Sin sorpresas en los golpes de Estado de África Occidental
Va siendo hora de que vayamos logrando entender que lo mejor para África es bueno para nosotros
Los golpes de Estado africanos, los de ahora en Níger y Gabón, también los de antes en Malí, Guinea-Bissau, y los que pueden estar engendrándose en Camerún o en Togo, poseen sus propias peculiaridades. Por ejemplo, el de Níger es de carácter geopolítico, en tanto que el de Gabón se ha desarrollado en clave interna al objeto de tratar de desembarazarse de la ya exagerada corrupción que exhibía una nomenclatura en el poder que se extendía por cincuenta años.
La inmensa mayoría de las respectivas poblaciones han bendecido las asonadas, todas ellas ejecutadas desde las fuerzas armadas, y casi todas ellas con escaso protagonismo de la ciudadanía en la perpetración del golpe. El paisanaje carece de protagonismo político, pero eso no le exime de engendrar posiciones y respuestas privadas, casi coincidentes en el rechazo a la acción colonizadora francesa, que desde la descolonización de mediados del siglo XX, ha venido ejerciendo una colonización encubierta, caracterizada por seguir beneficiándose de los privilegios pretéritos, a cambio de sostener élites y regímenes locales corruptos que siempre le fueron vasallos gracias al apoyo externo francés en su legitimación internacional.
China hace hoy algo parecido, también en África. Sostiene internacionalmente gobiernos que le son amables, a cambio de contrataciones que le resultan muy favorables, sustancialmente en los campos energéticos y mineros, así como en el desarrollo de las infraestructuras nacionales. Un siempre todos ganan, camuflado por la exhibición de los supuestos múltiples beneficios recíprocos. Vamos, que China no ha inventado nada hoy, que ya descubriesen franceses y británicos muchos años atrás.
Cualquiera que sea la peculiaridad de los golpes africanos en el África Occidental, todos ellos tienen también como denominador común el creciente ostracismo francés en las que fuesen sus colonias. Espacios de acción y de influencia que son gradualmente ocupados por otros actores internacionales, del mismo modo interesados en beneficiarse de las riquezas africanas, ahora al pairo. Nuevos protagonistas internacionales; ascendidos generales en los ejércitos pobres, desestructurados, ineficientes, desgraciados, pero siempre suficientes para apoyar o derrocar a quienes se exhiben dos metros por encima de los demás.
Otro denominador común africano, tan presente hoy como ayer: la población local. Los nuevos tiempos; las antenas parabólicas e internet que han contribuido al mundo global, la universidad, el contacto con el exterior han desarrollado una muy incipiente sociedad civil. Jóvenes muy activos, si bien con escasa proyección social, como consecuencia del control regimental, el nulo apoyo del que disponen y unos medios de comunicación impresos, sí, diversos, también, pero tremendamente limitados en su proyección e incidencia social, si se tiene en cuenta que las plataformas radiofónicas y televisivas siguen estando adscritas a los respectivos poderes.
Países vulnerables
Los países golpeados hoy, es decir, sometidos a la ejecución de un golpe de Estado militar, poseen en general unas poblaciones tremendamente pasivas. Esa es la realidad. Y no solo por los argumentos básicos expuestos someramente. Principalmente, porque estas poblaciones son solemnemente pobres. No conocemos en el marco de nuestro confort occidental que los seres humanos, sometidos a la penuria extrema, a la mera subsistencia, tienen otras cosas más tangibles de las que ocuparse.
Ante tan marcada y definida vulnerabilidad, los países africanos mencionados son tremendamente vulnerables. No ya solo sus poblaciones. Incluso sus autoridades, siempre expuestas a merced de nuevas potencias post-colonizadoras, además de China. La India, Turquía acechan del mismo modo la potencialidad de la África desgraciada, de la que visto lo visto, cualquiera diría de tal potencialidad. Incluso Argelia y Marruecos, siempre muy atentos a cuanto acaece en este margen del África Occidental que consideran su patio trasero, siempre expuestos a cualquier oportunidad variable en la que inmiscuirse. Algunas veces para bien, como pueda ser el caso de los imanes malaquitas marroquíes, en este caso en la regeneración de terroristas atrapados por la yihad maliense. En otros, para obtener ventaja de cualquier cambio o inestabilidad. Las más de las veces, para competir entre ellos en esa dialéctica estúpida en la que Argelia y Marruecos están inmersos, en aras de la propia grandiosidad africana de cada cual respecto del rival.
