Picaduras de verano: qué insecto ha sido y cómo te ha picado
Hay una España invertebrada a la que temer y tiene el vicio —o la defensa— de mordernos, picarnos o clavarnos aguijones sin compasión
No todo son beneficios cuando el verano aparece en nuestras vidas. Es cierto que estamos de vacaciones y que con ellas las olas de calor son menos dolosas, pero hay algunos enemigos que no cesan de amenazar. Las picaduras en verano nos esperan en piscinas, playas, noches de chiringuito, charcas, campos de fútbol, excursiones…
Dejar atrás nuestro perfil urbanita, si es que lo tenemos, puede suponer que nuestros tobillos, brazos y piernas se llenen de picotazos molestos que se dediquen a atormentarnos durante el estío. Los enemigos son de sobra conocidos y sus zumbidos nos llenan de crispación. Es la época en la que mosquitos, abejas o avispas se ceban con pantorrillas y pies, algunos especialmente molestos, pero no vienen solos.
Nuestras incursiones campestres pueden poner sobre la mesa, sobre todo si también tenemos mascotas, a otros fieros adversarios que no dudan en usar sus dientes o aguijones. Menos habituales, cierto, pero siempre presentes como pasan con las garrapatas, las chinches o las pulgas, más dadas a aparecer en el ganado o en los animales silvestres, pero agazapados en prados y bosques.
Fuera de ellos también hay que recordar que hay otros tres enemigos frecuentes durante el verano. Mencionemos a las arañas, las cuales incluso entran con facilidad en nuestros hogares, pero también y más peligrosos serían los aguijonazos que esperan a costa de alacranes y escorpiones. Es cierto que no son los más habituales entre los riesgos de las picaduras en verano, pero cuando aparecen son verdaderamente molestas.
A nadie se le escapa la sintomatología de estas picaduras o mordeduras, pues hemos crecido con ellas, pero conviene saber cómo son, cómo se distribuyen o cuántas son para conocer qué nos ha podido morder y poner remedio. La única pega es que no siempre hay grandes soluciones una vez que nos han picado y, sobre todo, lo que debemos tener en cuenta es una profilaxis previa para no abrir las puertas de nuestra piel a sus ataques.
Picaduras y mordeduras: qué y cómo me ha picado
No debemos ser injustos con los insectos que se ceban con nuestro pellejo veraniego. O no al menos con los que tienen una buena causa para hacerlo, pues la mayoría de las ocasiones somos nosotros los intrusos. Hay animales cuyas picaduras son meramente defensivas, como puede ser el caso de las abejas. Tanto es así que su aguijón se queda inmerso en nuestra piel, lo que les cuesta la muerte a los pocos minutos.
Hay otros animales que también utilizan sus estiletes para defenderse, como pasa con las avispas. En este caso, por desgracia o por suerte, no dejan envainado su aguijón en nuestra carne, así que podrán seguir haciendo de las suyas. Es lo mismo que pasa con las diferentes especies de mosquitos, que tienen la fea costumbre alimentarse de sangre —hoy la humana, que es la que nos afecta— y además no perder su punzante cubierto.
Similar es lo que pasa con garrapatas, pulgas o chinches, tres expertos chupasangres que también necesitan de nuestro torrente sanguíneo para sobrevivir y que, en vez de aguijón, utilizan sus dientes. Cambian las armas, pero al final, a diferencia de lo que pasa con los mosquitos, necesitan un huésped.
En cualquier caso, independientemente del animal, hay una sintomatología muy frecuente a la hora de enfrentar picaduras y mordiscos de diferentes tipos de insectos e invertebrados que son de sobra conocidas. Además, salvo que seamos alérgicos a los venenos que inoculan en pequeñas cantidades, solo suelen ser molestias temporales que podríamos sobrellevar con cremas, tratamientos de frío y calor o con lavados de agua y jabón.
Poca pérdida hay para saber de qué estamos hablando, pues los síntomas son bien conocidos, entre los que podemos citar:
- Dolor.
- Enrojecimiento.
