THE OBJECTIVE
El buzón secreto

La vida en peligro por criticar al rey de Marruecos

La increíble historial del teniente marroquí Abdelilah Issou revela los riesgos de ir contra una monarquía como la alauí

La vida en peligro por criticar al rey de Marruecos

El rey de Marruecos, Mohamed VI. | EFE

Conocí al teniente marroquí Abdelilah Issou hace cerca de 20 años. Hace unas semanas he leído unas declaraciones suyas con motivo de un viaje a Argelia. En ellas lanza unas duras críticas contra la monarquía de Mohamed VI, acusa de corrupción a los altos mandos del ejército y describe con mucho detalle cómo Israel ha tomado posesión de las alcantarillas de Marruecos.

Issou es un patriota, un exmilitar que creyó hace 25 años que su deber era denunciar el mal funcionamiento de diversas instituciones de su país. Unos matones marroquíes intentaron arrebatarle la vida en España. Dejadme que os cuente, que os contemos, su apasionante historia.

En 1997, Abdelilah contactó con el consulado español: «Pedí hablar con el agregado de prensa, porque mi intención no era hacer de espía para el CNI, sino que se publicara en la prensa española lo que estaba pasando en palacio [el de Rabat] y dentro del Ejército marroquí, es decir, los escándalos de corrupción, tráfico de droga… Lo de espiar me lo propuso el ‘diplomático español’ a raíz de nuestro segundo encuentro, además de proponerme un plan que consistía en formar un grupo clandestino de oficiales, que se llamaría Oficiales Libres Marroquíes, cuya misión sería, a largo plazo, el derrocamiento de la monarquía en Marruecos y la instauración de un régimen democrático. Me prometió dinero, asesoramiento, e incluso armas si hacía falta, y acepté. Lo de espiar hay que matizarlo. Como se dice, a veces el fin justifica los medios, y lo de colaborar con el CNI no fue sino un medio para llegar a derrocar a un régimen dictatorial, corrupto y podrido, que es la monarquía alauí, un acto de resistencia».

J. M. de L., el «diplomático», en realidad un agente del servicio secreto, le encargó reclutar oficiales y recabar información sobre la familia real [marroquí], algún que otro político e información militar. Le prometieron que, si llegaba el caso, le ayudarían a salir del país, le darían asilo en España, le protegerían y le garantizarían una vida digna. Desgraciadamente no cumplieron ninguna de esas promesas. 

«Deserté del Ejército cuando supe que estaba vigilado por el contraespionaje. Mi contacto me aconsejó seguir con mi rutina como si nada, pero era mi pellejo el que estaba en juego, y sabiendo lo que me harían una vez arrestado, no lo dudé ni un solo momento. El CNI me dejó tirado. Deserté del Ejército en septiembre del 2000, y estuve escondido hasta finales de octubre, cuando pasé la frontera entre Marruecos y España en Ceuta y llamé a mi contacto, poniéndolo delante del hecho consumado. Estaba ahí y no tenía más remedio que ayudarme. Nos reunimos en un hotel y mantuvimos una conversación a raíz de la cual me dejó bien claro que, de momento, no se me iba a aportar ninguna clase de ayuda, que tendría que volver a Marruecos y a mi trabajo. Pero me dio cita ahí en Ceuta para el mes de junio del 2001. Era surrealista. Tuve que volver a cruzar la frontera, con un pasaporte que no era mío y con todos los riesgos que eso conllevaba. No volví a mi trabajo y estuve escondido hasta junio. Volví a cruzar la frontera y acudí a la cita. No se presentó nadie. Volví a mi escondite en Marruecos hasta que pude conseguir el pasaporte que me iba a permitir cruzar el Estrecho para la Península, lo que hice a principios de enero del 2002».

En España el CNI no le prestó atención, como si no le conocieran. A cada uno de sus intentos por acercarse ofreciendo su colaboración le respondieron negativamente. Para intentar regularizar su situación y evitarse problemas con el espionaje marroquí, pidió asilo político. Se lo concedieron a pesar de las presiones del gobierno de Rabat para que se lo entregasen. 

Pero la DGED, los espías marroquíes, no se dio por vencida en ningún momento: «En agosto del 2010 fui abordado una mañana muy temprano, cuando hacia footing en el madrileño barrio de Villaverde, por dos individuos marroquíes armados que intentaron hacerme subir a un coche, y si no hubiera sido por una vecina que salió de su casa justo delante del lugar del intento de secuestro, no estaría aquí ahora para contarlo. Mis agresores me soltaron cuando la vieron y salí corriendo. Esperaba recibir un balazo en la espalda, pero logré escapar y volver a mi casa, en estado de shock, pero sano y salvo. Me vestí y me fui a la comisaría del barrio para denunciar los hechos. Llegaron dos agentes de la unidad de información de la Policía Nacional y me llevaron con ellos a su oficina. Ahí les conté todo lo sucedido, les di la descripción de los individuos, que eran nacionales de Marruecos. Este incidente pasó solo unas semanas después de empezar unas conversaciones con otros opositores asilados marroquíes en Europa para formar un movimiento político, así que no tengo ni la menor duda de que el intento de secuestro fue obra de los servicios de seguridad marroquíes. Después del incidente de Villaverde empecé a temer por mi vida y a sentirme menos seguro que antes”. 

Los años han pasado y la rebeldía de Issou no ha parado. Es uno de los opositores al régimen que no ha cejado en su empeño de denunciarles. Esperemos que prevalezca su libertad de opinar. 

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