Generalmente nadie pensaría que las frutas pudieran ser insanas. Ricas en vitaminas, minerales y relativamente bajas en azúcares y calorías, cargadas de agua, el universo frutal rara vez va a tener mala fama nutricional, aunque hay excepciones que, dependiendo de nuestras patologías previas, pueden amargarnos el día o la noche.
Sin embargo, que las frutas sean elementos tradicionalmente saludables no significa que algunas no tengan ciertas contraprestaciones a las que prestar atención o, en la medida de lo posible, reducir su consumo. Todo esto a pesar de que las recomendaciones de ingesta en cuanto a frutas y verduras sean de entre cinco y siete raciones al día.
Opciones hay decenas, la mayoría de ellas muy accesibles, como manzanas, peras, plátanos, naranjas, uvas, melocotones, albaricoques y así podríamos seguir con la lista de la compra, engrosada además a costa de las frutas tropicales que en los últimos años ya vemos con facilidad. Mango, aguacate, piña, papaya, maracuyá… Las opciones para llenar la cesta son cada vez más amplias, pero eso no significa que todas nos sienten igual de bien.
No hablamos de intolerancias alimentarias o alergias, pues existen determinados tipos de fruta que suelen ejercer una función más reactiva a algunos alérgicos, como es el caso de las profilinas, que genera una reacción cruzada entre látex-frutas, aumentando la sensibilización a frutas tropicales como el aguacate, el plátano o el mango.
Lo que sí venimos a aclarar es que en función de algunas enfermedades o patologías previas, e incluso por cuestiones de aumento de peso, hay algunas que no deberían ser las reinas de nuestro frutero. Evidentemente siguen siendo buenas, pero no a todo el mundo le hacen el mismo bien y por eso tampoco conviene crear una patente de corso para que nos atiborremos a ellas con la excusa de que son frutas. Si lo hacemos, que sea con moderación.
Frutas insanas: qué evitar si nos preocupa el peso o el reflujo
Damos por hecho que no vamos a meter en el saco de frutas saludables aquellas que, por diversos medios, han acabado multiplicando sus calorías o su azúcar. Es el caso de las deshidratadas como podrían ser higos, pasas, ciruelas u orejones, ya que el proceso de desecado acaba suponiendo un incremento del azúcar y de la energía que dan.
Insistimos, no son malas y no tenemos por qué demonizarlas, pero sí que su consumo debe ser moderado y no pensar que por el hecho de ser frutas se convierten en productos inocuos. Lo mismo que pasaría con ciertas preparaciones en almíbar como la piña y el melocotón, las más populares, donde ya estamos de nuevo en la guerra de los azúcares añadidos.
Frutas con mucho azúcar
Si tenemos prediabetes o diabetes hay alimentos que nos elevan el pico glucémico en cuestión de segundos y que debemos dejar de lado. También nos pasa si tenemos hiperglucemia aunque no lleguemos a diabetes, pues son elementos que aún siendo frutas suponen un subidón de azúcar que seguramente no nos haga nada de bien.
Da igual que además hablemos del mito del azúcar de la fruta, considerado menos nocivo que la glucosa, pero sigue siendo azúcar. Es cierto que es azúcar natural y que no es tan perjudicial como el azúcar añadido, pero siguen siendo carbohidratos y un tipo de azúcares que no conviene consumir en abundancia si ya tenemos patologías previas que lo desaconsejen.
En este caso, si queremos evitar frutas especialmente azucaradas, deberíamos sacar de la lista de la compra a las uvas, a los higos y a los mangos, que a pesar de tener también vitaminas y minerales son frutas bastante dulces y que no se aconsejan consumir en personas que tengan ya ciertos problemas con la glucemia.
Frutas con muchas calorías
Generalmente no son alimentos calóricos, o no en exceso, pero hemos de recordar que cuantos más hidratos de carbono tengan, también tendrán más calorías. Además hay frutas, pocas, que tienen un contenido graso elevado que no conviene perder de vista aunque sean muy nutritivas, saludables o sabrosas.
Sucede a menudo en dietas de adelgazamiento o de mantenimiento que hay algunas que pronto sufren el arresto, y sus nombres los conocemos de sobra. Uno de ellos es el aguacate, una fruta a la que no siempre miramos con la misma cara pues es cierto que no solemos destinarlo al mundo de los postres o de los aperitivos, sino usarla más bien en la cocina salada.
Hablamos de una fruta que por cada 150 gramos de producto supone 22 gramos de grasa. Buenas, evidentemente, pues se ha ganado a nuestros corazones con sus grasas insaturadas, pero sigue siendo un producto altamente calórico (unas 240 kcal en esa misma ración). Algo que también le pasa al plátano aunque en menor medida. Aquí los responsables vuelven a ser los carbohidratos (20 gramos por cada 100 gramos de producto), que suponen unas 90 calorías por esta ración, cantidad no desdeñable si lo que estamos persiguiendo es la pérdida de peso.
Frutas a evitar en personas con reflujo
El temido reflujo gastroesofágico afecta al 16% de la población española de manera crónica, pero hasta un 40% de los españoles lo sufrirán alguna vez en su vida. Molesto, caracterizado por esa sensación de ardor que sube desde el estómago y nos ‘abrasa’ el tubo esofágico, sus molestias —más allá del momento puntual— pueden desembocar a largo plazo en cáncer esofágico.
Es por esto que ciertos productos, lógicamente los más ácidos, no deberían formar parte de la dieta de las personas que padezcan reflujo aunque sean frutas. Aquí hay que poner en el banquillo de los acusados a las naranjas, los limones, los pomelos y las limas, además de las mandarinas y, curiosamente, los tomates, un ‘fruto’ también bastante ácido que puede desencadenar esta reacción, aunque también sea rico en vitamina C.
En la batalla de la acidez, pero también del exceso de azúcar hay que hablar también del abuso del zumo de naranja, pues perdemos los beneficios de la masticación y nos tomamos todo el azúcar de golpe, además de ser un producto ácido. Algo que, con diferencias, pasaría con los smoothies porque suelen ser densos y muy dulces, aunque no ácidos.