Argentina: ¿un voto contra la casta?
El país suramericano enfrenta este domingo una primera vuelta electoral tan incierta como decisiva para su futuro
A escasas 24 horas de las elecciones argentinas (presidenciales, legislativas, provinciales y locales, las dos últimas en no todas las circunscripciones) es poco lo nuevo, coherente o inteligible que se puede agregar. En buena medida, los aportes que se hagan dependerán de la fe que uno ponga en las encuestas, al haberse convertido, en los últimos tiempos, en una herramienta desprestigiada en todo el mundo a la vez que imprescindible.
Su pérdida de valor se vincula a cuestiones metodológicas, a la resistencia de los ciudadanos a ser entrevistados y a decir la verdad, junto con la omnipresencia de las redes sociales. De este modo, su capacidad predictiva, especialmente electoral, ha quedado en entredicho. Otra cosa muy distinta, obviamente, es su utilidad para conocer las diferentes modulaciones y mutaciones de la opinión pública.
En el caso argentino, las encuestas se equivocaron antes de las elecciones primarias, abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO) y ahora podrían volver a equivocarse. Nada garantiza que no lo hagan. Sin embargo, cifras arriba, cifras abajo, la mayoría de ellas sigue anclada, salvo contadas excepciones, en un escenario de tres tercios.
Antes de las PASO, se vaticinaba que Juntos por el Cambio (JxC) podía alcanzar el primer lugar a partir de la suma de sus dos candidatos (Patricia Bullrich y Horacio Rodríguez Larreta), seguido por la Unión por la Patria (UP), con Sergio Massa como referente, y Javier Milei, de La Libertad Avanza (LLA) a la cola. Ahora bien, el escrutinio de las primarias lo cambió todo, ya que Milei obtuvo el mayor número de votos, flanqueado por JxC y UP, en este orden. Este resultado forzó a los tres candidatos a cambiar el paso y a modificar toda su estrategia de campaña.
Si Milei hubiera quedado tercero, que era lo que esperaba, seguiría manejando su motosierra nihilista para destruirlo todo, seguiría incendiando el país, no solo el Banco Central, y dolarizando por activa y por pasiva todo lo que se pueda dolarizar y seguiría linchando a los chorros (ladrones) de la casta. Pero ganó, y así la presidencia quedó más cerca y algo tuvo que cambiar, comenzando por el reclutamiento, bastante desordenado por cierto, de un buen número de referentes de la casta, que por arte de birlibirloque han dejado de serlo.
Mientras, tanto Bullrich como Massa esperaban enfrentarse una contra el otro en un duelo decisivo, en el cual podían seguir utilizando las armas tradicionales, el discurso más manido. Una presentándose como la garante del cambio. El otro el guardián de las esencias peronistas/kirchneristas y de un Estado omnipresente. Pero no fue así y todos debieron adaptarse a una realidad muy lábil y a una economía al borde de la implosión.
«La mayoría de las encuestas colocan a Milei primero y a Massa segundo»
También han cambiado las encuestas. La mayoría de ellas, con algunas excepciones, colocan a Milei primero y a Massa segundo. La gran duda, de acuerdo con este escenario, es si Milei gana en la primera vuelta (para lo cual necesita tener más del 45% de los votos o más de 40 y al menos 10 puntos porcentuales de diferencia con el segundo) o habrá que acudir al balotaje (segunda vuelta). Pero muchos creen que antes o después Milei terminará ganando.
¿Es esto así? ¿Es posible un triunfo del economista libertario? En estas últimas semanas, numerosas personas preguntaban si Milei puede ganar. Mi respuesta era que sí, que incluso puede ganar en la primera vuelta. Pero enseguida agregaba que en realidad no lo sé. Que todos los escenarios que se han ido construyendo dependen de las encuestas, y que detrás de ellas hay mucha magia y mucha cocina, especialmente en función de quién las paga.
