THE OBJECTIVE
Enfoque global

Argelia: tan cerca y tan distante al mismo tiempo

Una victoria electoral del conservadurismo en las próximas elecciones españolas podría destapar el atasco diplomático en el que ahora estamos inmersos

Argelia: tan cerca y tan distante al mismo tiempo

El presidente argelino, Abdelmadjid Tebboune (d), llega al aeropuerto de Ar | Europa Press

El próximo 9 de junio se cumplirá un año desde que Argelia suspendiese el tratado de cooperación y congelase su comercio con España. En julio del año pasado quedó vacante el puesto de embajador argelino en Madrid. Nada se ha avanzado desde entonces en las relaciones bilaterales, ni cabe esperar que se produzcan cambios en los próximos meses, cuando menos hasta que se publiciten los resultados electorales legislativos que acaecerán en España el próximo 23 de julio. Después, Dios proveerá.

La mejor visualización del compás de espera diplomático en el que estamos inscritos es la situación de nuestro embajador en Argel, Fernando Morán, hijo de quien fuese ministro de Asuntos Exteriores. Nombrado en septiembre del 2018, ha visto prorrogado su puesto, ante la casi certeza de que Argelia rechazará a quién habría de ser su relevo. Sigue en consecuencia al frente de la representación española, si bien le han sido cortados los canales de interlocución con las autoridades argelinas. 

La  presente situación de crisis no es la excepción en la historia de las relaciones diplomáticas bilaterales entre ambos Estados. Por distintas circunstancias, aunque sí siempre vecinos, o precisamente como consecuencia de serlo, nunca nuestras relaciones han sido ni tan amistosas ni tan colaborativas como proclama la denominación del acuerdo oficial bilateral: Tratado de Amistad, Buena Vecindad y Cooperación. Ha sido necesario adentrarse en el presente siglo XXI para alcanzar un mayor nivel de estabilidad. La cooperación bilateral con Argelia no es hoy mala, pero no es desde luego la ideal. Siempre distante y recelosa, lo que matiza el nivel e intensidad de colaboración. 

Una razón sustancial en la merma de la deseable relación bilateral es que siempre estamos expuestos a los vaivenes que se desprenden de la evolución de la relación argelina con Marruecos. Cualquier impacto español con uno de estos dos Estados despierta el recelo en el rival. Desde España se ha intentado practicar una política global magrebí, como un conjunto que permita superar las vicisitudes bilaterales con cada cual. Es una tarea tremendamente ardua, que en el caso de Argelia se ve del mismo modo afectada por la experimentada, pero también tremendamente persuasiva y áspera diplomacia argelina, con la que es preciso lidiar. 

Sin embargo, muy importante, aun en los momentos de dificultad, como es el caso de la presente situación de crisis, siempre ha quedado al margen la cooperación en materia energética. Nunca se ve afectada por la enrevesada cooperación multidimensional, siempre bien cargada de bonita retórica, pero carente de más y más profundos contenidos. Cabe incidir en consecuencia en una característica definitoria de nuestras relaciones bilaterales con Argelia: si algo define por antonomasia la relación bilateral entre ambos Estados, son los acuerdos alcanzados en materia de suministro y adquisición de gas entre Argelia y España.

Nuestro modelo de relación con Argelia es además pragmático y cortoplacista. La ejecución de nuestra diplomacia con Argelia se ciñe las más de las veces al mero presente, minimizando en gran medida otros aspectos históricos de una relación mucho más rica y profunda que se remonta a los Reyes Católicos. También es así en la vertiente argelina, que pone el acento de su historia en el transcurrir del tiempo sobrevenido desde su independencia, obviando de este modo su interesante y variado pretérito histórico. 

