Falseamiento de datos GPS: el arma militar que vuelve locos a los pilotos comerciales
Las aeronaves vuelan cada vez más cerca unas de otras, por lo que perder esta referencia puede derivar en tragedia
Es como un triángulo de las Bermudas del aire. No está entre las Bahamas y suelo estadounidense, sino sobre el espacio aéreo iraquí, y es una aerovía que muchos vuelos comerciales que parten de Europa utilizan para ir al hemisferio sur. Es la llamada ruta UM688, y un lugar donde las coordenadas del cada día más imprescindible sistema GPS desaparecen. No es el único sitio, sino que cada vez hay más.
Todo empieza cuando salta una alarma en pleno vuelo. Los pilotos de Boeing y Airbus abandonan su rutina, a veces muy plácida, y empiezan a preocuparse. La causa siempre es la pérdida del mejor sistema que poseen sus aeronaves para saber dónde se encuentran exactamente: el GPS. No se han perdido, pero es un dispositivo sensible que debería funcionar y no lo hace, lo que los descoloca y preocupa al mismo tiempo.
Perdidos en el aire con resultado fatal
Que una aeronave comercial se despiste de su ruta establecida, conduce a recordar lo ocurrido al vuelo 007 de Korean Airlines. El 1 de septiembre de 1983, un 747 surcoreano viajaba de Nueva York a Seul con 269 pasajeros a bordo. Todos ellos, la tripulación, y el aparato, acabaron en el fondo del mar de Japón.
Tras cruzar el Ártico, un mal funcionamiento de su sistema de guiado inercial le hizo desviarse hacia el espacio aéreo soviético. Las cosas estaban muy calientes entre rusos y americanos, y Moscú mandó un caza. En la creencia de que era un avión espía, le disparo un misil, y el avión de pasajeros fue derribado. Acto seguido, el presidente Reagan, y para evitar situaciones similares, dio la orden de abrir al uso público el recién nacido sistema de posicionamiento global GPS.
Tecnología usual… hoy
Los primeros clientes del GPS fueron los militares. Con el tiempo, y el abaratamiento de los receptores, millones de usuarios acabaron utilizándolo, y para cientos de utilidades. Control de flotas de vehículos de reparto, sistema de guiado de barcos comerciales o recreativos, o coches particulares. Hasta está en nuestros teléfonos, para que no nos perdamos en paseos turísticos por ciudades que desconocemos.
Pero fue la industria militar la sacó que mayor provecho del invento, no en vano fue ella la que lo inventó. Con el GPS, orientan sus cazas, bombarderos, misiles guiados, o soldados de a pie. En el siglo XXI es un sistema muy preciso, accesible, barato, e imprescindible en el campo de batalla. Tener su control, o provocar su desajuste con datos erróneos, se ha convertido en un arma más.
Guerra en las ondas de todos
Los ejércitos más avanzados del mundo tienen sistemas que ciegan los receptores de GPS, los saturan con señales falsas, o directamente los engañan hasta el punto que sistemas tripulados o autónomos pierden toda eficacia al no encontrar su destino.
Si pateando las calles peatonales de Granada smartphone en mano, o con los mapas digitales de la pantalla de tu coche no das con la dirección de un restaurante, no ocurre gran cosa. El problema es que en el aire todo cambia, y mucho.
Los aviones comerciales albergan tres sistemas básicos para orientarse. Uno, basado en radiobalizas, que desde tierra les remiten señales orientativas. El segundo, es el que tiene como referencia la navegación inercial. Una serie de dispositivos mecánicos equipados con giroscopios, miden con cierta exactitud el movimiento y aceleración. Si le programas un punto de partida, a base de calcular las agitaciones y traqueteos que genera la aeronave, te dicen donde estás con bastante exactitud.
El tercero, y el mejor de todos ellos, es el GPS. La triangulación con los satélites militares que conforman la constelación que vuela sobre nuestras cabezas, reportan datos de latitud, longitud y altura, con errores insignificantes de calibre centimétrico.