Por eso puede pasar cualquier cosa, aunque hay básicamente cuatro escenarios probables, incluyendo dos más extremos. El primero es que Milei gana en primera vuelta, el segundo que el balotaje lo disputarán Bullrich y Massa. Los otros dos, centrales, Milei contra Massa, el favorito de encuestadores y periodistas, y Milei contra Bullrich.
Dicho esto, la gran pregunta gira en torno al resultado final y a los condicionantes que lo pueden hacer posible. Un elemento determinante en el momento en el que los ciudadanos concurran a votar será su humor, reflejado en su estado de ánimo. Muchos argentinos están descontentos con lo que les ocurre y con el entorno. Están enojados, cabreados. Obviamente influirán las convicciones personales, pero en estos días las razones para votar son diversas.
En América Latina se ha instalado el voto anti oficialista, el voto del descontento. En las últimas 17 elecciones presidenciales celebradas en la región, solo en dos ganó el oficialismo. En Paraguay gracias a la potente maquinaria electoral y clientelar del Partido Colorado, en Nicaragua, el matrimonio Ortega–Murillo impuso sus modos antidemocráticos y dictatoriales.
Al analizar las motivaciones de los votantes cuando emiten su sufragio hay que considerar diversos elementos. Primero, la fidelidad del voto en las PASO y su repetición en la elección del domingo. ¿Se mantendrá el apoyo a Milei, como estiman buena parte de analistas y encuestadores? Es posible que, para unos cuantos electores, no sé exactamente su proporción, el deseo de propinarle una bofetada a los políticos, en unos comicios donde no se elegía nada, era más que una opción, salía gratis.
«Los argentinos tendrán que elegir entre lo malo pero conocido o liquidar a la casta»
Por eso habrá que ver cómo operará en los votantes el terror a lo desconocido, el miedo al pirómano, frente al deseo, a la necesidad, de hacer algo grande y pronto. Es decir, tendrán que elegir entre lo malo pero conocido o liquidar a la casta. En esta misma línea será importante ver cuántos ciudadanos que no votaron en agosto, cerca de 10 millones, lo harán en esta ocasión, teniendo en cuenta la obligatoriedad de votar. Y, más importante, por quién se decantarán los anteriores abstencionistas.
Otra cuestión importante. En un país normal, un ministro de Economía que a la vez es candidato presidencial y con su historial relevante de logros (inflación anual del 150%, tipo de cambio disparado y el dólar rozando los 1.000 pesos, el Banco Central prácticamente sin reservas y la pobreza por encima del 40%) no tendría la más mínima posibilidad de cerrar su actuación con un buen desempeño electoral. Pero la Argentina de hoy no es un país normal. Por eso Massa sigue por delante de Bullrich en muchas encuestas, creyendo que aún puede ganar.
Después de las PASO se dijo que su mal desempeño se debió a la inacción de muchos gobernadores e intendentes (alcaldes) peronistas/kirchneristas. Se quería potenciar a Milei con la creencia de que el aumento de sus votos afectaría básicamente a macristas y radicales (JxC) desencantados. Esta fue, sin embargo, una verdad a medias, ya que el crecimiento del líder libertario también se debió a una sangría de votantes peronistas que le dieron la espalda al oficialismo.
Hace unas semanas era previsible una movilización de estos cargos en defensa de la candidatura común. Pero hoy, tras el estallido de notorios casos de corrupción, dos de ellos serios y mediáticos, con epicentro en la provincia de Buenos Aires, hasta ahora el principal bastión del kirchnerismo, todo esto se pone en duda. La opción de la derrota ha llevado a muchos a pensar en cortar la boleta, una suerte de sálvese quien pueda tomando distancia del candidato oficialista sin verse arrastrado en su caída.
No hay duda que el nuevo presidente, sea quien sea, recibirá una pesada carga de su antecesor, complicando enormemente la gobernabilidad futura. ¿Cómo se gobernará un país en esas condiciones? Todo, en un contexto en el cual, tras las elecciones provinciales y locales de los últimos meses, el poder territorial se modificó sustancialmente, al pasar muchas gobernaciones en manos del peronismo a ser controladas por JxC, especialmente radicales.
