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Enfoque global

Un mundo multipolar y más peligroso: estas son las claves de la última Conferencia de Múnich

El mundo entra en una era marcada por una mentalidad de suma cero en la que las potencias buscan ventajas relativas

Un mundo multipolar y más peligroso: estas son las claves de la última Conferencia de Múnich

Christoph Heusgen, presidente de la Conferencia de Seguridad de Munich, durante la apertura del evento. | Zuma Press

La Conferencia de Seguridad de Múnich 2024, coloquialmente conocida como el ‘Davos de la defensa’, tuvo lugar entre el 16 y 18 de febrero pasados, y reunió nuevamente a jefes de Estado y dignatarios de alto nivel para debatir desafíos apremiantes en política exterior y de seguridad. Con numerosa asistencia, se multiplicaron las declaraciones, lo que convirtió el acto en una especie de pluriasamblearismo sobre temas de actualidad. La muerte del disidente ruso Alexei Navalni, las amenazas de una retirada estadounidense de la OTAN y la ocupación rusa de la ciudad ucraniana de Avdiivka, ocuparon un lugar destacado en las conversaciones de la conferencia.

Las declaraciones tuvieron gran relevancia mediática, ya que no es la primera vez que la figura central de la Conferencia de Seguridad de Múnich fue algo que no estuvo presente, en este caso las declaraciones de Donald Trump respecto a la relación futura de Estados Unidos con la OTAN. La presidenta de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyen, declaró que la UE tenía que reforzar su base industrial de defensa e impulsó el debate sobre la creación de una cartera de Defensa. A su vez, tanto el ministro de exteriores de Polonia, Sikorski, como la viceministra ucraniana, Stefanishyna, coincidieron en que los problemas entre sus países sobre el comercio de cereales deben resolverse. 

El máximo diplomático chino, Wang Yi, dedicó la mayor parte de su discurso al conflicto en Ucrania, subrayando que estaba «profundamente preocupado» por el «efecto a largo plazo de esta guerra» y advirtiendo contra la vuelta a una «mentalidad de Guerra Fría». Wang, que se dirigió a Moscú después de la conferencia, reclamó conversaciones de paz y afirmó que «algunas fuerzas» no tienen interés en que la guerra termine pronto debido a «objetivos estratégicos más importantes que Ucrania«. No dio más detalles sobre a quién se refería, pero el mensaje concuerda con las afirmaciones de Rusia de que la OTAN no estaba dispuesta a entablar conversaciones de paz. También advirtió contra la interferencia internacional en la cuestión de Taiwán. Wang dijo que mantener la paz en el estrecho de Taiwán, con consecuencias mundiales, significaba oponerse a las fuerzas independentistas taiwanesas.

Múnich también reunió multitud de diplomáticos de Oriente Medio y se abrieron expectativas de intermediación para Gaza. El presidente de Israel, Isaac Herzog, expuso, con representantes de las familias afectadas presentes, que la liberación de los rehenes debe ser máxima prioridad. Por su parte, el primer ministro catarí, Mohammed bin Abdulrahman Al-Thani, dijo que, en lo que respecta a las perspectivas de un acuerdo, «logramos algunos buenos avances en las últimas semanas en las negociaciones», pero persisten las diferencias. Otros funcionarios árabes de alto rango coincidieron en que la prioridad debe ser poner fin a la actual catástrofe humanitaria que está ocurriendo en Gaza.

El jefe de la diplomacia de la UE, Borrell, declaró que la situación en Cisjordania ocupada por Israel, plantea un obstáculo importante para encontrar una solución de paz a largo plazo entre Israel y los palestinos. Por otro lado, el miedo a la migración impulsada por el cambio climático está superando la amenaza a la seguridad que representa Rusia, según una nueva encuesta para la Conferencia de Seguridad de Múnich. A todo esto, el Informe quedaba informativamente en un segundo plano.

El Informe

El Informe parte del hecho de que el final del periodo bipolar conocido como Guerra Fría dio paso a una efímera configuración unipolar. Esta circunstancia infundió una relajación estratégica favorable a que, tanto intelectuales como políticos, asumieran que la democracia liberal, ámbito que asumía un orden mundial basado en reglas, la libertad de mercado y la concepción occidental de los derechos humanos; marcaría el futuro de la humanidad. Esta concepción ha sido superada por los hechos, sobre todo por la modulación de las relaciones humanas debido a las nuevas tecnologías de las comunicaciones y de la información, algo que ha reactivado la competición estratégica entre Occidente y las denominadas potencias revisionistas. 

En un ambiente de crecientes tensiones geopolíticas, con la consiguiente incertidumbre económica, vuelve a tomar notoriedad el interés nacional, ya que la actuación de muchos gobiernos no se orienta a los beneficios absolutos resultantes de la cooperación global, o regional, sino que se ocupan de los relativos a sus propios intereses domésticos debido a la percepción de un cambio de Orden. 

