Lentillas: los cinco riesgos del mal uso y abuso de las lentes de contacto
Dormir con ellas puestas, bañarse, extender su uso o no utilizar líquidos homologados puede convertir el uso de lentillas en una tortura para tus ojos
Nacidas como solución para prescindir de las gafas en personas con miopía, hipermetropía y astigmatismo, el mundo de las lentillas o lentes de contacto supuso una revolución para despedirse de gafas en millones de personas. Blandas o rígidas, además de las meramente cosméticas, en los dos primeros casos llegan para mitigar los defectos de refracción y aportar comodidad a sus usuarios, pero el uso de lentillas no está exento de riesgos si se produce un mal uso o abuso.
Es habitual que los ojos de las personas que las portan sufran más de la cuenta sus consecuencias, pues no deja de ser la introducción de un cuerpo extraño en el ojo, al contrario de lo que sucede con la gafas. Con independencia del defecto refractario al que se pretenda poner remedio, el resultado de utilizar mal las lentes de contacto puede tener nefastos resultados para nuestros ojos, algunos más graves que otros, y que tampoco entienden de diferencias entre lentillas rígidas o blandas.
El problema, además, suele venir acrecentado en el uso continuado de lentillas desechables, bien sean diarias, quincenales o mensuales, pensando que no pasa nada por alargar unas horas, unos días o unas semanas su vida útil. Un error y un fallo habitual que, al revés de lo que se piensa, puede pasar facturas a largo plazo que convierta más adelante el uso de las lentillas en una pequeña tortura para nuestros ojos, incluso cuando solo se porten unas horas.
Además, como resulta evidente, el problema no solo viene por el abuso, sino también por el mal uso. Lo más habitual es que se produzca una higiene incorrecta o deficiente en su colocación, retirada o conservación, teniendo manos sucias o un estuche portalentillas en mal estado. También podría suceder que no se renueva el líquido de lentillas diariamente, estirando el mismo líquido durante varias noches y perdiendo así su capacidad humectante.
Independientemente de la edad del portador o del tipo de lentes de contacto se reiteran patrones de conducta a evitar, muchos de los cuales tienen que ver con un manejo incorrecto. También, por desgracia, con el hecho de pensar que el mal uso o abuso de las lentillas no tiene consecuencias o que por un rato no pasaría nada.
La realidad, como suele suceder con la salud ocular, es que nos damos cuenta tarde de lo irreversible de algunos comportamientos como sucede con la tensión ocular alta o con la conjuntivitis, muy abundante en verano por el contacto con aguas de piscina, mucha suciedad o un ambiente especialmente pernicioso. Por eso, los especialistas explican que hay ciertos factores muy habituales en el mal uso de las lentillas, como avalan desde Sanitas.
- Utilizarlas más horas de las recomendadas.
- Dormirse con ellas.
- No limpiarlas después de cada uso.
- Prolongar su vida útil.
- No mantener limpio el estuche.
- Utilizar productos inadecuados para su limpieza como agua o saliva.
Los cinco riesgos más comunes del mal uso de las lentillas
Sean blandas o rígidas, la realidad es que diversas organizaciones de contactología han explicado además que hay ciertos tipos de lentillas más susceptibles de que aparezcan complicaciones corneales. En este caso se mencionan que las más frecuentes se producen «en portadores de lentillas de hidrogel blandas, especialmente las de uso prolongado», al uso de las cuales califican como «totalmente desaconsejable», según los criterios del Congreso de Contactología Avanzada y Superficie Ocular.
Estos riesgos, según la citada fuente, derivada del congreso organizado por el Instituto de Microcirugía Ocular, «se multiplica por cinco con las lentes de uso prolongado frente a las de reemplazo diario», recordando entre las más frecuentes ciertas infecciones por bacterias de la superficie ocular, que exigen la retirada de las lentes de contacto y tratar la infección.
Conjuntivitis
Muy asociada al uso de lentillas, pero también condicionada por factores ambientales como la suciedad, la falta de humedad o el contacto con superficies contaminadas o irritativas (como el agua de piscinas o playas), el abuso de lentes de contacto produce esta infección que se localiza en la conjuntiva, situada bajo el párpado superior y entre cuyas misiones está lubricar el ojo.
