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La historia de Jota, el único triatleta ciego español que competirá en Tokio 2020

Jota perdió la vista con 28 años como consecuencia de una uveítis. El próximo 28 de agosto competirá en los Juegos Paralímpicos de Tokio 2020

En la vida puedes ser dos cosas: víctima o protagonista de tu historia. Adoptar el papel de víctima puede ser algo muy cómodo, instalarse en la queja es algo que hemos aprendido sumamente bien. Ahora bien, si eliges ser protagonista de tu vida, estarás tomando las riendas, el poder, estarás decidiendo conscientemente hacer frente a tus circunstancias y, por tanto, verás que siempre puedes sacar una parte positiva de todo lo que te ocurre, ya que tú decides tu realidad.

El segundo papel, el de protagonista, es por el que se decantó José Luis García Serrano, más conocido como Jota, cuando hace diez años, con 28, se quedó totalmente ciego debido a una enfermedad llamada uveítis, que provoca una pérdida gradual de la visión y es causante de un 15% de los casos de ceguera en países desarrollados. «Ha habido momentos muy jodidos, porque perder la vista es una putada, pero hay algo muy importante que yo me di cuenta relativamente rápido, y es que si yo estaba jodido, mi entorno, mi familia, mis amigos, estarían jodidos como yo. Si yo me hundía, ellos se hundían conmigo, y eso no lo podía consentir», me cuenta Jota en el salón de su casa, donde nos recibe acompañado de su inseparable Telos, su perro guía, un precioso labrador canela de siete años: «Lo único que hice a partir de ese momento fue buscar la manera para seguir siendo yo mismo, Jota, en su mejor versión».

La historia de Jota, el único triatleta ciego español que competirá en Tokio 2020 y llegó a pesar 110 kilos 1
Imagen: Eva Cubas | The Objective

Y esa búsqueda de su mejor versión es la que le ha llevado a estar a algo más de un mes de competir en los Juegos Paralímpicos de Tokio 2020 en la modalidad de triatlón. Patrocinado por Gympass, es el único triatleta ciego español que representará a España en este acontecimiento mundialmente esperado para todos. La cita será el próximo 28 de agosto a las 01:30 –hora española–.

Pero comencemos desde el principio, porque la historia de Jota es una de esas que te ponen los vellos como escarpias, un camino lleno de anécdotas e ironías con las que enfrentar la vida, afrontar un deporte como el triatlón y combatir el sedentarismo –dos años antes de perder la vista llegó a pesar 110 kilos–. «Llegué a estar súper súper gordo. Para atarme los cordones de las zapatillas me ataba primero un pie, cogía aire, y luego el otro», recuerda.

A Jota, natural de Buitrago del Lozoya –Madrid–, le diagnosticaron uveítis cuando tenía seis años. «Me daban brotes inflamatorios y veía nublado, como si miras por la venta de un cristal y de repente se empaña y dejas de ver con nitidez», nos cuenta el deportista, que entre sus mayores logros destacan varios subcampeonatos de España, culminado con la consecución del Campeonato de España en 2017 disputado en Valencia. «A los 14 años tuve mi primera operación», y describe: «Pasé de ver en baja definición a Full HD». Sin embargo, a los 21 años volvieron de nuevo los problemas: «Practicando esquí noté síntomas muy raros en el ojo derecho, fui al especialista y me dijeron que el ojo derecho estaba mal pero que el izquierdo estaba peor». Así que en 2006, con 21 años, perdió completamente la vista del ojo izquierdo, y cinco años después, en 2011, con 28 años, se quedó totalmente ciego.

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Imagen cedida por Jota

«Siendo muy sincero y fuera caretas, no ver es muy difícil. Soy muy optimista, no quiero dar pena, pero no voy a negar algo que es real. Os animo a que lo intentéis, que intentéis pasar un rato sin ver, todo se complica muchísimo, como la orientación, como la propia destreza de ejecutar algo en ese momento. El día a día es muy complicado», reconoce el deportista, que asegura que «lo más fácil» para él es entrenar y lo más difícil «llegar hasta el entrenamiento».

Durante la entrevista observo que tiene un injerto en su brazo derecho y le pregunto por ello. «Ah sí, es un injerto que tuvieron que hacerme en 2007. Tuve un accidente de tráfico. El coche volcó hacia el lado derecho y mi brazo quedó pillado debajo del coche», relata. El diagnóstico: miembro superior derecho catastrófico y nueve horas de operación en las que la vida del deportista pendía de un hilo. «Gracias a Dios, todo salió bien. Afortunadamente, el brazo derecho funciona muy bien y nado muy rápido», relata el deportista, cuya vida parece el guión de una peli americana.

