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Bacterias: seis elementos domésticos con más gérmenes que el inodoro

Decenas de millones de diminutos enemigos se esconden en forma de gérmenes y patógenos en elementos tan comunes como grifos, alfombras o tablas de cortar

Bacterias: seis elementos domésticos con más gérmenes que el inodoro

Un grifo de baño mal cerrado. | ©Unsplash.

Seguramente mantengas una dinámica de máxima pulcritud con el antes y después de utilizar el inodoro. Es lógico, ya que hablamos de una fuente de bacterias y suciedad relativamente elevada. Motivo por el que la limpieza del baño suele ser frecuente y exhaustiva aunque ingrato.

Sin embargo, a pesar de haberlo focalizado como epicentro bacteriano doméstico, nuestro cuarto de baño no es el único lugar que estos microorganismos colonizan. La aparición del covid-19 también ha supuesto redoblar esfuerzos contra gérmenes y patógenos, ampliando nuestras defensas.

Los lavados de manos y la presencia de geles hidroalcohólicos han aumentado así su profusión. Por desgracia, no siempre estos pequeños y culpables bichitos están en nuestras manos, sino en numerosos rincones de nuestra casa. Podríamos pensar que serán los más oscuros o recónditos, pero nada más lejos de la realidad. Algunos los usamos mucho y muy a menudo.

Están en la cocina, como podría resultar evidente, y en el baño, lo cual también supone cierta lógica, aunque hay más. Despachos, habitaciones o los polivalentes cuartos de la ropa sucia son una fuente natural y frecuente de bacterias a las que hoy ponemos cara en cuestión de higiene.

Bacterias en casa: limpio no significa desinfectado

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Limpieza no siempre significa desinfección, incluso en bayetas, estropajos, salvauñas o esponjas. ©Unsplash.

La demonización del inodoro le convierte en la zona cero de los gérmenes domésticos. Sin embargo, su propia naturaleza implica que sea de los que más frecuentemente limpiemos. Eso supone también recurrir a desinfectantes como la lejía, mientras que otras partes de la casa permanecen al margen, amparadas por una falsa percepción de higiene, que no desinfección.

Nuestras casas están llenas de diferentes bacterias, buena parte de las cuales proceden de nuestra piel. Es el caso de las gram-positivas, como estafilococos o micrococos. No están solas, claro. Dependerá de la zona de la casa, generalmente en zonas oscuras o húmedas, la presencia de hongos, levaduras y bacterias gram-negativas también abundan.

Aunque es habitual temerlas, no debemos tampoco pensar que nuestra vida está en un riesgo mortal, pues estamos relativamente habituados a ellas. En esta lista de sospechosos habituales no debemos olvidar otros que podrían estar presentes como la bacteria Escherichia coli, la salmonella o el norovirus, no tan frecuentes como las del párrafo anterior, pero también existentes.

Por este motivo, las tareas de limpieza no significan per se desinfección. Si limpiamos con la misma bayeta o estropajo una y otra vez, aún usando productos limpiadores y no desinfectantes, la bacteria permanecerá o, lo que es peor aún, podemos trasladarla al utilizar el mismo utensilio en otra zona. Por este motivo, las labores de limpieza doméstica deben venir asociadas a la desinfección.

El estropajo de la cocina

Llámalo estropajo, bayeta o llámalo esponja, pero la realidad es que se encargará de la ingrata tarea de limpiar todo o casi todo lo que suceda en la cocina. Si a eso le sumamos su propia consistencia, blanda y húmeda, encontraremos que tiene que enfrentarse a numerosos enemigos. Eliminar residuos, recoge migas y también acumula agua, que en contacto con ciertas sustancias puede generar diversas bacterias.

Por este motivo, una buena opción para hacerlos más higiénicos es que los metamos en el lavavajillas cada cierto tiempo. Al subir tanto la temperatura de forma constante, conseguiremos eliminar posibles restos de salmonella o de E.Coli. Además, para garantizar esa higiene, también podemos secarlos en el microondas durante un par de minutos, erradicando así parte de esa carga bacteriana.

La tabla de cortar

Aunque sean menos estéticas, las tablas de cortar de plástico son una opción más higiénica que las de madera. ©Unsplash.

Según diversos estudios, se han encontrado hasta 100 veces más materiales fecales en tablas de cortar de las que se encuentran en un inodoro. Los culpables son, principalmente, diversos residuos de productos cárnicos y pescados que permanecen en la tabla después de utilizarla. Si a eso le sumamos una pasadita con ese estropajo antes mencionado, encontramos un peligroso combo bacteriano del que no nos damos apenas cuenta.

