THE OBJECTIVE
Enfoque global

Ucrania soporta un nivel de amenaza existencial

Se impone una nueva narrativa: la estabilización del frente no puede mantenerse y Rusia puede lograr avances

Ucrania soporta un nivel de amenaza existencial

Ilustración de Alejandra Svriz.

Se puede identificar cómo, en el transcurso de la guerra de Ucrania, la narrativa norteamericana ha evolucionado. Tras la invasión rusa, el tema «salvar a Ucrania» fue dominante antes de ser superado por «sangrar a Rusia», que presentaba el suministro occidental de armas y la provisión de inteligencia en el campo de batalla a las fuerzas ucranianas como una inversión rentable para erosionar militarmente al adversario. Incluso después de que la contraofensiva ucraniana que fracasó durante el verano pasado, alejando las expectativas de una derrota rusa, se continuó con un guion optimista sobre el desarrollo de las acciones de guerra. En la actualidad, se pone el énfasis en el apoyo americano mediante paquetes de armamento y munición, como recurso para evitar la derrota. 

En realidad, Ucrania soporta un nivel de amenaza existencial solo comparable a la situación inmediata tras la invasión rusa a gran escala en febrero de 2022. Sobre el terreno las Fuerzas Armadas de Ucrania han perdido la libertad de acción, o lo que es lo mismo, ahora no pueden «vencer», como ya se admite en parte de la prensa occidental. Por ello, la necesidad de reorganizar y reforzar la Fuerza es vital para continuar las operaciones. Asumiendo de la apariencia de falta de estrategia, el debate estadounidense sobre la prestación de asistencia militar adicional a Ucrania se ha basado en el supuesto de que las operaciones permanecerían estáticas. Esa suposición resultó falsa, ya que los rusos están abandonando la guerra de posiciones y comienzan a maniobrar. La carencia de defensa aérea ha expuesto a las unidades ucranianas de primera línea a los ataques aéreos rusos, que junto con la carencia ucraniana de munición de artillería permite a las fuerzas rusas desplegar elementos blindados y avanzan lenta, pero en varios sectores del frente. La cuestión es: ¿a qué estrategia responde?

Se estima que, desde primeros de año, los rusos han ocupado más de 450 ​​kilómetros cuadrados, a lo que hay que añadir la destrucción de gran parte de las infraestructuras del país. A su vez, Rusia ha lanzado su tercera gran movilización como prólogo, probable, de su próxima campaña primavera/verano para ocupar más territorio ucraniano. El pasado 31 de marzo, el presidente ruso Vladimir Putin firmó un decreto para la próxima campaña de reclutamiento, cuya meta es alcanzar 150.000 nuevos reclutas para el servicio militar. En julio de 2023, la Duma elevó la edad máxima de reclutamiento a treinta años, aumentando el número de potenciales reclutas. Se calcula que la cifra de nuevos soldados que podrían incorporarse a la tercera campaña de movilización rusa podría ascender a nada menos que trescientos mil para junio.

La aprobación del último paquete de ayuda estadounidense a Ucrania, que ha sufrido un gran retraso, marca un hito importante, no libre de controversia. El material y equipo se necesita con urgencia para mantener operativo al ejército ucraniano, proteger al pueblo y las infraestructuras del ataque aéreo de Rusia y, a la vez, seguir erosionando la maquinaria militar rusa. Pero han sucedido muchas vicisitudes en los ocho meses que tardó el Congreso en actuar. 

Desde finales de 2023, el impacto negativo del retraso de la ayuda militar a Ucrania ha sido demasiado evidente. Con las tropas ucranianas en amplia inferioridad de diez a uno en términos de potencia de fuego de artillería, Rusia ha podido avanzar en varios sectores a lo largo de los 1.000 kilómetros de la línea del frente, ocupando en febrero la ciudad de Avdiivka y avanzando más desde entonces. Los rusos también han aprovechado las crecientes brechas en las defensas aéreas de Ucrania para lanzar una nueva campaña de bombardeos contra las ciudades y la infraestructura energética civil del país. Esto ha provocado la destrucción de múltiples centrales eléctricas, lo que ha generado temores de una inminente catástrofe humanitaria. La pregunta clave que necesita respuesta es: ¿cuáles serán los objetivos bélicos de Ucrania y cuál la estrategia para alcanzarlos? Mientras, han surgido serias dudas sobre la viabilidad de la estrategia de Kiev y, lo que es del mismo modo importante, el apoyo de sus aliados en ambos lados del Atlántico debe abordar este dilema. 

