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Biden va a Kiev, Putin se da un baño de masas en Moscú, pero el heroísmo está en Zelenski

¿Qué ha logrado hasta la fecha Putin? En lo militar, poca cosa, y en lo político se ha visto sorprendido por la unidad dentro de la Alianza Atlántica y la Unión Europea

Biden va a Kiev, Putin se da un baño de masas en Moscú, pero el heroísmo está en Zelenski

Volodimir Zelenski. | Europa Press

Abruman las declaraciones y los análisis un año después de la invasión de Rusia en Ucrania. Han fallado todos los cálculos que anticipaban que la acción rusa sería un paseo militar de pocos días. La única certeza estuvo en los servicios de inteligencia estadounidenses, que fueron quienes alertaron sobre la fecha y casi la hora de entrada de los soldados rusos en territorio enemigo en lo que Vladímir Putin calificó como «operación militar especial» para destituir a esa «panda de nazis» que gobernaba en Kiev. Ahora nadie se atreve a apostar cuándo terminará el conflicto. En realidad, antes que conflicto se trata de una ocupación ilegal de una nación en violación de la soberanía territorial y de todas las leyes del derecho internacional. Entretanto, el Pentágono habla de otra inminente ofensiva rusa y el plan de paz propuesto el viernes por China ha sido recibido con bastante escepticismo. Hay excepciones: en España ha sido aplaudido con entusiasmo por el ex presidente José Luis Rodríguez Zapatero antes siquiera de leerlo y convertido por un día en sinólogo.

Espero que el año próximo por estas fechas no sigamos hablando de guerra, dijo hace dos días un emocionado Volodimir Zelenski, el presidente de Ucrania, a quien sin duda su pueblo lo considera un héroe. Auguró que Putin termine en La Haya para ser juzgado por crímenes de lesa humanidad. El pasado lunes recibió la breve visita de Joe Biden. Kiev se ha convertido en un paseíllo de mandatarios occidentales. Pedro Sánchez acaba de hacerlo por segunda vez. El líder de la Casa Blanca aseguró a Zelenski que su país continuará apoyándole mientras Putin no se retire. Estados Unidos ha proporcionado hasta la fecha más de 110.000 millones de dólares en ayuda militar, económica y humanitaria, lo que le convierte en el principal proveedor de Ucrania.

Putin aseguraba el martes en un discurso en el pleno de las dos cámaras federales, que se equivocan quienes piensan que el Ejército ruso puede ser derrotado. No lo ha sido a lo largo de la historia y tampoco lo será ahora, sostuvo. Una bravuconada, cuestionable, de las suyas, porque en 12 meses de enfrentamientos más de 100.000 soldados rusos han caído tantos como ucranianos, además de cerca de 50.000 civiles muertos. Además, los daños de material militar son cuantiosos. En cualquier caso, él habla ya de una «normalización» de la guerra como si preparase al país para una larga y sacrificada situación. Putin puede seguir siendo presidente dos mandatos más hasta 2036, de acuerdo a la última reforma constitucional. Esa es la trágica realidad de una invasión salvaje justificada por la necesidad de proteger la seguridad de la fronteras rusas. Un día después, el líder del Kremlin quiso darse un baño de masas en el histórico estadio Luzhniki, donde se celebraron los Juegos Olímpicos de 1980, boicoteados por EEUU por la invasión de Afganistán, y la final del Mundial de fútbol de 2018. Más de cien mil gargantas gritaron «Rusia, Rusia, Rusia» para su felicidad. Su satisfacción debió de ser enorme. Sin embargo, seguro que no olvidó que otros grandes caudillos como Adolf Hitler o Benito Mussolini fueron vitoreados por miles de seguidores y luego terminaron trágicamente.

De momento no parece que se atisbe ningún golpe palaciego para derribar a Putin. Las élites civiles, los tecnócratas, el ejército, los servicios de inteligencia, todos parecen seguir respaldándole en esta guerra por miedo, hipocresía o porque sencillamente no ven salida a la ratonera en la que les ha metido y el futuro puede ser peor. Cierto, hay serias disensiones en la estrategia. Putin ha cambiado en este tiempo al responsable de las fuerzas de ocupación y la gestión del ministro de Defensa y del jefe del Ejército ha sido cuestionada varias veces por el cabecilla de los temibles mercenarios del Comando Wagner, que protesta por la falta de munición. Munición es también lo que pide Zelenski, pero a los occidentales.