Una imagen ilustra mucho esta actitud. Tipasa, una localidad distante un centenar de kilómetros al oeste de Argel, posee unas bellas ruinas romanas junto al mar. Arquitectura clásica singular que emana de entre el paisaje de pino mediterráneo, bañado además por los azules casi permanentes del cielo y de el mar.  Junto a las ruinas, mal cuidadas y aún peor investigadas, hay una estela en memoria de Albert Camus, al que Argelia siempre ha despreciado por francés, aunque su origen y sus mejores obras literarias se enreden en las calles de sus ciudades y entre sus gentes. Camus «entendió en Tipasa lo que significaba la gloria; el derecho a amar sin medida», que es lo que reza esa estela. Otro país de nuestro entorno habría recabado como suya la gloria de un premio Nobel. Sin embargo, no parece ser el caso de Argelia.     

Argelia, una gran desconocida en España

Es una paradoja el desconocimiento que de Argelia se tiene también desde España. Tan cerca geográficamente, y tan distante al mismo tiempo. Es una hora de vuelo lo que separa Argel de Madrid y Barcelona. Tal ignorancia entra en colisión en comparación con Marruecos, con quien nuestra relación bilateral es mucho más intensa en todos los órdenes, salvo en uno: el comercio energético. De lo que nos separa respecto de Argelia y Marruecos sirvan de muestra los asentamientos de nacionales de uno y de otro país en nuestro territorio. Sesenta y un mil argelinos en España, respecto del aproximadamente un millón de marroquíes. La razón es que los argelinos prefieren Francia como éxodo, que acoge a un millón setecientos mil en su totalidad.    

Es normal que Argelia mire más a Francia que a España. La dominación francesa se extendió por ciento treinta y dos años, hasta 1962. Sus últimos ocho transcurrieron en el marco de una guerra de independencia, tremendamente cruel. Dominio colonial y guerra han dejado como ingrediente sustentador de tal relación, no tanto el amor y sí bastante la desconfianza, lo que genera  una suerte de equilibrio inestable que se hace patente en lo institucional, y que del mismo modo también afecta a sus ciudadanos.  Mezcla de amor y odio, que tiene del mismo modo notable impacto entre las élites argelinas, que son quienes, además de resquemor, siguen encontrando no obstante en Francia espacio para la inversión comercial y acomodo educacional para sus hijos pudientes. El orgullo y la altanería social argelinas, muy evidentes entre sus gentes, nacen muy posiblemente del hecho de haber arrancado su independencia a Francia. 

España, aun desconociéndolo en gran medida, también ha tenido su relación histórica con Argelia, desde que la región de Orán y en menor medida también Argel acogiesen ya en 1505 el asentamiento o tránsito de judíos expulsados por los Reyes Católicos. La región del Oranesado ha estado muy vinculada a España desde tiempo atrás, en distintas vicisitudes y fases. Fue baluarte español en la lucha contra los piratas berberiscos. La leyenda identifica al respecto la cueva de las proximidades del casco histórico de Argel en la que estuvo preso Cervantes, prácticamente abandonada al albur de la suciedad y de los matorrales, lo que es de por sí indicativo del tipo de relación que España y Argelia nos hemos forjado. Cervantes también, como Camus, son expresiones locales del limitado aprecio que Argelia siente por su pasado ajeno a la independencia. 

Con posterioridad al éxodo de los judíos españoles, Orán acogió también el de los moriscos, expulsados en este caso por Felipe III.  Una vez más, la región del Oranesado, tiznada siempre de color oro dominante por la sequedad; en franco contraste con el verdor que caracteriza la mayor parte de la costa argelina, fue el escenario laboral al que se desplazaron agricultores levantinos y baleares en busca de fortuna y oportunidades. En este caso, ya tras la ocupación francesa de Argelia en 1830. 

Las contradicciones son posiblemente otro elemento de la paleta que caracteriza la relación de Argelia con España, tan sometida en no pocas ocasiones a vaivenes y decisiones cambiantes. Ya el régimen de Franco, que en 1975 inició el protocolo energético con Argelia, sometió la relación bilateral a algunas que otras fluctuaciones. En aquel caso, el aislamiento al que Francia había supeditado al régimen contribuyó al apoyo que España brindó después a los muyahidines y a su Frente de Liberación Nacional —FLN— durante su guerra de liberación. Sin embargo, Franco dio también sostén y cobertura a la denominada OAS —creada en 1961 en Madrid—, de la que se valieron los extremistas franceses para intentar detener una independencia argelina que ya se asomaba a su viabilidad. 