- Hinchazón.
- Picazón.
- Ardor.
- Entumecimiento.
- Hormigueo.
Mosquitos
Son los reyes de la fiesta del verano. Crueles, abundantes y, como sabréis, solo se encargan las hembras de la labor de andar picando para nutrirse de sangre. En España, por suerte, la mayor parte de las enfermedades que transmiten los mosquitos están controladas y salvo ciertas especies muy beligerantes como el mosquito tigre (Aedes albopictus) sus picaduras son molestas, pero no demasiado dolorosas.
Sabremos que nos han picado los mosquitos cuando veamos un bulto blanco y rojizo que se inflama a los pocos minutos del picotado. Esto se debe a una sustancia que los mosquitos introducen en nuestra piel para que puedan nutrirse a costa de nuestra sangre. Además, es frecuente que ese bulto duro evolucione hacia colores marrón rojizo con los días. También es fácil saber que es un mosquito porque las picaduras están relativamente dispersas, no produciéndose de manera consecutiva, aunque hay zonas que son especialmente atractivas para ellos como pies o brazos, que son también las zonas que más desprotegidas llevamos en verano.
Es evidente que debemos prescindir de frotarnos o rascarnos y, en cuanto a las medidas preventivas, no intentar tener luces dadas de noche con las ventanas abiertas; evitar zonas pantanosas o lacustres; así como procurar no acumular aguas estancadas en casa —bebederos de animales, canaletas, desagües o piscinas portátiles—.
Abejas y avispas
Distinto cantar sucede con las picaduras de abejas o avispas, que sí son más incómodas de sufrir que la de los mosquitos. Esto sucede por el veneno que vuelven a introducir en nuestra dermis, que en el caso de las personas alérgicas puede desarrollar un shock anafiláctico que conviene tratar de inmediato.
Al contrario que los mosquitos, las picaduras de abejas y avispas son meramente defensivas. Si no las molestamos, no nos atacarán, aunque con las avispas que suelen merodear por las rejillas de las piscinas es complicado no lidiar. Además, al estar escondidas, es más fácil que nos piquen en la planta del pie, una zona bastante dura de nuestra piel, pero especialmente molesta si nos pican.
Físicamente se reconocen con facilidad las picaduras de abeja o avispa porque es un dolor punzante e instantáneo, más intenso que en el caso del mosquito, que viene asociado a una pequeña roncha de unos tres o cuatro milímetros de diámetro en la zona, además de una hinchazón muy reconocible. También puede aumentar el tamaño de la roncha o el enrojecimiento, pero salvo en alérgicos apenas dura unas horas.
Lo conveniente sí es, si nos ha picado una abeja, es retirar el aguijón con unas pinzas desinfectadas. Por ello es conveniente humedecer la zona afectada con agua caliente para dilatar los poros y extraer con mucho cuidado a la espada allí enclaustrada, casi como una excalibur de estos animalitos.
Debido al carácter defensivo de sus aguijonazos es raro que tengamos muchas picaduras o picotazos de abejas concentrados. La excepción sería topar con una colmena o con un nido, donde sí podríamos enfrentarnos a varios picotazos. En cualquier caso, mejor mantenerse alejados y no hacer gala de un comportamiento hostil —ni manotazos ni aspavientos— para no enfurecerlas.
Garrapatas, chinches y pulgas
Sentimos decepcionaros si pensáis que sois el primer plato o el favorito de estos parásitos chupasangres, pero no es así. Tanto garrapatas como chinches y pulgas prefieren el festín que mascotas como perros y gatos o animales silvestres ofrecen, así que el hecho de que se acaben alojando en nuestra piel o tejidos es una cuestión de supervivencia porque no tienen un huésped mejor.
Sabiendo esta pequeña ignominia que cometen, veamos cómo son las picaduras o mordeduras de estos ingratos animales para los que solo somos un segundo plato.
- Pulgas. Suelen picar en las piernas o en los lugares donde la ropa queda más ajustada y sus mordeduras son pequeñas protuberancias rojas, circulares y de pequeño tamaño, que a menudo suelen venir agrupadas en dos o tres picotazos, señal inequívoca de sus saltitos sobre nuestra piel.