Para ilustrar la situación puede tomarse como referencia lo declarado por Antony Blinken, Secretario de Estado de Estados Unidos, en la Escuela de Estudios Internacionales Avanzados Johns Hopkins, el 13 de septiembre de 2023: «El fin de la Guerra Fría trajo consigo la promesa de una marcha inexorable hacia una mayor paz y estabilidad, cooperación internacional, interdependencia económica, liberalización política y derechos humanos. Y, de hecho, la era posterior a la Guerra Fría marcó el comienzo de un progreso notable. […] Pero lo que estamos experimentando ahora es más que una prueba del orden posterior a la Guerra Fría. Es el final». 

Esta situación compleja y, por lo tanto, impredecible y peligrosa, constituye el temario del Informe de Seguridad de Múnich 2024, titulado Perder-¿perder? (en alemán: Lose-Lose?). Para ello se toma como referencia el hecho de que el mundo ha entrado en una nueva era marcada por una mentalidad de suma cero en la que las potencias buscan ventajas relativas a través del proteccionismo, el interés propio y el rechazo de la cooperación mutuamente beneficiosa. Emplea la dinámica de perder-perder, que se evidencia en que cada vez más gobiernos priorizan los beneficios relativos, o propios, en lugar de participar en una cooperación de suma positiva para los socios e invertir en un orden internacional normativo que, a pesar de sus evidentes defectos, pueda posibilitar un beneficio para todos. 

El Informe reta al debate sobre la forma en que los socios transatlánticos y otros estados con intereses afines pueden gestionar dos acciones difíciles: adaptarse a un entorno geopolítico mucho más competitivo, donde el interés de ganancias relativas es inevitable, y, a su vez, habilitar un tipo de cooperación global más inclusiva. Hay que resaltar que el informe cita en repetidas ocasiones al G7 como referencia de Occidente. 

El informe preconiza que las preocupaciones por las aludidas «ganancias relativas» toman la forma de procesos de suma cero: la convicción de que las ganancias de otro actor necesariamente implican pérdidas para uno mismo. En el capítulo 2, se achaca a esta visión el estímulo de las autocracias para la búsqueda de sus propias esferas de influencia. En Europa del Este, las ambiciones imperiales de Moscú han dado como resultado la guerra y socavado todas las concepciones de establecimiento de un orden de seguridad cooperativo en el futuro previsible.  

Es ampliamente compartido el temor a una escalada de violencia similar en el Indo-Pacífico, circunstancia que se recoge en el Capítulo 3, donde diferentes visiones de futuro chocan de una manera absoluta. El creciente poder marítimo de China genera temores de que Beijing esté tratando, lógicamente, de convertir el Este de Asia en su esfera exclusiva de influencia. Como resultado, Estados Unidos toma medidas y potencia el AUKUS, con puertas abiertas. 

Con referencia a la escalada de violencia en Oriente Medio, todos los implicados salen perdiendo, como recoge el capítulo 4. Los ataques terroristas de Hamás han causado un enorme impacto en Israel, asestando un golpe a la concepción de supervivencia del Estado judío. En el peor de los casos, la guerra podría extenderse aún más, y los representantes iraníes amenazarían con provocar una conflagración. 

En el Sahel, una serie de golpes de Estado también ha agravado la dinámica de perder-perder, y de eso se ocupa el capítulo 5. En Burkina Faso, Malí y Níger, donde juntas militares han asumido recientemente el poder, Francia y Estados Unidos han perdido socios para promover la buena gobernanza, luchar contra el terrorismo y gestionar la migración. Las poblaciones del Sahel, a su vez, están perdiendo la oportunidad de lograr la paz y el progreso democrático. Mientras tanto, en Sudán, la mortífera lucha por el poder que siguió al golpe de 2021 sigue provocando una crisis humanitaria.

Las tensiones geopolíticas están transformando la globalización (capítulo 6). La tendencia mundial es a establecer la seguridad económica contra la coerción en lugar de maximizar los beneficios mutuos. Como resultado, los flujos de capital y comercio se están fragmentando según líneas geopolíticas. Una fragmentación de la economía mundial también implicaría costos significativos, especialmente para los países de bajos ingresos. La política climática (capítulo 7), el área de suma positiva de la que por excelencia, donde todos se benefician de la cooperación, corre el riesgo de verse envuelta en tensiones geopolíticas. 

El informe resalta que, aunque los ámbitos climático, económico y geopolítico están cada vez más alineados, la aplicación de impulsos ideológicos a la proliferación de tecnologías podría verse afectada por las tensiones entre China y Estados Unidos, los desencuentros transatlánticos sobre las reglas comerciales y de subsidios, así como los desacuerdos entre países de bajo y alto nivel.

