¿Y si Buda hubiera vivido en la Gran Vía de Madrid?
Durante el Vesak se celebra el nacimiento, la iluminación y la muerte de Buda, cuyas enseñanzas hace 2.600 años han llegado a la sociedad occidental, en la que el sufrimiento humano permanece inalterado
El budismo no comenzó con Buda y, por lo tanto, no terminó con él. Al menos, no con el Buda meditativo, de grandes orejas y amplia sonrisa que todos contemplamos en las figuras de los restaurantes asiáticos. Precisamente por ello, todavía hoy se conmemora el día de Vesak, o Saka Dawa, depende de a qué rama nos refiramos, theravada o tibetana.
El Vesak es el día en el que se celebra el nacimiento, la iluminación y la muerte de Siddharta Gautama, el más famoso de los Budas, durante el plenilunio del mes de mayo, hace 2.600 años. Ha pasado el tiempo, han cambiado las civilizaciones, pero sus enseñanzas todavía nos sirven hoy en día y, en una historia cíclica como la que plantea el budismo, bien puede compararse la India de antaño con la España del 2021. Así que, ¿podría haber vivido Buda en la Gran Vía de Madrid?
Está claro que es un ejemplo poco ortodoxo, ficticio y casi tonto, pues en una sociedad tan consumista -y consumida- como la que vivimos, ningún Buda se lanzaría en su próxima reencarnación al corazón de la selva capitalista. De todos modos, cualquier persona de Madrid puede encontrar a su propio Buda dentro de sí, un Siddharta ‘actualizado’ que traiga sus enseñanzas al siglo XXI y que, especialmente durante la crisis del apego en la que vivimos, nos ayude a cambiar las pieles del sufrimiento.
La monja budista del centro Nagarjuna, Paloma Alba, cuenta a The Objective que, aunque el mundo se haya transformado, la esencia del ser humano no ha cambiado en exceso, pues «seguimos tropezando en las mismas piedras y continuamos encadenados por las mismas cadenas». Por esta razón, si hubiera un Buda en el Madrid de esta época, su «corpus» de enseñanzas no sería muy diferente del que fue, pues los anhelos permanecen prácticamente inalterados, sin importar de dónde vienes, cuál es tu clase social o en qué siglo estés.
The Rolling Stones y un grano de mostaza
Ya decían los Rolling Stones que «no puedo conseguir satisfacción (I can’t get no- satisfaction)», resaltando el principal problema que, según el budismo, acecha al ser humano: la insatisfacción, la sensación de vacío. Paloma Alba, conocida en su tradición budista como Venerable Tenzin Choky, se ríe cuando plantea el ejemplo, asegurando que lo define muy bien aunque no sea un elemento de su cultura, pues buscamos la respuesta cambiando de trabajo, de pareja, de vivienda… transformamos todo a nuestro alrededor, pero seguimos sin sentirnos llenos.
El budismo plantea, por lo tanto, un cambio de perspectiva, un comenzar a «mirar hacia dentro» en lugar de hacia fuera, percatarse de aquello que nos hace sufrir y potenciar lo que contribuye a la paz y al bienestar, pero comprendiendo que ese sufrimiento no es ajeno al resto y que forma parte del camino.
En este sentido, existe una pequeña leyenda budista en la que una mujer, acongojada por la reciente y abrupta muerte de su bebé, se dirige a Buda y le ruega que le reviva para calmar su pena. El susodicho le responde que podrá hacerlo únicamente cuando le traiga un grano de mostaza de un hogar en el que no haya habido ningún fallecido. Así, Kisa Gotami -como se llamaba ella-, recorre muchos hogares en su búsqueda, pero no logra su cometido, pues no hay hogar que no haya enfrentado el dolor de una muerte. Cuando se percata de ello y vuelve frente al Iluminado, comprende su dolor y es capaz de soltarse del mismo, emprendiendo su propio camino de liberación.
Racionalismo, el puente entre Buda y Occidente
Siddharta Gautama nació príncipe de una pequeña ciudad llamada Kapilavastu, donde le colmaron de riquezas, belleza y delicadeza. Tratando de eludir un augurio que podría interponerse en el deseo de su padre de ser sucedido por su hijo, alejó a Siddharta de todo dolor o aflicción, pues era lo que podría despertar su misericordia y, por ende, empujarle a perseguir sus curiosidades filosóficas. Pese a todo, cuando el príncipe finalmente contempla la muerte, la enfermedad y la vejez, pese al empeño paterno de evitarlo, abandona su hogar y el lujo para buscar la respuesta al sufrimiento de la humanidad.
Gautama vivía, por tanto, encerrado en una burbuja de falsos deseos, de materialismo y de necesidades creadas, pero no verdaderas. ¿Te recuerda a algo? Independientemente de clases sociales, épocas o posesiones, las ataduras internas son similares en unos y otros.
Así, el siglo XXI no se le queda muy lejos a este rincón de la India y, de hecho, el orientalismo que está viviendo Occidente desde hace varias décadas, con la adaptación de prácticas como el yoga, la meditación o incluso el mindfullness, responde un poco -siempre un poco- a esa necesidad del Buda de ir en pos de algo más allá. «Hay un cierto hartazgo de la visión materialista y del capitalismo global», señala a este diario el especialista en filosofías orientales y ensayista, Juan Arnau.
Por su parte, Tenzin Choky opina que, precisamente por esa sensación de insuficiencia, el budismo ha conquistado muchos corazones en Occidente. Corazones que buscan un nuevo camino alejado de ese empirismo extremo, pero sin llegar a las religiones absolutas que predican la fe ciega. Esta filosofía promueve, justamente, el cuestionamiento de lo que somos, la búsqueda interna que depende de uno mismo y de nadie más, no de dioses o súplicas. El énfasis en lo racional es «uno de los puntos que hace que sea bastante atractivo para el mundo occidental», completa la monja.
«Un Buda no nace, se hace»
Juan Arnau está seguro de que «un Buda no nace, se hace», y por ello, lo primero que haría, sería huir de lugares de gran población y distracciones como Madrid, para buscar esa verdad que no puede escuchar entre el ruido. Pero quizá son lugares como Madrid, precisamente, los que más se podrían beneficiar de un Buda. Y, de hecho, ya lo hacen, pues sus enseñanzas han trascendido a los siglos y las fronteras y en casi cualquier lugar del mundo se puede encontrar un resquicio de esta tradición.
Al fin y al cabo, estos principios son inalterables, «los puedes presentar en un lenguaje adaptado a la audiencia a la que va dirigido, exactamente igual que el Buda hacía en su época, pues el mensaje es el mismo», dice Paloma Alba, «soltando lo que todos queremos soltar, esta confusión y agitación», que es común no solo a Oriente hace 2.600 años, sino también a Occidente en el presente.
Evidentemente, es difícil practicar en una gran ciudad un budismo tan puro como el que se practicaba -y practica-, por ejemplo, en el Tíbet, pero existen centros en muchas ciudades que pretenden acercar su tradición, iniciar a los ciudadanos en el dharma (la ley) y el karma, la meditación y el desapego.
«Nunca sabemos quién puede ser un Buda, un ser iluminado que se cruce en nuestro camino», concluye frente a este medio Carlos de Pedro, autor del libro Budismo tibetano desde cero.