Rioja Alavesa, la Rioja que no para de crecer
El constante goteo de proyectos vinícolas que se van asentando en la zona acredita el prestigio que disfruta la parte vasca de la denominación riojana
Dentro de la denominación Rioja, esta subzona cuenta con reconocidas bodegas elaboradoras entre su vecindario. Representa en torno al 20% de la superficie de la DO y algunos de esos destacadísimos vecinos son Marqués de Riscal, Remelluri, Torre Oña, Izadi, Luis Cañas, Remírez de Ganuza, Baigorri o Viñedos del Contino (CVNE), entre otros tantos.
Compuesta por 18 municipios vascos al sur de la provincia de Álava (Baños de Ebro, Barriobusto, Cripán, Elciego, Elvillar de Álava, Labastida, Labraza, Laguardia, Lanciego, Lapuebla de Labarca, Leza, Moreda de Álava, Navaridas, Oyón, Salinillas de Buradón, Samaniego, Villabuena de Álava y Yécora), la Rioja Alavesa es una de las tres zonas que conforman el territorio que ampara la denominación de origen Rioja y sin ninguna duda la que viene ganando reconocimiento y prestigio desde hace varios años a una marcha acelerada que ha supuesto que no paren de llegar nuevos residentes al territorio interesados tanto en sus viñedos como en la localización.
No es el caso que hoy nos ocupa, pero sí es necesario añadir que también en esta parte alavesa confluyen bodegas bajo el paraguas de la histórica denominación con otras que han optado por elaborar vinos al margen de la misma. Aunque los proyectos protagonistas de este artículo tienen en común que sí están al amparo de la DO (y bajo su normativa, obviamente) aparte de ser iniciativas de jóvenes profesionales, formados, viajados, experimentados en otros territorios e incluso países, lo que les supone una amplitud de miras y conceptos que en sus vinos queda reflejado.
En el punto de partida, un territorio, al norte del Ebro, marcado por la altitud y por ende favorecido por la frescura y acidez de sus viñedos, además de abundancia de suelos arcillo calcáreos. Las plantas se encuentran, por lo general, en terrazas de laderas y la Sierra Cantabria es la barrera natural que las protege del viento, el frío y las lluvias. Además, predominan las pequeñas parcelas, abunda la viña vieja y está influido por un clima atlántico, seco y soleado. Ingredientes que una vez mezclados dan como resultado, a grandes rasgos, vinos frescos, con una buena carga aromática (hierbas aromáticas, florales, notas minerales e incluso salinas), con músculo pero finos taninos.
Bideona nace de una joint venture entre la familia Izagirre y Península Vinicultores. Con Andreas Kubach (Master of Wine) como cabeza visible y renocible al frente. Península, como compañía y de la que es cofundador, se dedica a gestionar bodegas cuyos propietarios dejan en sus manos, y a partir de esa ‘cesión’ se ocupan y toman decisiones sobre todo el proceso de producción, desde el campo hasta la salida al mercado. Pero en el caso de Bideona («el buen camino» en vasco), fundada en 2018, parte de la compra de una antigua bodega localizada en Villabuena de Álava que han ido transformando y ampliando desde la sostenibilidad (e integración con el medio) para facilitar la elaboración de vinos que reflejen el origen más que el método; su objetivo, mostrar el territorio (los pueblos, sus parajes y los viñedos). Para ello trabajan con 300 parcelas de viñas (en propiedad sobre un tercio) repartidas entre los municipios de Villabuena de Álava, Samaniego, Laguardia, Leza, Baños de Ebro, Navaridas, Lanciego, Kripan, Labastida y Elciego, cuya edad media ronda los 50 años aunque son muchas las plantadas antes de mediados del pasado siglo (años 20, 30 y 40). La primera cosecha fue la 2018 y en su mente, desde el primer momento, «hacer vinos que se beben, no que se catan», apunta Kubach, y es el enólogo Tao Platón quien los firma. Tintos y blancos, si bien éstos segundos no van a suponer más del 10% de la producción de la bodega. Entre sus etiquetas actuales, tres vinos de pueblo de viñas viejas de tempranillo, de la añada ’18 (25-30 € c/u), cuyos nombres responden a esas localidades en las que están situadas las viñas de las que proceden: L4GD4 (Laguardia); V1BN4 (Villabuena); L3Z4 (Leza). Se incorporaré en breve un cuarto, S4MGO 2019 (Samaniego). Embotellar pueblos por separado tiene su razón de ser y con este dato se explica: entre el viñedo de Laguardia y el de Leza distan sólo 4 kilómetros pero la vendimia difiere en seis semanas; Leza es el último que recogen mientras Laguardia es el primero. He aquí un motivo principal, el punto de maduración de las uvas condicionado por las variables que continuamente referimos (altitud, suelos, orientación, clima…).
En el pueblo de Laguardia, uno de los enclaves de referencia de la rioja alavesa (y de los más turísticos), abre sus puertas UKAN Winery, el proyecto de Koldo Eguren, miembro de una de las familias vitivinícolas históricas de la zona de la que representa la quinta generación. Formado en Comunicación Audiovisual, vinculado a otros sectores profesionales ajenos al vino y residente en California durante varios años, Koldo regresa a su tierra y decide poner en marcha su propia bodega, al margen de la familia y con una filosofía distinta. Dice de ella que responde al estilo californiano en el sentido de que está pensada para hacer vino, esto es, no prima lo bonito sino lo funcional, con los medios imprescindibles para hacer el vino que buscan; también en su caso ese que muestre el origen, el territorio en el que crecen las uvas. Eduardo Eguren, su primo, es enólogo y el director técnico de UKAN, al tiempo que desarrolla su proyecto personal en San Vicente de la Sonsierra (Rioja Alta), Cuentaviñas. Joven pero muy experimentado pues durante años ha trabajado junto a su padre Marcos Eguren en las distintas bodegas que ha ido poniendo en marcha la familia (Sierra Cantabria, Teso la Monja, Viñedos de Páganos, Señorío de San Vicente).
