogió en el avión de vuelta de España. Pero ya está bien, no tiene ningún síntoma. Feliz.

Ya de vuelta en Chesterfield, en el condado de Sheffield, una región al norte de Inglaterra donde trabaja como enfermero, Pons lleva tres semanas en cuarentena. Así estamos. Cuarentenas intermitentes y mucha calma. A la espera de ese pinchazo.

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