Beneficios de los baños de bosque (el shinrin yoku japonés): ¿mito o realidad?
Caminar por el bosque puede ser una actividad mucho más saludable de lo que parece y tu cuerpo tiene motivos para alegrarse de esta incursión
En un país acuciado por el estrés, parece que tiene sentido que las administraciones públicas tomen medidas que frenen una patología galopante de la salud mental que se ha ido multiplicando en las últimas décadas, conceptos como baños de bosque parecen obligados a aparecer. Así pasó en el año 1982, momento en que la Agencia Forestal japonesa instaura el concepto shinrin yoku, que literalmente significa esta actividad, consistente en pasear y tocar distintos árboles a modo de relajación mental y física.
Convertido en moda que ha ido expandiéndose por otros países en los últimos 40 años, es plausible que una pizca de escepticisimo pueda apoderarse del concepto o que, cuanto menos, se necesite un par de palabras en japonés para crear los manidos baños de bosque como alternativa naturista para rebajar los niveles de estrés.
Seguramente no haga falta expandir el concepto shinrin yoku (shinrin se traduce como baño y yoku representa bosque) o recurrir al sugerente término baños de bosque para definir una realidad que, aún bautizada en Japón hace cuatro décadas, lleva haciéndose desde que el mundo es mundo. Con respeto y salvando todas las distancias, creo que mi abuela paterna ya hacía baños de bosque cuando paseaba entre los castaños de su pueblo en Ourense o cuando mi abuelo materno se echaba al monte en la Sierra de Gredos, caminando entre pinares.
Con una abundante literatura médica que avalan las bondades de los baños de bosque, entre cuyos beneficios incluso se supone el desarrollo de proteínas anticáncer, la realidad no debería centrarse solo en los beneficios del shinrin yoku, sino también en si su práctica es realmente diferencial respecto a otras actividades físicas que pudiéramos llevar a cabo.
Los beneficios de los baños de bosque
En este sentido, las investigaciones, tanto en laboratorio como en campo abierto, justifican los posibles refuerzos saludables que los baños de bosque implican. Entre los más citados se encuentra una reducción del estrés, que se mide a través de la concentración del cortisol en la saliva —con un ratio menor cuanto menos estrés hay— e incluso apuntes que secundan que la diabetes mellitus también podría ver mejorada su sintomatología con estos baños de bosque.
Bajo un perfil relajante, calmado y concebido como un ejercicio físico de baja intensidad, conviene además dejar claro qué son los baños de bosque y qué no lo son. Diversos autores como Qing Li en la revista Time ahondan en la diferencia que los baños de bosque suponen, aclarando que «no es senderismo ni es salir a correr, es estar en contacto con la naturaleza con los cinco sentidos».
El matiz de los cinco sentidos, explica el autor del libro Forest Bathing: How Trees Can Help You Find Health and Happiness, es fundamental para entender por qué vista, olfato, oído o tacto intervienen en estos baños de bosque. Un tipo de ‘ejercicio’ que el propio autor, también presidente de la Sociedad Japonesa de la Medicina Forestal, incluye como forma de reducir la presión arterial, por lo que los hipertensos se beneficiarían de estos baños de bosque.
No dejes que los árboles te impidan ver el bosque
¿Hay mejores bosques para el shinrin yoku? ¿Hay bosques de primera, de segunda o tercera, igual que habría gimnasios de menor o mayor nivel? Pues la teoría es que sí, pero en la práctica la realidad es que no todos podemos tener siempre la suerte de tener una arboleda cercana con la que sentir esta conexión con la naturaleza.
Huelga decir que sería preferible caminar entre los hayedos de la Selva de Irati, en la Braña de los Tejos de la población cántabra de Liébana, en las coruñesas Fragas del Eume o entre la poderosa laurisilva de Timanfaya en la isla canaria de La Gomera, pero cualquier bosque, incluso un jardín urbano, podrían servir para esta recuperación física y mental.
El único ‘esfuerzo’ que debe hacerse en estas circunstancias es caminar, no de modo competitivo, y observar los elementos naturales de forma relajada del entorno, incluyendo tacto, vista, olfato y oído para gozar del silencio y de los sonidos naturales que se producen de manera espontánea. Por tanto, los baños de bosque no son una competición ni una carrera, así que es recomendable dejar fuera del bosque cualquier tipo de estrés que pueda venir asociado a teléfonos, relojes o prisas.
Basado en un espíritu sintoísta y budista, claves de la religiosidad japonesa, los shinrin yoku se basan en la promoción de la comunicación con la naturaleza a través de estas diferentes vías, aunque es cierto que los beneficios que se asocian a los baños de bosque quizá pudieran ser similares a los que otros paseos por el campo puedan suponer.
Entre los más citados, situaciones como la reducción del estrés, de la ansiedad y también del insomnio se reiteran en las ventajas de practicar los shinrin yoku. Además, al refrendar la mejora de la situación en la diabetes mellitus, también se obtendrían beneficios que se relacionen con la obesidad y con la enfermedades cardiovasculares, que en esa situación también encontrarían el beneficio de reducir la hipertensión.
Todo ello redunda, apuntan diferentes estudios, a una mejora del estado de ánimo de la persona que realiza los baños de bosque y en su bienestar psicológico, por lo que se verían beneficiados tanto el plano puramente físico y el plano mental.