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La rebelión de Wagner: ¿una oportunidad perdida para Ucrania?

¿Qué ocurrió? ¿Por qué Kiev ignoró o desestimó este aparente regalo de Prigozhin?

La rebelión de Wagner: ¿una oportunidad perdida para Ucrania?

Soldados de Wagner retirándose de Rostov (Rusia) este sábado. | Reuters

El 24 de junio 2023 fue un día extraordinario. El jefe, Yevgeni Prigozhin, de una milicia de mercenarios llamada Wagner, desplegada en el pivote del frente oriental ruso-ucraniano, Bajmut, a lo largo de 23 km, se declara en rebeldía y abandona sus posiciones. Estos efectivos, unos 13.000 (una brigada y dos batallones), se dirigen a la retaguardia y retrocede hacia su comandancia en Rostov. 

Al mismo tiempo, una columna de Wagner de unos 80 vehículos y 3.500 efectivos toma dirección hacia Moscú con la audaz misión de completar «una marcha patriótica» para derrocar al ministro de Defensa, Serguéi Shoigú y su comandante en jefe de Stavka, el general Guerásimov, esperando que la población y el ejército se una a esta «ola popular» de un líder paramilitar acorralado y sin opciones. A las diez horas, la bufonada es cancelada y las unidades de la milicia Wagner retornan a su sección del frente tras su rendición a las Fuerzas Armadas rusas y su jefe exiliado a Bielorrusia.

Durante esas diez horas, unidades regulares del Ejército ruso trataron de cubrir esos 23 km de frente abandonados con unidades de reserva. Unidades poco entrenadas y noveles al frente Oriental. Cuando volvieron las unidades de Wagner y se retiraron las reservas en frente estaba casi intacto, solo en un sector lateral las tropas ucranianas avanzaron 600-800 metros, en otro no llegaron a los 500 . El día 25 de junio, tras los sobresaltos del día anterior, la ofensiva, o contraofensiva ucraniana continua.

¿Qué sucedió durante estas 10 horas en un hueco del frente ruso por el cual se enfrentaron encarnizadamente durante 10 meses ambos bandos, perdiendo unos 20.000 efectivos los rusos y unas 16.000 los ucranianos? La respuesta es nada, o peor que nada: un «espera y veremos», al parecer una orden proveniente directamente desde Kiev que paralizó la contraofensiva mientras los rusos resolvían su pequeña ópera bufa. ¿Oportunidad perdida? ¿Falta de iniciativa? ¿Expectativas exageradas que topan con la realidad?

El líder de Wagner, Yevgueni Prigozhin. | Reuters

El escenario era perfecto para una operación combinada de carros con apoyo aéreo para romper la línea rusa y perseguir a los mercenarios de Wagner; y quizás hasta tomar el centro logístico de Rostov. Este golpe, con la confusión reinante en las formaciones rusas, podría crear reacciones en cadena en todo el frente —como el pasado invierno en Járkov y Jersón— y hacer retroceder a las fuerzas de ocupación, aumentando la crisis política y estratégica de la asonada de Wagner. Pero nada, no se hizo nada.

Se dice que el presidente Zelenski sufre del mismo mal que el último zar Nicolás II, falta de decisión e intromisión en asuntos de segundo nivel más adecuados a sus subordinados de Estado Mayor, Asesores o Gabinete. Durante los últimos años de la Rusia zarista existía una anécdota (chiste) popular; «¿Cuál es la persona más poderosa del Imperio Ruso? Respuesta: el Zar y la última persona que habló con él». Esta anécdota vuelve a ser popular, pero esta vez en el Kiev de la tercera década del siglo XXI. De todas formas, esa parálisis y cautela estará dando quebraderos de cabeza en la ejecutiva ucraniana. 

Será una de las cuestiones de esta guerra que se resolverá por historiadores o futuras tesis doctorales. ¿Fue una oportunidad perdida? ¿Un error? ¿Cómo se explica dentro de la tan anunciada y decisiva contraofensiva ucraniana pertrechada con material, tecnología e inteligencia occidental que iba a inclinar a balanza del lado de Kiev?

8 de junio. ¿Día D de los ucranianos?