Un aspecto que puede considerarse importante del informe sostiene que, en la economía, la defensa y el comercio, los países definen cada vez más su capacidad de éxito en relación con otros, en lugar de en referencia a un orden que permita prosperar a la comunidad internacional en su conjunto. También se preconiza un multilateralismo solo entre actores amigos. En el caso extremo, las preocupaciones sobre las ganancias relativas podrían conducir a un círculo vicioso en un mundo moldeado por tendencias a relaciones de poder de suma cero: la convicción de que las ganancias de otro actor necesariamente implican pérdidas para uno mismo.

Se advierte sobre una potencial revuelta en el Sur Global, señalando que el 50% de los encuestados están de acuerdo en que «vivimos en un mundo moldeado en gran medida por ideas occidentales». Se anuncia que: «Desde la perspectiva de la parte de la humanidad que vive en la pobreza o sufre conflictos prolongados, los llamados a defender el orden abstracto basado en reglas y asumir los costos que conlleva parecen sordos». Según este punto de vista, el énfasis occidental en el «orden basado en reglas» es hipócrita y apunta a preservar el statu quo de la dominación occidental, incluso sobre el Sur Global.

El problema

Los efectos de la guerra de Ucrania son el factor que condiciona cualquier narrativa sobre Europa y el mundo, su duración sirve de catalizador de la situación y el Informe aporta algunas claves derivadas de su contenido aludido por su título «Perder, ¿perder?».

Los dos temas que han dominado la práctica totalidad de las discusiones en la reunión anual de líderes mundiales han sido Rusia y el potencial debilitamiento de las relaciones transatlánticas, en medio de una evaluación cada vez más pesimista sobre el desenlace de la guerra de Ucrania. El presidente Zelenski advirtió en Múnich que Moscú continuaría poniendo a prueba el orden internacional basado en reglas respaldado por Occidente y rechazando una solución negociada al conflicto. Esta declaración contrasta con su intervención en 2022. En aquel momento las evidencias de la preparación de la acción militar rusa eran palmarias, pero los responsables europeos seguían insistiendo en que Putin estaba mintiendo. Incluso Zelenski, en su aparición pública en el mismo escenario muniqués, había dicho que no creía que Putin se atreviera a atacar.

Rusia atacó Ucrania porque no encontró disuasión, más bien facilidad al asumir que la mayor vulnerabilidad de Occidente era su empeño en preservar el llamado «orden mundial liberal», convertido en un eslogan fácil, común en gran parte del mundo occidental, especialmente entre los responsables políticos, los académicos y los periodistas. La esencia de esta «ideología» incluye elementos constitutivos como un sistema internacional basado en reglas, una gobernanza institucionalizada como garante de la colaboración multilateral, la globalización económica como forma de adquirir una prosperidad armoniosa compartida y la expansión de la democracia liberal a escala global. Algo que Eric Hoffer relacionaría con su «Verdadero creyente». Según los creyentes del liberalismo, esta búsqueda es una prioridad para garantizar la prevalencia de una paz eterna en un mundo mejor. El Informe «Perder, ¿perder?», puede interpretarse como la justificación de un cambio de mentalidad más realista para afrontar el futuro. También hay que dar importancia a sus referencias al G7, lo que puede implicar cierto amparo en un futuro como actor estratégico.  

Queda por concretar el de lo que se ha venido denominando «defensa europea». El anuncio de Von der Leyen de la creación de una Conserjería de Defensa puede considerarse como consecuencia del Informe, ya que las fuentes de fragmentación de la defensa europea son profundas y existían antes que Trump llegase a la presidencia de los Estados Unidos. 

Las fuentes de la fragmentación de la defensa europea son profundas. Así, las percepciones de amenazas entre los europeos tradicionalmente han sido diferentes. Si bien los estados de Europa central y oriental habían advertido sobre las ambiciones imperialistas rusas mucho antes de la guerra, muchos europeos occidentales y del sur tenían sus propias preocupaciones y se centraron en la región MENA y el terrorismo. Las diferentes culturas estratégicas –es decir, las opiniones sobre el propósito mismo de las fuerzas armadas, los procesos de planificación de la defensa o los programas de exportación de armas– también han exacerbado las percepciones divergentes de amenazas en todo el continente, lo que dificulta aún más la planificación y la acción combinada conjunta. El paraguas de seguridad estadounidense ha proporcionado a Europa sensación de estabilidad y un pacifismo congénito. La historia es tozuda y la ideología fácil. El resultado de la guerra de Ucrania marcará el tipo de Unión que es posible en Europa.

Enrique Fojón es analista del Centro de Seguridad Internacional de la Universidad Francisco de Vitoria.

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