Cuando se inflama se produce dolor, hipersensibilidad a la luz, enrojecimiento ocular y a menudo aparecen legañas más abundantes de color verdoso y blefaritis. Entre las complicaciones habituales del mal uso de la lentillas está la de la conjuntivitis papilar gigante, fruto de un abuso continuado de las lentes de contacto, que ya complican su puesta incluso tras grandes períodos de descanso, razón por la que convendría minimizar su utilización.
La conjuntivitis debe tratarse con colirios específicos y no deben utilizarse las lentes de contacto mientras no haya desaparecido. Además, es conveniente que el diagnóstico sea preciso para descartar que se traten de conjuntivitis alérgicas, víricas o bacterianas, pues la forma de actuación cambia.
Ojo seco
Parece destinada a ser una patología habitual en el siglo XXI donde abusamos de pantallas, bien sean de ordenadores, teléfonos o tabletas. Por este motivo no es un problema exclusivo de los portadores de lentes de contacto, pero sí es cierto que en ellos se agrava, pues el ojo pierde parte de su lubricación natural.
Los síntomas, a veces confusos si no se diagnostica bien, se podrían confundir con la conjuntivitis por una falta de lubricación, enrojecimiento, escozor y la sensación de tener un cuerpo extraño o arenilla en el ojo. Todo ello desemboca en una fatiga ocular que recomienda la retirada de las lentillas y el uso de gotas humectantes para complementar la hidratación que nuestros ojos no están pudiendo aportar de forma natural. Además, se insta a los usuarios de lentes de contacto a no utilizarlas salvo en casos más que puntuales, descartándose el uso cotidiano en, por ejemplo, el puesto de trabajo.
Queratitis
No es tan frecuente como las dos anteriores, pero sus consecuencias pueden ser muy graves si no se ataja. En este caso, la queratitis sucede cuando se inflama la córnea, que ejerce una tarea fundamental en la refracción de la luz y en el enfoque del ojo. Como es casi entendible, ciertos malos hábitos de las lentillas pueden perjudicarla como el uso excesivo, el tipo de material, la sequedad ocular o una incorrecta higiene de éstas, razón por la que se pueden hacer pequeñas heridas en la superficie.
Por este motivo se abre la puerta a que la queratitis sea bacteriana, vírica, fúngica (con hongos) o por otros microbios, siendo uno de los más nocivos el acanthamoeba, muy presente en mares, piscinas, lagos y ríos y la razón por la que nunca se aconseja utilizar lentillas en estas superficies. Lo peor, aparte de una posible queratitis crónica, está en que suele entender la lentilla como el remedio del miope o del hipermétrope a las gafas en ciertas situaciones donde no se pueden usar, como sucede en el baño.
Úlcera corneal
Es muy habitual que tras la aparición de una úlcera corneal acabe apareciendo la queratitis, aunque no son lo mismo, si bien suele pensarse que sí. La úlcera es ese primer paso, provocado por esas heridas superficiales, que vuelven a repetir patrones sintomáticos ya conocidos: dolor, enrojecimiento, secreción de pus, hipersensibilidad a la luz, sensación de cuerpos extraños…
Su presencia está motivada también por traumatismos, ojo seco, exposición a la luz y a diferentes patógenos y supone ese ‘caballo de Troya’ por el cual los responsables de la queratitis entran en el ojo. Colirios —prescritos por el médico—, prescindir de las lentes de contacto y el reposo son las claves para recuperarse de estas úlceras, procurando que no exista una cicatrización que pudiera reducir la funcionalidad de la cornea.
Hipoxia
Aunque pasen desapercibidos, nuestros ojos necesitan respirar. No es una canción de Medina Azahara, evidentemente, sino una realidad por la que necesitan una oxigenación y un intercambio de gases para mantenerse lubricados. Aunque las lentes de contacto modernas permiten este intercambio de gases, la realidad es que no sucede así con todas, especialmente cuando se utilizan lentillas cosméticas, que por su composición de materiales o tintes podría suponer daño ocular.
No en todas, evidentemente, pero siempre se recomienda que este tipo de lentes se adquieran igualmente en ópticas y clínicas oftalmológicas y no en lugares o comercio online que no ofrezcan garantías de uso y seguridad. Irritación, abrasión corneal, cortes o lesiones derivadas de una mala adaptación de la lente de contacto son frecuentes en la hipoxia, cuyas complicaciones mayores podrían ser la hiperemia límbica, el edema ocular o un adelgazamiento ocular que acabe desembocando en la neovascularización corneal, apareciendo pequeñas venitas en la córnea que pueden aumentar la presión ocular.
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