También el golpe de Estado militar al Frente Islámico de Salvación —FIS— en 1992 fue objeto de controversia española y europea. Poco antes, en diciembre de 1991, España y Europa validamos en un principio unas elecciones libres y democráticas, que dieron como ganadores a los fundamentalistas islámicos argelinos. Unos meses después aceptamos, sin embargo, el golpe militar que les derrocó. También miramos a otra parte ante la represora estrategia militar con la que Argelia hizo frente al terrorismo. La violencia y la inseguridad ciudadanas provocaron una estampida diplomática occidental. Hubo de esperar diez años para restablecer la normalidad. España, junto con Italia, nunca cerró, en cambio, su legación diplomática en Argel, gesto de apoyo y confianza que los anfitriones siempre nos han agradecido. 

«La presente crisis bilateral entre Argelia y España, cuyo primer aniversario alcanzaremos el próximo 9 de junio, nos ha pillado además en un repunte de la perpetua confrontación entre Argelia y Marruecos»

Argelia, que desde su origen como Estado independiente en 1962 estuvo sólidamente enraizada en la denominada guerra fría, apoyó a cuantos movimientos revolucionarios le pidieron socorro. También al Frente Polisario, que entre 1973 y 1986 perpetró 289 atentados terroristas contra españoles e intereses nacionales. Argelia fue además santuario de ETA en los años ochenta. Instalaciones administrativas de Blida en este caso, una localidad emplazada a setenta kilómetros al sur de Argel, proporcionaron acomodo y entrenamiento a los terroristas, hasta que el fallecimiento de Iturbe Abasolo en 1987 hizo tal cobertura demasiado evidente, además de flagrantemente contradictoria con los acuerdos energéticos entre ambos Estados.

Otra gran crisis de Argelia con España, sobrevenida en este caso, como no, a tenor de la descolonización del Sáhara Occidental, estalló en 1977-78. En aquella ocasión, como consecuencia de haber apartado a Argelia de los denominados Acuerdos de Madrid, en los que Marruecos y Mauritania adquirieron dimensión administradora del territorio. Pero sobre todo, una vez más incidiendo en la contradicción, se nos reprochó el haber traicionado la promesa de descolonización en la que se había comprometido España. En aquella ocasión, Argelia respondió proporcionando acogida al MPIAC canario.  

La confrontación con Marruecos en torno al Sáhara Occidental, así como la vigilancia de la frontera común con Marruecos, son junto con el contraterrorismo los principales argumentos que justifican el muy importante presupuesto del que dota Argelia a sus estructuras de defensa y seguridad. El gasto público destinado a las Fuerzas Armadas alcanzó en 2021 el 15,24 % del total. Se trata en definitiva de hacer evidente y perpetuas unas amenazas, las cuales acreditan inversiones tan reseñables. Ya no solo en armamento, equipamiento, personal y adiestramiento, que hacen del ejército argelino un ente eficiente que se ha forjado el respeto de Occidente, sino también hospitales militares —los mejores del país—, academias y centros de enseñanza, acceso a la vivienda corporativa, beneficios sociales, clubes deportivos y de esparcimiento… A tales prestaciones hay que sumar una incidencia más que reseñable de lo militar en lo político y en lo ciudadano, como estamento heredero y como legado de la independencia nacional, siempre tan mitificada, forjada por los muyahidines en su lucha de liberación. Tales circunstancias otorgan a las Fuerzas Armadas como institución, y a sus miembros como representantes, un inusitado prestigio social, muy por encima de los que poseen otros sectores sociales y laborales.  