- Chinches. Los sarpullidos que producen son pequeñas manchas inflamadas, también muy discretas, que suelen tener un centro negro o oscuro. Son molestas y eso hace que solamos rascarlas a menudo —error, podemos llevar una infección por ello— y se disponen de forma irregular o en racimo, pero bastante agrupadas en una zona muy determinada.
- Garrapatas. La ingratitud de estas mordeduras que realizan con los dientes delanteros está en que podemos apreciar hinchazon, cambios de coloración en la piel o llagas, pero lo más normal es que no provoquen dolor. El problema es que a veces las garrapatas transmiten ciertas enfermedades que desembocan en fiebre, sudoración excesiva, dolor muscular y síntomas parecidos a la fiebre. En ese caso debe consultarse con el médico, del mismo modo que si el color de la picadura cambia, empieza a cursar dolor o vemos un exudado —pus o líquidos— saliendo de ella. Es cierto que son ronchas más o menos grandes y muy rosáceas, además de esporádicas y bien localizadas. Además, está habiendo un repunte de garrapatas y de casos de la enfermedad de Lyme.
Arañas
Las mordeduras —que no picaduras o picotazos— de las arañas también son muy reconocibles por producirse con los quelíceros, que son un par de piezas especiales que disponen en la parte delantera de la boca y con las que nos dan estos pellizcos.
Esto hace que las mordeduras de araña sean fáciles de identificar por notarse un par de incisiones en torno a la picadura, que tienen un centro interior más oscuro, en color rojo relativamente sanguinolento, mientras que el resto de la roncha es algo más clara.
El problema de la araña, también con este mordisco defensivo, es que suele ser bastante feliz en nuestra ropa de cama o en lugares cálidos cerca de ella y, sobre todo, por tener el vicio de morder con bastante frecuente a modo de defensa.
Esta es la razón por la que las mordeduras de arañas suelen ser muy abundantes por la facilidad de acceso a la que tienen sobre nuestra dermis. Son picaduras molestas, pero desaparecen a los pocos días y realmente no deberíamos tener especial miedo a las picaduras de arañas en nuestro país. Otro cantar sería con arañas de gran tamaño o en países tropicales o subtropicales, donde sí pueden ser más perjudiciales sus mordiscos.
Alacranes y escorpiones
De las picaduras, aguijonazos o mordeduras que los invertebrados de nuestro país nos pueden producir ninguno se puede comparar a los que provienen de alacranes o escorpiones. Estos artrópodos insuflan una mezcla de toxinas en el veneno que introducen que suelen afectar al sistema nervioso, pero en las seis especies que encontramos en España esto no sucede.
Solo son particularmente dolorosas las del Buthus occitanus (llamado escorpión común, alacrán o escorpión amarillo y que encontramos en las zonas áridas de nuestro país) y las del Centruroides gracillis y del Isometrus maculatus (dos especies introducidas y muy minoritarias, solo presentes en Huelva la primera y en Tenerife la segunda), pudiendo causar vómitos, náuseas, fiebre o diarrea.
Más allá de esas molestias no suele suponer grandes complicaciones, con la excepción de menores de edad, personas inmunodeprimidas o ancianos, donde estos aguijonazos sí podrían ser de gravedad.
En el caso de que nos piquen sí notaremos un dolor intenso inicial, muy molesto (si te ha picado un alacrán, lo notarás), para lo cual no hay remedio, pero sí ciertas soluciones para minimizar su afectación, además de acudir a un consultorio de Atención Primaria o Urgencias.
- Lavar la zona afectada con agua y jabón.
- Aplicar paños húmedos y fríos para reducir la inflamación y el dolor.
- Beber abundante agua, pues las picaduras de alacrán suelen suponer deshidratación.
- Mantenerse lo más inmóvil posible y en calma para que el veneno no se expanda a través del torrente sanguíneo.
- Capturar el alacrán para facilitar su identificación.