La tan esperada contraofensiva ucraniana al parecer comenzó el pasado 8 de junio con un ataque frontal de tres de las doce brigadas entrenadas y equipadas por la OTAN que con carros Leopard y Bradley en Zaporiyia apoyadas ofensivas menores de distracción al norte y este —una brigada cada una— cuyo objetivo era y sigue siendo la ciudad de Melitópol. Una vez tomada la ciudad, la «maniobra envolvente» sería subir por la costa hacia el este «liberar» Berdiansk y seguir a Mariúpol en la costa de mar de Azov. Una vez separado el puente terrestre entre Crimea y las zonas ocupadas de la confederación de Nueva Rusia en el este y la Federación Rusa, envolviendo al grueso de las fuerzas rusas del centro —unos 30,000 efectivos en seis BTR— subiendo a Vugledar. La siguiente fase, presumiblemente con refuerzos del oeste de las siete brigadas restantes, sería o tomar Donetsk, o seguir por la costa del mar de Azov y neutralizar la base de retaguardia y suministro rusa en Taganrog, o ambas, según el grado de pánico y retirada esperada de las fuerzas rusas. 

Ambicioso plan que, lamentablemente, tras varios días de contacto cinético con las reforzadas defensas rusas, según fuentes occidentales, no consiguió romper las líneas rusas y los avances fueron anecdóticos. Las razones pueden ser varias: uno, el uso equivocado de los carros —como los británicos en el Somme (1916), los ucranianos utilizaron pocos carros y desperdigados por las unidades sin concentrarlos en un eje de penetración—; dos, la falta de apoyo de la aviación a baja altura, ya que los drones no dan la suficiente cobertura y la aviación ucraniana no vuela bajo por temor a los antiaéreos rusos, y sin superioridad aérea, los carros son más que inútiles, son ataúdes de metal; y tres, la insuficiencia de efectivos. Para tener éxito en una contraofensiva de este calibre se necesita, además de control del espacio aéreo, una superioridad de tres a dos del atacante. Los ucranianos necesitan usar las doce brigadas en este sector solamente para llegar a este equilibrio y otras doce en reserva para alcanzar los 120.000 efectivos necesarios para atajar a los 80.000 rusos en este sector. 

Al final, el 16 de junio, el alto mando ucraniano anuncio «la ofensiva ucraniana ha conseguido éxitos tácticos y sufrido un número considerable de bajas», una sorprendente declaración que auguraba una pausa en la ofensiva. Las autoridades ucranianas nunca dan números de sus bajas. Otras fuentes estiman desgaste marginal y «bajas en cientos de efectivos más que en miles». Las pérdidas de material son contradictorias. Por parte rusa, reclaman «docenas de carros inutilizados»; por parte ucraniana, «la pérdida es anecdótica y no llega a afectar la contundencia de la fuerza en el frente».

Desde el 16 de junio y hasta el sorprendente sábado 24, la contraofensiva ucraniana, según el portavoz de las Fuerzas Armadas de Kiev, va en clave de tentativas exploratorias a «ataques puntuales para señalar y localizar sectores débiles en el frente» y a «crear caos y confusión en las líneas rusas para aprovechar la oportunidad de dar un golpe certero». El día 24, gracias a la ocurrencia de Prigozhin, esa oportunidad se hizo realidad durante diez horas en el frente de Bajmut. ¿Qué ocurrió? ¿Por qué se ignoró o desestimó este aparente «regalo de Wagner»?

Tras esta breve «ventana de oportunidad» la actividad en el frente volvió a los días anteriores de la fallida asonada. El 26 de junio la CNN, que hace eco de otros medios occidentales, sentenció que «la contraofensiva ucraniana no está cumpliendo con las expectativas generadas». El portavoz de la presidencia en Kiev pidió paciencia y exclamó con quizás un atisbo de frustración: «La ofensiva ucraniana no es una película de Hollywood». La impaciencia es mala consejera y estamos a solo tres semanas de la campaña ucraniana de primavera-verano y esta guerra se mide en años y no en semanas o meses.

Hasta que empiece a llover en serio a finales de agosto/principios de septiembre, quedan diez o doce semanas. Al gran genio militar y dictador francés, Napoleón, se le adjudicaba una arenga curiosa. Ante sus mariscales y generales que se iban a enfrentar los ejércitos de las Naciones a las afueras de Leipzig en 1813 proclamó: «No necesito buenos generales, necesito generales con suerte y audaces». Me imagino que, en estos momentos, Zelenski y su gabinete tendrán deseos similares a los del malogrado emperador galo.    

Andrew Smith Serrano es analista del Centro de Seguridad Internacional, que pertenece al Centro para el Bien Común Global, y profesor de la Universidad Francisco de Vitoria.

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