La presente crisis bilateral entre Argelia y España, cuyo primer aniversario alcanzaremos el próximo 9 de junio, nos ha pillado además en un repunte de la perpetua confrontación entre Argelia y Marruecos, la cual tiene su origen desde la misma independencia argelina. Esta permanente disputa se reviste de alcance y notoriedad con ocasión de que el presidente Trump, primero, en diciembre del 2020, y Biden, después, por omisión, apoyasen implícitamente el planteamiento marroquí en relación con el Sahara Occidental. A cambio, Marruecos suscribió los acuerdos de Abraham, en virtud de los cuales ha establecido relaciones con Israel. 

Gali y el origen del conflicto energético-diplomático

En la cadena de errores y malentendidos que han venido configurando nuestra crisis bilateral con Argelia, hay un episodio concreto que dispara los acontecimientos. Tiene lugar el 21 de abril del 2021, que es cuando el Gobierno español confirma el ingreso del líder del Frente Polisario —FP—, Brahim Ghali, en un hospital de Logroño, a fin de ser tratado de un cáncer.  En Marruecos se estalla en cólera, y tal vez no sea para menos. No se podría haber resuelto peor: fue traído a España en secreto por solicitud argelina, e inscrito en el centro con un nombre ficticio. Es inaudito que algo tan delicado, de tal magnitud, en el marco de una política española para el Magreb que trata de mantener la equidistancia entre Argelia y Marruecos, sea gestionado omitiendo a Marruecos y con tanta mediocridad. 

Por si fuera poco, a Brahim Ghali se le interrogó hospitalariamente en el marco de una instrucción judicial de la Audiencia Nacional, abierta en el año 2016  por presuntas torturas y asesinatos de disidentes saharauis. El juez archivó inmediatamente el caso. Tal chapuza diplomática acaece además en el sustrato de un recrudecimiento alcanzado en la confrontación militar entre el Frente Polisario y Marruecos, como consecuencia de que un dron marroquí abatiese en abril a quien en ese momento era jefe de la Guardia Nacional saharaui. No es baldío considerar el continuado desacierto de la ministra González Laya.   

Algo menos de un mes después, el 18 de mayo, Marruecos respondió a España provocando la entrada indiscriminada de miles de jóvenes en la playa del Tarajal. Coincidiendo con esta medida, Rabat retiró a su embajadora en Madrid.

Ese mismo verano del 2021, el 24 de agosto, Argelia rompió relaciones con Marruecos. El detonante fue el estallido de un escándalo como consecuencia de un espionaje masivo a argelinos significativos, valiéndose para ello de la infección de sus dispositivos móviles mediante el sistema Pegasus. El fondo de la medida consideraba también la normalización de las relaciones de Marruecos con Israel, lo que Argelia ya venía denunciando desde diciembre del 2020.

El líder del Frente Polisario, Brahim Gali. | EFE

La ruptura de relaciones argelo-marroquíes conllevó el 31 de octubre la no renovación argelina a su expiración del contrato para uso del gasoducto Magreb-Europa, del que nuestra empresa Naturgy es copropietaria. Este gasoducto une las áreas de producción en el desierto argelino con Zahara de los Atunes, a través del estrecho de Gibraltar. En compensación a sus 540 kilómetros de trazado por territorio marroquí, Marruecos recibía de la empresa propietaria del gasoducto un volumen de gas que ahora ha quedado suspendido —el que abastecía a dos estaciones de ciclo combinado para producción eléctrica, las cuales proporcionan a Marruecos el 10 % de su consumo—.