En este sentido hay que añadir que por orden del presidente Biden, en febrero, se habían enviado a Ucrania misiles tácticos ATACMS. La confirmación de Washington se produjo después de que se informase que se habían empleado para bombardear un aeródromo militar ruso en la península de Crimea, ocupada por Moscú en 2014. Los nuevos ATACMS, que acaba de aprobar el Congreso el 24 de abril, tienen un alcance de ataque mayor, hasta 300 kilómetros, que la versión del arma que ya poseía Kiev, con un alcance de solo 165 kilómetros. Con esos misiles, el ejército ucraniano logró hace poco destruir una batería S-400 en Crimea, lo que demuestra que incluso el sistema de defensa antimisiles más valioso y de última generación de Rusia puede ser vulnerable. 

Inmediatamente después de que el presidente Biden refrendaba el paquete de Defensa, valorado en 61 mil millones de dólares, para Ucrania, el Reino Unido también lanzó su propio paquete de ayuda masiva, por el equivalente de 620 millones de dólares (500 millones de libras esterlinas). Es la mayor ayuda británica para Ucrania hasta el momento que, según declaraciones oficiales, incluyen misiles Storm Shadow entre un total de 1.600 misiles de ataque y de defensa aérea, cuatro millones de proyectiles diversos, 60 embarcaciones y más de 400 vehículos. El gran paquete de ayuda estadounidense también permite a la administración confiscar activos estatales rusos ubicados en Estados Unidos y utilizarlos en beneficio de Kiev. Lo que podría significar otros cinco mil millones de dólares en asistencia para Ucrania, provenientes de los depósitos del Banco Central ruso que ya han sido congeladas en Estados Unidos. Las incautaciones se llevarían a cabo según las disposiciones de la Ley REPO, abreviatura de Ley de Reconstrucción de Prosperidad y Oportunidades Económicas para los ucranianos, que se incorporó al proyecto de ley de ayuda.

Aunque la Casa Blanca, según palabras del secretario de Estado americano Jake Sullivan, previene que en los próximos meses Rusia consiga más avances en el frente, los dirigentes británicos siguen hablando de «vencer». Con el nuevo material, Ucrania podrá aumentar los ataques de largo alcance dentro de Rusia a medida que la afluencia de ayuda militar occidental tiene como objetivo ayudar a Kiev a dar forma a la guerra «con maneras mucho más fuertes», declaró el Jefe del Estado Mayor de la Defensa del Reino Unido, el almirante Sir Tony Radakin, que reconoció el ánimo pesimista que rodea la defensa de Ucrania en una entrevista con el Financial Times, admitiendo que el país enfrentaba una lucha «difícil» para repeler el avance de las fuerzas rusas.

De las valoraciones publicadas sobre el impacto de la ayuda, se deduce que es poco probable que su entrega altere la situación en el frente, ya que, a pesar de su rápido envío y reparto, el refuerzo no comenzaría a producir efectos hasta dentro de varias semanas, durante las cuales es probable que la situación en primera línea continúe deteriorándose para Ucrania. Hay que tener en cuenta que en las últimas semanas se ha ido imponiendo una nueva narrativa: que la estabilización del frente no puede mantenerse y que Rusia puede, en cambio, lograr un avance importante.

Durante el desarrollo de la guerra, se han puesto en evidencias hechos incontrovertibles. Hay que reconocer que la potencia rusa es superior a la ucraniana, y en términos de población, economía y potencial militar el resultado es evidente. Esa descompensación es difícil de paliar con apoyo exterior. Hay que admitir que la ofensiva rusa de febrero de 2022 estuvo mal calculada, pero Moscú se ha adaptado a las circunstancias al asumir la atrición como efecto de las operaciones. El principio militar de «masa» es tradicional en la Historia militar rusa, algo no reñido con el empleo de las nuevas tecnologías. La asunción de pérdidas es algo que no encaja la mentalidad occidental, con lo que el efecto de masa es de difícil aplicación. 