¿Qué ha logrado hasta la fecha Putin? En lo militar poca cosa. Controla poco más del 20% del territorio que abarca el Donbás, el área sureste de Ucrania. Algunas de las poblaciones anexionadas y convertidas en territorio ruso en referendos ilegales no las llega a dominar. El progreso de los primeros días se vio frenado en verano por las tropas ucranianas después de que Zelenski fuera persuadiendo a Estados Unidos, la Unión Europea y la Alianza Atlántica para enviar más ayuda y  frenar los atropellos contra la población civil. Algunas sucesos pasarán a la historia como el de la matanza de inocentes en Bucha. El presidente ucraniano consiguió que los países aliados comenzaran en una primera etapa a suministrarle material militar no pesado, pero luego debido a sus presiones se pasó a sistemas de defensa antiaérea y recientemente carros de combate tras vencer Biden y el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg la resistencia del canciller Olaf Scholz. Su próximo objetivo son aviones de combate. El líder del Kremlin se vio obligado a movilizar a 300.000 reservistas, que ya se encuentran en acción, pero que carecen de experiencia militar. La moral de la tropa es baja.

Y en lo político, el líder ruso se ha visto sorprendido por la unidad dentro de la Alianza Atlántica y la Unión Europea si se exceptúan algunas reservas de Hungría. Tanto la UE como la OTAN han prometido a Zelenski la apertura de negociaciones de ingreso en ambos clubes aunque ello se presume complicado. Putin contaba, y sigue confiando, con que se produzcan fisuras en el lado occidental. Ahora no es tan claro determinar si la prolongación de la contienda beneficia más a uno que a otro. Dos países nórdicos -Finlandia y Suecia- se aprestan a entrar en el bloque militar occidental. Las sanciones económicas impuestas por los occidentales no han dado todos los frutos que EEUU y la UE esperaban pese a que los europeos han hecho un esfuerzo para cortar la dependencia del gas y el petróleo rusos. Moscú lo está derivando a otras naciones como China o Turquía. Se pensó al comienzo que estas medidas golpearían fuerte al bolsillo del ciudadano ruso. En cualquier caso, según datos del Banco Mundial, la economía rusa se ha contraído más de cuatro puntos el año pasado y es previsible que se reduzca más si la guerra persiste.

Sigue siendo un misterio cuál es el verdadero apoyo de la población rusa a la invasión. Los medios de comunicación están controlados por el Gobierno. El semanario británico The Economist cree que un 70% de los rusos quieren que termine la guerra. Eso siempre es difícil de confirmar. Además, los ciudadanos saben que un gesto público contra la invasión puede acabar en arresto y en una severa condena de cárcel. Lo que sí parece más comprobable es el éxodo de población al extranjero, entre ellos muchos intelectuales, sobre todo a raíz del anuncio de movilización de reservistas.

Putin culpa a Occidente, a Estados Unidos en primer lugar y a la OTAN, de ser los causantes de la guerra. El martes, en el informe sobre el estado de la nación ante las dos cámaras parlamentarias, anunció la suspensión del tratado de control de armas nucleares firmado en 2010 por Barack Obama y Dmitri Medvédev. Es verdad que el acuerdo estaba en crisis desde principios de esta década al resistirse Moscú a la inspección de sus cabezas atómicas por parte de Washington. En cualquier caso, nada de bueno se puede prever sobre el futuro de la carrera armamentística.

Finalmente, el plan de paz de 12 puntos anunciado este viernes por China ha sido recibido con bastante escepticismo e incluso sospechas por parte de EEUU y la UE. Pekín jamás ha escondido sus buenas relaciones en el presente siglo con Moscú como «aliados para todo» y nunca ha condenado la invasión. China, que tiene pánico a ser contagiado por una caída violenta del régimen putiniano (jamás ha digerido los sucesos de Tiananmen en 1989), propone negociar un alto el fuego, pero el texto es muy ambiguo respecto a la retirada rusa de los territorios ocupados. Todo parece colocarlo en el plano de la equidistancia donde no ha habido agresor ni agredido. Los analistas occidentales creen que lo que realmente desea el presidente Xi Jinping es sacar el máximo provecho propio del final de la guerra y de la futura reconstrucción de Ucrania y debilitar el liderazgo mundial de Estados Unidos. La periodista e historiadora estadounidense Anne Applebaum, premio Pulitzer, experta en Rusia y Ucrania y autora de libros tan reconocidos como Entre Este y Oeste y El ocaso de la democracia, afirma: «Esta guerra sólo terminará para siempre con la derrota rusa. Rusia tiene que experimentar la derrota y entender que la guerra fue un error, porque lo que no queremos es que se produzca algún tipo de negociación o de alto el fuego y dentro de dos o tres años invada otra vez».

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