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Las lecciones de la guerra que deben aprender nuestras Fuerzas Armadas

El conflicto convencional-híbrido en Europa y la inteligencia artificial van a traer cambios clave en la guerra

Las lecciones de la guerra que deben aprender nuestras Fuerzas Armadas

Militares españoles. | @EjercitoTierra

España tiene la necesidad de tener unas Fuerzas Armadas preparadas para cualquier contingencia. El horizonte cercano está plagado de incertidumbres y prever el futuro de la guerra es una tarea difícil, sobre todo porque la guerra está determinada por tendencias geopolíticas, sociales, tecnológicas, económicas, medioambientales y militares que en buena medida escapan a nuestro control. 

Podemos enumerar una serie de lecciones identificadas no solo de la guerra de Ucrania, sino del conflicto entre Israel y Hamás, relativas a la conducción de operaciones de combate, a media y gran escala, en el campo de batalla moderno. Estas lecciones y sus implicaciones deberían servir de base, tanto para la preparación a corto plazo –en forma de formación de mandos/ líderes, adiestramiento, procedimientos, despliegue y preparación de fuerzas– como para el futuro diseño de nuestras Fuerzas Armadas, especialmente las terrestres en sus procedimientos, organización, adiestramiento, material, liderazgo y educación, personal e instalaciones.

Todas las guerras son únicas y de unas se aprende lo que hacer por el éxito y lo que no hacer por el fracaso. Ninguna predice perfectamente la siguiente. Lo que sí sabemos es que el entorno operacional futuro va a ser inestable, con una necesidad de capacidades en todo el espectro del combate, que el próximo combate o guerra será una mezcla de lo convencional y de lo híbrido y… a saber qué cosas más. Nos moveremos en el combate multidominio y ciertamente habrá desequilibrios entre nuestras fuerzas y las del adversario. Pero, sobre todo, la Disuasión con mayúsculas será fundamental. Prepararnos sí… pero ganar antes, evitando una guerra. Y no voy a nombrar aquí a Sun Tzu.

Nuestro camino por seguir debe estar determinado, no solo por el actual conflicto en Ucrania, sino también por otros conflictos, donde también puede haber enseñanzas híbrido-convencionales importantes: Nagorno Karabaj en 2020, Crimea y el este de Ucrania en 2014, Georgia en 2008, Líbano en 2006, Gaza en 2023. De todas ellas podemos sacar ya algunas ideas preliminares:

Tendencias de cambio en el Ejército

Lo fundamental será mantener unas Fuerzas Armadas profesionales, aumentadas en su número y calidad, como núcleo de nuestra defensa y/o acción exterior, más una Reserva voluntaria realista, cada vez más necesaria y preparada desde tiempo de paz, que sea de calidad y cantidad. Tenemos ejemplos en Europa, EEUU, Israel, etc. Y necesitamos aumentar la disponibilidad, tanto del núcleo de nuestras Unidades activas como la futura Reserva renovada.

Esa Reserva voluntaria (tres o cuatro meses de formación básica) debe estar motivada, debe tener incentivos tanto individuales como en las empresas donde trabajen los reservistas y no solo morales sino también pecuniarios. Y debemos, con pedagogía ‘ir ganando terreno’, logrando que ciudadanos de toda España se integren en ella. Con posterioridad y casi con toda seguridad, algunos (los más jóvenes) se integrarán en nuestras Fuerzas Armadas. Y eso dará cohesión, no solo a nuestras Fuerzas Armadas, sino al conjunto de España. 

Otros continuarán manteniendo sus lazos en periodos mínimos de refresco de conocimientos, con el apoyo de su sociedad, de nuestro Ministerio de Defensa y de sus empresas y/o compañías. Y serán la mejor publicidad para lograr un conocimiento real de una vez para siempre, de los que son y hacen sus Fuerzas Armadas.

Habrá que volver a poner el énfasis en las operaciones de combate de alta intensidad, a gran escala y de larga duración y en la necesidad de adiestramiento a nivel Mando Componente, División y Brigada con ejercicios mixtos (planeamiento y ejecución) en CPX y sobre el terreno. Pero debemos olvidar un enfoque demasiado simétrico, demasiado convencional. La amenaza va a ser mixta, hibrida y convencional, en todo el espectro multidominio. Debemos continuar insistiendo en planeamiento y adiestramiento para operaciones de alta intensidad. Y se debe volver a ese adiestramiento, no solo con CPX en tiempos de paz, sino con ejercicios reales de mayor intensidad. Preparémonos como siempre lo hemos hecho, y con más medios, para lo más exigente siempre. Y no solo pongamos en situaciones difíciles a las unidades de combate, sino también a las unidades logísticas y de apoyo al combate. Necesitamos para ello más presupuesto de Defensa, de una vez por todas.