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Imagen cedida por Jota

«Hay un momento muy puntual en el que me enamoro del triatlón»

Jota se mueve por su casa como pez en el agua. De hecho, me cuenta, acaba de ser padre –Roque, su hijo, nació el pasado junio cuando él se encontraba compitiendo en Japón–, y son frecuentes las tardes y mañanas «de chicos» que pasan mientras su mujer trabaja. Observo con ojos como platos cómo recibe al cartero, cómo va a por agua a la cocina, cómo enciende y apaga luces. Para mí, que me tropiezo con mis propios pies cuando ando y puedo llegar a ser mi peor enemiga sobre tierra firme, ver a alguien que no ve absolutamente nada moverse con esa destreza es digno de admirar, como poco.

¿Cuándo comenzaste a practicar deporte y por qué? –le pregunto–.

–Paradojas de la vida, cuando me quedé ciego estaba estudiando Óptica y Optometría, y como no pude terminar la carrera automáticamente decidí encauzar mi vida a través del triatlón. Antes de quedarme ciego, yo había visto este tipo de competiciones en Buitrago y me había quedado enamorado. Esas imágenes me acompañaron siempre y yo lo que hacía era visionarme haciendo triatlón, algunas veces me visionaba siendo ciego y otras, más optimista, con vista. Así que decidí hacer triatlón de la manera que fuese.

Y lo conseguiste –apuntillo–.

– Sí, en España no había ningún ciego total que practicase ese deporte. De repente aparece mi amigo Mario en casa con una cuerda y dice que vamos a correr que ha visto unos vídeos en YouTube y sabe cómo corren los ciegos, y de ahí aparece Fran, mi primer guía, y posteriormente, la Federación Española de Triatlón me abre las puertas y me ofrece la posibilidad de entrar en un club donde ya había otros deportistas con discapacidad. Es decir, sucedieron un montón de acontecimientos que me llevan a día de hoy a estar a un mes de los Juegos.

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Imagen cedida por Luis Molina

Jota blind team, los ojos del triatleta  

Jota cuenta que la preparación de un triatleta paralímpico, ciego en su caso, no es muy diferente a la de un triatleta convencional. «Mi peculiaridad, como dice mi mujer, es que paso de practicar triatlón de manera individual a hacerlo en equipo». Este equipo lo forma Jota junto a Nacho Jiménez, su entrenador; Pedro Andújar, como guía titular y con quien irá a los Juegos Paralímpicos; y Luis Molina, con quien entrena cada jornada –unas tres horas al día durante seis días a la semana–.

El madrileño asegura que su equipo es el 50% del trabajo, sus ojos dentro y fuera de la competición. Su relación va más allá de lo profesional, son sus amigos y su familia cuando están fuera. «No concibo la relación con mis guías solo en un plano profesional, ya que paso la mayor parte del tiempo junto a ellos. Son los encargados de informarme de todo lo que me pierdo por el hecho de no poder ver», comenta, relatando lo importante que fueron para él durante el confinamiento: «Cuando nos comunicaron que se suspendían los Juegos Paralímpicos tuvimos un sentimiento de decepción. Pero siendo fiel a nuestra filosofía, le dimos la vuelta a la tortilla y dijimos: ‘Vamos a ver esto como una oportunidad, y si este año íbamos a ser rápidos, el año que viene seremos más rápidos porque tenemos un año más para entrenar’». Una cinta de correr, una bicicleta montada en un rodillo y alguna que otra pesa fueron su herramientas para los algo más de dos meses de confinamiento total: «Mi entrenador con eso iba haciendo encajes de bolillos», recuerda entre risas.

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Imagen cedida por Jota

Ahora con Tokio a la vuelta de la esquina, Jota lo tiene claro: «Siendo ambiciosos y optimistas podemos optar a la medalla de oro. La plata y el bronce van a estar ahí, y tenemos que hacer la carrera perfecta porque nuestros rivales van a estar muy cerca. Seis o siete parejas vamos a estar muy cerca los unos de los otros, y en una competición como la nuestra hay muchas variables y circunstancias que no dependen de nosotros. Quienes mejor manejen esas variables serán quienes se lleven el gato al agua».

Pase lo que pase el próximo 28 de agosto, Jota ya es inspiración y orgullo para muchos. Ejemplo de que la llave de nuestra vida sólo la tenemos nosotros y que la verdadera y única discapacidad está en los ojos de quienes la miran y la juzgan. Porque se puede perder la vista, pero nunca la mirada.

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