La solución pasa por lavarlas también en el lavavajillas a altas temperaturas, asegurando así la muerte de las bacterias. En un sentido parecido, será mejor apostar por tablas de cortar de materiales plásticos, más fáciles de limpiar y menos porosas que las de madera. Si no apostamos por el lavavajillas, bastará con desinfectar en agua con lejía las tablas de plástico, asegurando después un buen enjuagado solo con agua.

El teclado del ordenador

Es cierto que a nuestros dos elementos anteriores les pasamos con más o menos frecuencia ciertos desinfectantes. Sin embargo, aquellos que podemos utilizar en el trabajo pueden pasar desapercibidos. Es el caso del teclado del ordenador, por ejemplo. No solo porque caigan las bacterias que llevamos adosadas a la piel, sumadas a las presentes en el polvo ambiental, sino también a las que pueden provenir de nuestra comida y que se acaban alojando entre las teclas.

Aunque no es el elemento más bacteriano de nuestra casa, es capaz de tener hasta cinco veces más bacterias que un inodoro. Por suerte, podemos recurrir a toallitas antibacterianas para desinfectar a menudo el teclado y no convertirlo en un nido de patógenos. También, como es lógico, intentar evitar la presencia de suciedad añadida será bastante práctico para no convertirlo en foco de infecciones.

El vaso del cepillo de dientes

Seguramente cambies el cepillo de dientes cada relativamente poco tiempo, o al menos deberías hacerlo cada tres meses. Lo que seguramente no cambie tan a menudo es el típico vaso que utilizamos para guardarlos. Y también es probable que pase desapercibido en la limpieza general del baño. Por desgracia, ese despiste puede suponer aumentar la presencia de bacterias en él.

La realidad es que hay estudios que avalan que estos vasos pueden ser el utensilio más sucio y cargado de bacterias de todo el baño, al menos en lo que a coliformes se refiere. La solución es sencilla, la verdad. Lavarlo en el lavavajillas una o dos veces por semana o, si no lo tenemos, lavarlo a conciencia con agua caliente, jabón y una vez enjuagado, pasar una toallita desinfectante por él.

La cesta de la ropa sucia

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Es conveniente que los lavados de la ropa interior se realicen separados del resto de ropa. ©Unsplash.

Para qué limpiar un recipiente que está solo de paso, podríamos pensar. Realmente, la ropa sucia solo hace una parada en estas cestas, que pueden ser de mimbre, de tela o de plástico, antes de ir a la lavadora. Sin embargo, que esto sea cierto no significa que no sean un foco bacteriano de primer orden.

Si imaginamos la cantidad de piel, sustancias fecales y bacterias que aterrizan en estas cestas podríamos aterrorizarnos. Ropa interior sucia es un nido habitual de bacterias E.coli, que pueden saltar así a la lavadora o contaminar a otras ropas. Esto no significa que la lavadora vaya a exterminarlas a todo una vez entren allí, según explican desde Frontiers in Microbiology. Por eso, la suma de humedad y bacterias supone un foco de gérmenes problemático que supone también limpiar la lavadora.

Bastará poner un ciclo de agua caliente con lejía sin ropa, solo para higienizar el tambor. Además, si en nuestras prendas vamos a utilizar lavados cortos o de baja temperatura, conviene que la ropa interior se lave por separado y con agua caliente, asegurando el color con detergentes o lejías que lo respeten.

La grifería

Da igual que hablemos de la pila, del fregadero o del lavabo, bidé o ducha. Todos los grifos son susceptibles de convertirse en un nido de bacterias. Según diversos estudios, los mandos de un grifo de baño pueden tener hasta 21 veces más bacterias que un inodoro, número que se duplica en los grifos de la cocina. Así lo advierte un estudio publicado por Applied and Environmental Microbiology.

El problema viene porque los productos de limpieza no se utilizan en profundidad o no llegan a limpiar las tuberías y cañerías, tanto las que dan acceso al agua como las que desaguan, provocando que bacterias como la E.coli se dispersen a voluntad. Además, también supone un riesgo de creación de mohos o levaduras. La solución pasa por limpiar a diario con desinfectantes, ya sean limpiadoras, lejías o toallitas, las distintas griferías domésticas.

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