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El terrorismo yihadista dejó más de 9.600 muertos en casi 2.200 ataques en 2021

El Sahel emerge como el principal foco y amenaza con expandirse hacia otros países del golfo de Guinea

El terrorismo yihadista dejó más de 9.600 muertos en casi 2.200 ataques en 2021

Ataque suicida en la capital de Somalia, Mogadiscio. | Europa Press

Los grupos yihadistas, principalmente las distintas filiales de Al Qaeda y Estado Islámico en todo el mundo, se cobraron más de 9.600 muertos en las cerca de 2.200 acciones que llevaron a cabo en 2021, según el último Anuario del Terrorismo Yihadista publicado por el Observatorio Internacional de Estudios sobre Terrorismo (OIET).

En concreto, hubo 2.193 atentados y 9.603 víctimas mortales en un total de 36 países, si bien los países de África Occidental concentraron el 47 por ciento de los atentados y el 44 por ciento de las víctimas, con Burkina Faso como el país más castigado, ya por delante de Malí, donde se originó la amenaza en esta región.

El dato es ligeramente inferior al de 2020, cuando hubo 9.748 ataques y 2.350 muertos, pero llama la atención el hecho de que pese a que el número de ataques parece ir en declive no ocurre lo mismo con el de víctimas. Así, en 2017 OIET contabilizó 13.634 atentados y 1.459 fallecidos.

Afganistán es un año más el país más golpeado por el terrorismo yihadista, con 599 atentados, y también fue el escenario de uno de los hechos más destacados del último año: la vuelta al poder de los talibán veinte años después de ser derrocados tras el 11-S.

Respecto a esta cuestión, tanto el director de OIET, Carlos Igualada, como el director del Departamento de Seguridad Nacional (DSN), Miguel Angel Ballesteros, se han mostrado convencidos de que Afganistán no volverá a ser el refugio que en su día fue para terroristas de todo el mundo, en particular Al Qaeda, cuyo líder, Ayman al Zawahiri, se cree que estaría en este país.

«Lo veo difícil, los talibán seguro que han aprendido la lección», ha valorado el jefe del DSN, mientras que Igualada también ha descartado que vuelvan «a caer en el error» de permitir que Al Qaeda atentara desde el país.

Desde agosto se ha constatado en Afganistán un descenso en el número de atentados, atribuible principalmente al hecho de que los talibán son quienes gobiernan ahora y por tanto no tienen que hostigar a las fuerzas de seguridad ni tampoco cometer atentados contra la población civil para presionar a las autoridades.

No obstante, en el país también opera Estado Islámico Jorasán, grupo detrás del que fue el atentado terrorista más mortífero de 2021, el ocurrido el pasado 26 de agosto contra el aeropuerto de Kabul en plena evacuación por parte de los países occidentales de sus nacionales y colaboradores afganos. Este ataque dejó más de 170 muertos.

África subsahariana, epicentro yihadista

Por otra parte, el África Subsahariana ha pasado a convertirse en «el principal epicentro de la actividad yihadista mundial», en particular el Sahel central –Burkina Faso, Malí y el oeste de Níger– y la cuenca del lago Chad –Nigeria, Níger, Camerún y Chad–, pero con un aumento significativo también de la actividad en la región oriental.

El segundo país con más atentados en 2021 fue Burkina Faso (319), seguido por Malí (281) y Nigeria (173). Tras Irak, fuera del continente, en sexta posición en el ranking están Camerún (129) y Níger (115). República Democrática del Congo ocupa la novena plaza, con 61 ataques, seguido por Somalia, con 59, y Mozambique, con 47.

En el Sahel operan tanto la filial de Al Qaeda (el Grupo de Apoyo al Islam y los Musulmanes, JNIM), como de Daesh (Estado Islámico en el Gran Sáhara, ISGS), particularmente activos en la zona de la triple frontera entre Burkina Faso, Malí y Níger.

Aquí, el número de víctimas se ha disparado. Así, Burkina Faso ha superado por primera vez el millar (1.199), mientras que Malí se queda cerca, con 987. En el caso de Níger pasa de 380 fallecidos en 2020 a 910 en 2021.

Expansión en el Sahel

En los últimos meses, se han producido algunos ataques en países como Costa de Marfil, Benín y Togo, que ponen de manifiesto las aspiraciones expansivas de estos grupos hacia el golfo de Guinea y están obligando a estos países destinar presupuestos y adoptar medidas de lucha antiterrorista. También se estaría extendiendo hacia Senegal, donde se desmanteló este año una célula.

El estudio también apunta a que «uno de los interrogantes por resolver reside en saber si el empeoramiento y el deterioro en términos políticos y securitarios del Sahel Occidental puede acabar desestabilizando al Magreb, algo que sin duda alguna incrementaría el grado de amenaza que el terrorismo yihadista representa para Europa».

En el Magreb, la actividad terrorista en Marruecos, Argelia y Túnez se ha reducido marcadamente en los últimos años tras haber sido «importantes focos de actividad yihadista» y haber registrado atentados de envergadura en el pasado.

Por otra parte, el OIET reconoce que es «preocupante» la expansión en su actividad por parte de Estado Islámico en África Central (ISCA), presente de forma separada en República Democrática del Congo (RDC) y en el norte de Mozambique, y que en el último año ha llevado a cabo ataques en Uganda y Sudán.

Por lo que se refiere a Irak y Siria, donde en su día Estado Islámico forjó su ‘califato’, el grupo ha intensificado su actividad en el último año, con ataques puntuales pero también algunas acciones bien orquestadas y planificadas. En Irak, hubo 134 ataques, frente a los 95 del año anterior, mientras que en Siria se produjeron 94, la misma cifra.

Ataques en Europa occidental

En Europa Occidental, en 2021 hubo una reducción considerable del número de ataques de inspiración yihadista, en línea con los datos de 2018 y 2019, frente al repunte de 2020, cuando hubo 17 acciones de este tipo. Así, el informe contabiliza cinco ataques con diez víctimas mortales.

OIET ha constatado que los ataques registrados –dos en Francia, uno en Alemania, otro en Noruega y otro en Reino Unido– son obra de terroristas que actúan por cuenta propia tras haber iniciado un proceso de radicalización, en general vía ‘online’.

El hecho de que se trate generalmente de atentados de «bajo presupuesto, escasa planificación y contando con la participación de un único terrorista» se traduce en menor número de víctimas pero también conlleva «una mayor dificultad para que los responsables de la lucha antiterrorista puedan anticiparse y conseguir evitar que se produzcan», subraya el anuario.

En otro orden de cosas, el informe constata que el 80% de los ataques más virulentos han sido obra de distintas franquicias de Estado Islámico, en particular la de Afganistán y la que opera en el Sahel. En el caso de Al Qaeda, su filial JNIM está detrás de uno de los ataques más letales del pasado año. Esta franquicia –en realidad una coalición de cuatro grupos– es la más activa junto con Al Shabaab en Somalia.

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