El primer interesado en la compensación a España por el desabastecimiento como consecuencia del cierre de la conducción por este gasoducto ha sido la propia Argelia. Los aproximadamente 6.200 GWh mensuales perdidos por la incidencia, quedaron compensados en 1.600 GWh, canalizándolos como añadido a los transportados por el segundo gasoducto a España, el Medgaz en este caso, puesto en funcionamiento en 2010. Este segundo gasoducto, con una capacidad de transporte superior, en la actualidad 10.500 MWh al mes,  entra en España por Almería. El resto de la pérdida, un 69 %, tendría que ser suministrado mediante buques metaneros, cuyos fletes incrementarían muy considerablemente el precio de la provisión. Para hacerse una idea del alcance y circunstancias de lo que supone el transporte marítimo, cada buque cisterna, aunque variable en carga, transporta aproximadamente 100.000 m3, que viene a ser el consumo diario de gas en España. 

A finales del 2021, año del estallido de la crisis poliédrica entre Argelia y Marruecos, además de con España, Argelia continuaba siendo el principal proveedor de gas natural a España. Ese año, compramos de Argelia 177.990 GWh, el 42,7%  del gas importado. También en 2021, EE.UU. ya suministraba a España el 14,2% de nuestra cesta de compra.

Como respuesta a la crisis con Argelia, España reaccionó mediante la diversificación de nuestro abastecimiento, cobrando entonces protagonismo el suministro de gas licuado mediante buques cisterna desde EE.UU. Hemos aprovechado para ello nuestra muy importante capacidad de regasificación, que con seis plantas disponibles nos otorga el liderazgo europeo en este sector.

La estrategia española consiste en consecuencia en diversificar el suministro gasista. También, en optimizar la máxima capacidad de transporte del único gasoducto disponible con Argelia, el Medgaz,  eliminando la compra de gas licuado GNL a Argelia, que siendo servido mediante buques cisternas y requiriendo de gasificación encarece notablemente el producto final. 

El mes de diciembre del 2021, aún no iniciada la guerra de Ucrania, Estados Unidos ya era nuestro segundo suministrador, con 9.528 GWh en ese mismo mes; un 24,7% del total importado. Le seguían Nigeria, con 6.699 GWh; un 17,4%; y Rusia, que entonces aún proveía de gas barato a los países europeos, suministrando a España 4.195 GWh; es decir, el 10,9% de nuestro total adquirido en ese mismo mes.

Desde entonces, EEUU, pero también Argelia, vienen alternando en el liderazgo suministrador a España, con porcentajes de entregas que oscilan en torno al 25%. Los datos oficiales de nuestro sistema gasista, provistos por ENAGAS, informan de que en Argelia suministró a España en el año 2022, 106.399 MWh. Es decir, el 23,8% de nuestra cesta gasista. EEUU, con 129.938 MWh, alcanzó el 29,1%. Otros países suministradores en este mismo año del 2022 han sido: Nigeria, 61.731 MWh; Rusia, 53.859; Qatar, 14.473; Egipto, 13.569; Trinidad y Tobago, 13.569 MWh.

Los datos, ya de enero del 2023, avalan que Argelia recupera el liderazgo importador. En ese mes de enero, Argelia suministró 8545 GWh, el 25% de la provisión total. Estados Unidos proveyó 7.102 GWh, el 20,7%. Nigeria, 6.932 GWh, el 20,2%. Y como no, Rusia, 6.372 GWh, el 18,6%, beneficiándose pasa ello de que el Gas Natural Licuado (GNL) queda fuera de las sanciones energéticas impuestas desde Occidente. Ese mismo mes de enero, fueron además 26 los buques metaneros que desembarcaron en puestos españoles. 

El descenso de la cuota argelina de abastecimiento a España como consecuencia de la crisis bilateral y con Marruecos ha supuesto una reducción de la importación argelina en torno al 45%. Bien es cierto que la sensibilización ciudadana en relación con la tensión energética internacional, unida a la bonanza invernal, han reducido notablemente el consumo. 

Teniendo en consideración los actuales porcentajes de abastecimiento gasista a España, lejos queda aquel año del 2005, cuando España importaba de Argelia el 60% de su consumo. Lo hacía, además, con un vendedor entonces muy afectado por una componente de inestabilidad política y de seguridad reseñables. De ahí precisamente la inteligente respuesta progresiva de los sucesivos Gobiernos españoles que, habiendo apostado por la diversificación de la provisión, han dispersado el mercado suministrador, si bien siempre con liderazgo argelino, salvo en la actualidad, donde alterna la relevancia con Estados Unidos. 

