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Opinión

La calva o el vientre de alquiler de Tamara Gorro, la 'influencer' de las causas perdidas

«Reducir la imagen de los pacientes de cáncer a una calva está feo, pero hacerlo con un aire constante de estarse encontrando favorecida es aún peor»

La calva o el vientre de alquiler de Tamara Gorro, la ‘influencer’ de las causas perdidas

Tamara Gorro asiste a la gala de entrega de los Premios Ídolo. | Francisco Guerra (Europa Press)

Las alfombras rojas llevan haciendo sentir especial a la gente, que no siempre lo es, por más de un siglo. Esas telas aterciopeladas llevan aguantando más de cien años el ego de celebridades, políticos y artistas. A este complicado grupo se les han unido recientemente los influencers, que controlan a la perfección el arte de posar, pero que no siempre gestionan bien la sensación de poder que dan dos minutos con una treintena de flashes y millones de ojos sobre ellos. A los más naturales les tiembla la sonrisa, las más torpes con los tacones pueden acabar con algún tobillo dolorido y los reivindicativos suelen acabar mal. Pero a la influencer Tamara Gorro nadie le había  avisado de esto y se presentó a la gala de los premios «Ídolo», o lo que es lo mismo, a la noche de los creadores de contenido digital, con una calva de látex decorada con mariposas, mucho maquillaje y un traje flúor con hombreras.

Hasta este punto y aunque la elección de estilismo era complicada, no había indignación, ya habíamos visto algo parecido en Cristina Pedroche durante las campanadas haciendo de alien. La situación se tuerce cuando la ex (por segunda vez consecutiva) del futbolista Ezequiel Garay, explica con forzada solemnidad que su intención era parecer una enferma de cáncer para dar visibilidad a la lucha, pero todos sabemos (o no) que estar enfermo de cáncer está lejos de sentir mariposas en la cabeza.

Reducir la imagen de los pacientes de cáncer a una calva está feo, pero hacerlo con un aire constante de estarse encontrando favorecida es aún peor, tanto que no vale la excusa de estar dando visibilidad a una de las enfermedades de las que más se habla, entre otras cosas porque afecta a más de 18 millones de personas en el mundo.

A su intrascendente alegato, la influencer añadió algo tan poco innovador como cierto: «El cáncer se cura con investigación», pero ya era tarde y el mundo solo podía ver a una mujer sana, disfrazada de calva, con una frase vacía, que también dejó por escrita en sus redes sociales y a la que decidió no acompañar de algo menos simbólico como un enlace de alguna fundación o desde donde ella misma estuviera recaudando fondos para la causa. En su lugar se leen los nombres de las marcas y de los profesionales de belleza con los que había colaborado para conseguir el estilismo que lejos de salvar a algún enfermo de cáncer había conseguido ofender a muchos de ellos.

La polémica se saldó con las disculpas públicas en prime time de Tamara Gorro, esta vez habiendo recuperado sus extensiones. Pero no nos engañemos, lo que parece malo, no siempre lo es. Tamara también había conseguido captar la atención de mucha gente, incluyendo la de los que seguían la gala y la de los que no sabían ni siquiera que se celebraba y esto para las influencers, como para los recientemente divorciados, es oro líquido. Y Tamara Gorro encaja en los dos grupos.

Hay pocas cosas tan adictivas para el ser humano como sentirse escuchado, deseado o admirado y aunque Tamara Gorro ha intentado en varias ocasiones dejar el vicio y alejarse de los focos, ya sea por su familia, la primera vez que se planteó el divorcio o por su salud mental cuando sufría de depresión, siempre termina encontrado una nueva causa a la que defender desde primera línea de likes. Hace cinco años esta tendencia y bajo el lema: «Lucha, fuerza, constancia. La palabra rendirse no entra en nuestro vocabulario. Gestación subrogada en España». Se convirtió en la musa de las empresas que ofrecen este tipo de servicios. Pero Gorro no tardó en romperle el corazón a su séquito de seguidores subrogados anunciando que estaba esperando a su segundo hijo y que este nacería de manera natural. El paritorio de la influencer se convertía en el final para la peor campaña de publicidad de la historia de los vientres de alquiler.

Prepárense ustedes para la siguiente aparición estelar de Tamara Gorro que, tras haberse disfrazado de enferma de cáncer, podría ser en el anuncio de Marlboro. Y no vayan a ser haters llamándola «incoherente», llámenla «camaleónica» que tiene más engagement

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