La industria de defensa rusa se ha adaptado al escenario. El principio de «masa» se lo aplica a la producción de elementos esenciales como munición de artillería y drones, adecuándose a las novedades del frente, modernizando antiguas armas para hacer frente a las nuevas formas de combate. Del apoyo exterior, hay que señalar el de China, en cuanto al mantenimiento de las cadenas de suministro rusas para su funcionamiento constante y la posibilidad de alternativas. El apoyo de Corea del Norte e Irán está asegurado. A todo esto, el esperado efecto de las sanciones de Occidente no aparenta haber causado mella el potencial ruso. Rusia ha adoptado una economía de guerra que ha hecho crecer su PIB en 2023 y se espera otro crecimiento similar para el presente año. A pesar de los esfuerzos de Estados Unidos y la UE para aislar a Rusia del acceso a tecnologías occidentales, las empresas rusas han encontrado el modo de evitarlas, llegando a importar tecnologías de doble uso. 

«Cuanto más tiempo Estados Unidos permanezca involucrado en los conflictos en Europa y Oriente Medio, mayor será la probabilidad de que China tenga libertad de acción en el Indo-Pacífico»

Frente a la sombría realidad, Ucrania ha adoptado una «estrategia de negación», que consiste en un enfoque defensivo diseñado para impedir que un adversario alcance sus objetivos. En este caso, la finalidad es prolongar el conflicto el mayor tiempo posible para evitar que Rusia consiga una victoria clara. Para ello hay que continuar aumentando e intensificando los ataques asimétricos contra infraestructura vital y áreas civiles en Rusia para infligir el mayor daño posible. En el nivel operacional se empleará la «defensa activa», mediante la construcción de fortificaciones, proporcionando a las tropas la oportunidad de reconstituirse, recuperarse y adiestrarse, mientras se llevan a cabo ataques contra las fronteras rusas y en el interior, mediante el empleo de los misiles ATACMS. Pero la «defensa activa» requiere inyecciones masivas de ayuda y apoyo occidentales, así como la constante incorporación de nuevos reclutas.

El último paquete de ayuda estadounidense, de 61.000 millones de dólares, es, casi con certeza, el último de tal magnitud, antes de la elección (o reelección) de quien sea el próximo presidente de Estados Unidos, ya que tiene que atender a la prioridad estratégica estadounidense: China. Además, en este contexto, la nueva y masiva financiación estadounidense para Ucrania puede verse como refuerzo de su compromiso con Kiev en el conflicto, con escasas perspectivas de cambiar el rumbo de la guerra. 

Por su parte, la UE ha aprobado 50.000 millones de euros en asistencia financiera hasta 2027, montante que Ucrania necesita para mantener el funcionamiento del país. El Secretario General de la OTAN, Jens Stoltenberg, ha propuesto establecer un fondo de 100.000 millones de dólares para las defensas de Ucrania, pero su propuesta ha encontrado poco apoyo por parte de los miembros de la OTAN.

Al dotar a las fuerzas ucranianas de armas más poderosas que alcanzan territorio ruso, junto con información sobre objetivos en el campo de batalla e incluso alguna asistencia real en el terreno cerca de las líneas del frente, el peligro de una reacción rusa sobre la OTAN es real. En este sentido, hay que señalar, como el canciller alemán, Olaf Scholz, expuso, de forma inadvertida, la ayuda del Reino Unido, Francia y Estados Unidos en ataques directos contra objetivos en Rusia, desde suelo ucraniano. Scholz declaró que, si Alemania siguiera a Gran Bretaña y Francia en el suministro de misiles de largo alcance a Ucrania, también se convertiría en «participante en la guerra».

Cuanto más tiempo Estados Unidos permanezca involucrado en los conflictos en Europa y Oriente Medio, mayor será la probabilidad de que China tenga libertad de acción en el Indo-Pacífico. Es curioso que Washington mantenga disperso su poder militar y trate de evitar el dominio chino a través de la diplomacia más que por la disuasión. Llegados a esta situación, la ocasión que proporciona la ayuda permite contemplar la opción diplomática para alcanzar un alto el fuego en la guerra de Ucrania, dado que la alternativa es continuar gastando recursos que van en contra de debilitar la postura de Estados Unidos en su competición estratégica con China por la preeminencia global.

Enrique Fojón es analista del Centro para el Bien Común Global de la Universidad Francisco de Vitoria.

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