Esa estúpida controversia magrebí, que les impide desarrollarse como se merecen, alcanzando un horizonte más lejos en comunión. Muy al contrario, se machacan entre sí, y ya de paso perjudican a cuanto vecino queda expuesto al norte o al sur, con el estrecho de Gibraltar de por medio. Cuánto avanzarían entendidos, y cuánto ganaríamos los demás, sometidos muy por el contrario a su ridícula disparidad, de la que solo ganan siempre los mismos. Pregúntense ustedes mismos quiénes. Discúlpenme, por favor. Se lo voy a decir yo: los respectivos ejércitos nacionales, que alimentan su particular confrontación sobre la base de una amenaza bilateral ridícula, inexistente, pero tremendamente efectiva a la hora de nutrirse de presupuestos de defensa disparatados; de alcanzar posiciones ventajosas en los aledaños de cada poder; de recabar caché social, cuando de salvar a la patria frente al enemigo es de lo que se trata.
Los Emiratos Árabes Unidos, Qatar, Arabia Saudí, siempre ojeando la línea del horizonte marítimo que separa dos continentes, dos culturas, una misma religión. Lo de la religión, que se lo pregunten a los saudíes, que cualquier ventaja de oportunidad es poca a la hora de expandir e incrustar su restrictivo Islam wahabita, frente a la bondad y amabilidad de la versión malaki por poner el caso. Emiratos y Qatar, del mismo modo en competencia recíproca, apoyando a alguien y a su rival, respectivamente. Es decir, sosteniendo y alargando más allá de la dignidad del ser humano cualquier conflicto africano del orbe musulmán, allí donde quiera que se encuentren. O sea, sosteniendo confrontaciones extenuadas y extenuantes, solo alimentadas mediante su armamento y munición.
También Rusia, hoy ángel reparador del supuesto colonizador y ocupante francés en África. No debe ir tan mal en Ucrania como parece, a juzgar por los esfuerzos rusos por penetrar en los países y regiones de los que se ha expulsado a Francia. Más parecido a la asimetría china en lo que al atribuido beneficio mutuo se refiere, y muy distante de Europa, que entrega pasta a cambio del mero tenéis que ser buenos y portaros bien.
Rusia no salvará nada en el África Occidental que predicamos, pero del mismo modo que en política occidental, también necesitan cambios ante tanto engaño y monotonía. Rusia generará apariencia de transformación restauradora. Será un bálsamo tonificante que generará brotes ilusionantes de entre la miseria. Transcurrido más pronto que tarde, apreciaremos y apreciarán la real dimensión de Putin, anhelante por esquilmar cuanto quede a su alcance, a cambio de armas y municiones con las que imponer dictaduras y sostener conflictos. También, y no es baldío, reinstalar en África el escenario que fuese de confrontación entre las grandes potencias, de la que siempre salen perjudicados los mismos: la población.
Los dictadores africanos conocen muy bien lo que supone el poder de la fuerza. Tan bien como yo supongo el daño que hace alimentar armamentísticamente las guerras y los conflictos. No conozco en muchos de mis años africanos ningún conflicto que haya ido a mejor, merced al apoyo que brindan a alguno de los bandos los países externos de uno u otro modo interesados. Tampoco mi amigo y consejero Jorge Naranjo, padre comboniano en Jartum-Sudán, buena gente de verdad, no de las que se proclaman en política. Santo en vida, entregado a la educación como plataforma de transformación de las personas y las colectividades. Dado a los desgraciados que llaman a su puerta, ante la certidumbre del bendito ignorante que aún cree, no como nosotros, en que un Redentor amainará el sufrimiento de una vida que muchos barajan que no merece la pena vivir.
Pasividad africana y élites
Pero creo que es mejor que ponga el acento en las poblaciones, que es donde me quedé antes de virar, tal vez algo ostentosamente a los más relevantes actores externos que merodean África -mis disculpas, por favor-. Mencionaba la pasividad africana como respuesta inerme a tanto alarde pseudocolonialista, a tanto dictador que otorga ventajas a foráneos a cambio de prebendas privadas, así como de dotar de glamour a los regímenes esclerotizados de sus aprovechados gobernantes. Son en cierto modo, que precisamente dice el Padre Naranjo, corresponsables de las nuevas élites que sustituyen a las precedentes, sin precisamente ningún beneficio para el pueblo en la transformación.
