Por qué la retirada de Simone Biles es más importante que cualquier medalla
Los expertos destacan la importancia de trabajar más la cultura del error y la psicología del deporte
Hace cinco años, Simone Biles hizo todo lo que su deporte y su país le pidieron que hiciera. Con un lazo rojo, blanco y azul en el pelo se convirtió en el rostro de la gimnasia en todo el mundo al hacerse con cuatro oros y un bronce en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro 2016. Se aupaba así como la reina absoluta de la edición, convirtiéndose en la novia de Estados Unidos –el incómodo título que se les impone a todas las grandes gimnastas estadounidenses– y también en la inspiración de miles de chicas negras que vieron como una persona de color despuntaba en un deporte tradicionalmente blanco.
De esta forma, Simone Biles llegaba a los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 con la obligatoriedad de ganar cinco medallas como mínimo para cumplir con las expectativas que los demás tenían de ella. Era la principal atención en estos Juegos y lo que se esperaba de esta joven de 24 años es que consiguiese el oro en todas las categorías en las que iba a competir. La superwoman. La máquina. La superhéroe. Pero nada más lejos de la realidad.
El martes 27 de julio, Biles se retiraba de la final por equipos de gimnasia después de participar en la modalidad de salto, y el miércoles 28 también renunciaba a competir en la primera final individual de gimnasia artística, dejando en duda su futuro individual. Y es aquí cuando el resto del mundo nos llevamos la manos a la cabeza al recordar que la mayor kriptonita de Biles y, por su puesto, del resto de deportistas, es que es de carne y hueso.
«No estoy lesionada, simplemente tengo una pequeña lesión en mi orgullo. Ahora tengo que concentrarme en mi salud mental», declaró, rompiendo uno de los grandes tabúes en el deporte de alto rendimiento: la psicología. Y es que cuando se trata de un problema físico, los deportistas suelen hablar con más naturalidad, pero, ¿qué pasa cuando el problema es mental?
«La responsabilidad que conlleva tener a tanta gente detrás te empuja a querer intentarlo y muchas veces no sabes cuándo parar la rueda. Te sientes responsable porque estás representando a mucha gente, porque mucha gente tiene puestas las esperanzas en ti y no quieres fallarles ni decepcionarles, y todo eso te empuja a seguir por encima de todo, incluso por encima de tu salud», cuenta a The Objective Ainhoa Tirapu, exportera del Athletic Club femenino y actualmente entrenadora de porteras del mismo equipo.
En este sentido también se pronuncia Cristian Fernández, psicólogo deportivo, que asegura que aunque «la psicología del deporte ha avanzado bastante» aún falta dar algún paso más y derribar ciertos tabús. «En el caso Simone Biles tenemos que aprovechar para reconocer lo valiente que ha sido, que ha logrado dar ese paso para no hacerse daño a sí mima y reconocer que tiene ese problema», matiza.
«Domingo tras domingo tenía que demostrar que me merecía esto»
A todo el trabajo y sacrificio que requiere la élite deportiva, se suma la presión de ser observado por medio mundo con altas expectativas. Es decir, competir sin opción al error. El estrés, la presión y la ansiedad es una constante en la élite del deporte. Simone Biles ha sido la última en hablar de esos «demonios» mentales, pero no la única. Ya a finales de mayo la tenista Naomi Osaka –actual número dos mundial– se retiró de Roland Garros aduciendo ansiedad cada vez que tenía que presentarse ante los medios e indicando que había sufrido largos episodios de depresión desde su primer Grand Slam. Y en los actuales Juegos Olímpicos, tras perder con Vondrousova, número 42 mundial, reconocía que la presión mediática le fue superior: «He sentido por momentos que tenía todo el peso del mundo sobre mis espaldas», reconocía Osaka.
De esto también nos habla Ainhoa Tirapu que reconoce que, «aunque en otro nivel no comparable a Biles u Osaka», cuando era internacional absoluta sentía que siempre estaba en «entredicho». «Sentía que la gente que estaba alrededor del fútbol femenino no entendía muy bien qué hacia yo ahí, como si no me lo mereciera o no tuviese el nivel. Competía domingo tras domingo con la presión de tener que demostrar que me merecía eso», relata la deportista, que cuenta que comenzó a disfrutar del fútbol a los 30 años, cuando dejaron de convocarla con la Selección. «Ahí me liberé, y comencé de nuevo a disfrutar del deporte al quitarme presión y relativizar», confiesa quien fue una de las exjugadoras más laureadas en la historia del Athletic femenino, con 358 partidos a sus espaldas.
Cultura del error y psicología del deporte
No puedes fallar, y si fallas decepcionas. ¿Cómo puede una persona competir en unos Juegos Olímpicos sabiendo que todo el mundo espera que ganes todas las medallas que vas a disputar? «Gestionar eso tiene que ser muy complicado», señala Tirapu, que cree que como sociedad deberíamos trabajar más la cultura del error. «Es muy difícil admirar a un deportista sin añadirle presión, pero deberíamos cuidar más a los deportistas para que no se vean en situaciones tan extremas de presión», señala.
En este punto, los expertos consultados destacan la importancia de la psicología del deporte. Aquí, Cristian Fernández, psicólogo deportivo, reconoce que «acabamos yendo al psicólogo cuando ya estamos mal, y deberíamos empezar a trabajar la parte mental antes, semanalmente. Y reconoce: «Ese será el punto de inflexión, cuando empecemos a trabajar la mente dentro de las programaciones de temporada».
En este sentido se pronuncia en la misma línea Tirapu: «Cuando haces una planificación de temporada metes las semanas de más carga, de menos carga, la planificación del sueño, cómo me tengo que cuidar la alimentación para llegar en óptimas condiciones a tal competición…; hay muchas cosas a tener en cuenta, pero en ninguna planificación he visto que se meta asiduamente las horas para trabajar la parte emocional y psicológica», reflexiona y hace hincapié: «Se habla mucho de ella, pero se trabaja poco».
El tabú de la edad
«Ha sido muy valiente y marcará precedentes»
A veces hay que dar un paso atrás para avanzar dos, y a pesar de que no todo el mundo tiene la visibilidad de Biles o vive bajo la presión a la que están sometidos los atletas en la competición más importante del mundo, su gesto puede servir de lección para otros deportistas que vean en la decisión de la estadounidense un acto de gran valentía. Sin duda, necesitamos aprender que podemos renunciar, que tenemos que proteger nuestras mentes para proteger nuestros cuerpos.
El mes pasado, tras romper un récord al ganar un séptimo campeonato nacional, Biles se hizo un tatuaje en su clavícula. Son solo cinco palabras de un poema de Maya Angelou que habla sobre la confianza en sí misma. El tatuaje dice: «Y aun así, me levanto». Toda una declaración de intenciones para quien ha demostrado ser una de las mejores gimnastas de todos los tiempos.