Cuando el cáncer llega en confinamiento: cómo afrontar la peor noticia, en el peor momento y con la mejor actitud
Rocío fue diagnosticada cáncer de mama durante los primeros meses del confinamiento, pero afronta su situación con realismo y positividad
Cuando imaginamos el proceso por el que pasa una persona con cáncer, normalmente visualizamos el momento del diagnóstico, las primeras pruebas o los días más duros de hospitalización, siempre con un detalle común: una mano amiga, de apoyo y consuelo, a la que agarrarse, literalmente. Eso es precisamente lo que no tuvo Rocío Vegas cuando le diagnosticaron cáncer de mama. Fue el 22 de abril del 2020, en pleno confinamiento por la primera ola de coronavirus. Ella se había notado un bulto en la mama y fue al médico, pero le decían que no parecía nada, hasta que siguió insistiendo y, finalmente, se confirmaron las peores sospechas.
En aquel momento, los hospitales estaban colapsados y nadie podía moverse de casa. Por eso, tuvo que escuchar el diagnóstico ella sola, recibir los resultados de las pruebas sin nadie que le ayudara a procesar y memorizar tanta información, y con visitas muy limitadas y restringidas durante su hospitalización. En las primeras sesiones de quimioterapia tampoco pudo tener un acompañante. «Para mí eso fue lo peor, vivirlo sola», nos cuenta Rocío, «los momentos en que el médico te cuenta todo y tú no puedes compartirlo con la mano de tu pareja, de tu hijo, de tu madre».
Recuerda sentir pánico al recibir las noticias. Conocía de cerca lo que podía suponer esta enfermedad: su cuñada falleció de cáncer a los 40 años, dejando tres niños. «Lo primero que te sale es el miedo», explica, «hasta que los médicos te controlan y te asesoran». Pero, a pesar de ese miedo, no pensó en la muerte. Pensó en sus cuatro niños, que son «todo amor», su mayor fuerza y motor para mantenerse positiva. Se lo contó desde el primer momento, explicándoles la situación con mucha franqueza. «Escuchar la palabra cáncer fue muy duro, tardaron un tiempo en reflexionarlo y cada uno lo procesó de una manera. Yo también he ido al psicólogo, voy a terapia, que te ayuda a plantearte eso: sus miedos, el sentimiento de ‘mi madre se puede morir antes de lo que yo pienso’… Todo eso también lo trabajo mucho. Hemos estado muy unidos», cuenta Rocío con una sonrisa que se intuye a través del teléfono.
Una sonrisa que mantiene siempre, a pesar de todo. Trata su enfermedad «como lo que es: muy real», pero siendo muy positiva y haciendo las cosas que le llenan de energía. Una de ellas es nadar. Como vive en Mallorca, se sumergía en el Mediterráneo después de cada quimioterapia, aunque hiciera frío. «En el mar dejaba todos los malos rollos y me llenaba de ganas», relata. Eso sí, lo hacía con una amiga «que también está loca», dice entre risas. Y es que sus amigas han sido también un gran apoyo para Rocío, desde el principio se volcaron completamente.
Ellas fueron quienes le acompañaron en uno de los momentos más impactantes de la enfermedad, el de raparse el pelo. Explica que, en la peluquería, normalmente se estira primero del cuero cabelludo para que se suelten los mechones que van cayendo solos. «Me acuerdo de que esa imagen fue terrible. Además, con lo presumida que yo soy, verme en el espejo así, con cuatro pelos, llorando…», recuerda, «pero luego enseguida me fui con el pelo rapadito y de vez en cuando me ponía alguna peluca. Al final, es un poco acostumbrarte». Acostumbrarte a una vida que te cambia por completo y que te hace aprender a priorizar y a darte cuenta «de lo que de verdad importa». A vivir en el presente, más intensamente, «sin que te importen tanto las tonterías». Porque, como decía Pau Donés, «vivir es urgente», y todo lo demás tiene una importancia relativa.
Ahora Rocío cuenta todo eso a través de Instagram, siempre con la franqueza y la positividad que le caracterizan. Comenzó siendo una forma de mantener informado a su entorno y acabó creando una pequeña comunidad de gente con la que comparte experiencias y con quienes ha creado «un vínculo muy bonito» a través del cual brinda su ayuda a quien lo necesite. Por eso también forma parte de la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC), desde donde puede seguir ayudando a personas en situaciones parecidas.
Según datos de la AECC, el cáncer de mama es la primera causa de mortalidad por este tipo de enfermedad en mujeres, ya que cada año se diagnostican alrededor de 33.307 nuevos casos en España. Desde la asociación siguen trabajando para concienciar sobre la importancia de la investigación y del diagnóstico precoz de la enfermedad para aumentar las posibilidades de curación. De hecho, si el tumor se detecta en su etapa inicial, las posibilidades de superar el cáncer son de casi el 100%. Por eso, recuerdan hacerse mamografías de forma periódica y estar pendientes de síntomas como el cambio de tamaño de las mamas, irregularidades en su contorno, dolor en su palpación, alteración de la piel o nódulos en la axila.
Rocío acaba de terminar su quinto ciclo de quimioterapia. Ahora está con quimios orales, preventivas, porque tuvo un cáncer triple negativo, muy agresivo y que creció muy rápido. Por eso, la quimioterapia por vena no le hizo efecto. «El tumor no menguó y tuve que ser operada de urgencia», explica, «creo que haré unas ocho o diez quimios orales, y en esas estamos. Pero estoy muy bien».
Es algo que repite a lo largo de la conversación. Que está bien, que le han tratado estupendamente en el hospital y que le ha «resultado todo muy llevadero». Los médicos aplauden su actitud y aseguran que, de esta manera, «es muy diferente vivir una enfermedad». Ella se quita importancia, dice que así es su carácter, luchador y positivo, y continuamente agradece el apoyo y la cercanía de sus seres queridos. Sabe lo que es vivirlo en soledad y quizás por eso, desde que la pandemia se lo permitió, ha estado muy acompañada todo el tiempo. Porque ahora encuentra esa mano que le abraza, porque su familia y sus amigos le acompañan en el camino y el mar le llena de energía. Porque sabe lo importante que es disfrutar de cada momento y, simplemente, vivir.