Es absolutamente necesario remodelar el modo de relación con África. Aún es posible. No estoy del todo seguro de su posible éxito, blandiendo esa bandera que nos precede siempre, de ser buenos y portaros bien. Es decir, dejad de ser corruptos y tened en consideración los derechos humanos. Esta lastimosa coletilla es una de las grandes razones que ha apartado a África de Europa. Habremos de buscar otros argumentos, alejados del mismo modo de la asimetría que imponen China y Rusia. ¿Es que no se pueden hacer las cosas bien desde la verdad y la legalidad? Si es que no, hemos perdido ante Rusia, cuando por menos por un buen tramo. Hasta que los africanos vuelvan a rechazar a Rusia. Los chinos como competencia han calado bien. Contratan además mucho más barato. Se han impuesto en gran parte de África. También en América del Sur.
Debe quedarnos muy claro que China no busca mucho más allá de la implantación de su comercio. Se sostendrá mucho mejor en África que los demás. Pero nosotros, Europa, tenemos a África a un palmo. Estamos sometidos a sus avatares e incidencias. Es una bomba demográfica, muy distinta de la que los rusos sacan a coalición de vez en cuando, pero tan impactante como la de megatones, o más. Estamos aquí preocupados por las lenguas de uso en el Congreso. Mi lehendakari, del mismo modo, instalado en su cruzada de vascuence siempre y para todos, sí o sí; te guste o no. Y yo empiezo a rondar que no dentro de muchísimo escucharemos suajili como lengua franca y vehicular en España. Es un chiste fácil. Perdón una vez más, pero creo que me entienden.
Es absolutamente necesario construir otra forma de relación europea con África. No me pregunten cual, por favor. Creo que nadie lo sabe. Es preciso primero construir Europa. De ahí precisamente que me aproveche de una reflexión sobre los golpes de Estado en África, para inculcar y perseverar en que más Europa es del todo necesario. Y lo digo desde la dispersión política española. Desde el momento en que presidimos el turno rotatorio europeo, sin que apenas se nos haya visto ni se nos vea entre tanta miseria de otro tipo. No la de verdad. Permítanme por favor. Construyamos Europa. Es una obligación, señores. Mucho más que una necesidad.
A propósito de la población africana. Ante tanta explotación colonial y poscolonial de recursos, incluso humanos, y si no que hablen quienes combatieron por Francia o Reino Unido en la pasada Segunda Gran Guerra. Y no me vale lo de que lo hicieron libres, porque quien está subyugado, queda sometido en su elección ante la vida. Tal sometimiento lo ha sido también en el poscolonialismo, porque sus dirigentes, sus líderes, trabajaron más para Francia y el Reino Unido que para sus respectivos pueblos. Ni siquiera hemos sido honestos cuando hemos tratado de ayudarles contra los fenómenos terroristas instalados en sus propios países. A espaldas de la población que los ha sufrido en mayor medida, evitar que los yihadistas y los flujos migratorios desencadenados arribasen a nuestras costas han sido siempre nuestro último propósito. Me atrevería a decir, que casi único.
Hemos tratado de sembrar la estabilidad conveniente en África. La estabilidad que nos conviene. Siempre a espaldas de la población africana. La ecuación contemplada siempre ha marginado a la población: su sostenibilidad; la estabilidad, sobre el fundamento de integración de las naciones africana; el impulso de sus instituciones supranacionales, siempre renqueantes, entre otras cosas por falta de sostén económico con el que desarrollarlas.
Va siendo hora de que vayamos logrando entender que lo mejor para África es bueno para nosotros. Ya ven, nada que ver con que lo bueno para nosotros es lo mejor de África. Que sutilidad. Tal vez lo logremos comprender si interiorizamos que lo malo y lo peor de África puede dejar a Europa tocada de estribor.
Enrique López de Turiso es analista del Centro de Seguridad Internacional del Centro para el Bien Común Global de la Universidad Francisco de Vitoria (UFV).