Así debes pesarte en la báscula para hacerlo bien y no amargarte con el peso
La constancia para perder peso no tiene que ver solo con lo que comes o lo que te ejercitas, también en cómo lo calculas
Seguramente sea enero el mes del año en el que más básculas se venden. O en el que más básculas se rompen o se tiran por la ventana. Lo que sí es cierto es que enero, peso y báscula forman parte de una ecuación que tiende a amargarnos después de las Navidades. No está solo, claro. También nos tiende a amargar el mes de mayo, tiempo en el que el tic tac del verano nos demuestra que hemos sido malos ‘alumnos’ de las dietas.
Incluso, por amargar, hasta el retorno otoñal cae en esos vicios. Llegamos a la consulta del médico para que nos pase revista y empiezan a salir gramos que no debían haber aguantado tanto tiempo. La realidad es que no hay época del año en el que no le tengamos tirria a la báscula, tiránica herramienta con el mal vicio de ir de ecuánime. Ella no valora, solo cuantifica.
Pero para llevarnos bien con la báscula, controlar nuestros kilos de más y saber convivir con nuestro peso hay que saber cómo pesarse. Sí, parece muy obvio: llegas, te subes, te pesas y te vas. Lógicamente, la teoría es sencilla, pero para que no nos hagamos trampas al solitario y no nos desmoralicemos, debemos ser constantes.
No es lo mismo pesarse después de atracarse a turrones que hacerlo en ayunas; tampoco será lo mismo hacerlo vestido que desnudo y, aunque nos pese —irónico, ciertamente— no todas las básculas son iguales. Contar con una báscula que conozcamos y que sea fiable y constante serán las mejores herramientas para que pesarse sea eficiente.
Cómo calcular tu peso en una báscula correctamente
Desde que el mundo es mundo, el ser humano se ha empeñado en cuantificar y en encontrar medidas que nos permitan no estar sujetos a veleidades de cambio por el tipo de unidades. Nuestro querido sistema métrico decimal es un ejemplo de ecualizador, que permite que nos entendamos más o menos bien en un sinfín de países. Ajenos están Reino Unido y su sistema imperial o Estados Unidos, que hereda su sistema de medidas en gran parte de su antigua metrópoli.
Por qué queremos decir esto y que, en ningún caso significa que nos pesemos en onzas, stones o galones; sencillamente porque necesitamos una herramienta fiable y, aún no siendo 100% fiable, que al menos sea constante. Más allá de utilizar una misma báscula, también hay otros factores que vas a necesitar tener claros a la hora de pesarte.
Usa la misma báscula
Puede ser más cara o más barata; digital, de bioimpedancia o analógica; capaz de medir el IMC o de no hacerlo; mecánicas o electrónicas; de diseño o la que heredaste de tus padres, pero siempre usa la misma báscula para pesarte. No por una cuestión de cariño, sino por una cuestión de constancia.
Aunque son herramientas naturalmente precisas, siempre pueden bailar unos gramos de más entre una báscula y otra. Si siempre nos pesamos con la misma, tendremos controlado cual puede ser ese cambio de gramos, tanto por exceso como por defecto. Si vamos pululando de báscula en báscula, puede que nos den pesos distintos y, sobre todo, los motivos por los que nos dan esos pesos distintos. En este sentido, tener solo una báscula de referencia es la mejor forma de fiarse de un peso a largo plazo.
Pésate sin ropa
Uno de los errores más habituales de pesarse en la farmacia, una costumbre relativamente habitual, es que lógicamente estamos vestidos. Pesarse con ropa nos hace un flaco favor –irónico– porque estamos añadiendo un peso innecesario y ajeno a nosotros a nuestra báscula. Como es normal, desconocemos cuánto pesa la ropa que llevamos. Y sería todavía más absurdo que la pesáramos para ver ese exceso de gramos con el que contamos. Si no te queda más remedio que pesarte con ropa porque no tienes báscula en casa, pésate siempre con la misma ropa.
Por este motivo, tomarse medidas —ya sea de peso o de altura— vestido o calzado es un error porque vamos a estar haciéndonos trampas al solitario. Esto es válido tanto para las mediciones domésticas como para las que hagamos fuera de casa, así que olvidémonos de la ropa, dejando como máximo algo de ropa interior.
En ayunas
Irte a la báscula después de desayunar, de darte un homenaje a base de cocido o, si quieres seguir trampeándote solo, tras un día sin comer, son malas opciones. Las mejores medidas las vamos a tomar cuando seamos constantes en vestimenta, tiempo y báscula. Por tanto, aprovecha la primera hora de la mañana después de ir al servicio y antes de desayunar para pesarte. Por este motivo, conviene pesarse siempre a la misma hora.