En el periodo reciente, el tramo de mayor volumen de compra de gas a Argelia fue en 2015, una vez que el segundo gasoducto, el  Medgaz, en funcionamiento desde 2010, alcanzase su eficiencia de transporte, Ese año, España adquirió a Argelia 218.745 GWh —154.573 Gas Natural transportado por tubo GN—, y 57.313 Gas Natural Licuado (GNL).

Ucrania y el nuevo mercado gasista internacional

La guerra de Ucrania está provocando una sacudida del mercado gasista internacional, erigiéndose España en un gran centro de compra y reexportación de energía. El principal mercado de reexportación desde España es Europa, pero también Marruecos se ha visto beneficiado.  Paradójicamente, el gas perdido por Marruecos con el cierre del gasoducto Magreb-Europa lo adquiere ahora en el mercado internacional, para posteriormente ser regasificado en España y reenviado por el mismo gasoducto cerrado por Argelia, pero en sentido inverso. De este modo, España es ahora el principal suministrador energético de Marruecos, consecuencia también de los competitivos precios españoles, de los que Rabat se ve beneficiado como consecuencia de la excepción ibérica. La exportación gasística española a Marruecos supone, eso sí, el firme compromiso español adquirido con Argelia de no revertir a Rabat el gas suministrado a España desde Argel, lo que se viene alcanzando hasta ahora con plena satisfacción por todas las partes.   

Cabe apreciar en consecuencia que la suspensión diplomática argelina a España, si bien ha afectado al volumen de suministro, no altera el compromiso contractual bilateral, ni existe intención de hacerlo en lo sucesivo. Argelia sigue abasteciendo de gas a España. No en la misma proporción, ni a los mismos precios anteriores, pero sí en posición de liderazgo abastecedor. El precio de las subastas de compra se ha incrementado notablemente, ajustado a los vaivenes del mercado internacional, así como a los acuerdos resultantes  al vencimiento de  los contratos. Es preciso considerar que España es después de Italia el principal comprador de gas argelino, razón por la cual, el mero interés mercantilista ha permitido acuerdos razonables entre Argelia y España. Aunque la negociación contractual es habitualmente dura, cabe añadir, no obstante, que se ha visto caracterizada por la seriedad y el compromiso con los que Argelia atiende los acuerdos alcanzados, pudiendo calificarse en consecuencia de fiables sus obligaciones adquiridas en materia de suministro energético.   

Un buque metanero atracado frente al puerte de Algeciras. | Europa Press

Sonatrach, la empresa nacional argelina de hidrocarburos, es la más grande de Argelia. También la más importante de África, así como la onceava más grande del consorcio petrolero en el mundo. Es además quien posee el 51% de la sociedad Medgaz —el 49% es Naturgy—, propietaria de los doscientos kilómetros de gasoducto submarino que separan  Mostaganem, en Argelia, de Almería. 

Pero si el comercio energético con España queda asegurado, no puede decirse lo mismo de los demás sectores que configuran nuestro comercio bilateral. La crisis con Argelia ha congelado el comercio con España, si bien su alcance es más bien limitado. Según el registro de inversiones de España, Argelia ocupa el puesto 57 de la inversión exterior española, en tanto que Argelia se situó en el año 2018 en el puesto 51 de entre los países inversores en España. Esta circunstancia ha permitido la relativa readaptación de los empresarios españoles que trabajaban con Argelia en el inicio de la suspensión.  

De poco ha servido al respecto una iniciativa de gran trascendencia que acometió Argelia en 2020, con la que ha pretendido sin éxito el fomento inversor extranjero. La crisis económica y financiera, motivadas por la en ese momento caída de los precios del petróleo, a la que luego se sumó la importante paralización de la actividad económica como consecuencia del estallido de la pandemia han acotado, y mucho, el emprendimiento empresarial internacional. Estas circunstancias han permitido readaptarse, no sin esfuerzo, pero con relativa facilidad, a las pequeñas empresas españolas que tradicionalmente venían operando con Argelia.  