La importancia de reafirmarnos en nuestro modelo de Liderazgo, enfocado al mando orientado a la misión (Mission Command en EEUU, Auftragstaktik en Alemania), donde los mandos intermedios y subordinados ejerzan, con flexibilidad, pero teniendo en cuenta el propósito y la Misión del Escalón superior, la necesaria iniciativa, flexibilidad y correcta y rápida toma de decisiones. Esa siempre ha sido nuestra cultura (no olvidemos los Tercios), antes de que pudiera parecer que se inventó en otros sitios (anglosajones o germanos). 

Reforcémosla y demos a esos mandos excelentes los mejores sistemas de armas, pero que también sepan combatir sin GPS, con comunicaciones degradadas, sin un BMS (Sistema digitalizado del campo de batalla). Aprendiendo para el futuro, no infravaloremos los métodos tradicionales, ‘antiguos’, pero necesarios. En fin, el abc del combate, el abc de la milicia.

Insisto, las guerras actuales y futuras no se ganarán solo con tecnología: el liderazgo y el mando orientado a la Misión, en un sistema de comunicaciones degradado, será fundamental. Precisamos una clara implicación en la formación de nuestros líderes, de nuestro mandos y el adiestramiento de pequeñas unidades, para que sepan lo que hacer si están aislados y no disponen de sistemas avanzados de comunicaciones e información.

Y eso todos: en la Armada, en el Ejército del Aire y del Espacio y en nuestro Ejército. Y tendrá también implicaciones muy especiales para la coordinación conjunta, donde pueden ser necesarias desarrollar nuevas tácticas, técnicas, procedimientos y capacidades. Sé que estamos en ello.

La potencia de combate debe ser real: esta no es ilimitada o ‘inmortal’. Tendremos que buscar la máxima eficiencia para poder operar con eficacia y preservar ese poder de combate. Nuestras Fuerzas Armadas, nuestras Unidades estarían para un tiempo limitado de combate y todos lo sabemos. Por ello, precisaremos de reservas numerosas y adiestradas, para complementarlas.

Debemos contar con la implicación importante del combate híbrido y tenemos que saber integrar perfectamente en la maniobra conjunta combinaciones de fuerzas de operaciones especiales, fuerzas convencionales y otros elementos catalizadores, multiplicadores y ‘protectores’. 

La Logística con mayúscula: no podemos olvidarla, es más, debemos afirmar que es la que al final desequilibra la balanza en un sentido u otro. Debemos tener capacidad de suministro de carburantes, de rapidez, de recuperación de vehículos, de proveer las necesarias piezas de repuesto, de especialistas, de protección de nuestras líneas de suministro, etc. 

Necesitamos un potente Mando y Control robusto y descentralizado, cuasi ‘invisible’ al adversario. Y hoy en día no es fácil, pero debemos conseguir disminuir su huella electromagnética y física.

La Inteligencia: en este tipo de operaciones se emplean todas las fuentes de inteligencia (SIGINT-inteligencia de señales, MASINT-inteligencia de firma digital de los sistemas de armas, HUMINT-inteligencia de fuentes humanas, OSINT-inteligencia de fuentes abiertas, etc.), recopiladas en todos los niveles, desde las pequeñas unidades de reconocimiento y exploración de un batallón/ grupo hasta todos los mandos y organizaciones a nivel conjunto y nacional. Por ello, la integración y sincronización de la inteligencia militar se convierte en un enorme y complejo problema de gestión. Se deberá garantizar un apoyo eficaz de inteligencia a las operaciones, a gran escala, a distancia y en tiempo y forma.

Las tecnologías de la información permitirán una recopilación más coordinada de un mayor número de fuentes y sensores, una mejor integración, mayores posibilidades de coordinación y una difusión más rápida y eficaz de la inteligencia. Las fuerzas sobre el terreno ya no tendrán que esperar a que la información en forma de inteligencia y que las decisiones desciendan por la cadena de mando.  Así facilitaremos la realización de operaciones más dispersas y descentralizadas.