UKAN Winery nace en 2018 y por el momento cuentan con 9,5 hectáreas de viñas en propiedad, casi todo tempranillo sobre suelos arcillo calcáreos en su mayoría, y a una altura entre 500 y 600 metros. Por el momento tienen dos vinos, Senderos de UKAN 2019 (20 €), con un año de barrica, y UKAN 2019 (40,5 €), con 18 meses en roble francés. La primera cosecha fue 2018 en la que sólo salió UKAN y del que sacan unas 15.000 botellas. Entre las dos marcan producen unas 40.000 y ambas salen al mercado como genéricos –sin etiqueta de crianza– para no estar condicionados por el tiempo de la crianza, lo que significa que le darán a cada vino el tiempo en barrica que necesite en función de cómo haya sido la añada. «Senderos» procede de una selección de viñas que van desde los 20 hasta los 70 años, pero en el caso de «UKAN» es todo viñedo viejo de tempranillo (70-90 años). Sus parcelas se distribuyen entre Laguardia, Elciego, Elvillar y Lapuebla. En cuanto al nombre elegido, el mismo Koldo lo explica: «Ukan significa ‘tener’ en euskera, pero además es una palabra corta y sonora con vocación internacional pues es fácil de pronunciar».
Otro reciente vecino de Laguardia es Bodegas 202, el proyecto de un matrimonio estadounidense, Kathleen y Francis, que se enamoró de Rioja y hace tres años lanzaban al mercado la primera añada de sus elaboraciones (2015). Se trata de una pequeña bodega –garage winery, concepto que da una idea del tamaño – centrada en la elaboración de vinos de parcela, a partir de viñedos propios viejos y en altura, que firma el enólogo Luis Güemes, implicado en el desarrollo de esta bodega desde el primer momento como director técnico. Al frente de este proyecto se encuentra Michael Rooney, encargado de continuar el sueño que han iniciado sus padres, abogado en Washington DC pero que pasa gran parte de su tiempo en Rioja. Los tres vinos de la casa, Ansa, Aistear y Crianza, este último ‘el pequeño de la casa’ (12,50 €) que nacía con la cosecha 2017 y que ya tiene en el mercado la 2019. En cuanto a sus hermanos mayores la añada en vigor es la ’17. Aistear 2017 (23 € aprox.), con catorce meses en barrica francesa y americana, y Ansa 2017 (42 €), un tempranillo de viñas de más de 70 años situadas en las zonas más altas de Sierra Cantabria (dos microparcelas de Elvillar y Lanciego), con una crianza de un año en roble francés y del que salen apenas 4.000 botellas.
Bodegas Javier San Pedro tiene el nombre de su fundador y propietario, el joven enólogo Javier San Pedro, quinta generación de otra familia de viticultores y también asentado en Laguardia, donde él nació. Comenzó su proyecto en 2014 pero no inauguró la nueva bodega hasta hace cuatro años. En 2005, cuando tenía 17 años, elaboró su primer vino en la bodega de su padre y fue años después, tras trabajar todo ese tiempo en la bodega familiar, cuando toma la decisión de emprender su proyecto con tres gamas de vinos bien diferenciadas: Cueva de Lobos, elaboraciones fáciles de beber, de corte moderno, ricas en aromas; Viuda Negra asentada en la recuperación de parcelas de viñas viejas de la zona; y por último Anahí, un homenaje a su madre que incluye dos semi dulces (blanco y rosado). Un amplísimo abanico para gustos y momentos. «Queremos que nuestros vinos sean auténticos, innovadores y singulares, que transmitan la expresión y autenticidad de nuestra tierra, desde una visión actual», explica su creador. Cuenta con viñas de menos de 20 años, con las que elaboran los vinos de Cuevas de Lobos, pero el origen de todo es La Taconera, la centenaria de la familia, un viñedo de 1920. A partir de aquí, una de sus máximas es la mínima intervención posible en lo que a la planta respecta, lo que supone, por supuesto, no usas productos químicos de ningún tipo. Reseñados estos jovencísimos proyectos hay que añadir que no son los únicos, si bien sí los más recientes. Pero están también en Baños de Ebro el de Artuke que arrancaba una familia de viticultores a principios de los noventa y ahora en manos de sus dos hijos (Arturo y Kike, de ahí el nombre) ha dado un cambio radical, con la aplicación de pautas biodinámicas como bandera y la recuperación de viñedos abandonados. Y unos tres años hace que la familia García, propietaria de Bodegas Mauro (Tudela de Duero, Valladolid), ha llegado al municipio tras adquirir cinco hectáreas de viñedo. Con el prestigiado Mariano García al frente junto a sus hijos, Alberto y Eduardo, además de viñas han comprado una bodega subterránea para la crianza. De momento, la idea es elaborar pequeñas producciones de un blanco de viura y un tinto de tempranillo que reflejen el territorio. La primera añada que salga será 2020. En definitiva, una subzona, esta Rioja Alavesa, que no para de crecer en cuanto a elaboradores y elaboraciones.