Torrijas ligeras: la receta clave en cinco pasos para una Semana Santa más 'light'
Con moderación, las reinas de la Semana Santa pueden hacerse algo más amables en lo que a calorías se refiere
Por definición, las torrijas nunca van a ser un producto light. Eso no significa que a la reina de Semana Santa no podamos restarle algunas calorías para que la contrición no suponga kilos de más. Compañera de viaje de otros dulces como los buñuelos, las monas de Pascua o las rosquillas, la realidad es que esta repostería es calórica, contundente y sabrosa.
Surgidas como receta de aprovechamiento, la torrija debía ser contundente y, en origen, menos azucarada de lo que ahora es. Su relevancia culinaria, igual que con el pain perdu francés, está en sobrellevar el ayuno cuaresmal de la mejor manera posible. Esto significa que la penitencia pasaba por comer menos o más ligero y que la torrija, con su potencia, cumplía con las necesidades calóricas más elementales.
En la actualidad, azúcar, pan, leche y huevo llevan la voz cantante de la receta, pero las elaboraciones más tradicionales implicaban a la miel como edulcorante o al vino como forma de hidratar estos densos panes de víspera. Si luego concebimos la fritura, que tampoco va a ser nunca un elemento light, tenemos claro que las calorías se disparan.
Cuando la demanda energética era mayor, sobre todo para campesinos y agricultores, una torrija podía tener mucho más sentido nutricional. En la actualidad, cuando apenas tenemos esas vastas exigencias, comer torrijas es más un placer guloso que una forma de llenar el estómago.
Por eso, existen caminos para hacer torrijas más ligeras que no signifiquen tanto azúcar, tantas calorías y un pelín menos de culpa. Veamos cómo.
¿Cómo hacer unas torrijas más ligeras?
Insisto: tengamos claro que una torrija es un capricho y que, aún restando calorías y pesadez, va a seguir siendo un producto de consumo más que ocasional. Miembro de las llamadas ‘frutas de sartén’, sus ingredientes, sean por grasas o por hidratos de carbono, son contundentes.
Hablamos del pan —al que podemos meterle mano—, hablamos de azúcar, de leche, de huevo y de aceite, es decir, ingredientes que en mayor o menor medida podemos corregir. No es fácil y, avisamos, el resultado seguramente no sea tan sabroso como recordamos de las potentes torrijas familiares.
Un pan de torrijas menos calórico
Desde hace años han proliferado panes de torrijas especialmente destinados a ellas, generalmente de miga densa y corteza bastante blanda. Junto a ellos, las pastelerías también están abogando por brioches y otro tipo de masas de panadería, también enriquecidas con huevo, azúcar o mantequilla, que aportan sabor y también calorías.
Si queremos un pan de torrijas más ligero y menos contundente, vayamos al pan de siempre. Basta el del día anterior, para que se seque y absorba bien la leche, y así nos evitamos un carrusel de calorías extra.
Leche más sabrosa
La clave de una torrija está en que la leche que la preña sea sabrosa y que este proceso, despacioso, permita que el pan vuelva a hidratarse mientras se carga de sabor. Lógicamente, las leches enteras tendrán más sabor que las leches desnatadas, pero aquí ya podemos recortar calorías y, curiosamente, no eliminar el sabor por completo.
El secreto está en infusionar a conciencia la leche con distintas especias o condimentos. Puede ser la canela, el cardamomo, el polvo de chocolate, vainilla, granos de café o distintas pieles de cítricos. Basta con calentar la leche, sin que llegue a hervir, con estas especias e ingredientes y así asegurarnos el sabor. Además, la mejor forma de empezar a restar azúcar a la elaboración está en añadirlo a esta leche. Así conseguimos endulzar el resultado final sin que tengamos que añadirlo en crudo.
La precaución dulce de la torrija ‘light’
Cualquier torrija que se precie se baña en una suerte de almíbar que puede incluir miel y azúcar. Aquí es donde tenemos que racanear y conocer, sobre todo para tener claro que los azúcares comerciales, sin importar que sea moreno, de caña, ecológico, blanco o panela van a ser el mismo tipo de azúcar. En dos palabras: calorías vacías.
Por eso, mejor apostar por la miel, ya que es una mezcla de fructosa y glucosa y no es tan calórica como el azúcar. Además, es un edulcorante más potente que el azúcar, así que hace falta menos miel que azúcar para conseguir el mismo resultado. También otros ingredientes como el sirope de agave o la miel de caña podrían venir bien para este equilibrio.
La opción no calórica, aunque cambia bastante el gusto, sería que nuestro almíbar funcione con aspartamo, estevia o sacarina, tres endulzantes potentísimos que además no agregan calorías al resultado final.
El truco del huevo
Dos son los caminos para que el huevo de nuestras torrijas no sea un festival de las calorías añadidas. El primer paso, aprendido de los fisioculturistas, es que utilicemos más claras que yemas para el rebozado de las torrijas. En este sencillo alimento, rey de las proteínas de alto valor biológico, la mayoría de éstas se concentran en la clara, mientras que la yema es rica en grasas. Saludables, pero grasas.
Por eso, batamos las claras con alguna yema, simplemente para dar color, pues el rebozado agarra más fácilmente con la yema que con la clara. Además, es necesario que estén bien escurridas, para que no nos llevemos calorías de más y, sobre todo, la fritura de la torrija sea correcta.
¿Quién dijo torrijas fritas?
El sentido común y nuestras abuelas avalan la tendencia de la torrija frita. Si no nos escapamos al aceite, sea de girasol o de oliva, tengamos clara una cosa: siempre bien caliente. Cuando añadimos a un aceite aún templado un producto, lo único que conseguiremos será que absorba más grasa y tarde más en cocinarse. Una vez que esté humeando, añadamos las torrijas. Además, aunque pueda parecer caro, mejor que haya una inmersión total que nos permita maniobrar bien con la torrija. Puede parecer más graso, pero acelera la cocción y, por tanto, pasa menos tiempo en el aceite.
Sin embargo, si queremos saltarnos a la torera la tradición y apostar por algo más ligero, las torrijas a la plancha serán buenas amigas de nuestros pecados culinarios. Basta con escurrir la torrija y añadirla a una sartén ligeramente impregnada de grasa. De hecho, en este paso, incluso podríamos saltarnos la parte del huevo y simplemente marcar la torrija.
La otra opción, algo sacrílega, es utilizar el horno o una freidora de aire (air fryer) para el despliegue. Como es lógico, ahorramos cualquier tipo de grasa y las consabidas calorías, pero también evitamos parte del sabor. En el primer caso basta con tener el horno encendido a 210º y dejar allí las torrijas durante unos cuatro o cinco minutos con el grill encendido para que se tuesten.
En el caso de la air fryer el sistema es muy similar, solo que su capacidad es menor y puede alargar en demasía el proceso de cocción, por lo que, puestos a tirar de electricidad, mejor apostar por el horno.