En el entorno multidominio, ya no vamos a tener operaciones lineales y sencillas …. Ya no va a ser totalmente convencional en una zona de terreno determinada con su BAZR (borde anterior de la zona de resistencia), sus zonas de División, de Retaguardia …. donde había una línea avanzada de tropas (FLOT) en contacto con un enemigo, que también tenga una línea avanzada de tropas, y que detrás de esas FLOT la zona sea generalmente segura. Lo convencional lo veremos de otra forma. Ya lo estamos viendo

Ya no va a ser el viejo paradigma de que las fuerzas de maniobra –medios acorazados y mecanizados etc. ….– estén en contacto con el enemigo, mientras que otros elementos como la artillería, los ingenieros, la defensa antiaérea, la logística etc., estén relativamente a salvo del contacto con fuego directo. El campo de batalla actual que se ha visto en Ucrania será amplio, ‘trasparente’ y donde será fundamental la flexibilidad, la dispersión, la concentración y el liderazgo de los mandos de pequeñas unidades.

Los drones han venido para quedarse. Estos sistemas aéreos no tripulados (UAS) y los contra-UAS (CUAS) se han mostrado esenciales y no necesitan ser los más caros o los más grandes. Son cruciales como elemento de información, al proporcionar un conocimiento de la situación. Debe haber un equilibro entre cantidad y calidad. Y además, algunos deberán estar armados.

Asimismo, los elementos ISTAR (medios técnicos de captación de información y reconocimiento) en el campo de batalla moderno y la superposición de múltiples sensores a nivel táctico, hacen que la ocultación sea extremadamente difícil de mantener. La supervivencia se ha conseguido a menudo dispersándose lo suficiente. Además, las fuerzas deberán dar prioridad a la concentración de los efectos y solo concentrarse en masa en condiciones muy favorables –con capacidad para ofrecer apoyo mutuo más allá de la línea de visión– y dar prioridad a la movilidad, como componente crítico de su capacidad de supervivencia. 

La capacidad de denegar el espacio aéreo a aeronaves tripuladas y, al mismo tiempo, destruir la mayoría de los drones y misiles penetrantes está cambiando el equilibrio en el dominio aéreo. La fuerza aérea, los drones y misiles de largo alcance degradarán aún más las capacidades propias. Esta evolución obligará a las fuerzas armadas a realizar grandes inversiones en sistemas de defensa antiaérea para proteger objetivos clave.

La vigilancia omnipresente, los fuegos masivos y precisos y un robusto sistema de mando y control que integre maniobra y fuegos serán fundamentales en las guerras futuras. Y la gran precisión de los satélites permitirá una mayor precisión en la localización de objetivos

Las redes de comunicación ampliadas y las capacidades de intercambio de información actuales influyen y configuran muchos aspectos de las operaciones militares, desde el conocimiento de la situación hasta el mando y el control. Sin embargo, la mayor conectividad tiene sus inconvenientes. Las transmisiones constantes necesarias para aprovechar los beneficios de la conectividad también proporcionan excelentes oportunidades para la detección y el enfrentamiento por parte de un adversario. Las fuerzas del futuro tendrán que ser capaces de controlar, gestionar y minimizar sus señales visuales, infrarrojas, térmicas, electrónicas e incluso audibles para limitar la detección.

La protección de las fuerzas será importante: esto puede implicar alguna combinación de técnicas mejoradas de camuflaje y engaño, aumento de la protección del blindaje en la parte superior de los vehículos, tipos mejorados de blindaje activo, capacidades de guerra electrónica para la precisión de las municiones, sistemas de protección de vehículos capaces de protegerse autónomamente con sistemas tipo Trophy , así como armas contra carro y sistemas de armas capaces de interceptar proyectiles en vuelo. Basándonos en las lecciones aprendidas en combate en Ucrania, quizás debamos desarrollar vehículos con una protección mejorada.

La guerra en Ucrania parece sugerir que es probable que los futuros conflictos tengan lugar en un entorno aéreo muy competitivo. Las defensas aéreas integradas rusas han mantenido a la Fuerza Aérea ucraniana en tierra, porque Ucrania carece de los aviones y las capacidades de guerra electrónica para desafiarlas. Y parece improbable que unas fuerzas aéreas más avanzadas y numerosas, como las rusas, alcancen el nivel de superioridad aérea requerido. Asimismo, la viabilidad de los helicópteros en esos futuros entornos de defensa antiaérea será más que cuestionable, sin una defensa activa.

