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La Europa que avanza hacia atrás

«Europa, ahora lo sabemos, ha permanecido embobada en su éxito, sin reparar en las transformaciones»

La Europa que avanza hacia atrás

Euro.

Los acontecimientos inmediatos en la política española, si es que lo que tenemos puede llamarse política con propiedad, nos permiten alzar un poco el vuelo y poner más atención en nuestro entorno económico natural, que es la Unión Europea. De las observaciones recientes cabe considerar que el proyecto continental no pasa por sus mejores momentos.

Europa, ahora lo sabemos, ha permanecido embobada en su éxito, sin reparar en las transformaciones, o quizás ignorándolas, que en los últimos años se han producido en la economía internacional, especialmente en lo que se refiere a las estrategias centrípetas que se han aupado tanto en el bloque occidental, con Estados Unidos como referente y en el oriental, con una China perpleja por sus vulnerabilidades escondidas tras los fabulosos escaparates de Pekin, Shanghái o Hong Kong.

Antes de que estallara la crisis sanitaria mundial, los dos colosos mantenían un soterrado desafío que amenazaba la gran tarea de la globalización. Durante la pandemia y después, todo lo negativo se ha precipitado y ya no sólo hablamos de proteccionismos inexplicables, de peleas arancelarias, de escasez de bienes tecnológicos. Hablamos de guerra, de hegemonía, de autoritarismos e involuciones democráticas. Y La Unión Europea parece que aún no ha salido de su asombro.

Quienes seguimos la agenda europea desde hace muchos años nos encontramos en una etapa en la que el proyecto puede dar la sensación de que avanza (y lo hizo en la crisis financiera), pero en realidad retrocede porque los estados miembros han perdido la capacidad de negociar y los dirigentes no hacen más que anteponer sus necesidades domésticas a las del conjunto. 

Confieso que en los primeros meses del mandato de Úrsula von der Leyen  en la Comisión Europea manifesté un entusiasmo poco prudente por su determinación e impulso. A ella misma le participé esa exaltación y hay testigos de ello. Pero transcurrido su mandato, la política alemana ha perdido todo el fuelle, aún reconociendo que las circunstancias del mismo han sido de las más duras por las que ha pasado la Unión.

Un poco a la desesperada, por la creciente desubicación de la Unión Europea del primer plano internacional, los dirigentes de Bruselas han encargado sendos informes a dos experimentados políticos europeos, nada dudosos de arroparse en la tecnocracia, Enrico Letta y Mario Draghi. El informe del primero ya está encima de las mesas hace un par de semanas, el de Draghi lo conoceremos en junio.

Enrico Letta no oculta ninguna de las más importantes carencias de la Unión, algunas estructurales, otras muy evidentes desde hace tiempo y resalta aquellas que se han evidenciado en los últimos años. Letta ha sido diligente. En los ocho meses transcurridos desde que inició su trabajo de campo ha registrado más de 400 reuniones en todos los países de la Unión. Además de esfuerzo ha puesto entusiasmo porque considera que «el riesgo de desindustrialización en el continente no es irreversible» pero hasta ahí llega su optimismo. Lo demás es sacrificio, entendimiento y conocimiento profundo de las vulnerabilidades de la Unión y una propuesta de soluciones que, una vez más, tropezarán con las urgencias políticas de cada estado miembro y con la opinión pública europea, heterogénea y despistada.

Para Letta, la piedra angular del futuro europeo sigue siendo el mercado único, pero no lo que llamamos ahora mercado único, que no es tal o no lo es hasta las últimas consecuencias. Tres sectores «que han estado en el corazón de mi reflexión desde el principio», confiesa Enrico Letta, son estratégicos para el futuro europeo en competencia. La energía, las telecomunicaciones y los mercados financieros. Ninguno de ellos hoy constituyen mercados únicos europeos.

El político italiano, apartándose un poco de sus convicciones liberales pone como ejemplo de un esfuerzo unitario para recuperar el sector industrial la Ley de Reducción de la Inflación de Joe Biden, que se ha abierto paso, no sin esfuerzo, en Estados Unidos. Y propone, al socaire de este modelo, llevar a cabo la creación de un mecanismo de contribución de ayudas de estado que podría canalizar «una oleada de inversiones públicas genuinamente europeas». Este mecanismo exige como complementaria la unión de mercados financieros, para que las empresas no se vean impelidas a buscar capital fuera de las fronteras de la UE.

Si alguien, tras las elecciones europeas de junio, decide hacer caso a Enrico Letta, que asuma también su voluntad de actuar con velocidad, en escala europea y con recursos financieros suficientes. Y que no pase lo mismo que con la PAC, que ha acabado por ser modificada, simplemente para evitarse el dolor de cabeza de las tractoradas.

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