La alianza occidental de apoyo militar a Ucrania se atasca por las dudas de Alemania
Berlín ha querido restar gravedad a su resistencia y sostiene con argumentos un tanto confusos que necesita más tiempo
El canciller alemán, Olaf Scholz, ha irritado a unos y desconcertado a otros de los aliados occidentales en el apoyo militar a Ucrania en su guerra contra Rusia por su resistencia a entregar a Vlodimir Zelenski carros de combate Leopard 2, que el presidente ucranio considera vitales para contrarrestar la última ofensiva rusa. La resistencia de Scholz impide de momento que al menos una decena de aliados que poseen esos tanques, de fabricación alemana, los entreguen a Kiev. Así pues, se abre una grieta en la coordinación de los países de la OTAN para poner fin a la invasión militar rusa al país vecino cuando se cumple casi un año del estallido del conflicto. Habrá que esperar cómo de serias son las divergencias.
Berlín ha querido restar gravedad a su resistencia y sostiene con argumentos un tanto confusos que necesita más tiempo. Subraya, además, que es el segundo país después de Estados Unidos que más respaldo militar y económico está prestando a los ucranianos y que ha incrementado notablemente su gasto de defensa en su último presupuesto. El secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, pidió esta semana última en el Foro de Davos a los aliados aumentar la ayuda militar a Ucrania con sistemas antiaéreos, vehículos blindados y carros de combate. Stoltenberg consideró esa ayuda como urgente en vista de la nueva ofensiva que Moscú prepara para esta próxima primavera. Comienza a notarse la incorporación de 200.000 reservistas que anunció Vladímir Putin a finales de verano. El líder del Kremlin estaría estudiando el envío de una nueva leva en los próximos meses.
La palabra clave es hoy por hoy ‘tanques’ y más en concreto ‘Leopard‘. Las miradas apuntan a Scholz, que por otra parte no está pasando su mejor momento dentro de la coalición tricolor de socialdemócratas, verdes y liberales que gobierna desde las elecciones de 2020. Hay divergencias en materia de gestión económica, cambio climático y ahora en la cuestión ucraniana, así como señales de corrupción. Sin embargo, más de la mitad de los alemanes encuestados es favorable a la entrega de Leopard a Ucrania. No pocos analistas locales cuestionan la competencia de alguno de los ministros de Scholz y de la suya propia. La hasta hace unos días titular de Defensa, Christine Lambrecht, dimitió tras un desafortunado vídeo suyo en Nochevieja, aunque ya había dado muestras de torpeza en la gestión de su departamento. Su sustituto, Boris Pastorius, un socialdemócrata sin experiencia en cuestiones de defensa, tuvo que reunirse tres días después de asumir el cargo con el jefe del Pentágono, Lloyd Austin, quien viajó este fin de semana a Alemania para una reunión militar de los socios del frente proucraniano. Austin tuvo que hacer ejercicios malabares cuando los periodistas le preguntaron si comprendía la resistencia alemana a entregar tanques Leopard a Zelenski. “Bueno, se puede hacer más”, balbució. Por otro lado, Washington se resiste a su vez a dar a Kiev sus Abrams al estimar que son vehículos de sofisticado manejo. El Reino Unido sí que ha adelantado que dará sus Challenger.
Los ucranianos en la primera parte de la invasión fueron capaces de destruir muchos de los tanques enemigos. Se habló del mal estado de esos vehículos, pero menos de la pésima estrategia rusa mostrada durante los primeros meses. Eso parece que el Kremlin trata ahora de evitar, aunque dando también palos de ciego, con el relevo del mando militar que conduce la ocupación. Ucrania sólo dispone, y en escaso número, carros de combate rusos. Zelenski, en una videoconferencia estos días pasados en Davos, se dirigió directamente a Scholz, presente en la sala, para implorarle el envío de los Leopard. Scholz eludió dar una respuesta. Polonia, que se siente directamente amenazada por la invasión rusa, es de los países de la OTAN que más ha expresado irritación por la actitud de Berlín e incluso manifestado estar dispuesto a entregar a Zelenski varios de sus Leopard, si bien es consciente que eso violaría su acuerdo comercial con Alemania.