Quien de momento carece de la mínima base de poder territorial es Milei, aunque siempre hay tránsfugas y candidatos a venderse al mejor postor, especialmente tras derrotas dolorosas. Entonces, ¿por qué este auge de Milei? ¿Por qué su irrupción en la primera fila de la política argentina? Sin olvidar a los Trump, los Bolsonaro o los Bukele de turno, hay que atender a las cuantiosas promesas incumplidas por políticos y gobernantes, la tan denostada casta, que, junto a la corrupción, la inseguridad y la brutal crisis económica explica el crecimiento del líder libertario.
«Las opciones de Milei de tener un mandato tranquilo, en caso de ganar, son escasas ante su falta de respaldo parlamentario»
Si a todo esto sumamos la falta de respaldo parlamentario que tendrá La Libertad Avanza (LLA) (por más buena elección que haga no se olvide que solo se renueva la mitad de la Cámara de Diputados y un tercio del Senado), sus opciones de tener un mandato tranquilo son sumamente escasas en el caso de ganar. Simultáneamente, su deseo de cortar de raíz la gangrena de un Estado prebendario y parasitario, con una economía Estado-céntrica como la argentina, de la cual viven numerosos empresarios, sindicalistas y trabajadores formales, las cosas todavía serían más complicadas. Así y todo, al menos hasta el día de hoy, sigue contando con sólidos apoyos.
Frente a esto, ¿qué ha sido de los otros dos candidatos y de sus respectivas campañas? Patricia Bullrich intentó presentarse como la gran impulsora del cambio ordenado frente al cambio caótico e incierto representado por Milei. Un Milei, por cierto, de momento carente de equipo, propuestas y políticas para gobernar. Por su parte Massa ha intentado, por todos los medios, incluso mediante todo tipo de juegos malabares, de despegarse de un gobierno desprestigiado y del que él forma parte.
En el caso de que Massa o Bullrich tengan que competir contra Milei en la segunda vuelta, una estrategia probable sería la formación de coaliciones aún más amplias, con la intención de sumar voluntades a sus respectivas candidaturas, tratando de restar apoyos a Milei. De este modo se podría pensar, como hace abiertamente Massa, en una suerte de gobierno de concentración nacional.
Pero en estos dos escenarios, Milei contra Massa o contra Bullrich, la tentación de los excluidos podría ser la de apoyar al contrario y evitar que o bien el macrismo o bien el peronismo se hagan con el poder. Ese camino podría provocar la ruptura del frente derrotado, al ser más difícil que el kirchnerismo, por un lado, y el radicalismo por el otro se aproximen más de la cuenta a las propuestas de LLA.
Para concluir, tras reflexiones finales. La primera, los programas económicos de los tres candidatos son marcadamente pro-mercado, más escorados a la derecha que en ocasiones anteriores, especialmente en lo que hace al candidato peronista. En segundo lugar, que aún en el caso de ganar, el peronismo deberá pasar por una profunda reorganización, al esperarse una pérdida de votos colosal. El terremoto será aún mayor en el caso, no sencillo, pero tampoco imposible, de que el kirchnerismo pierda el control de la provincia de Buenos Aires. Y, por último, que el futuro político y judicial de Cristina Kirchner, gran protagonista de la política argentina en los últimos 20 años será muy complicado. ¿Implica esto el fin del kirchnerismo? No será sencillo, pero el inicio de su declive parece irreversible, salvo que se desgaje del tronco peronista y opte por transformarse en una fuerza claramente de izquierdas, pero mucho más minoritaria y con menor acceso al poder, algo que tampoco será nada fácil.
Carlos Malamud es catedrático emérito de Historia de América de la UNED e investigador principal de América Latina del Real Instituto Elcano.