Estamos viendo en los conflictos actuales que, una vez localizados y apuntados los objetivos de alto valor, se precisarán sistemas de armas con el alcance, la capacidad de respuesta y precisión necesaria para atacarlos a gran distancia. Y las unidades terrestres también tendrán que protegerse de los ataques aéreos. Habrá que prestar especial atención a la lucha contra los sistemas aéreos no tripulados, que probablemente requerirán soluciones tanto cinéticas como electrónicas

Se ha demostrado que la concentración de efectos, y no de fuerzas, seguirá siendo necesaria para ejercer el poder militar en el futuro. El conflicto de Ucrania también ha demostrado que las fuerzas concentradas son extremadamente vulnerables. Las unidades más pequeñas que puedan dispersarse en el campo de batalla serán más capaces de sobrevivir. 

Y esto también será aplicable al entorno naval. Por tanto, tanto en el combate terrestre como en el naval en un entorno degradado, el hecho de coordinar las acciones de numerosas unidades pequeñas en un entorno electromagnético disputado, minimizando al mismo tiempo las señales de esas unidades, será todo un reto. Por ello, los Ejércitos y la Armada tendrán que desarrollar estructuras organizativas, conceptos operativos y tecnologías que permitan la rápida concentración y dispersión, en entornos electromagnéticos y aéreos conflictivos.

En la guerra ‘del siglo XX’ que estamos viendo y que se está librando en gran medida con armas convencionales, tendrá en el futuro una mayor acción autónoma inteligente, un aumento de la importancia del dominio cognitivo y un mayor énfasis en la guerra de fuegos de precisión y la utilización de inteligencia artificial. Respecto a acciones autónomas inteligentes, quizás la IA participará en una toma de decisiones y una actividad autodirigida mucho más sofisticadas.

El dominio cognitivo será importante y las tecnologías cuánticas aumentarán las capacidades de recopilación, procesamiento y explotación de datos, mediante el aumento significativo de la capacidad de los sensores, las comunicaciones seguras y la informática, especialmente en el espacio. Esta mayor dependencia de una conectividad aumentará la importancia operativa de atacar estas redes (militares o civiles), mediante ataques de desinformación, cibernéticos o físicos.

Conclusión: la guerra ha vuelto a Europa

La invasión a gran escala de Ucrania por parte de Rusia en febrero de 2022 ha despertado a las capitales europeas. Antes de eso, muchos pensaban que las grandes fuerzas terrestres y la capacidad de maniobra terrestre, incluyendo las formaciones de medios acorazados y mecanizados, no serían una característica dominante de los futuros conflictos. Esta opinión persistió incluso después de que Rusia se apoderara de Crimea, a principios de 2014 y posteriormente fomentara y apoyara la actividad separatista en el este de Ucrania. Alguien pensó que ya no se necesitarían aviones ni por supuesto, barcos.

Tras décadas de reducción de capacidades, algunos ejércitos europeos elaboraron planes después de 2014 para volver a crear fuerzas para grandes operaciones terrestres; sin embargo, siguieron quedándose cortos en muchas áreas importantes para la guerra de alta intensidad. En la Cumbre de la OTAN celebrada en Madrid en junio de 2022, los aliados acordaron un nuevo Concepto Estratégico. En él no sólo se identificaba a Rusia como «la amenaza más significativa y directa para la seguridad de los aliados», sino que también se establecía un mandato para mejorar la disuasión y la postura defensiva de la OTAN. 

El Nuevo Modelo de Fuerzas de la OTAN pretende proporcionar un conjunto de fuerzas de alta disponibilidad, mayor que el previsto en la Fuerza de Respuesta de la OTAN (NRF). Será por algo por lo que la recapitalización de las fuerzas armadas europeas ocupa ahora un lugar prioritario en la agenda de los aliados europeos de la OTAN. Sin embargo, una cuestión importante es si nos tomamos ahora más en serio las inversiones necesarias para desarrollar nuestras fuerzas terrestres, aéreas y navales.