«Más de la mitad de los alemanes encuestados es favorable a la entrega de Leopard a Ucrania»
En algunos medios occidentales ya se ha inventado un nuevo vocablo inglés para describir la personalidad del canciller Scholz: scholzing, con el cual se describiría más o menos una conducta elusiva. Está por ver si con buenas o malas intenciones. Se sabía que no sería fácil para el actual canciller, socialdemócrata, vicecanciller y ministro de Economía en el anterior gobierno , sustituir a la cristianodemócrata Angela Merkel, tal vez la única política con liderazgo dentro y fuera de su país durante la pasada década. Muchos se preguntan si la crisis ucraniana y la decisión de Putin de invadir habrían sido posibles estando Merkel en el poder. Scholz es un político más bien gris, sin poco carisma, pragmático y con un punto ácido en algunos comentarios lo que le reporta dificultades en las relaciones. En realidad, a lo que aspiraba cuando llegó a la cancillería era que no se notara demasiado la ausencia de Merkel. Sin embargo, en su defensa hay que admitir que estuvo a la vanguardia de los países europeos durante la pandemia y en la creación de un fondo extraordinario para paliarla aceptando la mutualización de la deuda. Igualmente, se distinguió por respaldar económica y militarmente a Ucrania pese a las consecuencias que ello derivaría para su país por la dependencia alemana del gas ruso.
Sin duda, las vacilaciones en el asunto de los Leopard esconden el temor, humano, de que la guerra ucraniana se agrave todavía más e implique de una manera definitiva a la Alianza Atlántica. Su secretario general sostiene que es difícil predecir cuándo finalizara. «Nadie sabe cómo terminará esta guerra, pero lo más probable es que lo haga a través de una negociación. Y si se quiere una paz negociada, es necesario proveer soporte militar [a Ucrania]. Las armas son la vía hacia la paz», ha dicho Stoltenberg en Davos. Putin, en medio otra vez de los rumores sobre su salud, ya ha avisado que el combate se endurecerá y se alejará la paz si Occidente ayuda a Kiev con más armamento.
Hoy tendrán oportunidad en París de discutir a fondo la crisis ucraniana y las dudas alemanas sobre los Leopard el presidente francés, Emmanuel Macron, y el canciller Scholz con ocasión de la ceremonia del 60º aniversario del tratado de amistad y cooperación franco-alemán, suscrito por el general Charles de Gaulle y Konrad Adenauer con el que se ponía fin a las heridas de la Segunda Guerra Mundial. La ceremonia coincide con el anuncio de Macron de incrementar el presupuesto militar francés hasta proporciones históricas -413.000 millones de euros- entre 2024 y 2030, una suma que se remonta a los tiempos de De Gaulle cuando Francia decidió dotarse de armamento atómico. Macron considera que hay que prevenirse ante la incertidumbre que se abre en los próximos años y extraer las consecuencias. El mandatario francés sostiene que la raíz de la guerra en Ucrania es una crisis existencial de la propia Rusia, la eventualidad de un proyecto imperialista de Putin e invadir naciones vecinas sobre las que cree tener derechos.
Es cierto que no hay empatía entre Macron y Scholz, lo cual no significa que existan serias diferencias y rivalidades incrables. El primero aspira a tener en Europa el carisma que no tiene en su país, levantando en su contra por su plan de reforma de las pensiones. El segundo, es un funcionario ducho en asuntos económicos, pero que a veces da la impresión de querer marcharse a casa o al bar a tomar una cerveza y disfrutar de un emocionante partido de fútbol. La historia muestra que siempre hubo recelos entre los dos países a medida que Alemania fue superando los complejos de derrota y logrando ser la primera potencia económica europea. Fueron patentes esas desconfianzas durante los mandatos de François Mitterrand y Helmut Kohl, si bien ello no impidió hacer posible la ampliación de la Unión Europea con el ingreso de España y Portugal y la integración de las dos Alemanias. Nadie discute que por el bien de Europa, Francia y Alemania se necesitan y el resto de los demás países europeos los necesitan también.