Las elecciones del 9-J medirán el auge de la extrema derecha en la Unión Europea
Los sondeos prevén una victoria de los populares europeos y un desgaste de socialdemócratas y liberales
La campaña de las elecciones europeas que se celebrarán del 6 al 9 de junio ya ha dado el pistoletazo de salida. De sus resultados depende el futuro de varias cuestiones cruciales para la economía del Viejo Continente. Entre ellas, el impacto que puede tener en sectores como la agricultura o la industria, la flexibilización o no del muro burocrático de Bruselas y el recrudecimiento esperado en la guerra comercial a través de un aumento de los aranceles sobre los productos importados de países como China.
Este ascenso será en detrimento del centro, con un retroceso de los liberales europeos solo apuntalados por Emmanuel Macron en Francia, ante una polarización que favorece la movilización electoral en torno a los discursos de los extremos en la izquierda y la derecha. De hecho, uno de los principales cambios que pronostican las encuestas en el Parlamento Europeo es la pujanza del populismo ultraderechista, que puede impulsar al bloque de la francesa Marine Le Pen y el italiano Matteo Salvini, a pesar de la creciente división tras la ruptura con Alternativa por Alemania.
Esta tendencia también puede dar alas al otro gran bloque a la derecha de los populares europeos: el paraguas de los eurocríticos, menos alineados con Moscú, que agrupa a Giorgia Meloni -que también concurrirá a los comicios como es habitual en los presidentes italianos-, al húngaro Viktor Orbán o a Vox. Este grupo, el de los conservadores y reformistas de los que también formaban parte los Tories británicos antes del Brexit, sí podría tener representación en la próxima Comisión Europea si algún Estado miembro como Italia o Hungría propusiera un eurocomisario alineado con estas posturas.
Ana Mar Fernández Pasarín, profesora de Ciencia Política y de la Administración en la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), recuerda que son los países miembros quienes tienen la última palabra en nombramientos como el de los comisarios o la presidencia de la Unión Europea. No obstante, la intención en las últimas legislaturas ha sido que esta última designación refleje el mandato de las urnas. «No hay que perder de vista que los dos partidos dominantes seguirán siendo los populares europeos y los socialdemócratas, pero con una tendencia a la baja que ya se observa desde hace varias legislaturas», señala.
Además, es de esperar que «los liberales bajen» y que se produzca «una subida del bloque de los Conservadores y Reformistas y de Identidad y Democracia», ambos a la derecha de los populares europeos, explica la politóloga, formada en la Université Libre de Bruxelles y la Sciences Po de París. Añade que a la movilización de la ultraderecha contribuye el hecho de que el discurso exaltado de Meloni se haya moderado una vez alcanzado el poder, lo cual proporciona una sensación de «seguridad» a votantes de Vox y otros partidos europeos que prometen mano dura contra la delincuencia, el narcotráfico, la inmigración ilegal o el crecimiento del islam en los barrios obreros de las principales urbes europeas.
Empate en la ultraderecha
«El ciudadano tiene claro el discurso de Vox o el PSOE, pero le cuesta identificar el discurso de los partidos liberales y va a discursos claramente identificados», subraya la académica para explicar estos giros en las preferencias del electorado europeo. La demoscopia augura una victoria clara del Partido Popular Europeo (PPE), que o bien revalidaría sus 182 escaños o tendría un muy ligero retroceso, con unos socialdemócratas que podrían perder hasta 20 de sus 135 representantes y unos liberales que también cederían una veintena de sus 108 eurodiputados.
En paralelo, los eurocríticos (Conservadores y Reformistas Europeos) podrían pasar de los 62 escaños actuales a superar los 80, el mismo resultado que se espera para los identitarios de Le Pen, que actualmente cuentan con 73. De ser así, darían el sorpaso a los verdes (ERC, BNG), que actualmente cuentan con 74 representantes, 20 de los cuales desaparecerán del Parlamento Europeo tras las elecciones, según los sondeos. En cuanto al bloque de extrema izquierda The Left -del que forma parte Podemos y al que Sumar pretende adscribirse-, se espera un resultado parecido a los 41 electos que logró en 2019.
Las encuestas apuntan a un triunfo en Francia de la Agrupación Nacional de Le Pen, que podría doblar en representantes al bloque presidencial de Macron; a una victoria en Alemania de la CDU, alineada con el PPE; en Grecia a un liderazgo de Nueva Democracia, adscrito al mismo grupo; a un cómodo primer lugar para la coalición de Orbán en Hungría; a un espaldarazo en las urnas para la presidenta italiana Meloni; y a una ventaja más reducida a favor del PP de Dolors Montserrat en España, con el PSOE de Teresa Ribera en segundo lugar. Suecia es uno de los pocos países donde se prevé una primacía de los socialdemócratas y los resultados estarán más reñidos en Portugal, entre populares y socialistas; o en Países Bajos, entre la coalición eco-socialdemócrata y la ultraderecha identitaria.
De los votos emitidos el próximo 9-J dependerán una serie de nombramientos de calado, principalmente el de la presidencia de la Comisión, actualmente ocupada por la popular alemana Ursula Von Der Leyen, la presidencia del Consejo de la Unión Europea que ostenta Charles Michel, el alto representante para Asuntos Exteriores -pues Josep Borrell ha expresado su intención de dejar el cargo en otoño- o la presidencia del Parlamento Europeo, ahora en manos de Roberta Metsola. Sin embargo, si las urnas reclaman un alivio en la hiperregulación de Bruselas, unas fronteras más herméticas con la inmigración o una mayor beligerancia con las importaciones extracomunitarias, los resultados también puede tener derivadas sociales, económicas e incluso en la cadena de suministro global.
Interés en el mundo económico
«Se empieza a hablar con más contundencia de que es necesario proteger la industria europea, pero en 30 años se ha permitido que se haga esta deslocalización a otros territorios de las industrias estratégicas», indica Cristian Castillo, profesor de Economía de la Universidad Abierta de Cataluña (UOC). «Estados Unidos ha sido más cuidadoso, tiene aranceles contra Pekín y ahora además está en esta guerra comercial que inició Trump y Biden ha continuado. En Europa, hemos estado más relajados con China», detalla. Los próximos cinco años de legislatura europea pueden traer cambios en este sentido y ello puede generar tensiones en el suministro de materias primas estratégicas como el cobre o los semiconductores, de los cuales China es uno de los principales productores y consumidores.
El consultor David Ortega confirma que Bruselas se prepara para «incrementar los aranceles hasta el 20 o 30%» en productos como los coches: Estados Unidos ha decidido subirlos del 27,5% al 100%. «China también los va a subir y vamos a entrar en una guerra, lo mismo que ya pasó con los japoneses», recuerda el cofundador de Muvmi y profesor de la Escuela de Negocios Eada. De confirmarse esta escalada arancelaria, no solo los fabricantes chinos saldrán perjudicados, sino también las numerosas compañías europeas que o bien venden en el gigante asiático o bien tienen allí situada parte de producción para posteriormente traerla a Europa.