Lo que tú digas, Vladímir. Gracias, Donald
Donald Trump y Vladímir Putin dan un paso más en la entrega de Ucrania a Rusia y en el desprecio a Europa.

El presidente de EEUU, Donald Trump, junto a su homólogo ruso, Vladimir Putin.
«¿Algún presidente estadounidense ha actuado alguna vez como si fuera un agente ruso?».
«Sí, Donald Trump ha hecho cosas que sugieren que podría ser un agente ruso, como elogiar a Vladímir Putin e impulsar políticas alineadas con los intereses rusos. Según los registros históricos disponibles, ningún otro presidente estadounidense ha llegado tan lejos».
La afirmación es categórica. Su autor no es un líder político de izquierdas o de derechas de la Unión Europea, aunque podría serlo. Tampoco es una respuesta elaborada por una persona que pertenezca a un think tank o un medio de comunicación. Es la contestación que suministra Grok AI, la inteligencia artificial de X, la red social propiedad de Elon Musk.
Recurrir a la inteligencia artificial para cualquier cosa es ya una terrible vulgaridad, pero la tentación de reproducir estas palabras -que han circulado mucho en X en las últimas horas- es demasiado fuerte. Como dice Grok AI, elogiar a Putin y coincidir con él en cuanto a la salida de la guerra en Ucrania implica una manera de ver las cosas que ningún otro presidente norteamericano había tenido hasta ahora.
La conversación telefónica que mantuvieron este martes Trump y Putin sobre Ucrania –«una llamada magnífica», según el estadounidense, «para hacer coincidir los intereses de Rusia con Ucrania»– tiene toda la pinta de entrar en la respuesta de Grok. A ver si paramos la guerra, viene a decir Trump; bueno, sí, a ver, dice Putin, que se apunta a una tregua de un mes en los bombardeos sobre centros energéticos e infraestructuras. Mejor aún, salta Trump: qué idea tan buena he tenido: ¿por qué no se queda EEUU con las centrales nucleares de Ucrania? «Sería la mejor protección para esa infraestructura».
¿Y los ataques contra las ciudades de Ucrania, los bombardeos contra edificios residenciales y hospitales? Hombre, Donald, no te pases, dice Vladímir. Para eso hace falta que los ucranianos se estén quietos: literalmente, «que paren la movilización de su Ejército y su rearme, y que se detenga la ayuda militar exterior y la cooperación en inteligencia». Que lo dejen, vamos: que llevamos más de tres años de una guerra que creíamos que iba a ser un paseo y esto no acaba de resolverse. Que se rindan de una vez, Donald. Mira, esta noche no vamos a tener más remedio que bombardear un par de hospitales en Sumy. Dicho y hecho.
Y Donald, que ya no engaña más que al que quiere ser engañado, dice que «OK», que la paz rápida avanza y que los ucranianos le tiene que estar muy agradecidos, porque su amigo Vladímir le ha dicho que están rodeados y tienen muchas bajas, y si lo ha dicho Putin tiene que ser verdad. ¿Exigencias a Rusia? Bueno, tampoco nos vamos a poner bordes. Como indica Tulsi Gabbard, la directora nacional de Inteligencia: «Tenemos dos líderes de dos grandes países que son muy buenos amigos y están muy centrados en cómo podemos reforzar unos mismos objetivos y un interés común».
Interés común es repartirse Ucrania sin que los ucranianos y los europeos tengan vela en ese entierro, literalmente. Interés común es que uno se desentiende y el otro aprovecha. Sí hubo un interés realmente común en la conversación telefónica: los dos dirigentes dispusieron la celebración de partidos de hockey sobre hielo entre EEUU y Rusia. No es un logro menor, sobre todo ahora que los canadienses se han puesto tan quisquillosos con los insultos diarios que reciben.
Así están las cosas en el frente ucraniano: lo que Putin no ha conseguido en algo más de tres años de invasión está ahora más al alcance de su mano gracias a Trump.
Mientras tanto, no hay día sin hazaña al otro lado del Atlántico. La indescriptible portavoz de la Casa Blanca sonríe mientras asegura que los franceses no hablan hoy alemán como lengua nativa gracias a los estadounidenses. A Karoline Leavitt le ha dicho el eurodiputado francés Raphaël Glucksmann que él va más allá: «Yo simplemente no estaría aquí si cientos de miles de jóvenes estadounidenses no hubieran desembarcado en nuestras playas de Normandía». Pero «la América de estos héroes luchaba contra los tiranos, no los adulaba. Era enemiga del fascismo, no amiga de Putin. Ayudaría a la resistencia y no atacaría a Zelenski».
Asuntos más graves: el sábado pasado, Trump utilizó la Ley de Enemigos Extranjeros de 1789 para desafiar la orden de un juez federal de hacer regresar dos aviones de presuntos delincuentes venezolanos exportados a una cárcel salvadoreña con la complicidad del presidente Nayib Bukele. Los vuelos, justificó la Casa Blanca, estaban sobre aguas internacionales. «Es el comienzo de una verdadera crisis constitucional que podría acabar en destitución presidencial», según Mark S. Zaid, abogado especializado en seguridad nacional.
Más cosas. Una familia mexicana que había logrado que un equipo médico de Houston operara con éxito -un milagro, dijeron los médicos- el tumor cerebral de su hija de diez años ha sido deportada. Los padres, que llegaron a EEUU hace once años, no tienen papeles. Sus hijos sí los tienen, porque han nacido allí. La niña necesita seguir un tratamiento para reducir la inflamación cerebral y superar los problemas de habla y de movilidad en la zona derecha del cuerpo, y eso es lo que estaba haciendo, asistir a la terapia de rehabilitación. Se acabó.
Y para terminar, porque es imposible recoger todo: el Cementerio Nacional de Arlington empezó el pasado viernes a eliminar de su web la información sobre las historias destacadas de las mujeres de uniforme y de los soldados negros, hispanos e indios navajos que están enterrados entre los 400.000 veteranos de guerra que acoge el cementerio. Algunos habían recibido la Medalla de Honor. No habrá información sobre Héctor Santa Anna, el tataranieto del general mexicano que tomó El Álamo; Héctor, ciudadano estadounidense, fue piloto en la Segunda Guerra Mundial. También se ha eliminado la biografía del general Colin L Powell, el primer negro jefe del Estado Mayor Conjunto, el rango más alto del ejército después del presidente. No habrá datos de cómo los navajos, cuando los japoneses descifraron los códigos aliados en la guerra del Pacífico, ayudaron a la Marina y crearon un código basado en su lengua contra el que se estrellaron los japoneses. También se quedará sin su triste historia –cantada por Johnny Cash– Ira Hayes, el indio pima que estaba entre los soldados que levantaron la bandera de las barras y las estrellas en Iwo Jima un día de finales de febrero de hace 80 años.
Del parque temático pensado para Gaza -de nuevo en guerra, con la bendición de Trump y de Putin-, del machaque continuo a groenlandeses y canadienses y de la arancelización de las relaciones comerciales mejor hablar otro día. Hoy es suficiente con saber que con esta conversación telefónica entre «dos líderes de dos grandes países que son muy buenos amigos» se ha dado un paso más en la entrega de Ucrania a Rusia y en el desprecio a Europa, mientras en EEUU se suceden las agresiones contra el sentido común y la historia, contra la separación de poderes y contra los jueces que cumplen con su deber constitucional.