Estar en mejor disposición para entender el mercado argelino requiere de conocer también la muy curiosamente débil productividad argelina en la mayor parte de los sectores productivos, excepción hecha obviamente del sector gasístico, en el que Argelia, muy al contrario, ocupa una posición determinante, siendo el primer productor africano de gas natural, al que siguen Egipto, Nigeria y Libia. La mentalidad extendida en Argelia es que su país es muy rico, como resultado de la producción energética. Esta suerte de «maná provisto del cielo» ralentiza el emprendimiento empresarial local en todos los demás sectores, satisfaciendo sus necesidades mediante la importación. Tal modelo económico, tremendamente rentista, está dirigido y controlado por una restringida élite empresarial, vinculada las más de las veces a los más altos cargos militares y civiles, que bien de forma individual, bien agrupados por clanes, se reparten el comercio de importación argelino en los distintos sectores y con aquellos productos objeto de necesidad.

«Nada hace pensar que el régimen argelino actual modifique su pulso en relación con España, salvo en el supuesto de que quede reinstaurado el ‘statu quo’ en relación el Sáhara Occidental»

Tratando de hacer prospectiva respecto de cómo evolucionará la actual crisis con Argelia, una victoria electoral del conservadurismo en las próximas elecciones legislativas españolas podría estimular el desatasco diplomático en el que ahora estamos inmersos, siempre y cuando España altere su actual posición con Marruecos en relación con el Sáhara Occidental. Además, la prevista prolongación de los elevados precios de la energía como consecuencia de la guerra de Ucrania sitúa a Argelia en una posición de fortaleza negociadora, que a buen seguro tratará de rentabilizar. 

La robustez financiera, consecuencia de los elevados precios de la energía, dota a sus autoridades de un gran margen de maniobra a la hora de alcanzar lo que en Argelia es un factor político y social determinante: la denominada «Paz Social». Mediante ella, sus autoridades subvencionan productos básicos, gasolina, acceso a la vivienda y otras necesidades sociales, a cambio de sosiego ciudadano en la calle, lo que permite a su vez estabilidad y la continuidad de un régimen gerontocrático, que nunca se ha visto alterado desde la independencia.     

Las protestas ciudadanas, conocidas como Hirak, iniciadas en febrero del 2019 con el objeto de impedir la quinta reelección del presidente Bouteflika, enfermo desde 2013 y prácticamente impedido desde entonces para la ejecución de su función presidencial, desataron una revuelta social considerable que finalmente condujo a su deposición. Los altos generales de las Fuerzas Armadas, el poder real en Argelia, que ya lo habían entronizado como presidente en 1999, acabaron entregándolo como sinónimo de cambio, si bien, en realidad, más bien a cambio de la continuidad del régimen.     

La dura represión de la Hirak, así como la afortunada elevación de los precios de la energía y la consecuente reactivación del Pacto Social, han acabado con una esperanzadora revuelta ciudadana, en gran medida protagonizada por jóvenes, que nunca ha estado tan cerca de provocar cambios políticos sustanciales. Retenido no obstante el poder; extinguida la esperanza de trasformación; recuperada la estabilidad, nada hace pensar que el régimen argelino actual modifique su pulso en relación con España, salvo en el supuesto de que quede reinstaurado el statu quo en relación el Sáhara Occidental. Claro que, ¿qué pasará entonces con Marruecos, muy revigorizado en este caso por el apoyo que recibe de EEUU e Israel? 

Nunca Argelia ha estado y está, tan lejos y tan distante al mismo tiempo.

Enrique López de Turiso, analista del Centro de Seguridad Internacional del Centro para el Bien Común Global de la Universidad Francisco de Vitoria (UFV). 

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