Habrás permitido que tu cuerpo haga una digestión más o menos intensa de lo último que tomaste por la noche y habrás vaciado intestinos y vejiga. Habremos completado el proceso digestivo y el nivel de líquidos dentro de nuestro cuerpo será el óptimo, así que no tendremos ‘peso muerto’ en nuestro organismo.
Cuidado con el ‘engaño’ de la pérdida de líquidos
Si te gusta el boxeo, los deportes de contacto o el fisioculturismo sabrás que hay una ‘trampa’ permitida que facilita a los competidores perder peso muy rápido. Realmente no pierden peso en la acepción de la palabra, sino que, como se llama en argot, ‘se secan’, es decir, mantienen una dieta baja en líquidos y diurética para reducir su peso en la báscula para poder competir.
Una vez que su peso está en la categoría para la que quieren competir, retoman sus hábitos nutricionales y recuperan peso en muy poco tiempo. De esta forma, la ‘trampa’ está en que, por ejemplo, un luchador aparece en el pesaje con 65 kilos, pero llega con 69 kilos al combate.
No pretendemos que seáis Mike Tyson ni el luchador de MMA Khabib Nurmagomédov, conocido —aparte de por ser muy bueno— por esta práctica. Pero sí debemos tener en cuenta ciertos problemas cotidianos que a nosotros nos pueden afectar. Por eso, hay algunos momentos que debemos tener en cuenta para que esta pérdida —o retención— de líquidos no nos engañen al adelgazar. De hecho, a estos deportistas les pasa una importantísima factura y el propio Nurmagomédov tuvo que ser ingresado en 2020 mientras realizaba un ‘weight cut’ para cambiar su peso wélter a peso ligero.
Pasa después de ir al gimnasio y pegarse una buena sudada, o después de estar en una sauna. Perdemos líquido a mansalva, que lógicamente se va a trasladar a la báscula, pero realmente no estamos perdiendo grasa, sino agua. También nos puede pasar después de consumir mucho alcohol porque es un diurético o, en el caso de las mujeres, prestar atención a los días previos a la menstruación porque se suelen retener más líquidos que de costumbre.
El músculo es más denso que la grasa
Te machacas en el gimnasio y ves que tu pérdida de peso no es elevada, pero aprecias que estás físicamente más fuerte y te notas mejor, pero la báscula no lo siente igual. No te preocupes porque, por norma general, no va a ser tu culpa. Es una simple cuestión fisiológica: el músculo es más denso que la grasa. Por este motivo, cuanto más te defines muscularmente es posible que notes que no pierdes peso al mismo nivel.
Es muy habitual que esto pase cuando te inicias en el gimnasio, viendo una bajada pronunciada de entrada y luego ralentizando esta pérdida. Los motivos son dos, principalmente. Primero porque quemamos más grasa y segundo porque, una vez tonificado, conseguir hipertrofiar o desarrollar más músculo es más complicado. Para hacernos una idea científica, tengamos en cuenta que la densidad de un kilo de músculo (1,06 gramos/ml) es mayor que el mismo peso de grasa (0.9 gramos/ml).
La cinta métrica, una buena aliada de la báscula
Si tu intención es perder peso y quieres fiarte de algo más que de la báscula, mídete. No hace falta que te tomes medidas como si fueras un sastre de Savile Row, pero sí que puedes tomar algunas para ver tu evolución. Al transformar grasa en músculo es posible que no veas cambio de peso, pero sí de aspecto. Para ello, lo mejor será que tengas claros ciertos volúmenes.
Por ejemplo, con esa cinta métrica —vale una de costurero— tomar las medidas iniciales de cintura, cadera, brazo, pecho y pierna —muslo—, que te servirán para ir viendo tu evolución. Quizás el peso no acompañe, pero estos centímetros suelen ser bastante precisos para demostrar que estamos cambiando nuestro cuerpo.
No te peses todos los días
Te puedes pesar todos los días sí así lo deseas, pero ni es eficiente ni es motivador. Más que nada porque ver cambios a diario, aún en dieta, es complicado y, sobre todo, podemos ver muchos altibajos. Lo más eficiente es que busquemos siempre un mismo día a la semana para pesarnos y así funcionar con el cambio de forma más progresiva.
La recomendación, más allá de cuando queráis hacerlo, es que sea uno de los días centrales de la semana, ya sea miércoles o jueves. Si nos pesamos el lunes es posible que heredemos excesos de fin de semana y, si nos pesamos el viernes, que arrastremos toda una semana monacal. Por este motivo, miércoles y jueves permanecen en un limbo más cómodo.