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El acoso callejero: así sacan pecho los 'gallitos' cuando cacarean en grupo

El acoso verbal fue el tipo más común de acoso callejero grupal

El acoso callejero: así sacan pecho los ‘gallitos’ cuando cacarean en grupo

“Un grupo de hombres empezó a acosarme verbalmente y uno de ellos entonces se atrevió a tocarme mientras el resto le reía la gracia”; “Hace unos días unos tipos me acosaron. Me dijeron todo tipo de cosas»; “Unos hombres mayores me siguieron con sus coches, me preguntaban si quería sexo”; “Hombres acechando para observar a mujeres que van al gimnasio. Se dan codazos, señalan, se ríen y hacen fotos de las chicas en mallas”. Son testimonios de mujeres[contexto id=»381722″] que, de una forma u otra, se han sentido acosadas mientras caminaban por la calle por un grupo de hombres que solo por el hecho de ser hombres e ir en pandilla se sienten con derecho a verborrear una serie de improperios a voz en grito y sacando pecho.

Porque, ¿quién alguna vez no se ha sentido incomodada o incluso acosada cuando al pasar por delante de un grupo de ‘gallitos’ han cacareado todo tipo de ‘alagos’? “Si cocinas como caminas me como hasta la raspita”; «Te comería con ropa y todo aunque pasara un mes cagando trapos»; «¡Eh, nena! Vamos a ponerle mayonesa a la gamba».

El acoso callejero: así sacan pecho los 'gallitos' en grupo 2
Foto cedida por Plan Internacional.

Y todo esto, para reafirmarse en su grupo social, para demostrar poder y masculinidad. Así se desprende del nuevo informe ‘Inseguras en las calles: experiencias de acoso callejero en grupo en niñas y mujeres jóvenes’, elaborado por Plan International. «El estudio, basado en testimonios de chicas y mujeres jóvenes de Delhi, Kampala, Lima, Sídney y Madrid, muestra que los hombres y chicos que cometen acoso ponen su necesidad de aceptación social en el grupo por delante de la necesidad de las chicas y mujeres de sentirse seguras en las calles», se lee en el estudio que ha recogido las experiencias a través de ‘Free to Be’, una herramienta de encuestas basada en un mapa interactivo y diseñada por chicas y mujeres jóvenes.

Acoso verbal

El acoso verbal fue el tipo más común de acoso callejero grupal reportado por las participantes de todas las ciudades. El silbido fue más frecuente que las amenazas verbales de tono más agresivo. En España, el 49% de las encuestadas han sido víctimas de amenazas verbales, el 29% perseguidas o acechadas, el 13% han sido tocadas violentamente y el 24% han sido fotografiadas a escondidas o presenciado miradas o gestos lascivos.

El acoso callejero: así sacan pecho los 'gallitos' en grupo 4
Foto cedida por Plan Internacional.

“Estando en un mercado, unos hombres me gritaron que querían tocar donde mis padres no pueden tocar», cuenta una joven de 18 años, otras además, tienen que huir del lugar. Es el testimonio de una niña de 16 años de Madrid que relata como una noche, volviendo a casa sobre las 21:00, un coche se detuvo y dos hombres se bajaron de él. «Me empezaron a seguir y yo me puse a correr hasta que llegué a casa». Y todo, volvamos a recordar, para demostrar poder y masculinidad. El macho alfa, el líder de la manada, el gallo del corral que saca pecho y cacarea en las calles con más frecuencia, según el informe, por las tardes y hasta altas horas de la noche (un promedio del 44%). Un porcentaje que se eleva al 58% en Madrid y al 60% en Sydney. Sin embargo, en Lima, el hostigamiento grupal ocurrió con mayor frecuencia durante el día -mañana y tarde- (44%) que por la noche o hasta altas horas de la noche (36%).

Desequilibrios de poder

“Este informe pone en evidencia que, en ciudades de todo el mundo, a las niñas y mujeres se les niega su derecho al espacio público y a moverse libremente debido a las actitudes violentas y sexistas de los hombres que las acosan. Muchas veces, los chicos –que a menudo van en grupos de tres o más– ni siquiera son conscientes del miedo que generan en ellas, porque están más pendientes de reafirmar su masculinidad ante los amigos que en desarrollar alguna empatía con la chica a la que están acosando”, ha explicado Emilia Sánchez-Pantoja, directora de incidencia política de Plan International España.

De esta forma, el informe destaca que el acoso callejero en grupo explota los desequilibrios de poder y pone en la diana a las chicas en situación más vulnerable: ocurre con más frecuencia cuando ellos van en grupos grandes y ellas son más jóvenes y están solas. Además, cuando las chicas se enfrentan al acoso, la respuesta suele desembocar en más burlas, risas y posible escalada de violencia. Estas demostraciones de poder sirven para reforzar su pertenencia al grupo, según los resultados del estudio, pero, en el proceso, humillan y atemorizan a chicas y mujeres.

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Foto cedida por Plan Internacional.

Pero eso sí, parece ser que los agresores enmudecen al percibir que hay hombres en el grupo de las chicas. Estas experiencias también reflejan formas de masculinidad que promueven la posesividad del hombre sobre la mujer, de tal modo que aquellas mujeres que están con otros hombres en grupo normalmente son vistas como “fuera del alcance”. «Estaba volviendo de comprar con unos amigos y en la gasolinera pasaron en coche unos chicos dando voces. Cuando uno de mis amigos (varón) les contestó, enmudecieron. Supongo que porque no se habían dado cuenta de que no éramos solo chicas”, relata una joven madrileña de 21 años.

Cómo conseguir el cambio

“Ya que algunos de ellos son quienes ejercen el acoso, los chicos y los hombres pueden ser catalizadores del cambio en el comportamiento en las calles. Las niñas y mujeres no deberían ser quienes cambien su comportamiento y sus hábitos para protegerse y sentirse seguras. Los hombres y los niños deben reconocer que estas actitudes sexistas son intolerables y aprender a respetar a las niñas y mujeres como iguales. Si no eres parte de la solución, eres parte del problema”, ha afirmado Sánchez-Pantoja.

Plan International defiende la necesidad de poner en marcha campañas públicas que animen a los hombres a empatizar con las chicas y mujeres para poner fin a comportamientos violentos y perjudiciales. Porque no debemos olvidar que nuestra libertad acaba donde empieza la de los demás.

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