Con este grado de precisión, los aviones pueden volar más pegados, las rutas se han comprimido; se viaja por pasillos aéreos a distintas alturas, ahora más cercanas las unas a las otras. Si antes había una cierta distancia de seguridad entre aeronaves, ahora todo es más eficiente, y con un mayor aprovechamiento del espacio. Por eso, porque los aviones vuelan más cerca unos de otros, perder esta referencia puede convertirse en el preámbulo de una tragedia.
No es novedad
El servicio de control del espacio aéreo europeo, Eurocontrol, conoce muy bien los efectos. En 2014, decenas de pilotos comerciales empezaron a reportar errores en sus GPS. Tras darle muchas vueltas a lo que fue un quebradero de cabeza, dieron con el misterio: había una guerra en Siria en marcha, y todo comenzó con la llegada del ejército norteamericano.
Entre 2017 y 2018, la situación empeoró de forma exponencial. Pasaron de 154 reportes a 4.364, con un incremento de casi el 3.000%. Pasar por los alrededores de Larnaca, Chipre, era equivalente a perder las señales del GPS de forma casi garantizada.
Los pilotos comerciales odiaban esta situación. A gran altitud no era un problema, pero al acercarse al suelo, los GPS se perdían. Sus pantallas les daban datos erróneos, y si había montañas cerca, llegaban a indicar que estaban dentro de una cuando en realidad estaban volando de forma normal. Era frecuente que este tipo de incidentes ocurriesen justo después de que sus radares detectasen aparatos no identificados volando muy rápido a su alrededor. No, no eran OVNIs, eran aviones militares con capacidad, uno de correr mucho, y dos, de suspender a los GPS de su entorno.
Salto de calidad
Durante las últimas semanas de 2023 y primeras de este año, muchos aviones han sido atacados con señales GPS falsas en la parte iraquí de la aerovía UM688, cerca de la frontera de Irán. A diferencia de las interferencias ya conocidas, que solo implicaban la pérdida de GPS, estos ataques son ahora más sofisticados. La suplantación de señales introduce datos erróneos en el sistema, y también confunden al sistema de navegación inercial.
La mayoría de estos errores se suelen detectar al pasar cerca de Erbil, Sulaimaniyah y Bagdad, con errores registrados de hasta 60 millas náuticas, unos 100 kilómetros de desvío de la ruta. Esa autopista aérea es utilizada por muchos de los aparatos comerciales que viajan hacia los países del golfo, salto casi necesario para muchos viajes a Asia. Huelga decir que es muy transitada.
Un tramo en particular, de unos 500 kms de largo en el noreste de Irak, se ha convertido en una zona temida por los pilotos. Los aviones que lo atraviesan experimentan todo tipo de extraños fallos en el sistema. El proceso es siempre el mismo. Vuelan tan tranquilos, cuando, de repente, el avión empieza a girar comandado por sus sistemas de navegación automatizados, o se disparan de golpe una cascada de alarmas. Pueden ser fallo del terreno, error de navegación, error de posición…
Muchos incidentes
En muchos casos los pilotos se han quedado tan confusos que se vieron obligados a pedir ayuda al control de tráfico aéreo que les orientasen. En un incidente, un jet privado estuvo a punto de entrar en el espacio aéreo iraní, lo que conduce a pensar en que podría repetirse la situación del vuelo 007 de Korean Airlines.
Muchos de los sistemas en aviones de vuelo regular se basan en tecnologías de hace años, que se diseñaron sin protección de ciberseguridad. Las garantías en este sentido no están a la altura de los riesgos actuales; el transporte aéreo no está preparado para la guerra electrónica moderna. Cruzar por determinados puntos se está volviendo más peligroso de lo que las compañías aéreas se pueden permitir. Autoridades civiles y militares deberían empezar a poner solución a un problema que se está incrementando cada día. Eso, o las consecuencias pueden ser catastróficas, aunque nadie las desee.