Tu peso, un mal sueño: la ciencia demuestra que los kilos de más y dormir mal están relacionados
¿Guarda relación comer más con dormir poco? Según un estudio de la Universidad de Chicago Illinois, las horas de menos suponen gramos de más
Los kilos de más no solo están relacionados con una mala alimentación o hábitos de vida poco saludables. También tu peso cobra vital importancia cuando en la ecuación metemos al sueño o, mejor dicho, a los malos sueños. Un mal descanso, aparejado a esa incorrecta higiene del sueño, no solo es una fuente potencial de estrés, ansiedad o cansancio, sino incluso de empeorar nuestras relaciones con la báscula.
No es una novedad, ya que existen numerosos estudios que avalan que dormir mal —y poco— supone aumentar el riesgo de engordar. Curiosamente no lo hace de manera directa. Es decir, a más tiempo dormido, menos kilos. Lo hace de forma indirecta, ya que según un estudio de la Universidad de Chicago Illinois (Estados Unidos), las personas que duermen más, ingieren menos calorías en su día a día que las personas que duermen menos.
Seis años de estudio, tomando en cuenta a 80 personas con sobrepeso, fueron necesarios para avalar que prolongar el sueño reducía la ingesta de energía. El hallazgo, no solo por el hecho de comer menos, también viene marcado por el hecho de quemar más calorías durante la pernoctación.
Convertida la obesidad en una causa habitual de muerte en el Primer Mundo, la realidad de poder atajarla desde todos los frentes no debe perder al sueño de vista. La realidad es que el porcentaje de obesos en el mundo se ha triplicado desde 1975 y hoy está relacionada con hasta cuatro millones de muertes anuales, lo cual la convierte en la segunda enfermedad prevenible por número de fallecidos.
Cómo se relaciona dormir mal con ganar peso
Contabilizadas a través de 6,5 horas de sueño diarios frente a un grupo de control que dormía 8,5 horas, las cifras fueron claras respecto a una mayor ingesta calórica: las personas que dormían más tiempo, ingerían unas 290 kcal menos al día. Teniendo en cuenta que esta ingesta diaria suele estar entre las 2.000 y las 2.500 kcal, hablamos de más del 15% en muchos casos.
Huelga decir que dormir mucho o bien no es la panacea y que, si mantenemos los mismos hábitos alimenticios, no vayamos a engordar. Hay que aclarar que dormir más no significa per se el hecho de engordar menos o comer menos. También se precisa en el estudio que las personas involucradas en él tenían ciertos hábitos deportivos y que ninguno seguía una dieta durante ese tiempo.
Para hallar también parte de la justificación que pone a dormir bien —y mucho— frente a la ganancia de peso hay que entender a ciertas hormonas. Es el caso del cortisol, la hormona que controla, entre otras cosas, nuestras reacciones al miedo. Conocida como ‘la hormona del estrés’, su secreción continua puede desembocar en ansiedad. Ésta, a su vez, está también muy vinculada a lo que se conoce como hambre emocional, que supone comer más simplemente como medida de defensa.
También sucede con otro par de hormonas de las que te hablamos anteriormente: la grelina y la leptina. Ambas están relacionadas con la gestión del apetito, tanto en la sensación de saciedad como en la sensación de hambre. Cuando dormimos poco o nuestro sueño no es de calidad, la leptina se secreta más y, al mismo tiempo, también pasa con la grelina. Al aumentar su secreción, aumentamos tanto apetito como hambre. Vamos, se junta el hambre con las ganas de comer.
Cómo quemar calorías mientras dormimos
Insistiendo siempre en que una pérdida de peso no puede venir solo asociada a dormir mejor, es cierto que una buena higiene del sueño nos echará una mano con los gramos o kilos de más. Incluso con factores tan aparentemente nimios como dormir relativamente ligero de ropa. Esta realidad avala que, al necesitar ‘quemar’ más energía para mantener la temperatura corporal, iremos gastando parte de esa grasa acumulada.
No menos importante es tener claro que nuestro cerebro pide rutinas y orden para, cuando se trata de gestionar al metabolismo, todo vaya sobre ruedas. Los cambios de hábitos de sueño, durmiendo más o menos o a deshoras, provocamos un pequeño caos orgánico. Esta es la realidad por la que nuestro cerebro no sabe bien a qué atenerse y no es constante en la secreción de ciertas hormonas. Al establecer unos patrones bien definidos de sueño, conseguimos mantener una constante que no altere apetito u hormonas.
Aunque la obesidad es una enfermedad multifactorial, no conviene perder de vista que alimentación, ejercicio o hábitos de vida son responsables de su aparición, además de ciertos factores genéticos e incluso el envejecimiento. No podemos echarle toda la culpa a una menor cantidad de testosterona o de estrógenos, pero sí podemos echarle una mano a nuestro cuerpo.
Sucede cuando además abusamos de ciertos alimentos especialmente grasos o pesados por la noche. No solo porque supongan más calorías, sino porque implican digestiones más lentas que, por supuesto, torpedean al sueño. También pasa cuando nos acostamos con el estómago lleno, estamos enfadados o después de haber consumido ciertos tóxicos como el alcohol.
El sueño fragmentado, la apnea del sueño o algo tan terrenal como los ronquidos pueden formar parte de esa coalición de enemigos que suponen dormir mal y ganar peso.