Necesitamos unas Fuerzas Armadas profesionales potentes, pero también la activación de una Reserva voluntaria necesaria y motivada, como se ha visto por la realidad del desgaste en combate en Ucrania y se verá en el conflicto de Oriente Medio.  Además, las adquisiciones y el mantenimiento de sistemas de armas punteros serán vitales para tratar de mejorar los déficits de preparación y reforzar las capacidades. 

Estamos en una época de cambio y debemos volver a buscar la disuasión con mayúsculas. Pensemos ‘fuera de la caja’. ¿Necesitamos seguir planeando por capacidades o por las posibles amenazas compartidas o no compartidas, a la que podemos enfrentarnos?

Debemos llegar al 2,5% de presupuesto, como mínimo. Entre otras cosas, porque no siempre combatiremos en coaliciones ad hoc o con nuestros aliados en la OTAN. Tenemos una amenaza no compartida y, en la medida de lo posible, debemos ser autosuficientes e independientes. Por tanto, no lo olvidemos: necesitamos una fuerte industria de Defensa propia, una base industrial terrestre, naval, aérea, ciber lo más independiente posible, que también pueda cooperar en otros marcos. Tenemos que realizar inversiones en mando y control, en ciberseguridad, en artillería de campaña convencional, misil/cohete de precisión, en defensa antiaérea, en protección de la fuerza, por ejemplo. 

Si nuestras Fuerzas Armadas deben aumentar en número y calidad, tendremos que ser innovadores en la motivación, siendo el reclutamiento y la retención clave, pero también habrá que pensar en una reserva potente, de adiestramiento limitado, pero mayor intensidad. Esta nueva reserva voluntaria, flexible y moderna, bien articulada en tiempo y forma, en sólo necesarios espacios de tiempo, que no machaque la vida de nuestros ciudadanos, sino que les haga ver que hay derechos y deberes, servirá también como caldo de cultivo de nuevas vocaciones militares y de cohesión de la sociedad civil en España.

Hemos pasado de nuestro concepto, basado en la doctrina de EEUU y OTAN, Airland Battle, al Concepto Multidominio. Estamos en un punto de inflexión, que podemos detallar como el momento exacto en el que la naturaleza de la organización debe cambiar de forma sutil, pero profunda y duradera, que nos lleve a una senda de crecimiento. En esta coyuntura, debemos tener líderes que reconozcan que nos tenemos que adaptar

Seguro que algo habrá que cambiar en nuestra Fuerza 2035 (fuerza terrestre futura) a la luz de los acontecimientos y así también los procedimientos y capacidades de nuestro Ejército de Aire y del Espacio. Y también la Armada, nuestra fuerza naval tendrá que adaptarse a estas guerras futuras de dominio del Mar. El conflicto convencional-híbrido en Europa, la moderna tecnología, la llegada de la inteligencia artificial y los sistemas de armas autónomas e hipersónicas van a determinar cambios fundamentales en el carácter de la guerra y en la forma en que las fuerzas armadas se van a tener que enfrentar a ella. Deberemos tener una fuerza que pueda ganar futuros conflictos en cualquier parte del espectro multidominio, en lo híbrido y en lo convencional. Y tenemos que cambiar el paso…

Para finalizar, el estudio y profundización de las lecciones, no sólo de la guerra de Ucrania sino de otros conflictos, debería servir de catalizador para importantes pasos en un futuro: qué hacer y qué no hacer. Y debe servirnos para tener las Fuerzas Armadas que precisamos para el conflicto futuro. Nuestras Fuerzas Armadas deben ser más grandes, más consistentes, con más recursos. Precisamos reflexionar sobre las implicaciones de las operaciones de alta intensidad, en zonas cercanas o lejanas, durante largos periodos de tiempo, con una gran presión sobre la toma de decisiones, en escenarios con combinaciones híbridas de fuerzas, etc.

Muchas de estas ideas se están desarrollando ya en nuestras escuelas y centros de formación militar. Y además, poco a poco, implementándose en el presente y en el futuro en nuestros campos de maniobras y centros de adiestramiento. Pero hemos de salir de ahí. Necesitamos pedagogía en nuestra sociedad, para que dé una vez por todas sientan a sus Fuerzas Armadas como lo que son: suyas y en su defensa y seguridad.

Carlos de Antonio Alcázar es analista del Centro de Seguridad Internacional de la Universidad Francisco de Vitoria y coronel de Infantería retirado.

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