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Joseba, hijo de Arguiñano, a sus 40 años: «Los almuerzos en el caserío familiar son un gustazo»

Cada domingo, el cocinero prepara una gran comida para sus seis hijos y catorce nietos y degustan productos de la zona

Joseba, hijo de Arguiñano, a sus 40 años: «Los almuerzos en el caserío familiar son un gustazo»

Joseba, junto a su padre, Karlos Arguiñano. | Antena 3

Karlos Arguiñano es padre de familia numerosa. Junto a su mujer, María Luisa Ameztoy, ha tenido seis hijos; Eneko, Zigor, Karlos, Martín, Joseba y Amaia. Probablemente es Joseba el más conocido, ya que trabaja junto a él en televisión. El joven se ha labrado una gran carrera en el mundo de la repostería, al igual que su tía Eva, y, cuando tiene tiempo, también echa una mano en el restaurante familiar. A pesar de que los dos tienen una vida profesional especialmente intensa, siempre encuentran un hueco para reunirse, tomar un café y, también, para celebrar, cada fin de semana, un almuerzo en el caserío familiar.

«Los almuerzos de los domingos en el caserío familiar son un gustazo», confesó el propio Joseba en una entrevista para Vanitatis. Y es que, en todo momento, Joseba ha querido dejar claro el ambiente familiar que siempre se ha respirado en su casa. Algo que han aprendido de sus progenitores, quienes nunca han perdido la pista a ninguno de sus vástagos. «Los almuerzos de los domingos en el caserío familiar, donde solemos reunirnos casi todos. Al ‘aita’ le gusta hacer la compra, pasa por el vivero, coge algo de marisquito, me pide a mí que lleve el pan o alguna tarta y después uno se encarga de la vinagreta, otro del horno… Esas comidas son un gustazo», aclaró en el mencionado portal.

La especial unión de Karlos Arguiñano con su hijo Joseba

Joseba Arguiñano junto a su padre. Gtres

Y es que su padre siempre ha sido un referente para Joseba. «El ‘aita’, más que un jefe, es un animador, así que es difícil discutir con él. Es exigente con los platos, pero no le interesa tanto ser duro como que cocinemos a nuestra manera y hagamos bien las cosas. En casa es otro cantar. Como todos tenemos un paladar muy crítico, si se te va la sal o se te agarra un guiso todo el mundo se entera», contó sobre su experiencia trabajando con él. Además, de él ha aprendido a respetar «el oficio» y la importancia de «elegir bien el producto». «En mi casa siempre me han inculcado la importancia del qué, cómo y cuándo comprar, saber cuál es el mejor momento para traer las fresas, los hongos, las buenas verduras… Si no tienes una buena harina es difícil que te salga un buen pan, si la mantequilla es mediocre es difícil sacar un buen dulce», aclaró a Vanitatis.

Sí que es cierto que el apellido Arguiñano le ha abierto muchas puertas pero, en ocasiones, ha sido un peso. «Me ha abierto muchas puertas, he podido ir a los mejores sitios a estudiar y a aprender, tener los mejores maestros, disfrutar de un montón de restaurantes increíbles… Todo cosas buenas», aclaró en su entrevista. Tanto Joseba como Karlos comenzaron a trabajar juntos en Cocina abierta, en 2019, compartiendo una gran complicidad televisiva. Además, se ha podido comprobar cómo Joseba ha heredado esa pasión por la televisión de su padre y, sobre todo, sigue con esa gran capacidad para desenvolverse frente a una cámara. Es más, el joven ha confesado, en alguna que otra ocasión, que su progenitor no le ha dado «ninguna lección». «Uno mismo se tiene que tropezar», confesó. En varias ocasiones, Karlos ha bromeado con su popularidad y el orgullo por sus éxitos, con mucha admiración mutua.

Así son las comidas en el caserío familiar de Zarauz

Para Karlos, la relación con sus hijos se fortalece, cada domingo, gracias a compartir mesa. Además, también suelen celebrar cenas diarias, comidas los domingos, así como charlas y risas. Ha fomentado distintas costumbres como plantar árboles en Navidad, lo que es un símbolo de unión y de continuidad generacional. Entre todos ellos, se da una simbiosis de cariño y negocio, ya que confía en sus hijos para liderar puestos clave, dentro de su restaurante, en su hotel, bodega u obrador, sin perder la alegría ni la complicidad compartida. También, ha delegado en ellos ciertas responsabilidades concretas según sus perfiles y combina humor con orgullo, afecto y complicidad. Además, comparten comida, tradiciones, respeto a la independencia y unión familiar.

Todas estas reuniones tienen un punto en común; el caserío familiar de Zarauz. Se trata de una casa tradicional vasca que cuenta con una fachada de piedra tradicional y que está integrada, perfectamente, en el paisaje costero y verde de Zarauz. Tiene una mini granja con gallinas, ocas, pavos reales y cerdos, que el propio Karlos cuida con mucha atención. Está rodeado de huertos, plantas aromáticas y árboles frutales, lo que es un reflejo de su compromiso de lo natural y saludable. Además, el corazón de la casa es una gran cocina abierta al salón-comedor que cuenta con una isla central con vitro, encimera de mármol beige y un mueble de madera oscura. Además, cuenta con una mesa muy grande, para infinidad de comensales, y otra ovalada con vistas al jardín y al mar. La iluminación es natural y abundante gracias a los grandes ventanales, creando una atmósfera cálida y acogedora.

También, el caserío tiene un salón adyacente con mobiliario cómodo, una conexión con la cocina y que es ideal para compartir y conversar mientras se cocina. En el exterior tienen un jardín con mesa de madera, césped y unas vistas a un entorno verde y al mar. Además, la mayoría de los espacios de la casa están diseñados para reuniones familiares, sobre todo los domingos, con comida colectiva en la que participan todos en la preparación. El caserío es tan acogedor que durante la pandemia se convirtió en un refugio familiar perfecto, aislado y lleno de «vida rural» con la mini granja.

«Es familia pura»

Sobre esas comidas que celebran los domingos, tanto Joseba como sus hermanos acuden al caserío sobre las 14:00. Allí se reúnen tanto nietos como hijos que suman más de veinte personas. Es, además, una costumbre sagrada en la familia. Es Karlos el cocinero principal, aunque sus vástagos participan activamente. Así, preparan el menú con cierta antelación, con productos de la huerta y animales de la granja. También, en ocasiones, cocinan en la parrilla exterior y preparan, también, grandes arroces, así como pescados frescos o cordero asado. De entrante suelen preparar embutidos caseros, pan de su obrador, croquetas o pinchos. De principal, se decantan por varias opciones como marmitako, bacalao al pil-pil, chuletón de vaca vieja o verduras, del huerto, salteadas. De postre suele haber flan, cuajada o tarta de queso. Todo regado con vino tinto de su propia bodega, K5.

La sobremesa, además, puede durar horas y hablan de distintos temas como la cocina, sus nietos, la política, el fútbol, recuerdos y bromas. Además, escuchan canciones vascas, se cuentan chistes —Karlos es famoso por ellos—, y a veces los nietos improvisan funciones o juegos. Comen en una gran mesa de madera, en la cocina o, si hace buen tiempo, en el jardín. «Es la comida más importante de la semana. Ahí se cruzan generaciones, costumbres, cariño y mucha comida buena. Es familia pura», confesó el propio Arguiñano.

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